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‘La selección me aburre’. Una aproximación etnográfica a la relación

entre identidades nacionales y locales en el ámbito del fútbol argentino

 

Dr. Antropología social

UNSAM-CONICET

(Argentina)

José Garriga Zucal

garrigajose@hotmail.com

 

 

 

 

Resumen

          El más popular de los deportes en la Argentina ya no es una zona de anclaje de lo nacional sino, por el contrario, un área donde reina la fragmentación y las identidades locales. Antaño, el fútbol fue un lugar privilegiado en donde se construían narrativas nacionales. Desde los 90 y tal vez un poco antes, el fútbol en la Argentina se tribaliza y deja de constituirse en marca identitaria de lo nacional para marcar las señas de pertenencia de pequeños colectivos, un club determinado, un barrio o una región. Reconociendo este desplazamiento, propongo en este trabajo analizar las concepciones de los hinchas, de un determinado club, sobre lo nacional y lo local.

          Palabras clave: Fútbol argentino. Hinchas. Clubes. Selección. Nacional. Local.

 

Una primera versión de este artículo fue publicada en los Papeles del CEIC en el 2007.

 

 
EFDeportes.com, Revista Digital. Buenos Aires - Año 16 - Nº 157 - Junio de 2011. http://www.efdeportes.com/

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Introducción

    El fútbol en la Argentina ya no es una zona de anclaje de lo nacional sino, por el contrario, un área donde reina la fragmentación y las identidades locales. Antaño, el fútbol fue un lugar privilegiado en donde se construían narrativas nacionales. Archetti (2003) analizó cómo el éxito de la selección nacional y la importación de jugadores constituyó, a partir de la década del ’20 hasta hace pocos años, eficaces narrativas nacionales. Desde los 90 y tal vez un poco antes, el fútbol en la Argentina se tribaliza y deja de constituirse en diacrítico identitario de lo nacional para marcar las señas de pertenencia de pequeños colectivos, un barrio o un club determinado (Alabarces 2005). Reconociendo este desplazamiento, propongo en este trabajo analizar las concepciones de los hinchas de un club determinado sobre lo nacional afín al fútbol.

    Este trabajo es el resultado de una investigación etnográfica con miembros de la hinchada del club Huracán1 que realicé entre el 2004 y 2008. En los partidos de fútbol del campeonato nacional se ven pocas banderas con los colores patrios y no se escuchan cánticos que hagan referencia a la Nación; lo argentino sólo aparece como parte de la competencia entre las hinchadas para saber cuál es la mejor dentro de estas fronteras. En ciertas oportunidades observé en los estadios los colores nacionales, las banderas celestes y blancas o las camisetas del equipo nacional; sin embargo, estas apariciones no dejaban de resultar un dato anecdótico en comparación con la innumerable cantidad de insignias rojas y blancas y las casacas de Huracán. Alguna vez escuché, muy al pasar, un comentario sobre un ex jugador de Huracán que estaba jugando en la selección y lo hacía bien. Pero el comentario remitía a la identidad futbolística local, ya que mencionaba el pasado Quemero de ese jugador. De hecho, cuando un ex jugador de Huracán convirtió un gol clave para la clasificación al mundial del 2010, recibí un mensaje de texto de uno de mis informantes fanáticos del Globo, que decía: “Vamos Globo Carajo”.

    La ausencia de íconos nacionales en los encuentros deportivos me llamó poderosamente la atención. Pensé que era necesario preguntarle a los simpatizantes, tanto a los integrantes de la hinchada como a los hinchas militantes, como a los dirigentes, cuál era su relación afectiva con la selección nacional. La pregunta, que puede parecer ingenua, tenía como objetivo analizar el proceso de localización (tribalización según Alabarces) del fútbol. Estos sujetos fervientes enamorados de sus colores, tomaron con sorpresa mis preguntas sobre la selección nacional; parecían dos tópicos distintos e inconmensurables, tanta era la distancia entre Huracán y la celeste y blanca que parecía que no estábamos hablando de dos dimensiones del mismo deporte sino de actividades completamente distintas. Si iban a los estadios a ver los partidos de la selección, si los veían por televisión, si sentían lo mismo por el equipo nacional que por Huracán, si conocían la alineación del último seleccionado o si habían llorado ante la derrota en el último mundial, fueron algunas de las preguntas que les hice. Estas fueron tomadas en tono risueño aunque yo las planteara seriamente y otras fueron respondidas desde el asombro y el desconcierto que igualaba dos cosas -Huracán y la selección- que para ellos pertenecen a dos universos incomparables.2

Fútbol y Patria, una relación demodé

    El fútbol es en la Argentina un espectáculo que congrega multitudes. La historia de la masificación se remonta a principio del siglo pasado, cuando el deporte originariamente de elite se convierte en una pasión popular. Centenares de clubes se fundaron, miles de jugadores corrieron detrás de una pelota y millares de simpatizantes vibraron en las gradas por el destino del club de sus amores. El fútbol construyó una retórica de la pasión que se disputaba en las competiciones entre instituciones; a pesar de esta disputa fragmentada que remitía al juego de las identidades locales también se generaron espacios donde emergía lo nacional.

    Un estilo propio y característico del Río de la Plata fue la señal distintiva de una forma de jugar que hablaba el lenguaje de la Nación. La gambeta era la marca distintiva de este estilo, que se denominaba “la nuestra”, según Archetti (2003). El fútbol creó un derrotero nacional con sus triunfos morales y una larga serie de “sabotajes” presuntamente ideados por las naciones poderosas para que la Argentina no pudiera acceder al podio de los grandes. Esta y otras tradiciones crearon mitologías que construirían una identidad nacional vinculada al fútbol. Es así que este deporte fue durante el siglo XX uno de los más importantes operadores de identidad nacional (Alabarces 2002), más aún cuando la debilidad institucional desarticuló a la escuela y a los partidos políticos para terminar con espacios, por excelencia, ideados para la construcción de estas identidades.

    Ahora bien, el fútbol fue uno de los operadores de identidad nacional más relevantes. Sin embargo, en los campeonatos locales el colectivo nacional queda completamente excluido de los lugares legítimos de construcción de identidades. Entre los hinchas no existe mención a un estilo de juego característico ni se expresa un sentido nacional en las prácticas de los espectadores en los estadios. Alabarces (2005) afirma que el fútbol se ha vuelto central como relato de la identidad tribal pero débil como constructor de narrativas nacionales.3

Pasiones locales: Huracán

    Los hinchas de Huracán manifestaron que tenían diferentes sentimientos por la selección y el club de sus amores. Excepto Juan José, un ferviente simpatizante de Huracán que tiene un programa de radio sobre el club, quien dijo que sentía cosas similares por la selección y el Globo, el resto de hinchas marcó una gran diferencia.

    Luis, un profesional apasionado por Huracán que militó en la dirigencia de esa institución, decía que si bien la selección le importaba como representativa de la Nación lo único que le interesaba era Huracán. Él afirmaba: “Hoy por hoy, lo único que me interesa es Huracán”. Igual que Luis, los simpatizantes afirmaban un gran interés por su club y poco, muy poco, por el deporte en general y por la celeste y blanca en particular. Aquellos que mencionaban al equipo nacional decían que la selección no los apasionaba, que no sentían el fervor y la adoración que sienten por Huracán.

    La pasión por su club remite a señales claras de pertenencia familiar, barrial y otros lazos afectivos. Huracán “es mi viejo, es el barrio”, decía entre lágrimas El Abuelo, un pizzero fanatizado por el Globo. La familia, que comúnmente apoya al mismo equipo y el barrio que, también, suele identificarse con un club, funciona como sólido diacrítico identitario que se sustenta en señales locales. Luis remarcaba que es simpatizante de Huracán por una tradición familiar.

    Jorge, un ex integrante de la hinchada, me comentaba que la relación entre el Globo y la selección es distinta. Huracán es para él “su” barrio, Parque de los Patricios; en el que vivió, caminó, jugó, usó y anduvo durante toda su vida. Por el contrario, según este hincha la selección no genera estas pertenencias tan fuertemente asentadas.

    Algunos de nuestros informantes argumentaban que el equipo nacional representa a todos los argentinos; otros decían, por el contrario que no representaba a nadie. Todos concordaban en que las representaciones eran distintas entre club y selección y que esa distinción, argumentaban, creaba la diferencia entre las pasiones desencadenadas. El Turco, un joven estudiante con un empleo formal en el Estado Nacional, decía que Huracán le parecía “más cercano” que la selección nacional.

    Para los simpatizantes de Huracán y para muchos, diría casi todos, los simpatizantes del fútbol argentino, existen fuertes sentidos de pertenencia del club sobre el estadio y sobre el barrio que rodea al mismo. El Club Atlético Huracán y el barrio Parque de los Patricios funcionan en el imaginario de los simpatizantes como pares indisociables. Numerosas son las formas que tienen los hinchas para delimitar esta pertenencia. Una de ellas son las canciones, que junto con las banderas y graffitis señalan el vínculo entre barrio y club. Una canción dice: “Esta es la banda más loca de Parque Patricios”. La ligazón entre espacio e identidad futbolística fue analizada en variadas oportunidades manifiestando la relevancia de las pertenencias territoriales en la constitución de las identidades futbolísticas (Gil, 2002; Alabarces, 2004). El barrio funciona como una pequeña nación y sobre éste se constituyen las identidades futbolísticas.

¿Hay pasiones nacionales?

    El Turco me comentó que la selección lo aburría, que no le llamaba la atención sus partidos y que Huracán estaba solo en su orden de prioridades deportivas; “la selección me aburre”, repetía entre sonrisas. Otro simpatizante, miembro de la hinchada, mencionó lo mismo pero desde otra óptica; dijo que no le parecía interesante ir a los encuentros futbolísticos de la selección nacional porque siempre cantan la misma canción y es muy aburrida. Entre risas parodió el cántico emblemático, aquel que dice: “Vamos, vamos, Argentina/ Vamos, vamos a ganar/ que esta hinchada quilombera/ no te deja de alentar”. La parodia acentuaba la palabra quilombera, ésta era, según su concepción, un insulto tan ingenuo como cómico, para terminar afirmando que el clima que se daba en los encuentros de la selección era muy “amargo”.4

    Sin referirse a la amargura o festividad como explicación del aburrimiento que caracteriza a la selección en contraposición con el club, Jorge y El Abuelo aludieron a que uno va a la cancha a encontrarse con amigos, a charlar y a hacer sociales y ellos son motivos importantes para acompañar al equipo. El Abuelo, dice que él goza de observar y analizar el encuentro deportivo y cuenta que cuando entra en el estadio tarda varios minutos en llegar hasta el lugar en el que siempre alienta a Huracán, porque debe cumplir con el rito de saludar a los amigos y conocidos. Jorge dice que muchas veces no ve ni el partido, que se la pasa hablando y enfatiza que el va a la cancha a hacer “sociales” y dice “a que voy a ir a ver a la selección si no conozco a nadie”.

    Luis, refiriéndose indirectamente a la fidelidad que tenía para con su equipo respecto a la celeste y blanca, decía: “me interesa la selección porque es representativa del país en general y del fútbol en particular”. Ante la pregunta de si había asistido a los juegos del equipo nacional, me contesta: “He ido en alguna oportunidad, no con mucha frecuencia, no demasiado. En ese caso verlo por televisión es más cómodo, a Huracán verlo por televisión es como que le quita el encanto”. Siguió reflexionando sobre la importancia de seguir a su equipo y la poca relevancia de seguir a la selección y dijo: “Es el esfuerzo que debe hacer el hincha para que al equipo le vaya bien, los hinchas deben demostrar acompañando”. Y terminó marcando las diferencias diciendo: “Mi aporte acompañando a Huracán es más importante que acompañar a la selección”.

    El público del fútbol se caracteriza por su participación activa en el espectáculo. En ningún caso son asistentes a una gala sino parte del espectáculo. Muchos espectadores llevan banderas (trapos) con los colores del club que los identifica, sombreros y camisetas otorgando colorido a las tribunas. Cantan, aplauden, saltan, se cuelgan del alambre olímpico, se pelean, prenden pirotecnia, arrojan papeles y rollitos, etc. Los hinchas del fútbol son parte activa del espectáculo. Archetti (1985) sostiene que los espectadores en el fútbol juegan un juego distinto al deportivo y que en sus acciones se dirimen señales identitarias. La participación activa de los simpatizantes se juega en torno a las identidades locales, donde se puede probar por medio del fervor y la fidelidad pertenencias, membresías.

El aguante: una cuestión local

    En la Argentina las parcialidades disputan “el aguante”. Este término tiene distintas acepciones según lo utilicen el común de los espectadores o los integrantes de una hinchada. Para los primeros, el aguante pasa por alentar al equipo durante todo el partido y seguirlo sin importar los resultados. Para los integrantes de la hinchada, el aguante pasa por una disputa física de enfrentamiento con los rivales donde se exhibe valentía, coraje y sapiencia en técnicas de lucha. El aguante es un término que distingue a ambos sectores. Sin embargo, tanto para un grupo como para el otro, la posesión del aguante es una señal de honra y prestigio que genera un “nosotros”.

    Los integrantes de la hinchada de Huracán consideran que “se la aguantan” porque vencieron en enfrentamientos físicos a sus rivales, como sucedió con Chacarita Juniors o Defensores de Belgrano; también se conciben poseedores del aguante porque le han robado las banderas a su clásico rival, San Lorenzo de Almagro, en un acto que para sus parámetros expresa valor y arrojo. Para los espectadores que no pertenecen a este grupo, Huracán tiene aguante porque sin importarles que hayan descendido de categoría siguen siendo leales a su equipo.

    Con la “posmodernidad”, la “modernidad tardía” o “líquida”, las identidades no son lo que eran antaño. Hablar de identidad ya no refiere a “lo mismo”, a lo idéntico a lo largo del tiempo o como afirma Hall: ya no se piensa en su sentido tradicional como “una mismidad omniabarcativa, inconsútil y sin diferenciación interna (2003:17)”. Gatti (2003: 99), en esta sintonía, afirma que la identidad construida en la modernidad, era estable, homogénea, sin ambigüedades y duraderas. Ahora, las identidades son múltiples, hay tantas identidades como relaciones sociales: de género, laborales, de clase, étnicas, nacionales, etc. Respecto al fútbol, coexisten dos identificaciones, una nacional y una local; la identidad nacional, no se abandonó, sólo que se dejó relegada a las copas mundiales. La identidad local, la de los Quemeros, se organiza según la categoría nativa de aguante.

    El aguante, a pesar de las diferentes acepciones, establece límites de pertenencia, genera un “nosotros” y distingue de unos “otros”. Como afirma Grimson (2001: 55): “ningún grupo tiene ‘rasgos’ que lo caracterizan, sino en una situación de contraste especifica”. Ser Quemero se constituye en una identidad positiva al demostrar que se tiene aguante, identidad que se pone en juego en cada encuentro futbolístico en la disputa simbólica y fáctica contra el adversario. Se conforma una comunidad moral (Bailey, 1971:17) que comparte un conjunto de valores que los distingue y los diferencia; moralidad que se hace práctica en acciones distintivas. La identidad pasa aquí por una adscripción a una comunidad imaginada (Anderson 1993:35) en oposición a una alteridad: Quemeros versus Cuervos u otros. Sin embargo, la identidad pasa también por ser participes de una práctica que organiza los “rasgos” característicos: la asistencia a los estadios, los cánticos y, para otro grupo social, las peleas. Las señales de pertenencia se constituyen sobre experiencias sociales y socializadas, en las prácticas vividas, en los cuerpos festivos y luchadores.5

    El aguante como enfrentamiento fáctico o simbólico delimita sentidos de pertenencia, afinidades y “otredades”. La construcción de identidades se realiza sobre un eje relacional, la identidad se construye en relación con un “otro”, porque “al mismo tiempo que establece un ‘nosotros’ define un ‘ellos’” (Grimson, 2001: 33). Pensar la constitución de una comunidad de pertenencia nos remite a mostrar cuáles son las otredades de esta comunidad, cuáles son las otras asociaciones con las que dialogan, negocian, intercambian significados, los “afuera constitutivos” como los llama Hall (2003: 18). Más radical aún, este autor sostiene que las identidades se construyen a través de la diferencia, la alteridad es el material que solidifica la constitución del colectivo (Hall, 2003: 19). La comunidad Quemera constituye su “otro” relacional en cada encuentro futbolístico, todos los fines de semana, en la disputa por el aguante; señalando, así, en el afuera constitutivo el nosotros.

    La presencia de un “otro” inmediato, que en cada encuentro futbolístico funciona como espejo donde conformar un “nosotros”, es fundamental en la actual conformación fragmentada de la identidad futbolística. Los “otros” de la selección nacional –Brasileños e Ingleses- son concebidos como “otros” distantes. Pocos son los partidos que se juegan contra ellos y, asimismo, no puede con ellos disputarse el aguante, no se pueden exhibir las bondades de la pertenencia grupal y no hay “rasgos” que indiquen la distinción.

    Más aún cuando el estilo de juego, “la nuestra”, estilo que antaño podía diferenciar a un argentino de un brasileño o de un inglés, ya no figura como marca específica de lo argentino. No hay “otros”, no hay señales que generen un “nosotros”, como el estilo de juego, ya no existen grandes referentes, sólo quedan los colores como edificadores de lo nacional.

    De esta manera, la comunidad “imaginada” de Quemeros, tienen encuentros más frecuentes que los de la selección nacional, tiene relaciones “más palpables” entre sus miembros y los afuera constitutivos y, además, tienen un territorio más “vivido” que el de la “Nación”, de esta forma parece para sus adherentes una comunidad “menos imaginada” que la nacional. Como afirma Grimson: “‘ese nos/otros’ es al mismo tiempo el resultado de sedimentaciones de un proceso histórico como una contingencia sujeta a transformaciones” (2001: 31), el proceso de construcción identitario se sustenta en distintas relaciones sociales según el momento histórico, respecto al fútbol lo nacional tiene, en la actualidad, producto de un particular proceso histórico, un lugar secundario en relación a lo local.

Palabras finales: fútbol y patria, el juego que sólo se juega en el Mundial

    Como bien señalan diversos investigadores (Alabarces, 2005; Villena Fiengo, 2000) no son sólo los colores lo que queda como señal de distinción, también quedan las operaciones de los medios masivos de comunicación que estimulan los sentimientos nacionales. Rodríguez (2003) asevera que en los mundiales de fútbol las identidades nacionales se intersectan con representaciones más mediáticas y que el resultado de esta alianza tiene la efímera vida del Mundial. Villena Fiengo (2000) sostiene que la relación entre Nación y fútbol pasa por los medios de comunicación.

    Todos los hinchas de Huracán manifestaron que durante el Mundial de fútbol se convertían en fieles seguidores de la selección. En esas oportunidades, la comunidad imaginada nacional parece menos distante; sólo en esas ocasiones miran todos los partidos por televisión y alientan, sufren y se emocionan con los avatares de la celeste y blanca. La frecuencia de los partidos sumado al bombardeo mediático establece, sólo por esas semanas, los lazos imaginarios que unen a todos los argentinos. Debemos mencionar que no tienen la misma capacidad interpeladora ni los partidos por las eliminatorias para la copa del mundo, ni las competencias entre selecciones sudamericanas ni las olimpíadas. La eficacia de las operaciones mediáticas es extraordinaria pero limita sus logros a un mes cada cuatro años. Excepto en el mundial, evento efímero, el fútbol es un gran articulador de las identidades que hablan de Quemeros y Cuervos, de Boquenses y Gallinas pero nada dice de la Nación y el conjunto de jugadores seleccionados para representarlos.

Notas

  1. El club Huracán esta ubicado en el barrio de Parque Patricios en la ciudad de Buenos Aires y fue fundado en 1908. Huracán es uno de los clubes más reconocidos del fútbol argentino; actualmente milita en el nacional “B” pero obtuvo en 1973 un título en Primera División. Los simpatizantes de Huracán y la institución reclaman el sexto lugar entre los grandes del fútbol argentino; los cinco grandes aceptados sin discusión son: Independiente, Racing, San Lorenzo, Boca y River. Comúnmente se lo denomina Globo y/o Quemero.

  2. Archetti (2003) menciona los escollos que tuvo que sortear para entablar el tema de lo nacional con simpatizantes de fútbol que preferían hablar de sus clubes más que de la selección.

  3. En Alabarces (2002) se menciona cuál es el papel del estado en este desplazamiento.

  4. En los partidos de la selección suele asistir público que no es el común concurrente a los estadios de fútbol, por eso se observan más mujeres y niños. En estos partidos se advierte poco fervor y pocos cánticos, esto es lo que los hace “amargos”, según la óptica de los miembros de las hinchadas.

  5. En Alabarces y Garriga (2006) hemos analizando la articulación que los hinchas realizan entre ideales de cuerpo, modelos masculinos y prácticas de enfrentamiento corporal. Articulación que tiene como resultado la conformación de un particular sentido de comunidad constituido en y a través de la experiencia corporal. Es el cuerpo, luchando contra rivales y compañeros, la herramienta que asegura la identificación con el grupo de pares; es la acción, la práctica, el elemento que delimita el ingreso al grupo. De esta forma, mostramos la existencia de identificaciones y la construcción de colectivos que se centran en las prácticas y en las acciones y no, primordialmente, en las dimensiones narrativas.

Bibliografía

  • Alabarces P. (2002). Fútbol y Patria. El fútbol y las narrativas de la Nación en la Argentina. Buenos Aires: Prometo Libros.

  • Alabarces P. (2004). Crónicas del aguante. Fútbol, violencia y política. Buenos Aires: Capital Intelectual.

  • Alabarces P. (2005). De los tribalismos a la política: las hinchadas argentinas entre la crisis, el mundial y el destino de la patria (o cómo releer fútbol y Patria un año después). En: Pablo Alabarces y otros: Hinchadas. Buenos Aires: Prometeo.

  • Alabarces, P. y Garriga Zucal, J. (2006) Identidades corporales: entre el relato y el aguante. Ponencia ante el 8º Congreso Argentino de Antropología Social. 19 al 22 de septiembre del 2006. Salta, Argentina.

  • Anderson, B. (1993). Comunidades imaginadas. Reflexiones sobre el origen y la difusión del nacionalismo. México: FCE.

  • Archetti, E. (1985). Fútbol y ethos, Buenos Aires, FLACSO, Serie investigaciones.

  • (2003) Masculinidades. Fútbol, tango y polo en la Argentina. Buenos Aires: Antropofagia.

  • Bailey, F. G. (1971). “Gift and Poison”. In Bailey, F.G (ed.). Gifts and Poison: the politics of reputations. Basil Blackwell, Oxford.

  • Conde, M. (2005) La invención del hincha en la prensa periódica. En: Pablo Alabarces y otros: Hinchadas. Buenos Aires: Prometeo.

  • Gatti, G. (2003). Las modalidades débiles de la identidad. De la identidad en los territorios vacios de sociedad y de sociología. En: Política y Sociedad, Nº 40, pp. 87-109.

  • Gil, G (2002). Fútbol e identidades locales. Dilemas de fundación y conflictos latentes de una ciudad “feliz”. Buenos Aires: Miño y Dávila.

  • Grimson A. (2001). Interculturalidad y comunicación. Norma, Buenos Aires.

  • Hall, S. (2003). “Introducción: ¿quién necesita identidad?” En: Hall, S. y du Gay P. (comps.) Cuestiones de identidad cultural. Buenos Aires, Amorrortu.

  • Rodríguez, M. (2003). Los días en que Maradona usó kilt: intersección de identidades profundas con representaciones mediáticas. En Pablo Alabarces (comp.): Futbologías. Fútbol, identidad y violencia en América Latina. Buenos Aires: clacso-asdi.

  • Villena Fiengo, S. (2000). Imaginando la nación a través del fútbol: el discurso de la prensa costarricense sobre la hazaña mundialista de Italia ’90. En Pablo Alabarces (comp.): Peligro de gol. Estudios sobre deporte y sociedad en América Latina. Buenos Aires, clacso-asdi.

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