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El Neohumanismo deportivo como movimiento pedagógico

en el siglo XXI (MPDH). (De la investigación pedagógica)

 

Doctor en Ciencias de la Actividad Física y del Deporte (Universidad de León – España)

Calificación de la Tesis Final: Sobresaliente "Cum laude Unánime"

Mención de Calidad Europea 2008

Doctor en Educación (Universidad Católica de Santa Fe). Calificación máxima (unánime)

Magíster en Educación Física de la Universidad de Salamanca (España)

Calificación de la Tesis Final: Sobresaliente "Cum laude".

Licenciado en Educación Física (U.N.R.C.). Especialista en Constructivismo (FLACSO)

Especialista en Gestión Educativa (FLACSO).

Diploma Superior en Ciencias Sociales con mención en Constructivismo y Educación (FLACSO)

Diploma en Entrenamiento (Universidad Católica de La Plata).

Diploma Superior en Gestión Educativa. Entrenador Internacional F.I.V.B. Voleibol (Nivel I)

Diploma Superior en Currículum y Prácticas Escolares en contexto (FLACSO)

Diploma Superior en Psicoanálisis y Prácticas Socio - Educativas (FLACSO)

Dr. Daniel Pablo Ramacciotti

danielramacciotti@gmail.com

(Argentina)

 

 

 

 

Resumen

          El estudio corresponde a la fase exploratoria de una investigación acción iniciada con referentes especialistas en Pedagogía deportiva de España y Argentina. El objetivo central del ensayo es aportar algunas claves para pensar la dimensión antropológica de un Modelo Pedagógico Neohumanista para el siglo XXI (MPDH). En el desarrollo del texto se establecen tres ejes de discusión: a) El deportista en el centro de la reflexión pedagógica; b) El proceso de personalización a partir de ese centro antropológico; c) El Neohumanismo deportivo como movimiento pedagógico. Las conclusiones ofrecen seis (6) claves antropológicas con acuerdo pleno entre especialistas en Pedagogía deportiva para elaborar un Modelo Pedagógico Neohumanista (MPDH).

          Palabras clave: Pedagogía. Modelos. Deporte. Deportista. Antropología. Humanismo.

 

 
EFDeportes.com, Revista Digital. Buenos Aires - Año 16 - Nº 157 - Junio de 2011. http://www.efdeportes.com/

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1.     Introducción

“…El hombre en la práctica deportiva puede encontrar la sensación de actor, de

protagonista, siquiera sea en la simplicidad de la efímera figura deportiva que realiza”. 1

José María Cagigal

    Este ensayo se origina en una investigación preliminar motivada por dos (2) razones primarias, una implicación docente y una preocupación por la educación a través del deporte. En primer lugar, mi propia implicación como directivo de un profesorado de Educación Física en el interior de Argentina; y en segundo lugar, mi preocupación al detectar el desbalance existente, entre la cada vez mayor demanda técnica que pesa sobre la generación de deportistas jóvenes y la escasa reflexión filosófica acerca de este fenómeno dentro de la formación docente en Educación Física.

    En el texto que sigue, les propongo centrarnos en el deportista, como núcleo antropológico de la reflexión pedagógica. Algunos interrogantes que se me ocurren para iniciar la discusión serían: ¿Qué implicancias tendría ubicar al deportista como centro de la reflexión pedagógica frente a otros posicionamientos? ¿Cuáles son las condiciones de posibilidad del proceso de personalización del deportista? ¿Es viable hoy traducir en prácticas educativas concretas un Modelo Pedagógico Deportivo con bases Neohumanistas? ¿El Neohumanismo deportivo es absolutamente una pretensión idealista sin oportunidad de realización?

    En el primer apartado del ensayo, ubicaremos al deportista en el centro de toda reflexión pedagógica. Señalaremos las capacidades y condiciones posibilitadoras de su desarrollo. Para ello, vincularemos el “homo deportivus” con el “homo ludens” del que nos escribiera el antropólogo holandés Johan Huizinga en 1938.

    En el segundo apartado, nos ocuparemos del proceso de personalización del deportista, entendido como un proceso dinámico de protagonización, a diferencia del anonimato de la masificación, o de la sedentarización del deporte espectacularizado.

    Por último, en el tercer apartado nos ocuparemos del Neohumanismo deportivo, como movimiento pedagógico que buscará, en el futuro próximo, despegarse de las adherencias sociológicas acumuladas durante un siglo de crecimiento desmesurado del deporte profesional, ya que éste muy poco tiene que ver con la naturaleza de la “praxis deportiva” y con el “modo lúdico” que preservan algunos (no todos, de ahí el problema) educadores físicos y entrenadores de deportistas en formación.

    En pocas palabras, la principal pretensión del ensayo es aportarles algunas claves para pensar juntos la dimensión antropológica de un Modelo Pedagógico Neohumanista viable en el siglo XXI (a partir de aquí MPDH). Todo un desafío: ¿No les parece?

2.     El Hombre como centro de la reflexión antropológica del MPDN

    El deportista, en cuanto hombre, es una unidad sintética. Por lo tanto, toda actividad humana hay que atribuirla al hombre, no a su cuerpo o a su mente. En el MPDH, cualquier joven apto por el deporte, será por ende, un ser apto para entender los esfuerzos de la idea y el valor del dolor. Así, el deportista debe concebirse a partir de su capacidad de autopercepción, de autorreflexión y de autoconcepto; todas ellas posibilitadoras del desarrollo en las coordenadas de tres instancias básicas (núcleos cósmico-vitales): “El yo; el mundo de los otros, y la realidad de las cosas”. 2

    El hombre, cuando protagoniza un juego deportivo, encuentra una realidad de belleza natural y primitivamente humana. El aficionado puro no desaparecerá; porque es la realización más acabada del “homo deportivus”. El homo ludens es apto para crear cultura, mientras que el homo competitivus es una forma fundamental de situarse correctamente en la vida. Por último, el “ludens competitivus”, es decir el deportista, es una forma vital de correcta postura y de poderosas posibilidades creadoras.3

Figura Nº 1. Hombre, ser axiológico

Fuente: Base de informes esquemáticos “RIPMESOS” (Ramacciotti, 2008)

    El cuerpo y el movimiento, son dos realidades antropológicas enmarcadas por la conciencia del deportista, que le permiten, pensar y actuar físicamente en el mundo de los otros y de las cosas. Además, por ser un ser axiológico, podría a través del deporte superar progresivamente su estado de “doble indigencia”, ontológica y moral, para unir el principio y el fin de todos sus actos. Esta doble indigencia es la que funda el carácter educable de todo deportista, es decir, requiere de calidad de intercambios con otras personas, compañeros de juego, entrenadores o “profes” de Educación Física que se posicionen con humildad y prudencia frente a esta realidad.4

    “La existencia deportiva, con mayor o menor prontitud, nos enseña nuestra propia limitación, el valor de la intensidad y la perseverancia en el esfuerzo”

    Para el desarrollo humano, es muy recomendable la alternancia de manera equilibrada, de una “doble figura”: La pregunta y la respuesta. La reducción antropológica del “Homo faber” durante el siglo XX, obedeció en gran medida al desequilibrio en la fórmula anterior, por el cual el individuo respondió más de lo pudo preguntar. En las obligaciones, la vida seria, las rutinas, el trabajo estandarizado, los intereses económicos, el individuo es más respuesta que pregunta. En cambio, cuando los hombres practican deportes, juegan, investigan, cantan, danzan, crean, se convierten en “Pregunta”, conservando así el equilibrio de la “doble figura”.

    El deportista es siempre señor de sí mismo, es aquel que recupera ciertos comportamientos fáciles, como el juego y la expansión física. A partir de las conductas primarias, que son la esencia del deporte, el hombre puede experimentarse como un ser cabal, capaz de pensar y ejercitar lo que piensa, de relacionarse con los demás con menos estereotipos. Aquí señalo una paradoja. A menudo vemos a muchos educadores preocupados en demasía por los estereotipos eficaces (gestos técnicos) en detrimento del disfrute esencial de la actividad. Sucede, que estos “educadores”, cuanto menos, han caído en las redes del confusionismo tecnocrático. Es fácil detectarlos, hagan la prueba, los encontrarán entre quienes se quejan de los jóvenes de hoy, porque practican menos deportes que en otros tiempos, o simplemente, porque éstos abandonan precozmente la actividad deportiva.

    Por alguna extraña razón, las preguntas por las causas de la progresiva sedentarización o del abandono del deporte práctica por parte de los más jóvenes parecieran eludir la responsabilidad de las generaciones adultas. ¿No les parece? Yo, en cambio, les preguntaría a los educadores deportivos implicados en el fenómeno (adultos ellos): ¿Están respetando en estos tiempos de preocupaciones exitistas la realidad antropológica de la “doble figura”? Seguramente, éste sería el primer interrogante de una larga conversación que nos debemos los educadores deportivos.

3.     La personalización del deportista en el MPDH

    La personalidad es un largo proceso dinámico que puede concebirse esencialmente como una ininterrumpida corriente trifásica de diferenciación-integración-intercambio, orientada hacia una definitiva y enriquecida simplicidad (rango sintético de la personalidad). La protagonización deportiva favorece este proceso, mientras que el anonimato de la masificación lo entorpece o neutraliza según el caso del que se trate:

Figura Nº 2. Personalidad, corriente trifásica

Fuente: Base de informes esquemáticos “RIPMESOS” (Ramacciotti, 2008)

    El circuito de tres grandes fases (que a nuestro entender aporta a la inteligibilidad del Modelo Pedagógico Neohumanista), integra la realidad antropológica con la realidad social circundante: diferenciación, integración e intercambio.

Figura Nº 3. Corriente trifásica y realidad antroposocial

Fuente: Base de informes esquemáticos “RIPMESOS” (Ramacciotti, 2008).

    En cambio llamaremos “protagonista reducido”, al deportista profesional que se convierte en parte de una maquinaria movida por dinero y otros intereses. No es un deportista en el sentido antropológico que intentamos rescatar, porque está jurídicamente obligado a jugar (a responder). Su vida seria, su profesión, la constituye el deporte.

    Por otra parte, al deportista auténtico no le espanta la palabra mortificación, puesto que la lucha continúa contra los segundos y los centímetros que emprende es una auténtica ascesis. Además, recordemos que el deporte es lucha y por eso exige valor. Por eso, en la fisonomía moral del joven deportista se aprecian progresivamente los síntomas inequívocos de una ejercitación habitual de los recursos del valor. Para el MPDH algunas de las características que el deportista irá desarrollando serían:

  1. Un excelente organismo.

  2. Gran capacidad de resistencia a la fatiga.

  3. Aparato respiratorio sano.

  4. Crecido índice vital; cardiovascular a buena prueba.

  5. Armonía fisiológica.

  6. Músculos fuertes, de gran potencia y velocidad, contráctil, elásticos y flexibles.

  7. Perfecta coordinación motora con riqueza de reflejos condicionados.

  8. Velocidad de reacción.

  9. Exuberancia y capacidad de fijación de imágenes motoras.

  10. Reacciones psíquicas rápidas.

  11. Talento práctico ejecutivo.

  12. Sentido de colaboración bien desarrollado y muy ejercitado.

  13. Dosis no despreciables de voluntad, demostrada en la monotonía superada.

  14. Cierto espíritu de obediencia practicado con asiduidad.

  15. Voluntad de superación, y voluntad ejecutiva.

  16. Cierto idealismo necesario para mantener tensas las voluntades.

    Durante la personalización del deportista, la figura del campeón encarna valores moralizadores de toda meta propuesta por una superación humana. Son dos los fenómenos que presionarían la actitud pura del homo deportivus que aspira a superarse: 1) el ambiente social; 2) las claudicaciones pedagógicas. Como vemos, estas presiones provienen del entorno y de los otros, con sus singulares y diversos posicionamientos frente al deportista en formación. Aparte, son dos tipos de aberraciones que atentan directamente contra el espíritu del deportista, porque atacan al hombre:

  1. La prestación desmesurada.

  2. Los superhombres.

    En los tiempos que corren, el deportista de alto rendimiento como superhombre, es otra plaga que va extendiéndose, ya que se somete al hombre, que debería ser la medida de todas las cosas, a pruebas de laboratorio. Si bien el campeón es necesario y se ha de contar con ellos, debemos distinguirlo del especialista superadaptado. En esto el requerimiento de prudencia que ya mencionamos, puesto que los campeones que vamos conociendo durante nuestra personalización no son nunca superhombres que se distancian del tipo normal, sino que son personas normales que realizan “cosas” extraordinarias, expresión clarividente que escuché hace poco de un ex entrenador del seleccionado femenino de Hóckey sobre Césped de Argentina. En el próximo apartado avanzaremos sobre las condiciones de posibilidad para impulsar el movimiento deportivo Neohumanista en el siglo XXI.

4.     El Neohumanismo deportivo como movimiento pedagógico: ¿Un modelo posible?

    En el deportista se ofrece la imagen humanística del hombre de su tiempo, entendido el humanismo no en su acepción histórica, sino en su significación derivada del hombre, el cual pone en juego en espontánea interacción, soma y psique. Éste, como universal concreto, es el principal protagonista del suceso llamado deporte (universal abstracto). Por eso, el deporte es concebido por el MPDH como conducta humana típica y específica; es un suceso antropológico, a despegar de sus adherencias sociológicas, puesto que como conducta se caracteriza por:

  1. Cierto tipo de “praxis”.

  2. Un ejercicio liberador de talante lúdico.

  3. Confrontación de capacidades personales evolucio­nadas hacia una competitividad.

    Son diferentes las conductas del deportista, del espectador y del profesional. Un deportista que vive el deporte desde el profesionalismo, añade algo a su manera anterior de practicarlo, pero no cambia tan sustancialmente su actitud debido a la valoración del dinero o a la ocupación laboral. Hay otros factores en su situación vital, que pueden significar un profundo cambio de actitud. En efecto, el deporte como conducta se origina en el ensayo y la diversión del hombre primitivo. Un impulso tan primario como la necesidad de saber que lleva al hombre a la filosofía y a la ciencia, le induce a jugar ejercitando su cuerpo: entonces nace el deporte. Por eso, el deportista es una persona que se perfecciona intensamente.

    La raíz lúdica del deporte:

  • En el juego el hombre se experimenta a sí mismo y a los otros más limpiamente humanos.

  • El niño, en el juego, se equilibra, se autoafirma y se enriquece frente a las inexorables opresiones.

  • A partir del juego crea su mundo personal, íntimo y, a los pocos años, el mundo propio de su grupo, de su generación.

  • Los hombres terminarían definitivamente enajenados el día que los grandes juegos lleguen a desaparecer definitivamente.

  • El hombre deportivo, consiste más en una disposición, en una prontitud a integrar deportivamente su conducta, que en una erudición o tecnificación o capacitación física.

    El rendimiento deportivo no es lo que define al buen deportista sino su disposición intensa, perseverante y arriesgada al enfrentar los desafíos que se le presentan.

    Con la expresión “existencia deportiva” podríamos definir la manera alegre y euforizante de vivir, connotada por una implicación corporal y un afán de autocomprobación o desafío. La existencia deportiva, quizás sea una de las formas de comportamiento más humanas (más lejanas de la animal). En el sendero iniciado por autores como Huizinga, Cagigal, Rahner, Arnold, Coubertin encontraremos algunas orientaciones que nos ayudarían a entender un poco más el deporte como realidad primitiva, creativa, lujosa, sobrante y de desbordada humanidad. Por eso, si bien en cuestiones inherentes a la mera ciencia, las últimas publicaciones pueden reflejarnos el pulso de las preocupaciones epocales, no nos alejarán del riesgo creciente de perder de vista el valor pedagógico del deporte como propiedad del hombre.

    Espero que este breve ensayo, sea recibido por ustedes, los lectores, como una invitación a pensar en otras bases para configurar el Modelo Pedagógico Deportivo Neohumanista. Por supuesto que la tarea recién comienza y ha de seguir en espacios especialmente reservados a la discusión y el debate, donde puedan participar y comprometerse, todas las personas que aún conservan la idea de que se puede educar a través del deporte. Mi particular existencia deportiva me ha enseñado que esta clase de personas, no se encuentran en los despachos del gran Deporte organizado, sino en las escuelas, los clubes de barrio, las plazas, los espacios verdes, los viejos y concurridos “potreros” y los playones públicos.

5.     Conclusiones

    Con este ensayo aporté algunas claves (no las únicas) para pensar la dimensión antropológica del Modelo Pedagógico Neohumanista en el siglo XXI (MPDH). Entre ellas destaco:

  • El deportista concebido como centro de toda propuesta, a partir de su capacidad de autopercepción, de autorreflexión y de autoconcepto.

  • La personalización del deportista, como un largo proceso dinámico que él mismo debería protagonizar, concebido, esencialmente, como una ininterrumpida corriente trifásica de diferenciación-integración-intercambio (entre el yo, los otros y el mundo).

  • La doble indigencia de origen (ontológica y moral), es donde se funda el carácter educable de todo deportista, puesto que requiere de calidad de intercambios con otras personas, compañeros de juego, entrenadores o “profes” de Educación Física que se posicionen con humildad de generación, con un comportamiento ejemplar y con la prudencia consejera de la experiencia.

  • El deportista siempre es señor de sí mismo, es aquel que recupera ciertos comportamientos fáciles, como el juego y la expansión física. Cuando sólo responde a requerimientos externos pierde su “doble figura”, deja de ser pregunta, se reduce a “homo faber” en el más puro sentido antropológico de la expresión.

  • El deportista puede experimentarse a sí mismo como un ser cabal, capaz de pensar y ejercitar lo que piensa, de relacionarse con los demás con menos estereotipos.

  • El deportista se define para el Neohumanismo deportivo, por su modo alegre y euforizante de vivir, connotado por la implicación corporal y el afán de autocomprobación o desafío.

    Es posible que todo lo enunciado en este ensayo aporte a configurar un Modelo Pedagógico Neohumanista (MPDH), entendido como aquella orientación teórico metódica general, ejercida en ayuda del deportista del siglo XXI, como centro y medida de toda reflexión y actuación educativa durante el recto desarrollo de sus potencialidades en el diálogo con su entorno temporo-espacial, donde el deporte será el medio calificado para el desarrollo personal y social.

    Para finalizar, confieso que sin dejar de interesarme por lo último de lo último publicado en las revistas especializadas, mi “bitácora de lectura” me ha llevado durante la búsqueda curiosa de proposiciones humanísticas, hacia unos cincuenta o sesenta años atrás, algo que les recomiendo a todos aquellos que siguen educando implicados en los contextos actuales del Deporte organizado. El principio y el fin en el deportista, constantes del “Neohumanismo deportivo en el siglo XXI”. Hasta nuestro próximo encuentro…

    “Deseo que estas líneas encuentren algún eco en aquellos espíritus inquietos, que aún en estos tiempos líquidos, siguen portando el fuego de la lucha hecha juego”.

Ramacciotti (2011)

 

Notas

  1. Cagigal, J.M. Deporte, pulso de nuestro tiempo. OSJMC, op.cit., p.492.

  2. Núcleos cósmico-vitales fue una expresión empleada por José María Cagigal en “Educación del hombre corporal” (1981).

  3. Homo ludens, u "hombre que juega", es un libro escrito en 1938 por el holandés Johan Huizinga, profesor, historiador y teórico de la cultura. Discute la importancia del juego en la cultura y la sociedad. Dentro del libro, Huizinga utiliza el término "Teoría de juego" para definir el espacio conceptual en el cual el juego ocurre.

  4. Acerca del posicionamiento humilde y prudente de los educadores inmersos en la realidad antropológica del deporte, me ocuparé con mayor profundidad en un próximo ensayo.

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