El sedentarismo y la actividad física en la adolescencia, relación con el Índice de Masa Corporal |
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*Doctor en Ciencias de la Actividad Física y del Deporte Máster Oficial en Investigación y Docencia en Ciencias de la Actividad Física y la Salud **Becario de postgrado del Ministerio de Educación: Programa de Formación del Profesorado Universitario (FPU) |
José Enrique Moral García* Alberto Grao Cruces** (España) |
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Resumen La AF se relaciona con el movimiento mientras que el sedentarismo es la conducta contraria. Respecto a la edad, el niño en la infancia es un ser físicamente activo decreciendo este nivel de práctica de AF conforme se incrementa su edad. La actividad física presenta innumerables beneficios para la salud de las personas, mientras que el sedentarismo es una conducta perjudicial. Los médicos en general consideran la falta de AF como el factor desencadenante más importante para la aparición de la obesidad. A pesar de que la población mundial sabe lo positivo que es la práctica de AF para la salud de los sujetos, un porcentaje elevado de los adolescentes no siguen las recomendaciones de práctica de AF diaria. Palabras clave: Actividad física. Sedentarismo. Obesidad. Adolescencia.
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EFDeportes.com, Revista Digital. Buenos Aires - Año 16 - Nº 156 - Mayo de 2011. http://www.efdeportes.com/ |
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1. El sedentarismo y la adolescencia
La AF se relaciona con el movimiento mientras que el sedentarismo es la conducta contraria. Hay multitud de actividades denominadas como sedentarias, con un gasto energético por debajo de lo requerido para ser consideradas como AF. De entre las más habituales se encuentran ver la televisión, los videojuegos, el ordenador, tiempo destinado a hacer los deberes, así como escuchar música.
El sedentarismo aparece unido a la obesidad en muchas ocasiones, por tanto como elementos que ayudan a la prevalencia del sobrepeso se encuentran el uso de las nuevas tecnologías, la televisión, así como los videojuegos y el ordenador (Martínez, 2000; Marshall y cols., 2004; Kautiainen y cols., 2005), existiendo relación entre la grasa corporal y la cantidad de horas invertidas en el visionado de la televisión (Jago y cols., 2005; Hancox y Poulton, 2006).
En el mundo desarrollado y tecnificado en el que estamos inmersos, hay menos necesidad de movimiento y ejercicio físico. Valga como ejemplo los importantes avances en domótica. Dicho estilo de vida se inicia en la infancia y contribuye de forma decisiva a la enfermedad hipocinética (Blasco, 1994; Rodríguez, Márquez y De Abajo, 2006).
La ausencia de todo esto es que la vida se ha facilitado enormemente, resultando más complicado encontrar tiempo y motivación suficiente para realizar AF dentro de los parámetros saludables. Los datos estiman que el 70% de la población, en los países desarrollados, no realiza la cantidad suficiente de AF como para mantener unos niveles de salud adecuados y controlar su peso corporal (Rodríguez, Márquez y De Abajo, 2006).
El niño en la infancia es un ser físicamente activo decreciendo este nivel de práctica de AF conforme se incrementa su edad. En España, cuando aumentan los años desciende el tiempo destinado a la práctica de actividades físico-deportivas, siendo esta situación más aguda entre las chicas (Montil, Barrionuevo y Oliván, 2005).
El nivel de práctica de AF de los sujetos fluctúa con el paso del tiempo, como demuestran los datos de la Encuesta Nacional de Salud que periódicamente viene aportando el Ministerio de Sanidad y Consumo. Los niveles de AF aparecen estables desde 1993 hasta 2001, momento en el cual se produce un ligero descenso llegando a su cota más baja con el 22%. Por su parte el entrenamiento físico varias veces a la semana aumentó hasta 1997, y en 2001 descendió hasta situarse en el 16.3% (Ministerio de Sanidad y Consumo, 2006). De la comparativa de estos datos, con la misma encuesta, pero en edades superiores de advierte como los sujetos de mayor edad siguen parámetros sedentarios en porcentajes más elevados que los jóvenes. En concreto, los chicos de entre 0-15 años el 21.3% afirma no hacer nada de ejercicio físico, por el 46.6% de los que tiene 16 o más años.
La inactividad física como ha quedado demostrado es una de las principales causas ayudantes de enfermedad o muerte. A pesar de que en la actualidad hay mucha información sobre los beneficios de llevar una vida activa, la realidad es que las personas adultas demuestran una menor participación deportiva conforme avanza la edad, siendo más inactivas las de edad avanzada, los que tienen menos formación y procedentes de estratos sociales más deprimidos (Casimiro, 1999).
En el ámbito internacional resalta el estudio HBSC (Estudio de Conductas de los Escolares Relacionadas con la Salud - ECERS) que incluía los países de la Unión Europea, más Estados Unidos y Canadá, y como puntualizaciones más notorias caben destacar (Currie y cols., 2004):
La AF de los adolescentes es baja, como media realizan AF moderada la mitad de los días recomendados, situándose estas cifras en España en niveles inferiores a la media internacional.
Los varones son más activos que las mujeres en todos los grupos de edad, agudizándose estas diferencias en nuestro país.
El incremento de la edad de los sujetos lleva consigo un descenso en la práctica de AF y directamente un aumento del sedentarismo. Remarcándose más esta casuística entre los adolescentes españoles.
A medida que los adolescentes se hacen mayores desciende en número de actividades físicas compartidas con sus familiares.
En la esfera internacional, hay unanimidad de criterios en cuanto a las conclusiones que llegan de las principales investigaciones. Se postula que el nivel de AF de los adolescentes es cada vez más escaso y que este desciende con el paso de los años, los chicos son más activos que las chicas y que se incrementan el ocio pasivo, entre otras aportaciones.
En resumen, la mayoría de los estudios que se centran en el cumplimiento, o no, de las recomendaciones de práctica de AF con un enfoque saludable, demuestran bajos índices de seguimiento por lo que es probable que los niños no estén realizando AF en niveles adecuados para la salud. Este grado de inactividad no sólo afecta a los demás países, sino que también tiene presencia en España, donde el nivel de práctica de los jóvenes es insuficiente, desde el punto de vista de la salud (Montil, Barriopedro y Oliván, 2005).
2. Problemas derivados del sedentarismo y su relación con el Índice de Masa Corporal
La actividad física presenta innumerables beneficios para la salud de las personas, mientras que el sedentarismo es una conducta perjudicial (Martínez González y cols., 2003). De entre los principales beneficios cabe destacar la disminución del riesgo cardiovascular, que afecta a la hipertensión arterial, cardiopatía isquémica y los accidentes cardiovasculares (Sacco, 2001; Whelton, Chin, Xin y He, 2002).
Bastos y cols. (2005) determinan que el descenso del nivel de aptitud física de las poblaciones humanas en todo el mundo aumenta el predominio de la mortalidad precoz causada por enfermedades de la civilización, demostrando que el sedentarismo, como estilo de vida, puede ser nocivo para el individuo y potencialmente dañino para la sociedad.
La realización de AF de forma inadecuada es un factor independiente del riesgo de enfermedad coronaria, el 12% de la mortalidad total en EEUU está relacionada con la falta de AF habitual y el sedentarismo se correlaciona con el doble de riesgo de padecer cualquier problema coronario (Boraita, 2008).
Sabiendo que la obesidad es una enfermedad multicausal, la respuesta del individuo ha sido centrarse en la necesidad de practicar AF, abandonando conductas marcadamente sedentarias. Entre estas últimas tenemos que resaltar ver la televisión, ya que por ejemplo en Estados Unidos es la más importante, al punto de que se le dedican 30 horas semanales. Con esto bajamos nuestra tasa metabólica a la vez que incrementamos el consumo de alimentos altamente energéticos. Los personajes que salen en la televisión, en general, muestran unos hábitos alimentarios inadecuados. Por ello, los niños que ven más horas la televisión tienen más posibilidad de tomar aperitivos mientras están delante del televisor, y a la vez la televisión reemplaza las actividades al aire libre que consumen más energía, como los juegos o deportes (Hu y cols., 2003; González-González, Rubio y Marañes, 2007 ).
En las sociedades desarrolladas el consumo energético atribuible al ejercicio físico se limita, en gran medida, al obtenido en las actividades desarrolladas en el tiempo libre, debido a la disminución progresiva del gasto empleado en las actividades vinculadas al trabajo (por mecanización de este) y en las actividades cotidianas, propiciado por el uso de medios de transporte, ascensores, compra por Internet, etc. (González-González, Rubio y Marañes, 2007). Ver la televisión se asocia cada vez más con los acúmulos adiposos, y por tanto, los niños que durante la infancia ven más la televisión tienen mayor riesgo de obesidad con el paso del tiempo. Para prevenir toda esta casuística tenemos que educar en estilos de vida saludable reduciendo las horas diarias dedicadas a la televisión (Proctor y cols., 2003).
Los médicos en general consideran la falta de AF como el factor desencadenante más importante para la aparición de la obesidad. Buena parte de los médicos de atención primaria estiman que los pacientes obesos que reciben tienen problemas conductuales y comparten con la sociedad los estereotipos negativos en relación a las personas con obesidad (Foster y cols., 2003). Sin embargo, sujetos obesos suelen presentar una gran dificultad para realizar ejercicio físico ya que muestran un bajo nivel de entrenamiento y con frecuencia padecen problemas osteoarticulares. Los resultados disponibles sugieren que una situación de sedentarismo constituye un importante factor de riesgo de obesidad, aunque una menor respuesta termogénica a la ingesta y menores tasas de metabolismo basal también pueden tener un impacto sobre la ganancia de peso (Johson, 2001; Labayen, Rodríguez y Martínez, 2002; López-Fontana, Martínez-González y Martínez, 2003).
Se confirma la asociación entre la AF e IMC, duplicándose la prevalencia de obesidad entre los que no practican ningún tipo de ejercicio físico; se establece la necesidad de un cambio de estilos de vida en relación a la AF de la población. Además, el apretado plan de estudios vigente limita el tiempo destinado al descanso, tanto en las clases como en el hogar familiar, sacrificando así el tiempo de esparcimiento, en beneficio del mencionado descanso, con el consiguiente descenso en los niveles de práctica de ejercicio físico. Esta es una de las principales causantes de la pérdida de calidad de vida y el principal responsable del sedentarismo en los niños (Rodríguez y cols., 2003).
3. Sedentarismo y actividad física entre los adolescentes
A pesar de que la población mundial sabe lo positivo que es la práctica de AF para la salud de los sujetos, un porcentaje elevado de los adolescentes no siguen las recomendaciones de práctica de AF diaria (Cantera, 1997; Márquez y cols., 2003) haciéndose la población cada vez más sedentaria. Para Tercedor (2001) un gasto energético de 3 METs podría ser suficiente para obtener beneficios en cuanto a la salud. Esta tendencia es muy nociva, puesto que la AF y el deporte en la infancia representan un factor importante para predecir la actividad posterior (Bailey, 2006).
La inactividad física es un hecho en la mayoría de los países desarrollados. En Estados Unidos, 18-21% de los varones y el 27% de las mujeres declararon que son inactivos, y en España el 36% de la población no práctica de actividad físico-deportiva de forma regular. Estos estilos de vida sedentarios son también evidentes en la infancia y la juventud, haciéndose más acusados en la adolescencia, especialmente con referencia a las chicas (Román, Serra, Ribas, Pérez y Aranceta, 2008).
En Estados Unidos el 25% de los adultos no realizaba nada de AF y tan sólo el 15% sigue las recomendaciones de realizar 30 minutos de ejercicio moderado 5 días a la semana (Boratia, 2008). El sedentarismo hace acto de presencia en la mayor parte de los países desarrollados. Aquí, el 21% de los hombres y el 27% de las mujeres adultas son inactivos (Caspersen y cols., 2000; Román y cols., 2006).
Los datos relativos a España revelan, según las encuestas de salud de carácter nacional, que en torno a los 12-13 años se produce un aumento de las conductas sedentarias, haciéndose más pronunciado entre las chicas. Coincidiendo con esto se produce un estancamiento en la participación de los niños varias veces por semana en actividades de entrenamiento deportivo, concordando esta circunstancia con el tránsito de la escuela al instituto (Lasheras y cols., 2001). En España el 36% de la población no practica AF de forma habitual, de los cuales menos del 30% de los niños hace AF, cumpliendo tan sólo el 33% las recomendaciones necesarias de al menos 60 minutos diarios (Caspersen y cols., 2000; Román y cols., 2006). Como se viene diciendo, la práctica de AF se reduce de forma paralela al aumento de la edad de los sujetos, afectado todo esto más a las mujeres que a los hombres (Sallis y cols., 2000), a la vez que los varones participan en más actividades organizadas que las chicas (Rodríguez, 2000; Ministerio de Sanidad y Consumo, 2006).
El estudio del sedentarismo y la AF en los últimos años ha sido abordado en numerosas investigaciones, autores como Sallis y cols. (2000) y Van der Horst y cols. (2007) realizaron sendas revisiones bibliográficas al respecto llegando a la conclusión de que:
Los hombres son más activos que las mujeres.
La AF disminuye con el avance de la edad, entre los 13 y 18 años se produce un retroceso, siendo en el hombre más acentuado. Sallis (2000) sostiene que el descenso de la AF con la edad es uno de los mayores descubrimientos y que podría guardar relación con la actividad hormonal de lo sujetos. Hay quien este abandono lo relaciona con los periodos vacacionales, fuera del ambiente escolar (Palou y cols., 2005). Este retroceso en los niveles de práctica de actividades deportivas se evidencia más acusado al inicio y final de la adolescencia (Talbot, Metter y Fleg, 2000).
Sólo un porcentaje pequeño de los adolescentes realiza la cantidad de AF recomendada por los diferentes organismos.
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