Efectos crónicos y agudos del entrenamiento de resistencia en hipertensos |
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*Becario de postgrado del Ministerio de Educación: Programa de Formación del Profesorado Universitario (FPU). **Doctor por la Universidad de Jaén Profesor sustituto de la Universidad de Jaén (España) |
Alberto Grao Cruces* José Enrique Moral García** |
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Resumen Los altos índices de hipertensión arterial en la población mundial supone el principal factor de riesgo de mortalidad y morbilidad. Dentro de los tratamientos de la enfermedad encontramos al ejercicio físico como tratamiento no farmacológico que puede ayudar a prevenir y disminuir la hipertensión cuando ésta no es severa. La presente revisión pretendió analizar el efecto de diferentes estímulos de entrenamiento de resistencia recogidos por la literatura, distinguiendo entre los efectos que estos producían de forma aguda y crónica en adultos y adolescentes. Concluimos que una correcta dosificación de la carga de entrenamiento de tipología aeróbica reduce la presión arterial, tanto la sistólica como la diastólica, en sujetos con y sin hipertensión. Palabras clave: Hipertensión. Ejercicio. Entrenamiento. Resistencia.
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EFDeportes.com, Revista Digital. Buenos Aires - Año 16 - Nº 156 - Mayo de 2011. http://www.efdeportes.com/ |
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Introducción
El presente trabajo consistió en una revisión de la literatura científica en relación a los efectos beneficiosos y cuidados especiales que debemos de tener en cuenta a la hora de dosificar las cargas de entrenamiento con personas, adolescentes y adultos, con hipertensión (HTN) con la debida prescripción médica se dispongan a realizar un programa de ejercicio físico orientado hacia la salud.
El problema que dio origen al a elaboración del mismo fue el hecho de que la presión sanguínea (BP) elevada se haya convertido en el factor de riesgo número uno de muerte en todo el mundo (Cornelissen y Fagard, 2005). En la mayoría de los países el 15-25% de la población adulta tiene elevada la presión sanguínea (Van Baak, 1998), siendo bastante superior en países como EEUU (ACSM, 2004). Existiendo antecedentes de la potencialidad del entrenamiento de resistencia en las personas que la padecen, entendiendo éste como aquellos programas de entrenamiento que implican a grandes grupos musculares en actividades dinámicas y aeróbicas, diseñados específicamente para mejorar la capacidad de resistencia aeróbica (Fagard, 2006).
El principal objetivo de la presente revisión no es otro que conocer los efectos que tiene a corto y largo plazo los diferentes estímulos de entrenamiento de resistencia recogidos por la bibliografía.
Efectos crónicos en adultos
La mayoría de los participantes en los estudios analizados por el American College of Sports Medicine (ACSM, 2004) eran hombres, comprendidos en un rango de edad que oscila entre los 18 y 79 años (edad media 45 años). La duración del entrenamiento osciló entre 4 y 52 semanas (con una media de 16 semanas). La frecuencia de entrenamiento fluctuó entre un día semanal y los 7 días de la semana, pero dos tercios de los programas de entrenamiento consistían en 3 sesiones semanales. Salvando algunas pocas excepciones, cada sesión tenía una duración entre 30 y 60 minutos (media de 40 minutos). Los ejercicios incluidos eran andar, trotar, correr y ciclismo. Con una intensidad encuadrada en un rango del 30 al 90% del consumo máximo de oxígeno (VO2máx). Todos los análisis concluyeron con decremento significativo de BP en respuesta al entrenamiento. Sin embargo, en el grado que lo hacían era absolutamente variable posiblemente por las diferencias entre las características de los sujetos y del programa de entrenamiento.
Con respecto al tipo de tarea, la mayoría de los estudios incluyeron ejercicios aeróbicos andando, trotando, haciendo ciclismo y combinaciones de estas modalidades. No hacen mención a otras modalidades aeróbicas como la natación y el esquí de fondo, que han sido extrapoladas de las recomendaciones sin ninguna base científica, sino basados en informes que en los que la BP era mayor en nadadores y esquiadores de fondo que en otros atletas. Afortunadamente un estudio encontró que la natación también disminuye la BP (Van Baak, 1998). En cuanto a duración del programa respecta, estudios sugieren que las mayores reducciones de BP tienen lugar en las 10 primeras semanas o incluso antes, aunque se siguen obteniendo más efectos prolongando el ejercicio (Van Baak, 1998). Conforme más larga es la duración total del entrenamiento menor va siendo la reducción de BP (Fagard, 2006). Centrándonos en la intensidad de entrenamiento, en estudios donde baja y alta intensidad de ejercicio han sido comparadas directamente, cualquier programa de baja intensidad ha sido más efectivo o tan efectivo como los programas de altas intensidades (Van Baak, 1998). Intensidades bajas están asociadas con una reducción prolongada en la DBP (ACSM, 2004).
Un par de años es más reciente que la revisión del ACMS (2004) es la llevada a cabo por Fagard en 2006, en la cual se incluían 105 estudios cuyos 3936 participantes se encontraban en un rango de edad de 21 a 83 años (media de 47 años), siendo el 57% hombres. La duración de los estudios varió entre las 4 y las 52 semanas (16 semanas de media). La frecuencia de entrenamiento estuvo entre un día por semana y 7 (media de 3 días semanales) y una intensidad que estuvo entre un 30 y un 87,5% de la frecuencia cardiaca de reserva (FC) (media del 65%). La sesión tenía una duración que oscilaba de los 15 a los 63 minutos (40 minutos de media). Tras el calentamiento las modalidades fueron andar, trotar, correr y/o ciclismo. Los resultados nos muestran que la BP es reducida de forma similar en la totalidad de los análisis (–3,3/–3,5 mm. Hg.) por el efecto del entrenamiento de resistencia. Estos datos no afectan a la BP durante la noche.
Dividiendo los datos de esta revisión atendiendo al promedio de BP, los cambios en la BP en reposo fueron más pronunciados en los 30 grupos de estudio hipertensos (–6,9/–4,9 mm. Hg.) que en los otros 72 grupos normotensos (–1,9/–1,6 mm. Hg.), conclusión que se obtiene también en muchos otros estudios (Cornelissen y Fagard, 2005; Van Baak, 1998; ACSM, 2004; Forghieri, Aparecida, Coelho, Tinucci, Mion, Negrao et al., 2006; Izdebska, Cybulska, Izdebski, Makowiecka-Ciesla y Trzebski, 2004).
Ketelhut, Franz y Scholze (2004) aplicaron un programa de ejercicio que consistió en dos sesiones de entrenamiento por semana al aire libre. Cada sesión comenzó con 5 minutos de calentamiento y terminó con otros 5 de vuelta a la calma. En las 4 primeras semanas el ejercicio programado consistió en andar con un trote suave intermitentemente. En los 5 meses siguientes los sujetos progresaron de 5 a 30 minutos de carrera suave con un continuo aumento hasta un máximo de 60 minutos. La intensidad se regía en relación a la FC máxima (calculada en función de la edad: 220-edad), y debía ser de un 60-70%. Los resultados no sólo demostraron que la BP en reposo era disminuida tras un periodo largo de entrenamiento de resistencia, además la misma durante el ejercicio en cicloergómetro era sustancialmente más baja que en la medida anterior al entrenamiento. Llegando así a la conclusión de que el entrenamiento de resistencia a largo plazo disminuía la BP sistólica (SBP) y la diastólica (DBP) tanto en reposo como en ejercicio. En relación con la importancia de esto último, Filipovsky (en Ketelhut et al., 2004) demostró que la magnitud del ejercicio incrementa la SBP, lo que representa un factor de riesgo por muerte cardiovascular tanto en hipertensos como en normotensivos. Conclusiones similares fueron demostradas por Mundal (en Ketelhut et al., 2004).
Véras-Silva, Coelho, Gava, Chakur, Negrao y Moacyr, 1997) llevaron a cabo un estudio con 51 ratas machos en laboratorio con situaciones controladas. Se agruparon en tres grupos: sedentarias (n=17), entrenamiento de ejercicio a baja intensidad (n=17) y entrenamiento de ejercicio a alta intensidad (n=17). De estos grupos a 7 sedentarias, 7 con entrenamiento de baja intensidad y 8 con entrenamiento de alta intensidad, se le asigno el protocolo 1 (toma las medidas durante 30 minutos, 24 horas después de la última sesión. En reposo. Mediante una cánula insertada en la arteria carótida) y al resto el protocolo 2 (tras la última sesión de entrenamiento, realizando una prueba de ultrasonido de flujo perivascular alrededor de la aorta ascendente). Se les medió el VO2máx mediante un test de ejercicio progresivo, igualmente se les analizó las concentraciones de O2 y CO2. El entrenamiento fue realizado en una rueda de ardilla motorizada durante 18 semanas, 5 días a la semana durante 60 minutos, progresando gradualmente hacia el 55% VO2máx para baja intensidad de ejercicio y hacia el 85% VO2máx para alta intensidad. Las ratas sedentarias se manejaron tres días semanales para acostumbrarlas a los protocolos experimentales. Los resultados obtenidos mostraron que las ratas entrenadas a baja intensidad de ejercicio bajaban más la SBP y la DBP (14 y 11 mm. Hg. respectivamente) que las entrenadas a alta intensidad y las sedentarias. Igualmente el grupo que entrenó a baja intensidad reducían el gasto cardiaco (GC) y la FC comparado con los otros dos grupos, mientras que el volumen sistólico (VS) y la resistencia periférica (TPR) era similar en todos los grupos estudiados.
Efectos crónicos en adolescentes
La evidencia hasta la fecha no apoya al entrenamiento de resistencia como intervención no farmacológica para reducir la BP en adolescentes y en niños (ACSM, 2004). Pese a esta afirmación vemos oportuno mostrar estudios realizados al respecto, teniendo en cuenta que algunas conclusiones parecen no encajar con lo dicho.
Izdebska et al. (2004) hicieron un estudio donde midieron a 30 sujetos hipertensos no entrenados y a 18 sujetos normotensivos sanos. La media de edad fue de 22.9±0,44 años, en el caso de los normotensivos y de 23±1,1 años, en el de los hipertensos. El tratamiento farmacológico fue disminuyendo por lo menos durante dos semanas antes de comenzar el estudio. El VO2máx fue calculado por medio del test submáximo de Astrand. El entrenamiento consistió en ejercicio aeróbico dinámico al 40-50% VO2máx. Los valores de FC calculados para tal % VO2máx en cada individuo fue establecido en cicloergómetro dentro del laboratorio. El entrenamiento semanal contemplaría tres sesiones de aproximadamente 1 hora realizando el tipo de actividad que cada cual prefiera (correr, ciclismo, nadar, tenis, voleibol, trotar). La duración del entrenamiento fue de 3 meses. La BP fue medida con la técnica Finapres, el VS, GC y el flujo de la sangre del brazo fue determinado por impedancia reográfica. La variabilidad de SBP y los valores del intervalo del pulso eran estimados computando los espectros de la variación y de energía según algoritmo de FFT. En los sujetos hipertensos se encontró un decremento significativo en la SBP y en la DBP tras el periodo de entrenamiento, mientras que el decremento de éstas en normotensivos fue insignificante. No hubo cambios significativos en el GC. La TPR disminuyó en ambos grupos y aumentó en los dos el pulso interválico en reposo. La varianza de SBP decrece significativamente sólo en sujetos hipertensos.
Por su parte, en el estudio de Hagberg, Goldring, Ehsani, Heath, Hernández, Schechtman et al. (1983) los 25 sujetos que participaron en el estudio tenían una edad media de 15,6±0,3 años, todos estudiantes, 19 de sexo masculino y 6 femenino, 19 de raza blanca y 6 de negra, 20 con historia familiar de HTN y 5 sin ella. Aunque no tenían daño renal, cardiovascular ni hormonal, sí sufrían una HTN suave. Todos sufrían de SBP alta y 9 también de DBP excesiva (5 masculinos y 4 femeninas, 5 blancos y 4 negros, todos con historia de HTN familiar). Todos fueron estudiados al comienzo del estudio, a los 6±1 meses de entrenamiento de ejercicio y de nuevo a los 9±1 meses tras el cese del entrenamiento. Dos tercios de los sujetos llevaron a cabo el programa de ejercicio como parte de la clase de Educación Física en sus institutos, bajo supervisión de uno de los laboratorios que llevaba a cabo el estudio. El resto de los sujetos de forma individual, manteniendo el contacto telefónico con los investigadores. Los sujetos entrenaron a sus FC correspondientes al 60-65% VO2máx (aunque a priori lo iban a hacer al 70-80% VO2máx). Cada sesión contaba con 5 minutos de calistenia, estiramientos y andar para calentar y tenían una duración de 30 a 40 minutos y concluían con 5 minutos de vuelta a la calma. Con una periocidad de 3 días a la semana (pese a que previamente se pretendía que fuesen 5). Los hipertensos del grupo control tomaron parte en las clases de Educación Física orientadas a deportes de lucha y calistenia, no a ejercicios cardiovasculares ni aeróbicos.
Los resultados (ver tabla 4) de este estudio muestran que el entrenamiento baja tanto la SBP como la DBP en adolescentes con HTN suave. Y aunque la BP no llegó a normalizarla completamente, según los datos de este estudio, sí la mejoró. La SBP disminuyó por igual tanto en el grupo que sufría únicamente de ella como en el que sufría además de DBP alta. En cuanto a la DBP se redujo sólo en el grupo que inicialmente la tenia elevada. En el grupo con SBP y DBP HTN, las chicas no redujeron su DBP tanto como los chicos (-6±2 contra -16±4 mm. Hg. p<0,05) (aunque esta diferencia está basada en pocos sujetos). El origen racial no afectó a la respuesta de la BP al entrenamiento. Los datos también mostraron una disminución del GC como resultado de un decremento de FC. Durante el periodo tras el cese del entrenamiento, la SBP aumentó hasta alcanzar valores semejantes a los anteriores al entrenamiento, en todos los sujetos. La DBP, para el grupo que padecía de DBP alta, aumentó levemente sin llegar a alcanzar los niveles iniciales al entrenamiento, en los chicos, porque las chicas no incrementaron la DBP con el desentrenamiento.
Entre los estudios contemplados por Alpert (2000) encontramos el de Fixler et al. quienes analizaron a 109 jóvenes hipertensos (14-17 años) realizando ejercicio en cicloergómetro. Comparando esos datos con 74 controles. Sólo el 3% de los controles tuvieron durante el ejercicio máximo SBP>200 mm. Hg., mientras que el 30% de los hipertensos llegó a este valor. La diferencia de la SBP en reposo y la máxima era la misma en ambos grupos (53-54 mm. Hg.). El ejercicio fue considerado seguro. Nudel et al.(en Alpert, 2000) también utilizaron el cicloergómeto. Estudiaron a 10 jóvenes con HTN, 8 con HTN débil y 10 controles. Los valores máximos de SBP en ejercicio máximo fueron superiores en el primer grupo y similares en el segundo y el tercero. No ocurrió ninguna complicación. También se revisó el de Schieken el al. quienes tomaron datos en cicloergómetro de 264 niños. Entre estos sujetos había de los que tenían los niveles más bajos de BP en reposo, de los que daban valores medios y de aquellos en los que se encontraba los valores más elevados de BP. El aumento de SBP fue similar en todos los grupos. Ninguna complicación tuvo lugar y no se recomendó ninguna restricción de ejercicio. Un protocolo usando bicicletas o trotar/andar fue realizado por Danforth et al. (en Alpert, 2000). Los sujetos eran de estatus socioeconómico bajo, Afro-Americanos, con una media de edad de 11,5 años. De los 12 sujetos de estudio, 7 eran niñas. Las sesiones tenían lugar 3 veces en semana durante 30 minutos, entre el 60 y el 80% de la FCmáx. El programa tuvo una duración de 12 semanas. La SBP disminuyó de 130 a 121 mm. Hg. y la DBP de 84 a 75 mm. Hg. (siendo para ambas p<0,01). Prosiguiendo con otros estudios incluidos en esta revisión, 64 hipertensos y 68 controles fueron comparados por Hansen et al. con protocolos equivalentes sin ocurrir ninguna complicación, fueron estutiados niños de 9-10 años (69 hipertensos y 68 normotensivos), el protocolo consistía en 3 sesiones extra de 50 minutos de Educación Física durante 8 meses, con una actividad que incluía juegos, gimnasia y ejercicios aeróbicos. En los niños hipertensos se redujo la SBP significativamente (p<0,05) de 113 a 107 mm. Hg., la reducción de DBP de 77 a 74 mm. Hg. no fue significativa. En las niñas hipertensas no se observaron cambios.
Efectos agudos
Hasta aquí nos hemos centrado en el efecto crónico del entrenamiento de resistencia sobre la BP. Ahora trataremos el efecto agudo que causa el este tipo de ejercicio sobre la misma. Partiendo de que un rato de ejercicio puede causar una reducción aguda de BP durante muchas horas (ACSM, 2004).
En 2006 se publicó un estudio de Forghieri et al. que tomaremos como base para el presente apartado, de ahí el grado de detalle en el q entraremos a cerca del mismo. Fue realizado con 14 normotensivos (8 hombres y 16 mujeres) con SBP y DBP entre 130-85 mm. Hg. respectivamente y 16 hipertensos (10 hombres y 6 mujeres) diferenciando aquellos con SBP y DBP entre 140-90 mm. Hg. (etapa I) y entre 179/109 mm. Hg. (etapa II). La edad media del primer grupo fue de 39±2 años, y la del segundo 43±1 años. Del estudio fueron excluidos los obesos con Índice de Masa Corporal ≥30kg/m2 y aquellos que presentaran evidencia de HTN secundaria, daño en órgano blanco, factores de riesgo o enfermedad cardiovascular que no fuese la HTN. El VO2máx fue calculado directamente durante un test de ejercicio progresivo realizado en cicloergómetro. Los sujetos con excesivo incremento de BP en el test también fueron excluidos del estudio. Durante la sesión experimental la BP se tomó indirectamente por auscultación (además durante el estrés mental será continuamente medida con técnicas como Finapres, Ohmeda, Madison, WI). La FC fue medida por electrocardiograma (ECG).
Los sujetos fueron repartidos al azar en 4 sesiones experimentales: control (C), ejercicio (EX), relajación (RX) y ejercicio más relajación (EX+RX) Cada sesión contó con 20 minutos iniciales en reposo en posición supina. Seguidos de la intervención correspondiente, para los que incluía RX contó con un protocolo de relajación de 20 minutos basados en una técnica de Yoga llamada “shavasana”, 10 minutos guiados y 10 en silencio. Para los que tenían EX un protocolo de ejercicio dinámico en cicloergómetro que consistía en 3 minutos de calentamiento, 45 minutos de ejercicio al 50%VO2máx y 5 minutos recuperando en el cicloergómetro. El grupo C descansó, tras los 20 minutos iniciales, 53 minutos en el cicloergómetro. Por último 80 minutos tras la intervención se le sometió a estrés mental por medio del Test de color de Stroop.
Los resultados mostraron que tanto el ejercicio como la relajación reducen la SBP y la DBP durante el periodo posterior a la intervención, siendo el efecto mayor en hipertensos. Los efectos hipotensivos del ejercicio y la relajación son reforzados combinándolos. La relajación previa incrementa la DBP durante el estrés mental. El ejercicio sólo o combinado con la relajación decrece la DBP durante el estrés mental. Como se esperaba, un solo rato de ejercicio dinámico redujo SBP y DBP, tanto en normotensivos como en hipertensos, en el periodo de recuperación, observable ya a los 10 minutos de terminar el ejercicio. La disminución en el grupo normotensivo fue -5±1/–4±1 mm. Hg. para SBP y DBP respectivamente, mientras que para el grupo con HTN fue de -11±2/–7±1 mm. Hg. Resultados similares se obtuvieron con la relajación, mientras que con la combinación de ambos las reducciones de BP fueron mayores, para los normotensivos -10±1/–7±1 mm. Hg. y para los hipertensos -15±1/–8±1 mm. Hg., otra vez, de nuevo, mayores reducciones para los hipertensos.
Conclusiones
A modo de conclusión, es imprescindible señalar que el entrenamiento aeróbico reduce la BP, tanto la SBP como la DBP, en reposo en individuos con normal BP y en individuos con HTN, ya no sólo en reposo sino también en ejercicio. Esta disminución en la BP es más pronunciado en hipertensos que en sujetos sin HTN. La bajada de BP, consecuencia del entrenamiento, es similar en hombres y en mujeres.
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