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Labor de José Martí por la Unidad, vista
a través de su Epistolario 1892-1895

Jose Marti’s labour for Unity through his Epistolary from 1892-1895

 

*Prof. Asistente **Prof. Auxiliar

Facultad de Cultura Física Guantánamo

Facultad de Humanidades. Universidad de Guantánamo

(Cuba)

MsC. Wilfredo Carbonell Limonta*

carbonell@fcf.gu.rimed.cu

MsC. Silvia Miriam Morgan Scott**

miriam@fcs.cug.co.cu

 

 

 

 

Resumen

          La necesidad del conocimiento cada vez mayor de la obra del Héroe Nacional de Cuba, José Julián Martí Pérez, entre profesores, alumnos y cubanos en general provocó la realización de este material de apoyo a la docencia dirigido fundamentalmente a los estudiantes de carreras universitarias para trabajar en la asignatura Historia de Cuba, Temas de Historia de Cuba o cualquier otra relacionada con la vida de nuestro Apóstol. Como material de estudio no es la recopilación de la obra martiana, sino el tratamiento que se da al factor Unidad en parte de su epistolario, lo cual es una muestra más de la importancia que el prócer le concedió siempre a lo que puede considerarse el “talón de Aquiles” dentro de cualquier proceso revolucionario, la falta de Unidad. El amplio epistolario martiano abarca una inmensa gama de temas tratados por él a través de cartas escritas a familiares, amigos y compañeros de lucha, donde se manifiesta su ideario revolucionario, político y humano, por lo que fue necesario hacer una selección de cartas escritas entre 1892 y 1895 que evidencian su marcado compromiso con la revolución y su certera visión acerca de la Unidad necesaria para el logro de la independencia de Cuba. Se tuvo en cuenta en la selección cartas escritas por el Apóstol a personalidades, algunas de las cuales no son tan conocidas, junto a otras que han sido objeto de amplia divulgación, cuidando de no convertir el trabajo en una compilación de las mismas, sino en el análisis de fragmentos de éstas que expresan su ideario revolucionario y constituyen fuente inagotable de enseñanza.

          Palabras clave: Unidad. Epistolario. Independencia. José Martí.

 

Abstract

          The remarkable necessity to know the work of our National Hero, Jose Marti, among students, professors and Cubans in general, provoked the elaboration of this material, to support the teaching process, fundamentally directed to the university students to use in the subjects History of Cuba, Themes of Cuban History and any other related with the life and work of our Apostle. As a material of study it’s importance falls, in the treatment given by the authors, to the ”Unity” factor through his epistolary work, taking into consideration the role its plays in any revolutionary process, and specially the labour of Marti in favour of Unity during the world. The wide Marti’s epistolary embraces different themes treated by him through letters to families, friends and colleagues, there, he manifested his politic, humanist and revolutionary ideas, because of this, was necessary to make a selection among those, written between 1892 and 1895, that demonstrated his great compromise with the revolution and his vision upon the necessary “Unity” to obtain the Cuban independence. The fragments of the letters selected in the work express his revolutionary ideology and constitute a truly example to be used in the teaching learning process of the subjects already mention.

          Keywords: Epistolary. Unity. Indepence. Jose Marti.

 

 
EFDeportes.com, Revista Digital. Buenos Aires, Año 16, Nº 155, Abril de 2011. http://www.efdeportes.com/

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Introducción

    El estudio de la vida y obra de José Martí siempre nos reserva nuevas sorpresas y enseñanzas para el conocimiento de la Historia de Cuba y en cierta medida, también de América; de ahí que el análisis de su epistolario nos haya llevado a emprender este trabajo con la aspiración de adentrarnos en un período de su corta y fecunda vida a través de las cartas que escribiera a familiares, amigos y compañeros de lucha entre los años 1892 y 1895.

    No es propósito nuestro analizar cada una de las misivas escritas y enviadas por José Martí durante estos cuatro años sino, a partir de una selección de ellas, profundizar en el conocimiento de su bregar revolucionario y de su ideario, aprovechando su inagotable caudal de enseñanza revolucionaria y su clara visión del mundo que le tocó vivir, el cual recrea a través de esta correspondencia.

    Seleccionamos este período porque recoge sus últimos años de vida durante el exilio hasta su muerte; es decir, a partir de la aprobación de las Bases y los Estatutos Secretos del Partido Revolucionario Cubano, el 5 de enero de 1892 en Cayo Hueso, toda su labor posterior, la travesía desde Cabo Haitiano hasta Playita de Cajobabo y luego su recorrido hasta Dos Ríos.

    Cuando se analiza cada carta es notable la claridad y la fidelidad que sigue nuestro Martí al exponer los momentos cruciales que vive, la descripción del viaje por mar y por tierra, las dificultades que afrontaron, pero sobre todo, de cada línea emana la firme convicción en el triunfo de la empresa que llevaban a cabo: el deseo de la independencia de Cuba y lo decisivo y necesario de la unión de todos los cubanos buenos para el logro del objetivo final.

    Fue necesario y útil el estudio de la cronología histórica martiana de estos años para poder ubicar en tiempo el momento en que se escribieran las cartas y bajo qué circunstancias.

    Fue también aspiración de nuestro estudio, aprovechar las potencialidades que ofrecen estos escritos martianos para conocer los valores éticos del Apóstol y materializarlos en nuestro diario proceder como futuros profesionales, como revolucionarios y como cubanos, pero sobre todo para reafirmar lo imprescindible que resulta la Unidad y el amor a la independencia nacional para defender los intereses patrios, tanto en aquellos momentos como en la actualidad en que nuestro país lidera, junto a la hermana República Bolivariana de Venezuela, el movimiento unitario de todos los pueblos de nuestra América.

    Imbuido e implicado en los hechos que aparecen en la cronología, José Martí escribió las cartas a las que nos referiremos en este trabajo, y es preciso tenerlos presentes para comprender en su justa medida las motivaciones que tuvo para hacerlas y cómo todas y cada una encierran en sí rasgos distintivos de su personalidad.

Desarrollo

    Es significativo cómo Martí, aún en las peores circunstancias, siempre tuvo su pensamiento puesto al servicio de la patria, sin escatimar esfuerzos y sacrificios y sobre todo enalteciendo el valor y la entereza de los cubanos buenos que desde dentro y desde afuera dedicaron sus fuerzas al logro definitivo de la paz y la independencia.

    Estos ideales, implícita o explícitamente, los encontramos en sus cartas; por ejemplo, cuando aún estando enfermo producto a un fallido intento de envenenamiento perpetrado contra él, le escribiera a su amigo Eligio Carbonell y se refiriera a la pureza del espíritu y del corazón de éste al expresarle su gratitud y confianza en ese grupo de hombres que, como una familia, apoyaban la labor organizativa de la guerra en Tampa.

    Es en esta carta donde expresara Martí que: “La sobriedad es la virtud. El que necesita poco es fácilmente honrado“, refiriéndose a las limitaciones a las que tenían que someterse los hombres durante el exilio. Hace referencia además a la actitud asumida por Enrique Collazo cuando critica y levanta vil calumnia contra su persona tras el discurso pronunciado por él el 26 de noviembre de 1891 en el Liceo Cubano de Tampa.

    Con fecha 12 de enero 1892, Martí da pública respuesta a los infundios de Collazo a través de una carta abierta publicada en El Porvenir el día 20 del propio mes y donde le decía: “¿De modo que, para usted y sus tres compañeros los que no pudimos servir a la guerra con las armas llevaremos perennemente el marchamo de cobardes, y estamos incapacitados de servirla, (...) aun cuando hayamos alzado del polvo la bandera de la revolución en los instantes en que los que acababan de abandonarla, se sentaban a la mesa del Gobierno español? ¡Pues vale más haber recogido del polvo la bandera, que servir al interés del enemigo, hiriendo por el costado a quien la lleva, en el instante en que se le ponen alrededor las fuerzas necesarias para la batalla!

    Este mismo pensamiento lo expresa cuando en carta a su compatriota Fernando Figueredo, (al que catalogara como Grande Figueredo) expresara: “Todo, Figueredo, se lo he dado a mi patria, hasta la paz de mi casa”; (sin duda alguna se refiere aquí al deterioro de sus relaciones con su esposa Carmen Zayas Bazán, la cual lo abandona a finales del año 1891, provocando en él profundo dolor y pena); y comenta con el amigo el incidente con Collazo y las malas intenciones de éste al hacerse partícipe de ideas tan desleales y absurdas que calumniaban a su persona.

    Es evidente que este incidente marcó profundo en el sentimiento de Martí y de muchos de sus compatriotas, tanto en la patria como en el exilio, pero él supo enfrentarlo con decisión y dignidad y en las misivas enviadas a éstos siempre le trasladó un sentimiento de optimismo y de comprensión frente a los infaustos planteamientos de Collazo y sus intenciones de dividir a los cubanos.

    Es por eso que al leer las cartas enviadas por Martí a Ángel Peláez, Serafín Bello y Fernando Figueredo, nos percatamos que el tratamiento que le da a estos infundios esta lejos de ser en bienestar personal sino que estaba dirigido hacia el interés de mantener pura la idea de la independencia de la patria por encima de todo, y que no eran tiempos de desunión, sino tiempos de necesaria unidad; este pensamiento fue claro y preciso cuando en carta a Figueredo en fecha 9 de febrero de 1892 refiriéndose a la solicitud de suspensión y terminación del incidente con Collazo, Martí le escribiera: “ (...) La pluma con que contesté a las apreciaciones que lo provocaron se lamentaba de su misma justicia al razonar contra un cubano que se expuso mil veces a morir por su país; y se dolía mi corazón profundamente de lo que me mandaban a escribir en interés público y la dignidad. Ni la victoria más querida ha de comprarse a costa del menoscabo de otro hombre, y el inefable sentimiento que en todo lo de mi patria me mueve y domina, sólo me permitió ver en la ofensa, que no podía llevar hasta mí, los elementos de desunión política que urge convertir a la verdad de la patria en estos días de divino entusiasmo. Lo que rechacé no fue la ofensa, sino el peligro. Lo que me dolió no era la agresión singular, sino el miedo de que en la hora suprema puedan desconocerse y recaer en errores mortales los que la naturaleza y la historia dispuso para ir mano a mano por los mismos caminos (…)”.

    Preclaro y sagaz Martí deja, sin posible duda, establecido su desinterés personal en el asunto y superpone el interés público, como bien dijera en la propia carta, siguiendo el hilo conductor de su aspiración mayor, la unidad de los cubanos: “A todos los que amamos de veras a nuestro país nos ha de confundir, y nos confunde, un mismo abrazo; y el mayor de los criminales sería ahora en Cuba, quien pretendiese, (...) prescindir de uno solo de los elementos que la historia de ayer, llena de sobrevivientes ilustres, y la historia de mañana, llena de compañeros desconocidos, pueden allegar para la creación en nuestra tierra de un pueblo feliz y libre”.

    ¡Cuanto respeto por los que combatieron en la contienda pasada y cuánto clamor unitario el del Apóstol! Cada palabra, cada línea está impregnada de ese deseo incansable de unir, que lo llevó, a pesar de su delicada salud, a realizar numerosos viajes y charlas, discusiones y cartas a todos los cubanos en tierra y allende nuestras costas, amantes de la libertad, porque siempre tuvo fe y confianza en los hombres, tanto los de la emigración, como los que quedaron en Cuba y sobretodo estaba plenamente convencido de que su patria poseía todas las virtudes necesarias para la conquista y el mantenimiento de la libertad.

    Martí estaba convencido de que esa libertad era sólo posible con la existencia de un elemento unitario, de un órgano que fuera capaz de aglutinar a todos los interesados en la independencia sin restricciones de origen, sino que tuvieran la voluntad de contribuir al logro aspirado; este convencimiento fue el que lo impulsó a la creación del Partido Revolucionario Cubano, cuya proclamación fue el 10 de Abril de 1892, quedando establecidas sus Bases y Estatutos Secretos, ya aprobados desde el pasado 5 de enero de 1892.

    Este Partido establecía en sus Bases, entre otras cosas, que “se constituye para lograr con los esfuerzos reunidos de todos los cubanos de buena voluntad, la independencia absoluta de la Isla de Cuba, y fomentar y auxiliar la de Puerto Rico”; que tiene por objeto ordenar una guerra generosa y breve, encaminada a asegurar en la paz y el trabajo la felicidad de los habitantes de la Isla.

    Este afán martiano, por tanto, tenía que quedar muy claro en los cubanos tanto de la emigración como los que estaban en Cuba, por lo que Martí dedicó parte de su esfuerzo a divulgar los objetivos del Partido Revolucionario Cubano, orientando, esclareciendo y encomendando misiones a hombres de confianza como Gerardo Castellanos Leonard, que fue el primer comisionado enviado por Martí a Cuba después de constituido el Partido Revolucionario Cubano.

    En carta fechada 4 de Agosto de 1892 le escribe a Castellanos orientándole informe a los cubanos en la Isla, específicamente en Las Villas, que el Partido en toda su grandeza, extensión y energía está organizando la Revolución para toda la Isla, y le planteaba, refiriéndose a lo anterior, que explicara que “(...) no maltrataremos, ni excluiremos a los autonomistas que quieran venir a nuestro campo y a quienes miramos ya (...) como soldados de la independencia, mal aprovechados por unos cuantos políticos incompletos; (...) Que no procuramos, por pelear innecesariamente contra el anexionismo imposible, captarnos la antipatía del norte; que en ningún momento queremos promover, ni una guerra parcial de arriba, que deje sin representación suficiente a los elementos populares sin los cuales es imposible la Revolución, ni una guerra parcial de abajo que contraiga compromisos inmorales y funestos con unas clases de la sociedad contra otra”.

    Leyendo detenidamente estas líneas, nos percatamos que llevan implícito el mensaje supremo de la Unidad, su constante preocupación por ella y por enseñarles a los cubanos lo necesario de la misma.

    El año 1893 sorprende a Martí con una salud resquebrajada, pero desarrollando una ardua labor revolucionaria que lo llevó a la realización de numerosos viajes por Tampa, Filadelfia, Cayo Hueso, Nueva Orleans y otras ciudades de Norteamérica, partiendo siempre desde Nueva York, lugar donde realizara mayor estancia. Durante este año entre la numerosa correspondencia del Apóstol, dos cartas son, a nuestro modo de ver, muy significativas, ya que demuestran su capacidad organizativa y su constante preocupación por el éxito de toda empresa que se emprendiera a favor de la causa revolucionaria.

    Una de estas cartas es la enviada a Gonzalo de Quesada en fecha 28 de abril, donde le explica que está débil del cuerpo enfermo, pero con el alma activa y participando en mítines, escribiendo hasta altas horas de la noche y desarrollando su labor entre los cubanos de la emigración; en esta misma misiva Martí le expresa que lo ha enfermado más el clima de intriga que existe en Cuba y el peligro que por esto ha corrido la organización de caer en una trampa producto a indiscreciones y traiciones; le explica a su vez su confianza en que él sepa dedicar todo su empeño para que el periódico Patria cumpla con su cometido, cuidando cada una de las sesiones y aprovechando las potencialidades que tiene para inaugurar otras.

    Pero sobre todo desborda en Martí esa capacidad de no olvidar nada, de no restarle importancia a nada y de poner todo en función de la Patria y de la Revolución.

    Es obvio que cuando el Maestro escribe esta carta no está en un buen momento su optimismo respecto a su salud, lo cual se ve reflejado en varios momentos de sus líneas, cuando expresa: “Gonzalo querido: Le escribo de Atlanta, con muy pocas fuerzas (...), sino muero, dejaré al día toda mi correspondencia”. Y agregaba más adelante “¡Yo, arrastrando la última vida de este cuerpo miserable!”.

    Sin embargo, llama la atención la fuerza con que es capaz de orientar a Gonzalo de Quesada que sea cuidadoso al tratar en el periódico cualquier asunto que pueda llevar a desunión o desconfianza; que sea capaz de callar y que lo que diga sea escalonado, para evitar el desorden en Cuba que es lo que quiere el Gobierno justificar. Es esta pues la carta donde Martí deja encargado el periódico Patria a Gonzalo de Quesada.

    Otra carta de significativa importancia fue la escrita a Sotero Figueroa en octubre de ese propio año en respuesta a su solicitud de envío del discurso pronunciado por Martí el 10 de octubre, y en la cual le escribe: “(...) Lo honrado es la brega: y no ver, con los brazos cruzados, cómo bregan otros. Nosotros encendemos el horno para que todo el mundo cueza en él pan. Yo, si vivo, me pasaré la vida a la puerta del horno, impidiendo que le nieguen pan a nadie y menos, (...) a quien no trajo harina para él”.

    Este fragmento expresa, una vez más, el pensamiento martiano de que la organización de la lucha no tiene frenos ni fronteras, que a ella puede incorporarse todo aquel que lo desee de corazón y que será recibido, porque lo que importa es la unidad, que es a fin de cuentas, la que garantizará el triunfo; además, cuando dice “... me pasaré la vida a la puerta del horno, impidiendo que le nieguen pan a nadie y menos a quien no trajo harina para él ”, está expresando su sentimiento de solidaridad, como cuando dijera en sus versos sencillos “con los pobres de la tierra quiero yo mi suerte echar”.

    La carta a Figueroa concluye con una aseveración y una enseñanza para aquellos tiempos y para estos de hoy: ... valgámonos a tiempo de toda nuestra virtud para levantar una república sin despotismo y sin castas”.

    Los últimos dieciseis meses de vida del Apóstol fueron prolíferos en su labor revolucionaria y buena parte de la misma se volcó en las numerosas cartas que escribió desde cualquier lugar donde se encontrara. Es por eso que su epistolario en este período es extenso, y nos obligó a seleccionar para el presente trabajo algunas cartas en las que, según nuestro criterio, se refleja con mayor claridad su ideario, sin desconocer que su pluma siempre estuvo al servicio de la Revolución.

    Consideramos justo, por tanto, analizar parte de la correspondencia remitida al Mayor General Máximo Gómez Báez desde el 13 de septiembre de 1892 cuando le solicitara su reincorporación a la lucha, hasta su caída en combate en Dos Ríos el 19 de Mayo de 1895.

    Necesariamente para estudiar el epistolario martiano dirigido a Máximo Gómez nos fue muy útil analizar cartas tan sensibles como la ya mencionada, fechada el 13 de septiembre de 1892, así como otras fechadas el 6 de mayo de 1893, el 23 de noviembre del propio año, el 4 de enero de 1894 y la de enero de 1895.

    En cada una de estas cartas se refleja, en primer lugar el profundo respeto, admiración y consideración que sentía Martí hacia el Generalísimo, y esta apreciación la mantiene en todo su epistolario, aún tratando los más delicados asuntos de la guerra.

    A nuestro modo de ver, la carta que envía Martí a Gómez el 13 de septiembre del 1892 es de suma importancia por los asuntos que trata, ya que parte de expresarle al viejo luchador los objetivos del Partido Revolucionario Cubano, sus fundamentos, y sobre todo que surge como continuidad de la lucha emprendida por el propio Gómez en 1868, y por tanto persigue el mismo objetivo que éste: la independencia de Cuba, aprovechando además, la experiencia acumulada por los mambises de ayer, así como la confianza de que le anima la misma fuerza en la idea y en el brazo que le animó en la fracasada contienda del 68.

    En esta trascendental carta, donde cada línea es un mensaje de respeto, de amor a la patria y de decisión de triunfar, Martí le plantea a Gómez: “Yo ofrezco a ud. este nuevo trabajo, hoy que no tengo más remuneración que brindarle que el placer del sacrificio y la ingratitud probable de los hombres. (...). El tesón con que un militar de su pericia mantiene la posibilidad de triunfar allí donde se fue vencido; y la fe inquebrantable de usted en la capacidad del cubano para la conquista de su libertad (...) “

    Es evidente que Martí, al solicitarle a Gómez su reincorporación a la lucha no ha olvidado los incidentes ocurridos durante la Guerra Grande donde el caudillismo y la falta de unidad llevaron al fracaso e hirieron el sentimiento del viejo mambí; pero a la vez le trasmite el deseo y la convicción de que se ha trabajado por la Unidad y que el Partido puede confiar en la aceptación de Gómez, que es la obra viril que le ofrece, porque, como más adelante apunta: “Los tiempos grandes requieren grandes sacrificios”.

    El 15 de septiembre de 1892 el General Gómez contesta afirmativamente a la solicitud hecha por El Delegado del Partido Revolucionario Cubano, de asumir el mando supremo de la guerra, lo cual constituye de hecho una victoria y una garantía para la Revolución dados el prestigio y respeto que merece Máximo Gómez para los cubanos.

    El 6 de mayo de 1893, en carta firmada en Key West, Martí escribe a Gómez: “La fuerza entera he gastado en poner a nuestra gente junta, (...) en salvar a la Revolución indudable de lo único que la amenaza: la traición...”, y otra vez se ve en su misiva el tratamiento al factor unidad en la lucha.

    ¿Por qué tanta insistencia en la Unidad? Martí supo darse cuenta que la falta de ella fue lo que llevo al fracaso de la Guerra Grande y eso no podía volver a suceder; no sería justo malgastar tantos años de organización y de lucha en el exterior e interior del país, con la falta de unión de todos los cubanos y por eso siempre está alertando sobre lo peligrosas y dañinas que son la traición, las indiscreciones, los engaños y los precipitados que desoyendo la voz de la razón y dejándose llevar por falsas noticias ponen en peligro el éxito de la guerra que se prepara.

    La correspondencia de Martí a Gómez fue activa, manteniéndolo informado de cuanta cuestión se tratara sobre la preparación de la contienda tanto dentro de Cuba como fuera de ella.

    Así, en carta fechada el 4 de enero de 1894 se refiere a la situación que existe en Cuba, incluso les describe en cada región lo que está sucediendo y las posiciones asumidas por los diferentes cubanos; pero sobre todo, se destaca en esta carta el concepto martiano de la guerra cuando escribe:”En la guerra, guerra, puesto que es dable poner en ella, sin estorbo y en línea general, las salvaguardias todas de la República. Yo entiendo la guerra así: despertar con la primera batalla y no dormir hasta haber ganado la última”.

    En enero de 1895, tras el fracaso del Plan de Fernandina, el Apóstol escribió a Gómez una corta carta donde establece un canon de su pensamiento revolucionario: su mirada al futuro con confianza y optimismo, cuando establece: “Yo no miro a lo deshecho, sino a lo que hay que hacer”; dejando muy claro que a pesar de la indignación y el dolor que le produjo la traición del Coronel Fernando López Queralta, al entregar el plan entero de Fernandina y malograrse la expedición, era más importante y útil lo que había que hacer; y por tanto, este hecho, aunque lamentable por su fracaso, fue un grano más en el sentimiento de la Unidad por la que tanto se luchaba.

    Estas cartas a Máximo Gómez constituyen valiosos documentos de obligado estudio para quienes deseen conocer en toda su dimensión al Apóstol de la independencia de Cuba; esencialmente emanan enseñanzas y principios que sirvieron a las generaciones de ayer, nos sirven a las de hoy y han de convertirse en material de instrucción a las futuras.

    Una última carta del Apóstol, la famosa carta inconclusa que escribiera Martí el 18 de mayo de 1895 a su amigo Manuel Mercado en el campamento de Dos Ríos, no podía ser obviada de este trabajo; en tanto que su lectura detenida nos puso sobre la mesa una vez más los valores del maestro, su entrega a la lucha de Cuba y de América, su total desinterés personal, poniendo por encima primero su interés por el bienestar de los demás.

    ¿Cuántas enseñanzas nos dejó Martí en esta carta? ¿Cuántos pensamientos que hoy tienen tanta vigencia como ayer y que nos pueden acompañar en nuestro cotidiano proceder? Cómo no tener presentes sus aseveraciones cuando nos enseño que… “Esto es a muerte o vida, y no cabe errar”, o que vivió en el monstruo (el mismo monstruo de hoy) y al que le conoció las entrañas, o cuando dijo. “Solo defenderé lo que tengo yo por garantía o servicio de la revolución. Se desaparecer. Pero no desaparecía mi pensamiento (...)”

    Esta sería su última carta, la cual no concluyó, pero fue su testamento político. Como él mismo escribiera en carta a su madre un año antes a bordo del vapor Mascotte: “Mi porvenir es como la luz del carbón blanco, que se quema él para iluminar alrededor. Siento que jamás acabarán mis luchas”.

    Y tenía razón el Apóstol, porque está presente como fuente inspiradora en cada una de nuestras luchas de hoy, en nuestra constante entrega a la Batalla de Ideas que como un haz de varas llevamos tos los cubanos adelante, unidos como nos enseñó él.

    Pero no sólo los cubanos, también cada vez más se van uniendo los pueblos de esta América Nuestra: venezolanos, bolivianos, brasileños, todos unidos todos para enfrentar al gigante imperial que nos acecha.

Conclusiones

    Trabajar el epistolario martiano es, de hecho una labor que nos llenó de optimismo y nos reafirmó nuestro sentimiento de respeto y amor hacia el Apóstol; sus cartas constituyen verdaderas clases de revolución, sus enseñanzas cobran hoy tanta vigencia que muchas de sus cartas, si le sustituyéramos la fecha original en que fueron escritas parecería que sus aseveraciones son de estos tiempos, porque eso es lo que es Martí, un hombre de este tiempo y de todos los tiempos; un hombre que ayer llamó a los cubanos a la Unidad y hoy hace lo mismo a través de la materialización de su pensamiento en los documentos que rigen nuestro Partido Comunista, que no es más que el Partido de la Unidad, la Democracia y los Derechos Humanos que defendemos.

    ¿Y cuál sino era esa Unidad que proclamara Martí en la preparación de la Guerra de 1895 que la misma Unidad que nos mantiene a todos los cubanos como un todo único, convencidos de que sólo ella nos garantiza el futuro y la perdurabilidad de la soberanía.

    Al estudiar las cartas de Martí, sus escritos, sus notas, sale a flor de piel su marcado interés por mantener la Unidad como garantía para el triunfo, y esto lo expresa con indudable claridad el 14 de mayo de 1895 en sus instrucciones a los Jefes y Oficiales del Ejército Libertador: “El pueblo de Cuba esta preparado para vencer en la guerra que ha vuelto a emprender para su libertad; pero será inútil tal vez su sacrificio, o costará demasiado sin necesidad, si todo el Ejército Libertador no obedece a la vez al mismo impulso, si no se hace en todas partes lo mismo a la vez, si no se lleva la guerra adelante con un pensamiento enérgico y claro. El valor suele resolver los encuentros aislados, pero sólo el orden en la guerra y la unidad de pensamiento llevan a la victoria final.

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