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Valores en el deporte de base

 

Maestro especialista en Educación Física

Experto universitario en Expresión y Comunicación Corporal

(España)

Valentín Valiente Morales

valen.valiente@gmail.com

 

 

 

 

Resumen

          El deporte de base es el que comprende a los niños y adolescentes que practican una modalidad deportiva concreta. Son alumnos susceptibles al entorno en el que practican, por lo que hay que establecer la idoneidad de los mensajes que reciben.

          Palabras clave: Deporte de base. Valores. Fair play. Familia. Educación.

 

 
EFDeportes.com, Revista Digital. Buenos Aires, Año 15, Nº 154, Marzo de 2011. http://www.efdeportes.com/

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1.     Introducción

Cada niño/a ¿es un campeón en potencia?

    No se puede hablar ya de una iniciación deportiva fundamentada en la búsqueda del éxito final. No debe de organizarse el deporte escolar en función del punto de llegada, sino del punto de arranque, el futuro de cada niño es cuestión de partir de una buena base.

¿Es necesario el dominio previo de la técnica deportiva?

    La magnificencia de la técnica como pilar del proceso de enseñanza ha llevado a cometer un importante error: eliminar el placer que el juego genera y sustituirlo por la instrucción. Esta transforma el juego en trabajo, y la atmósfera que se crea se aleja de los intereses del niño.

El éxito deportivo, ¿es consecuencia de la pirámide de practicantes?

    Se suele presentar el producto de la élite deportiva como la consecuencia de la práctica deportiva de un ingente número de individuos. Para obtener una élite de valor, convendría desarrollar y aumentar la base de la pirámide, trabajar sobre una suma importante de sujetos.

    Vaneck (1974, en Olmedilla, 2000) considera varios tipos de estructuras deportivas que pueden desarrollarse:

  1. El primer tipo es el clásico de la pirámide. Una masa importante de participantes es coronada por una élite; cuantos más practicantes, más posibilidades de obtener resultados de alta calidad.

  2. El segundo modelo es parecido. Los dos niveles son desarrollados, pero su expansión se sucede de forma independiente, por lo que no existen garantías de continuidad entre el deporte de masas y el acceso al deporte de élite.

  3. El tercer modelo consiste en una pirámide sin cima: sólo existe base, no hay élite. Se fomenta el deporte para todos, deporte de recreación o deporte salud.

  4. El cuarto, una pirámide elevada sobre una delgada columna. Sólo una élite debidamente seleccionada y preparada de forma específica es desarrollada.

¿Es preciso iniciarse en edades tempranas?

    En épocas anteriores, la preocupación era conocer la existencia de una edad idónea que garantizara el éxito deportivo posterior: ¿A qué edad se debe empezar para ser campeón? En la actualidad el esfuerzo es por saber si determinados aprendizajes se realizan con mayor facilidad y eficacia si se propugnan en determinadas edades o etapas de la vida: ¿Qué edad es idónea para lograr aprendizajes deportivos?

    Esta nueva postura guarda una relación simbiótica con la aparición de nuevas disciplinas deportivas en las que el éxito no se da, no implican una imagen de superioridad.

La práctica deportiva ¿es educativa y saludable por sí misma?

    En general, se dota al deporte un valor educativo y saludable por sí mismo. Los efectos beneficiosos de la actividad deportiva, como antídoto del sedentarismo, del trabajo monótono, de la polución, etc., son aceptados y justificados como una forma de remedio a los males engendrados por la civilización industrial y urbana.

    No obstante, el deporte solo es educativo cuando el profesor, el entrenador o el propio deportista lo utilizan como objeto y medio de educación, cuando se integra con método y orden en un programa coherente, cuando la actividad práctica y la reflexión de lo que se está realizando lo convierten en una acción optimizante.

2.     La actividad física y los valores sociales

    La actividad física bien dirigida tiene un alto poder socializador y aporta a la persona muchos valores éticos y morales, de los que cabe destacar el compañerismo, el espíritu de lucha, saber ganar, encajar la derrota, etc.

    Desde la antigüedad se ha tenido en cuenta este poder y ha sido evidenciado en muchas filosofías y civilizaciones. Ejemplo de esto es, por ejemplo, el hecho de que los griegos tuvieran la opinión de que “el deporte hace el carácter de quien lo practica”. Mucho más tarde apareció el deporte moderno inglés, el cual llevaba implícita la idea de que debía de ser practicado con espíritu de deportividad. Ya en la época actual, el refundador de los Juegos Olímpicos modernos, Pierre Coubertin, proponía el honor y el respeto como elementos esenciales de la práctica del deporte; es lo que se denomina fair-play.

    Hoy por hoy, la actividad física y deportiva es un ingrediente de la industria del ocio y el tiempo libre, tomando unos enormes intereses comerciales, lo que ha provocado la pérdida del disfrute por la participación en el deporte y la cada vez más temprana edad en que los niños dejan esta práctica. Además, sus objetivos cambian y sólo tendrán la actividad física como el camino hacia una posible profesión, sin haberlo antes practicado por afición.

    Debido a todo lo mencionado, el fair play se ve amenazado por situaciones como la búsqueda de la victoria a cualquier precio, la violación de los reglamentos, el ganar como sinónimo del valor del deporte, el miedo a perder confundido con la motivación, el considerar al adversario como enemigo, etc.

3.     Influencias en el niño deportista

    Sobre el pequeño y principiante deportista del que hablamos se sitúan innumerables y condicionantes influencias; como ya se ha dicho, la mayoría atentan contra el fair play e inculcan al niño ideas erróneas de la práctica del deporte.

    Entre estas influencias se encuentra los medios de comunicación, y dentro de ellos concretamente la televisión. Las retransmisiones deportivas que en ella se emiten convierten el deporte en una realidad cotidiana del niño, pero a menudo con un modelo inadecuado y erróneo que le incita a la valoración comercial y utilitaria del deporte.

    Otra influencia directa es el entorno del niño: su familia, su escuela y la sociedad que le rodea, las cuales le proporcionan, cada una, una serie de ejemplos y refuerzos que muchas veces no son demasiado idóneos, y lo que es peor aún, no son controlados ni conscientes.

    En la sociedad actual la victoria es una fuente de prestigio. Por ello y porque los padres quieren, a su forma de ver, lo mejor para sus hijos, someten a estos a grandes presiones, marcándoles expectativas demasiado altas o actuando como un público fanático en sus competiciones.

    Frente a esto el entrenador o educador debe, primeramente, transmitir valores a través de la práctica deportiva para así darle un valor educativo. En segundo lugar, actuar de mediador entre los padres y la práctica deportiva de los niños, para equilibrar los propósitos entre progenitores y sus hijos, además de concienciar a los primeros de lo importante que es la motivación pero sin presión, una influencia adecuada.

    Desde luego la conducta del entrenador o educador también es de poderosa influencia sobre el carácter del joven deportista, por esto es necesario e indispensable que previamente autoevalúe su conducta y sea conciente de dicha influencia, para que esta sea positiva e incite al niño a adoptar valores que sean acordes al renombrado fair play.

    Algunos aspectos a tener en cuenta son: condenar los comportamientos antideportivos, conocer la disciplina deportiva así como al niño en sus múltiples facetas, crear una base antes de enseñar conceptos complicados, yendo de lo general a lo específico, reducir la importancia del resultado insistiendo en la diversión y crear una atmósfera de tolerancia y consideración hacia todos. Acorde con este último punto debe crearse un entorno positivo que satisfaga las necesidades del niño teniendo en cuenta que los ideales deportivos y el comportamiento ético del entrenador o educador van a ser condicionantes en el niño.

4.     Valores, actitudes y normas

    Ya se ha comentado que con la práctica deportiva se pueden desarrollar los contenidos actitudinales. Estos contenidos se pueden descomponer y estructurar como sigue (Prat y Soler, 2003: 32, en Jiménez, 2004):

  1. Valores, que son ideales abstractos que representan creencias

  2. Actitudes, predisposición para la acción

  3. Normas: pautas de conducta

    A continuación se describen una serie de estrategias para el desarrollo de estos contenidos actitudinales, las cuales deben darse en situaciones prácticas y entre las que debe existir una interrelación para valorar de la misma forma actitudes de varios comportamientos o situaciones diferentes.

  • Estrategia de autorregulación: la autorregulación es un proceso de comportamiento en el cual la persona se convierte en la máxima responsabilidad de su conducta, “escogiendo” la más acertada en cada situación según sus aprendizajes. Para esto el niño debe conocer las variables que influyen en la extinción de la conducta no deseada.

  • Estrategia de auto-observación: se basa en la auto-observación de sus propios progresos, por lo que se hace aconsejable que el niño confeccione un calendario que lo guíe (comprobar si está consiguiendo sus objetivos y si se adaptan a los plazos fijados).

  • Estrategia de autodeterminación de objetivos: el niño ha de aprender a determinar sus propios objetivos, pero siempre acompañado de la ayuda del entrenador o educador, que encausará la elección para que sea acertada.

    Para cambiar un hábito debemos entonces tener ciertos aspectos que implican:

  • Reconocer el problema

  • Querer cambiarlo

  • ¿Qué aspectos se quieren cambiar?

  • Fijar los nuevos objetivos con ayuda de un guía (entrenador, profesor, familia)

    Llegados hasta este punto es necesario colocarse ante la competición y plantearse si es positiva o negativa en cuanto a adquisición de valores se refiere, e incluso cuándo es el momento correcto para su aparición en la vida del joven deportista.

    La competición la podemos definir como una confrontación individual o colectiva, limitada y dirigida por unas reglas aceptadas voluntariamente, donde algunas veces se pierde y otras se gana, que además bien dirigida transfiere los valores de aceptar la victoria y de asimilar la derrota sin triunfalismos o dramatismos (Olmedilla, 2000).

    Entonces pasamos a la segunda pregunta: ¿cuándo ha el niño de empezar a competir? La respuesta sería que el momento de la educación deportiva en el cual los niños han aprendido lo suficiente sobre su deporte en concreto, sus reglas, los valores, actitudes y normas que se implican, y han “asimilado” el concepto de fair play, pueden incorporarse al deporte de competición.

    A pesar de ello, existen diferentes perspectivas para enfocar la competición en un nivel infantil:

  1. El enfoque positivo, hará que el niño trabaje para favorecer el rendimiento deportivo a largo plazo, tomando la competición como un medio para que en la futura madurez física y psíquica del niño pueda alcanzar el máximo rendimiento.

  2. El enfoque negativo, es el entender la competición con la finalidad del rendimiento en edades tempranas, perjudicial si nos centramos en ganar.

5.     Propuesta de actividades

Los titulares del juego limpio

    En esta actividad se necesita recortar titulares de prensa relacionados con actitudes deportivas y antideportivas; la propuesta que se hará a los alumnos es que, a partir de una lista de actitudes y esos titulares, relacionen unos con otros, de tal forma que tomen en consideración y deban reflexionar sobre ciertas conductas que, pareciendo normales, pueden no ser éticas, y sobre otras que a veces permanecen encubiertas porque en los medios vende más el morbo.

    Los alumnos pueden buscar también sus propios titulares y presentarlos a la clase, así como recoger noticias de la televisión y de la radio, con la intención de hacer una crítica constructiva y clarificadora sobre los medios de comunicación y su forma de tratar el deporte, tanto como sobre las mismas actuaciones que en ellos se recogen.

Examen de conciencia

    En una sesión con partido, o en un encuentro oficial, se puede llevar una cámara de vídeo y grabar la actuación de nuestros alumnos jugando. La idea, además de servirnos para observar el estilo y la técnica de los jugadores, nos supondrá una evidencia a presentar a los niños, que tendrán la visión más objetiva que se puede conseguir sobre su comportamiento.

    Tras analizar la grabación, fijándose cada uno en su conducta, se les pedirá que, en parejas, hagan una lista con las malas actitudes que más se repiten y el grado que tienen (no es lo mismo enfadarse con un compañero por fallar que pelearse con el árbitro porque nuestro equipo pierde). Finalmente, las listas se pondrán en común a todo el grupo y estableciendo un diálogo sobre el tema, tanto en general como en los casos particulares.

Bibliografía

  • Jiménez Jiménez, F. (2004): “Conceptos previos: valores, normas y actitudes”, apuntes para el Seminario de Análisis de la integración del desarrollo de valores en los aprendizajes deportivos, Universidad de La Laguna.

  • Olmedilla Zafra, A. (2000): “Apuntes de Psicología de la Actividad Física y del Deporte”, UCAM, Murcia

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