Evidencias y mitos del entrenamiento de fuerza en personas con hipertensión |
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*Becario de postgrado del Ministerio de Educación: Programa de Formación del Profesorado Universitario (FPU) **Doctor por la Universidad de Jaén Profesor sustituto de la Universidad
de Jaén |
Alberto Grao Cruces* José Enrique Moral García** |
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Resumen La hipertensión arterial ha sido ampliamente documentada como el principal factor de riesgo de muerte a nivel mundial, preocupando su alta prevalencia en los diferentes países. Entre los tratamientos que en mayor o menor medida pueden contribuir a una mejora de la enfermedad encontramos el ejercicio físico. La presente revisión pretendió analizar el efecto de diferentes tipos de entrenamientos de fuerza recogidos por la literatura, diferenciando evidencia científica de mitos propagados en la sociedad a este respecto. Concluyendo que un entrenamiento de fuerza moderado podría llegar a ser una parte de la prevención y tratamiento de la hipertensión, preferiblemente en combinación con en entrenamiento de resistencia, y tomando las precauciones oportunas que eviten los riesgos potenciales. Palabras clave: Hipertensión. Ejercicio. Entrenamiento. Fuerza.
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EFDeportes.com, Revista Digital. Buenos Aires, Año 15, Nº 154, Marzo de 2011. http://www.efdeportes.com/ |
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Introducción
La presión sanguínea (BP) elevada se ha convertido en el factor de riesgo número uno de muerte en todo el mundo (Cornelissen y Fagard, 2005). En la mayoría de los países el 15-25% de la población adulta tiene elevada la presión sanguínea (Van Baak, 1998). La hipertensión (HTN) representa el mayor problema de salud pública en los Estados Unidos, con 58,4 millones (28,7%) de americanos mayores de 18 años con hipertensión (presión sanguínea sistólica (SBP) ≥ 140 y/o presión sanguínea diastólica (DBP) ≥ 90 mm. Hg.) (ACSM, 2004). Es una enfermedad con alta prevalencia y muy arriesgada, porque está estrechamente relacionada con muertes por golpes cardiacos (el 25% de ellos son debido a la HTN) y encefálicos (debidos a ella en el 40% de los casos) (Forghieri, Aparecida, Coelho, Tinucci, Mion, Negrao et al., 2006). Con el añadido de ser considerada un factor de riesgo de enfermedad coronaria, infarto de miocardio y golpe cerebral (Izdebska, Cybulska, Izdebski, Makowiecka-Ciesla y Trzebski, 2004).
Ha sido suficientemente documentada como el mayor predictor de morbilidad y mortalidad cardiovascular prematura (Ketelhut, Franz y Scholze, 2004). La morbilidad y la mortalidad incrementan con el aumento de presión arterial (ACSM, 2004; Ketelhut et al. 2004), se correlacionan positivamente (Van Baak, 1998). En la tabla 1 exponemos la clasificación de la HTN, atendiendo a sus niveles en reposo, de la Organización Mundial de la Salud/ Sociedad de Hipertensión (en Van Baak, 1998).
Tabla 1. Clasificación de la hipertensión por niveles de presión sanguínea en reposo (en Van Baak, 1998)
La disminución de la PB en pacientes con HTN en tratamiento farmacológico reduce de manera significativa el riesgo de golpe e infarto de miocardio. Hay considerables sospechas de que algunas de estos fármacos podrían tener efectos adversos que neutralizan los beneficios provocados por la reducción de la presión sanguínea (Van Baak, 1998).
El uso de medicación antihipertensiva como terapia inicial en la intervención en jóvenes asintomáticos con hipertensión suave causa preocupación, porque no conocemos si la terapia es beneficial o perjudicial. El uso prolongado de estos fármacos cobra importancia en la población joven porque, además de los bien conocidos efectos negativos de esos medicamentos, no conocemos que efectos pueden tener sobre el crecimiento de la persona (Hagberg, Goldring, Ehsani, Heath, Hernández, Shechtman et al., 1983). Sin olvidarnos de que adoptar un estilo de vida sano es fundamental para la prevención de la hipertensión (Cornelissen y Fagard, 2005; Hagberg et al., 2004) y es una parte indispensable de su tratamiento (Cornelissen y Fagard, 2005).
Varios estudios longitudinales han encontrado un mayor riesgo de sufrir hipertensión en un futuro en aquellos sedentarios con bajos niveles de actividad física (Van Baak, 1998). El ejercicio regular ha sido bien documentado como modulador del perfil de riesgo y reductor de la morbilidad y mortalidad (Izdebska et al., 2004; Ketelhut et al., 2004; Fagard, 2006). Altos niveles de actividad física y mayor ejercicio son asociados con una reducción de la incidencia de la hipertensión (Cornelissen y Fagard, 2005; Izdebska et al., 2004; Fagard, 2006; Véras-Silva, Coelho, Gava, Chakur, Negrao y Moacyr, 1997).
Base a ello, la reducción de la presión sanguínea mediante métodos no farmacológicos es una alternativa muy atractiva, siendo el ejercicio uno de los métodos esenciales, (Cornelissen y Fagard, 2005; Van Baak, 1998; Forghieri et al., 2006; Ketelhut et al., 2004; Hagberg et al., 1983; Alpert, 2000) con beneficios comparables a los de la terapia médica (Ketelhut et al., 2004) y particularmente el ejercicio aeróbico (Cornelissen y Fagard, 2005; Ketelhut et al., 2004). El Joint Nacional Committee on prevention, Detection, Evalution, and Treatment of High Blood Pressure, la Organización Mundial de la Salud, la Sociedad Europea de Hipertensión y el Nacional High Blood Pressure Education Program recomiendan la actividad física para la prevención y tratamiento de la hipertensión (ACSM, 2004). Así como la Organización Mundial de la Salud y el Nacional Committee of High Blood Pressure juntos con la Sociedad Internacional de Hipertensión recomiendan el ejercicio para la dirección inicial de la hipertensión junto con la terapia médica (Ketelhut et al., 2004). Por tanto la actividad física puede jugar un rol importante en el control efectivo de los mayores factores de riesgo, como la hipertensión, siendo éste el punto de partida esencial en la medicina preventiva y la salud pública (Ketelhut et al., 2004).
Son muchas las creencias sobre el efecto de las diferentes cargas de entrenamiento en la enfermedad, especialmente si atendemos a lo que rodea la fuerza respecta. De siempre se ha asociado cualquier tipo de entrenamiento de esta cualidad como nocivo y desaconsejado rotundamente para las personas que sufren hipertensión. Sin embargo, grosso modo conocemos que el entrenamiento de fuerza (tanto isométrico como dinámico) la BP aumenta, tanto la sistólica (SBP) como la diastólica (DBP). La amplitud de este aumento dependerá de la intensidad de la contracción muscular, de la cantidad de masa muscular implicada y de la duración de la contracción, pero no de la velocidad del movimiento ni del tipo de contracción. No obstante las adaptaciones a un entrenamiento de fuerza a largo plazo implican una reducción de la BP en reposo y aunque hay estudios que contradicen esto, parece ser que sus resultados derivan del uso de esteroides, de sobreentrenamiento y/o excesivo aumento de masa corporal (Jiménez, 2003). A lo largo del presente trabajo entenderemos por entrenamiento de fuerza hace aquellos programas de entrenamiento diseñados específicamente para incrementar la fuerza, la potencia y/o la resistencia muscular (Fagard, 2006).
El principal objetivo de la presente revisión es conocer qué hay de evidencia científica a cerca del efecto de los diferentes estímulos de entrenamiento de la fuerza en la fisiología de las personas con HTN.
Ejercicios concéntricos y excéntricos
En este apartado atenderemos los ejercicios de fuerza dinámicos, entendidos como aquellos en los que se da contracción concéntrica y/o excéntrica modificándose mientras la longitud y la tensión muscular (Cornelissen y Fagard, 2005).
Siguiendo las pautas recomendadas por la ACSM (2004), el entrenamiento de fuerza disminuye de manera significativa en aproximadamente 3 mm. Hg. tanto en la SBP como en la DBP en reposo. Este decremento equivale a una reducción de aproximadamente un 2 y 4% respectivamente, para la SBP y DBP. Y aunque estos modestos cambios parecen no ser importantes desde un punto de vista clínico, una reducción tan pequeña se estima que reduce un 5-9% las enfermedades coronarias, un 8-14% los ataques y toda causa de mortalidad en un 4%.
Fagard (2006) analizó 12 estudios con un total de 341 participantes. La edad de dichos sujetos osciló de 20 a 72 años (69 años de media) y el 61% de ellos eran hombres. Los estudios tuvieron una duración de 6 a 26 semanas (media de 14 semanas). 2 sesiones semanales en 2 grupos de estudio y 3 sesiones a la semana en los 10 restantes. La intensidad varió del 30 al 90% de una repetición máxima (1RM). 11 de los 12 estudios ejercicios musculares dinámicos y tan solo uno isométrico. La DBP se redujo significativamente, mientras que la reducción en la SBP no dio valores significativos
Cornelissen y Fagard (2005) diferenciaron en estos mismos estudios, entre entrenamientos en circuito, con cortos periodos de descanso, y entrenamientos convencionales de ejercicios aislados, con largos periodos de descanso. No llegaron a obtener resultados significativos a este respecto.
Hay evidencias de que el entrenamiento de fuerza reduce, en adultos, la BP tanto en sujetos con HTN como en aquellos sin ella. También hay evidencias, aunque limitadas, de que tiene un pequeño efecto en la BP hasta 24 horas tras la sesión de ejercicio (ACSM, 2004).
La evidencia, hasta la fecha, no apoya al entrenamiento de fuerza como intervención no farmacológica para reducir la BP en adolescentes y en niños (ACSM, 2004). Lo que sí muestran algunos artículos en jóvenes es que el entrenamiento de resistencia mantiene los valores de BP obtenidos tras un entrenamiento de resistencia y que este tipo de entrenamiento no produce ninguna complicación en estos (Alpert, 2000).
Ejercicios isométricos
En el presente apartado serán objeto de estudio los ejercicios isométricos, entendidos como aquellos en los que la contracción del músculo no mueve la resistencia y no varía su longitud ni la articulación en la que se inserta (Cornelissen y Fagard, 2005). Son estos ejercicios sobre los que más mitos se han extendido en cuanto a su relación con la HTN.
En un estudio, la SBP en reposo fue reducida aproximadamente en 13 mm. Hg. de media, y la DBP lo hizo en 15 mm. Hg. aproximadamente. Todo ello como resultado de 4 contracciones isométricas de 2 minutos de duración realizados 3 días a la semana durante 8 semanas. Las contracciones fueron ejecutadas al 30% de 1RM con 3 minutos de descanso entre series (ACSM, 2004).
Un segundo estudio, consistió en cuatro contracciones al 50% de 1RM durante 45 segundos, con 1 minuto entre series, prolongando el entrenamiento cinco semanas, con cinco sesiones semanales. Se redujo significativamente de manera aproximada 10 y 9 mm. Hg. la SBP y la DBP, respectivamente (ACSM, 2004).
Un tercer estudio, realizado por Ray y Carrasco (en ACSM, 2004), examinó los efectos de 4 series de 3 minutos al 30% de 1RM, 4 días a la semana durante 5 semanas, en sujetos normotensivos adultos. Se encontró una reducción significativa de unos 5 mm. Hg. en la DBP en reposo, y ninguna reducción que fuese significativa en la SBP en reposo.
Las evidencias limitadas sugieren que el ejercicio isométrico reduce la BP en adultos con HTN. Sin embargo no hay, actualmente, estudios que proporcionen una recomendación de ejercicio isométrico con respecto a sus efectos agudos (ACSM, 2004).
Conclusiones
El entrenamiento de fuerza moderado podría llegar a ser una parte de la prevención y tratamiento de la HTN, preferiblemente en combinación con en entrenamiento de resistencia, y tomando las precauciones oportunas. Ya que no podemos olvidar que el ejercicio conlleva también riesgos, así una respuesta excesiva de SBP puede provocar eventos de isquemia cardiaca aguda incluido el infarto de miocardio, sin descontar un accidente cerebrovascular.
Referencias bibliográficas
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