Autoridad, discapacidad y cuidado: un cóctel para el prejuicio | |||
Licenciado en Educación Física (Argentina) |
Emiliano Naranjo |
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Resumen El presente artículo es un ensayo que recorre el término autoridad desde sus orígenes hasta su aplicabilidad en el ámbito escolar. Al mismo tiempo, hace un desarrollo ligando la actividad docente, con la discapacidad para llegar a develar que existe un emparentamiento entre autoridad, discapacidad y cuidado. Situación que colabora en la construcción de prejuicio. Palabras clave: Autoridad. Discapacidad. Cuidado. Prejuicio. Enseñanza.
Abstract
This article is an essay that covers the term authority from its origins
to its applicability in schools. At the same time, makes development by linking
teaching with disabilities to get to reveal that there is relatedness between
authority, disability and care. This situation contributes to the construction
prejudice.
La mayor parte de este artículo, fue presentado para la aprobación del
seminario Problemas Teóricos de la Educación,
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EFDeportes.com, Revista Digital. Buenos Aires, Año 15, Nº 154, Marzo de 2011. http://www.efdeportes.com/ |
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Introducción
Si tratamos de realizar un recorrido etimológico del término “autoridad” podemos distinguir claramente tres enfoque o campos, en las cuales la concepción de autoridad es aplicada: La autoridad desde lo filosófico, desde lo político-social, y desde lo literario-cultural. Estos abordajes no hacen más que manifestarnos la versatilidad y complejidad del tema a estudiar.
Según la información referida en varias enciclopedias1 la palabra autoridad proviene del vocablo auctoritas y su primera enunciación se atribuye a los romanos. Quienes la acuñaron durante su imperio (siglo V a. C. al siglo II d. C.) para referirse a una legitimación socialmente reconocida producto de un saber, personalidad, y/o representación institucional otorgada.
Mayoritariamente la palabra auctoritas era usada para referirse al emperador, pero también podía extenderse al senado romano -entendido como fuente de autoridad- o a cualquiera de sus integrantes.
Desde un parecer filosófico Platón y Aristoteles2 ya hacían referencia a la noción de autoridad vinculándola a cuestiones de libertad y soberanía. A su vez, Santo Tomas de Aquino atribuye a su concepción de”principios”3 -para un ser- virtudes como: Superioridad, excelencia, perfección, etcétera. Condiciones atribuibles a quienes poseen algún tipo de autoridad.
En cuanto a la dimensión literario-cultural la palabra autoridad ya era referida según documentos relacionados con la Real Academia Española4 (1770) en libros como: Historia de la lengua Española, Libro 6, Cap 3; El Quijote (1605) Tomo 1, Cap 42 y Origen de la lengua castellana Libro 3, Cap 15.
Por último, en el campo político-social que podríamos llamar moderno, (Siglo XIX en adelante) la palabra autoridad posee diversas definiciones que se vinculan a expresiones como: Gobernar, poder, legitimidad, facultad, derecho, etc. Vinculaciones que a continuación, intentaremos explicar primordialmente desde una perspectiva sociológica y pedagógica.
Autoridad, aplicaciones, enfoques y perspectivas
Como vimos el término autoridad se encuentra ligado a varias definiciones, que pueden referirnos a distintas corrientes filosóficas resumidas en diversas expresiones a saber: Dios, legitimidad, justicia, saber, y reconocimiento.
Según Kojeve (2005) la autoridad, se encuentra vinculada al movimiento, a la acción, y supone dos condiciones esenciales: La posibilidad de reacción por parte de quien es receptor de la autoridad, y la renuncia consciente, libre, y voluntaria de dicho receptor a una oposición. Hágase funcionar este último argumento en la película “Being there” (Desde el Jardín, 1979) donde el protagonista Chance Gardener, bajo la acción de “estar ahí”, en el momento indicado, y no recibir oposición alguna, se vuelve “una autoridad” que llega a tener influencias presidenciales.
Cabe señalar que entre todas las vinculaciones a las que ya hemos hecho referencia, existe una relación entre autoridad y derecho; donde la posibilidad de reacción ocupa un rol central y a su vez, determina esenciales diferencias. En referencia al derecho, la oposición puede llevarse adelante por otra persona distinta a quien porta el derecho y se incluye el uso de la fuerza, (Ej: un juez) no destruyéndose al derecho mismo. Mientras que, la autoridad se elimina (no se reconoce) en la medida en que exista una reacción, una acción contraria del receptor al emisor; no incluyéndose el uso de la fuerza. En un mismo sentido, es también, el lugar de la oposición lo que permite diferenciar autoridad de autoritarismo, porque en este último caso, la oposición no existe, no tiene posibilidad de acontecer.
La legalidad que reviste cualquier autoridad, proviene del reconocimiento antes mencionado. Por eso, la autoridad excluye la violencia porque esta implica que el emisor a actuado sobre el receptor para que este haga algo no le es propio, consciente, es decir fruto de su libertad. En otras palabras, si se es autoridad no hay que hacer nada, ya hay un reconocimiento, una legitimidad. En tanto que, el autoritarismo es por definición legal pues, no existe autoridad que no sea reconocida por su legitimidad.
Siguiendo a Kojeve (2005) se pueden distinguir cuatro tipos centrales o núcleos de autoridad: el /los padres; del amo sobre el esclavo; del jefe/líder y el juez.
La autoridad de él/ los padres connota una ligazón con el pasado, con la tradición que permite ejercer dominación por cuestiones santas o heredadas, por el paso del tiempo5. En este punto es conveniente aclarar que, tanto como Kojeve (2005) consideramos a la autoridad divina y patriarcal por excelencia, Dios. Encuadrable dentro de la esfera del autoritarismo, conforme a que esta no permite reacción alguna.
De la vinculación entre amo y esclavo, resulta destacable el carácter estrictamente humano que se establece, en la batalla por el reconocimiento. (Este tipo de autoridad no funciona teológicamente). Y también, el hecho de que existe un riesgo, porque hay una posibilidad de reacción, una posibilidad de cambio.
La autoridad de jefe/líder, se distingue esencialmente por dos aspectos: La posibilidad de previsión, de conocimiento sobre el futuro. Y la superioridad que esa misma previsión, -ese saber- otorga sobre los otros. Lo antedicho es bien representado en la película “I comme Icare” (I como Ícaro, 1979), donde un grupo de expertos comunicaban al participante de una experiencia (que era contratado por unos dólares) de hacer un ensayo sobre la capacidad memorista y el aprendizaje. Por lo cual, el contratado debía aplicar descargas eléctricas o un tercero en la medida en que este incurriera en una serie de olvidos sobre palabras a recordar6.
Por último el juez, simplemente pone de relevancia su capacidad de administrar justicia, de buscar ecuanimidad. Únicamente juzga.
Es importante explicitar que, los tipos de autoridad referidos pueden combinarse entre sí, y la presencia de alguna no sólo resulta preponderante sobre otra. Sino que también, buscará completarse adquiriendo caracterizaciones que son propias a otra clase autoridad. Por tal razón, entendemos que, no hay autoridad sin ambición.
Génesis y transmisión
La gestación de autoridad puede darse espontáneamente donde no hay que hacer nada; o más bien simplemente como vimos, hay que estar ahí. La autoridad en este caso, podría relacionarse con estigma, ya se sabe quien la posee o va a poseer, con solo mirar, percibir, y elucubrar.7
Por otra parte, la autoridad puede ser originada de un modo condicionado, heredada, legada. Es decir, que este tipo de génesis implica una autoridad anterior que “elige” o transmite su investidura o parte de ella a una posterior.
Todos los tipos de autoridad anteriormente referidos; pueden originarse de un modo espontaneo, repentino. Y el origen de transmisión o transferencia no resulta más que un condicionamiento particular para cada caso. Ej: la determinación a dedo de un sucesor, el sorteo de un árbitro para un partido de fútbol o la elección de un candidato.
Autoridad en la escuela
La escuela es un ámbito donde fluye la autoridad porque esencialmente es un lugar de relaciones humanas. En donde la proximidad que nos impone la rutina diaria hace que poder, respeto, y autonomía ocupen un rol en el salón de clases. Y como consecuencia, también se liguen con la noción de autoridad.
Dentro de la escuela quizás sea la relación necesariamente pastosa8 y asimétrica que existe entre docentes y alumnos. La que permita que estos últimos, equiparen autoridad y poder, ubicando estos dos conceptos en la simbología de autoridades, que ocupan un lugar en la escala jerárquica. Pero autoridad y poder no son términos equiparables, son más bien, confundibles. Porque se tiende a ligar autoridad a una obediencia, -fruto de la decisión de no reaccionar- lo que permite confundirnos y pensar que, hay en el concepto estudiado un componente violento (de fuerza) y como hemos visto, esto no es así; porque si así fuese no habría autoridad, y solo estaríamos hablando de un poder desprovisto de ella, que en la escena escolar puede ejemplificarse con poner el “uno” por mal comportamiento, o la humillación al estudiante por desconocimiento.
La noción de respeto, también se encuentra estrechamente vinculada al reconocimiento y por ende a la autoridad. Porque es producto de la decisión consciente y voluntaria de elegir no reaccionar y si bien, los estudiantes pueden identificar a quienes se ubican en una escala jerárquica superior a ellos. Esta identificación, esta especie de reconocimiento, es superficial y resulta sólo producto de una gramática escolar. Qué sino se acompaña de respeto/compromiso; su único fin se vuelve reproducir un orden acostumbrado y dar la sensación que existe autoridad donde realmente no la hay. En un mismo sentido, es común escuchar a los docentes pedir respeto por parte de los alumnos. Esto sería igual a pedirles reconocimiento.
En tanto, el dominio de sí mismo, la capacidad de resolución individual. Es decir, la autonomía, inspira respeto permitiendo al individuo autónomo ser reconocido por el otro (dependiente) como autoridad. Respecto a la dependencia Sennett (2004) refiere que esta suele ser considerada actualmente como un disvalor, que no debe asociarse con debilidad porque simplemente expresa la necesidad de direccionamiento, la demanda de cuidado, surgida como correspondencia del vinculo entre dependiente e independiente (o dependiente y autoridad autónoma). En este punto si bien hemos tomado conocimiento de lo que expresan Antelo y Todorov en relación al cuidado como una forma de entrega, de desapego, donde hay un goce. Y se termina más rico de lo que se empieza a pesar de existir una falta de libertad Nos permitimos disentir con ambos autores debido al hecho de que, nada que impida el pleno desarrollo del hombre adulto, tanto de su existir biológico como de reconocimiento (confort) puede considerarse como fruto de su placer. Y más bien, debiera considerarse como una perversión cuyo único fin es garantizar que se mantengan los roles entre cuidador y cuidado. Hágase funcionar este argumento en la película “Mar adentro” (2004) donde el protagonista Ramón, lleva más de 30 años postrado al cuidado de su familia, y debe esperar desatenciones, conciliar estrategias y manipulaciones, para llevar a cabo su deseo de morir con dignidad. Es decir, llevar adelante su último acto de libertad, el cual no fue posible durante mucho tiempo a causa de hacer perdurar el goce del cuidador.
Finalmente debemos decir que, acordamos con Antelo y Aleu (2007) respecto a que en la escuela actual hay una tendencia hacia la cancelación de autoridades autónomas entre si, por exceso de presencias. Y la única autoridad que persiste es la que debe elegir entre todas las autoridades, -y por lo tanto, se presume es libre- Ej: especialistas en educación, técnicos, etc.
Prejuicio, discapacidad, y un desorden irreproducible
Si tomamos al prejuicio como un juicio de antemano, como una conceptualización previa que se hace de algo o de alguien. Vemos que existe una superficialidad en el concepto; apoyada en no tener suficiente autoridad, suficiente evidencia, para “juzgar”. Simplemente basta una característica, una condición, que permita justificar un resultado de antemano, algo que nos libere del compromiso de entender y que a la vez, nos mantenga en un orden, en una posición acostumbrada.
Justificar se vuelve antónimo de irreproducible a la hora de hablar del ejercicio docente. Porque sostiene el carácter conservador de la educación –aquello que se quiere seguir diciendo- sin importar su coherencia, o los cambios que se producen en el tiempo.
Mirar la docencia, y la educación sin tratar de entenderla es quedarse en el marco de la justificación, de aquello superficial que se afinca en los prejuicios, y los reproduce. Entender implica un compromiso moral, una decisión ética que se atreve a conocer al extremo. Una decisión que es constante como el tiempo y no depende del tiempo.
Es en las personas con discapacidad, donde, el prejuicio transmitido desde lo educativo se vuelve extremo. En el extremo positivo o ascendente encontramos la figura del ejemplo, de aquél que ha superado todas las adversidades. Mientras que en el extremo negativo o descendente, hallamos al menesteroso, al irreproducible, al inferior que justifica, e identifica, la función vomitiva de discriminación. Pero discriminar no implica sólo elegir, sino que implica hacerlo éticamente, con la mayor libertad posible, sin prejuicios, con entendimiento y sin aturdimiento (Justificación).
Por todo esto, la educación debe trabajar sobre el prejuicio, dejar de justificar y empezar a entender. Porque sólo así es posible encontrar virtud en la diferencia, conservando y transformando sólo aquello que vale la pena.
Vocación, y afecto por el oficio
El quehacer docente manifiesta -o por lo menos así deber ser a juicio de este autor- un gran componente vocacional. En primer lugar porque este se da como parte de nuestras relaciones humanas, en donde con frecuencia las “pruebas existenciales”9 o contingencias áulicas; se superponen al salario o la formación del docente. Y en segundo lugar, porque la vocación añade a la enseñanza una serie de valores existenciales, que hacen posible distinguir cuando estamos en presencia de alguien que hace lo que le gusta - de alguien que tiene vocación por lo que hace- de alguien que se halla a disgusto. Articúlese todo lo antedicho con la película “Escuela de Rock” (2003) donde el protagonista Dewey Finn a causa de encontrarse desempleado y gracias a una serie de eventos fortuitos en concurso con su amor por el rock and roll, llega a posicionarse como maestro de una escuela de rock –y líder de la banda que en dicha escuela se conforma- donde se otorga a cada niño -a cada integrante de la banda- el lugar para hacer lo que más le gusta lo que más ama, a la vez, que se transmiten valores como: la solidaridad, el cooperativismo, la unión, etc.
De lo expuesto hasta aquí, se desprende que la enseñanza mediante la vocación se vincula con el afecto. Pero no un afecto al carente, dirigido al menesteroso o al decir de Abramowski (2010) que proviene del docente amador. Sino un afecto que se halla en la tarea y tiende a la emancipación del estudiante gracias al uso de su inteligencia. Tal como lo expresa Ranciere10:
“(…) Quien enseña sin emancipar atonta. Y quien emancipa no ha de preocuparse de lo que el emancipado debe aprender. Aprenderá lo que quiera, quizá nada. Sabrá que puede aprender porque la misma inteligencia actúa en todas las producciones del arte humano, que un hombre siempre puede comprender la palabra de otro hombre (…)”.
En tano que, podemos resumir vocación, amor y afecto como componentes irreducibles del oficio de enseñar. No sólo porque la palabra oficio nos remite a como alguien hace su trabajo sino también, porque un oficio es con frecuencia lo que intenta ser enseñado. Recordemos una frase de Rousseau:
. Pero oficio no es sólo lo que se enseña sino también, lo que se produce, la obra, la eficacia en hacer lo que se hace, o aquello que logro ser de una manera distinta a como era gracias a la intervención del artesano y de su arte. Y es en el resultado propio de la obra, donde se pone a prueba o se constata las bondades del artesano y se le reconoce como tal.” (…) El oficio que quiero enseñarle es el vivir (…)”
Transpolemos lo antedicho a la obra del maestro, a su clase. ¿Cómo reconocemos a alguien que tiene oficio para enseñar, a alguien que es un artesano11 de su clase? Primero, ese artista como vimos, debe tener vocación, debe sentir lo que hace más allá de cualquier otra sensación. Segundo debe amar lo que hace sin importar obstáculo que tenga adelante – porque no hay artista que no enfrente complicaciones- Y tercero y último, debe afincarse a su obra para obtener ese reconocimiento tan deseado, ese reconocimiento que según Adler, (2007)12 es parte característica de la existencia humana.
La película Front of the class (Al frente de la clase, 2008)13 donde un joven maestro diagnosticado con síndrome de Tourette logra vencer los inconvenientes tanto individuales como colectivos que le trae esta problemática. Afincándose en su vocación docente, conjuntamente con sus “poco convencionales” estrategias de clase. Llegando a convertirse en el maestro del año durante su primera experiencia docente. Identifica claramente, lo que queremos explicitar con el “oficio de la enseñanza”.
Transferencia, transmisión y la equis a despejar
Si seguimos a Dicker (2004)14 (…) transmitir no es otra cosa que hacer llegar a alguien un mensaje (…)”. El acto de transmisión se caracteriza por ser un hecho social y dinámico, –es decir donde necesariamente hay movimiento- que supone un componente de conservación o de herencia que se desea transferir. Pero que también, se quiere resignificar, permitiendo a los herederos (estudiantes, aprendices, etc) Modificar aquello que les fue dado, y transformarlo en dable. Y así no sólo poder cambiar desde lo individual sino también; desde lo colectivo. Es decir, que para que algo sea transmisible se deben cumplir en principio dos condiciones: Que sea heredable y admita modificaciones.
Retomando lo mencionado respecto del “oficio de enseñar” sea cual sea nuestro oficio este no puede carecer de transmisión, aún a riesgo de que se transmita algo que no se desea; siempre hay un proceso comunicativo (vincular). Pues como dijimos, la transmisión es un hecho eminentemente social y como tal; no puede prescindir del mensaje. Dentro del campo de la enseñanza es posible distinguir como bien mencionan Antelo y Alliaud (2009) una transmisión del oficio y un oficio de la transmisión, que aunados en el devenir entre formador y formadores constituyen la práctica de enseñar.
Hasta ahora, hemos podido ver que lo transmisible es heredable, modificable y practicable (porque se da en la experiencia entre formador y formadores) pero nos queda por develar eso que Meirieu (2003) llama el “si quiere aprender”, aquello incalculable que surge de no saber el resultado de antemano y que de alguna manera, justifica la intervención docente. A sabiendas de Antelo es el encuentro con el otro, lo que escapa a todo calculo. Lo que a nuestro entender presenta en el proceso de transferencia una incógnita, un punto a develar e interviene necesariamente -influye- en el resultado. Será objeto de todo artesano conocer dicha incógnita si este pretende ser identificado por su obra.
Sólo a modo de indicio, y a juicio de quien escribe; podemos decir que lo imprevisible, lo incalculable, que surge del encuentro con el otro. Debe estar relacionado con la voluntad y su ejercicio al momento de aprender, o más bien, al momento de construir algo nuevo con aquello que fue ofrecido como herencia.
15“(…) A través de la experiencia del niño, del sabio y del revolucionario, el método del azar practicado con éxito por los estudiantes flamencos revelaba su segundo secreto. Este método de la igualdad era principalmente un método de la voluntad. Se podía aprender solo y sin maestro explicador cuando se quería, o por la tensión del propio deseo o por la dificultad de la situación (…)
Enseñar ahora
Si tomamos lo que dice Debray (1997) y entendemos a la comunicación como algo que se da en el espacio y a la transmisión como algo que se da en el tiempo. Vemos que a pesar del avance de las nuevas tecnologías, la escuela continua cumpliendo con su función de transmisión de aquello que como ya mencionamos; pretende ser conservado.
Según Antelo (2005) para que exista un acto educativo deben darse tres condiciones: intencionalidad, vínculo, y promesa de transformación. La intencionalidad refiere a lo que el mismo autor menciona como “meterse con el otro”; el vinculo a una forma de intromisión, y la promesa de transformación -según lo antedicho- de alguna manera, justifica el quehacer docente. En este punto queremos añadir a lo expresado por Antelo16 que para nosotros, tanto la intencionalidad, como la forma de intromisión; pueden sintetizarse en un acto provocador. Y por ende, convertir al docente en un provocador. No en un payaso, ni en el “profe” más copado, sino en aquél, que mueve primero para incomodarnos, para corrernos del lugar en el que estamos. Y así, permitirnos transformar y transformarnos, mejorando todo lo que nos rodea
Por último, queremos decir que, si bien suscribimos la hipótesis referente a que la palabra contexto parece haberse convertido en sinónimo de pretexto17 dentro de la enseñanza de hoy. No debemos dejar de bregar porque el enseñar se vuelva un hecho practicable, ensayable, experimentable, que apoyado en las conformación de saberes específicos (Know how) permita al docente rebelarse a aquella premisa que dice: “Uno enseña cómo le han enseñado” y recordar como bien lo manifiesta Ingenieros que:“(…) lo bueno posible se alcanza buscando lo imposible mejor (…)” 18 y para ello hay que probar y atreverse a cambiar…
Notas
Diccionario de la Real Academia Española; Enciclopedia Británica, Biblioteca del Instituto Tecnológico Autónomo de México.
Nos referimos puntualmente a las obras: Ética a Nicómaco (Aristóteles, siglo IV a. C). y la República (Platón, Aprox siglo V a. C).
Véase revista de Filosofía Instituto Luis Vives, CSIC.
Véase anales de la Real Academia Española.
Véase Weber Max. Dominación tradicional. Así como también, el film “Padre Padrone” (1979).
Experimento Milgram (1963).
Véase Naranjo, E. La dimensión social del cuerpo con discapacidad y su valoración en los sistemas de producción.
Porque no resulta necesariamente fluida dado a que la autoridad tiende a estar más en un lugar que en otro.
Dubet, F. (2006). El declive de la institución. Profesiones, sujetos e individuos en la modernidad.
Rancière, J. (2003) El maestro ignorante.
Si bien reconocemos que en palabras de Antelo, E. lo que diferencia al artesano del maestro es que este último quiere tener razón. Aquí la palabra artesano es tomada extrictamente como sinónimo de excelso.
Adler, A. Understanding Human Nature. En: Fifty psychology classics. Boston – Londres: Nicholas Brealey Publishing, 2007.
Basada en la historia verdadera de Brad Cohen.
Y el debate continua ¿Por qué hablar de transmisión?
Op cit, Ranciere.
De acuerdo con lo que el mismo autor expresa en sus clases.
Ibid.
Ingenieros J, Las fuerzas morales (1999).
Bibliografía
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Antelo, E. Notas sobre la (incalculable) experiencia de educar. (Disponible online)
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Debray, R. (1997) Transmitir. Buenos Aires, Manantial.
Diker, G (2004) Y el debate continúa. ¿Por qué hablar de transmisión? En: Frigerio, G; Diker, G (Comps.) (2004) La transmisión en las sociedades, las instituciones y los sujetos. Buenos Aires, Novedades Educativas.
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