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El origen del atletismo moderno

 

*Doctor Europeo en CC. De la Actividad Física y del Deporte

Licenciado como número 1 de la promoción en CC. De la Actividad Física y del Deporte

Licenciado en CC. Empresariales. Licenciado en Derecho. Diplomado en Fisioterapia

Profesor de la Universidad Autónoma de Madrid

**Doctora con Mención Europea en CC. de la Actividad Física y del Deporte

Máster en CC. de la Actividad Física y del Deporte

Profesora de la Universidad de Alcalá y de la Universidad Complutense de Madrid

Campeona de España de baloncesto

Antonio Monroy Antón*

antonio.monroy@uam.es

Gema Sáez Rodríguez**

g.saez@uah.es

(España)

 

 

 

 

Resumen

          El atletismo es una actividad deportiva tan antigua como el propio ser humano. Desde la prehistoria, los lanzamientos, los saltos y la carrera han sido ejecutados por el hombre con motivos de necesidad, juego, rituales y otros muy diversos. Sin embargo, la historia del atletismo como un deporte moderno es mucho más reciente. En este artículo se hará un repaso de la historia del atletismo moderno, desde los inicios del siglo XVI hasta comienzos del siglo XX, donde su evolución no se detiene pero sí que pasa a ser ya algo mucho más parecido a lo que es en la actualidad.

          Palabras clave: Atletismo. Inglaterra. Rugby. Crick Run. Footmen.

 

 
EFDeportes.com, Revista Digital. Buenos Aires, Año 15, Nº 152, Enero de 2011. http://www.efdeportes.com/

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    Los orígenes del atletismo moderno se encuentran, como los de casi todos los deportes, en Inglaterra. La inmensa mayoría de las pruebas actuales fueron inventadas por los estudiantes universitarios ingleses: el salto de longitud, el triple salto, las pruebas de vallas y las de obstáculos, etc. De igual manera, fueron ellos los que establecieron las distancias para las distintas modalidades de carreras.

    En cuanto a las carreras pedestres, al parecer surgieron como una nueva alternativa a las carreras de caballos que tanta aceptación tenían en Inglaterra. Ya en el siglo XVI, los sirvientes llamados “footmen” corrían delante o al lado de los carruajes para evitar que se ladearan peligrosamente y para guiar a las caballerías. De ahí surgió la idea de algunos señores de hacer competir a estos sirvientes en competiciones más formales.

Footmen inglés, antecedente directo del atleta

    Los primeros footmen competían en carreras muy largas: así, se conoce que en tiempos de Isabel I, un irlandés llamado Langhan, corrió 148 millas en 42 horas para recoger una medicina para Lady Berkeley, hazaña por la cual recibiría un nuevo vestuario como premio. Poco después, algunos señores acaudalados hicieron competir a sus footmen en carreras de hasta más de diez millas.

    Las carreras se extienden poco a poco a otras clases sociales, y así algunos caballeros sin recursos recurrieron a este tipo de pruebas para llamar la atención de los grandes señores. Es el caso de Robert Carey, que hizo un recorrido de doce días a pie, por lo que recibió la cantidad de 2000 libras esterlinas. Incluso existen referencias de que el propio rey Carlos II practicaba a veces la marcha rápida por puro placer.

Robert Carey, 1st Earl of Monmouth (1560-1639) en el centro de la imagen

    A finales del siglo XVII se establece la distinción ya clara entre las carreras y la marcha. En 1670, un tal Digby, vestido tan solo con un taparrabos de lino, pierde por medio minuto una apuesta de 50 libras sobre una marcha de cinco millas que debía lograr en menos de una hora. Al espectáculo asisten el Rey, la corte y gran número de personas. Poco después un hombre corre desnudo por Sr. James´ Park por puro placer, lo cual causa gran algarabía. Al parecer, el hecho de correr desnudo se basaba simplemente en el intento de llevar el menor peso posible para correr más ligero.

    La primera competición de saltos de que se tiene constancia en el atletismo moderno se remonta a 1683, cuando Lord Dunblain es retado a cubrir 60 yardas en 20 saltos, lo que logró con gran facilidad para gran asombro de los espectadores de la época.

    A partir del siglo XVIII las carreras empiezan a encontrarse ligadas fuertemente al mundo de las apuestas. Como ejemplos, la de un alemán de 64 años, en 1709, a que cubría una distancia de 300 millas en seis días de marcha en Hyde Park, la de un vendedor de gallinas de Leadenhall Market a que podía marchar durante 27 horas a un promedio de cinco millas por hora, la que se hizo sobre una niña de apenas 18 meses a que podía recorrer una media milla en 30 minutos, etc.

    Se buscaba cada vez lo más insólito para atraer al público a las pruebas, ya que las apuestas generaban amplios beneficios económicos. Así, en 1748 se organizó en Londres una carrera de cuatro millas entre dos mujeres jóvenes que, en principio, iban a correr desnudas, si bien posteriormente el proyecto no fue autorizado y hubieron de correr con blusas y calzones anchos. Poco después se organizó otra carrera entre mujeres embarazadas. También había carreras de enanos, cojos y otros disminuidos físicos.

    En estas carreras solo se solía otorgar premio al primer clasificado.

    Ya a mediados del siglo XVIII aparece la figura del corredor o marchador “gentleman”, en clara contraposición a los corredores y marchadores provenientes de los estratos sociales más bajos. Estos gentleman competían sólo por la fama o por la autosatisfacción. Es el caso de Thomas Carlisle, escritor y filósofo, que en 1740 establece la mejor marca en cuanto a distancia recorrida llegando a correr 17 km. y 300 metros.

    De pocos años después datan la aparición del cronómetro, la mayor precisión de las medidas del tiempo, en fracciones de un quinto de segundo, y el reconocimiento de ciertas medidas estándar en las carreras.

    El más famoso andador de esta época tiempos es Robert Barclay Allardyce, un noble escocés que en 1811 caminó 110 millas en 19 horas y 27 minutos en un parque lleno de barro, en 1808 otras 60 millas en 11 horas, o 1000 millas en 42 días en 1809, perdiendo 17 kilos en el intento. Por otra parte, su capacidad como velocista quedó también demostrada al realizar el cuarto de milla en 56 segundos.

Robert Barclay Allardyce (1779-1854)

    Así surge poco a poco la figura del héroe deportivo, que ve sus proezas contadas en los periódicos y cobra honorarios por aparecer ante el público en las competiciones.

    A mediados del siglo XIX se empiezan ya a diferenciar las diferentes pruebas que conformarán el atletismo moderno. De este modo, se fijan las carreras en 20 millas, una milla o cien yardas –diferenciando ya claramente entre velocistas y corredores de fondo-, el peso de las piedras o troncos levantados o lanzados en los festivales folclóricos entre las cinco y las cincuenta libras –peso que en Dublín, en 1857, se fijaría ya en dieciséis libras-, se introducen las pruebas de vallas altas y bajas, los saltos con y sin carrerilla, etc. Los récords para las distintas competiciones comienzan también a ser conocidos.

    Es en el célebre College de Rugby donde se celebra la primera competición de carrera a pie de una forma ya racional y organizada. Se trata de la “Crick Run”, creada en 1837, y reservada a los alumnos mayores de 17 años. Esta competición ha permanecido inalterada hasta nuestros días, siendo la más antigua de cuantas se celebran en el atletismo moderno.

Carrera pedestre de 1874, al estilo de la Crick Run de Rugby

    El ejemplo de Rugby pronto es imitado, y así, en 1850, Eton crea su propia carrera, a la que siguen un buen número de Public Schools.

    Poco después, en 1864, se celebra el primer enfrentamiento atlético entre Oxford y Cambridge, del que se tienen pocos datos.

    Y, por fin, en 1886, se crea el Amateur Athletic Club, fundado con la finalidad de organizar los campeonatos nacionales de Inglaterra, que comenzarían ese mismo año. Así comienza ya el atletismo que, ya con muy pocos cambios, se mantendrá hasta la actualidad.

Bibliografía

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