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Interrogantes sobre actividad física y ciclo menstrual

 

Ldo. en Ciencias de la Actividad Física y del Deporte (UPM)

Máster en Actividad Físico-Deportiva, Personas con Discapacidad

e Integración Social (UAM). Profesor de Educación Física

Carlos Felipe Rello

carlosfelipe_ef@hotmail.com

(España)

 

 

 

 

Resumen

          Este artículo aborda una serie de cuestiones relacionadas con la actividad física y el ciclo menstrual. Trataremos de responder a ciertos interrogantes que nos han acompañado a los profesionales de la actividad física y la salud desde que la mujer se incorporó al mundo de la actividad física y el deporte

          Palabras clave: Actividad física. Menstruación. Rendimiento. Menarquia. Triada.

 

 
EFDeportes.com, Revista Digital. Buenos Aires, Año 15, Nº 151, Diciembre de 2010. http://www.efdeportes.com/

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Introducción

    La creciente participación de la mujer en programas de ejercicio físico regular, tanto a nivel recreativo como de alta competición, ha hecho que se haya comenzado a estudiar y entender las adaptaciones fisiológicas específicas de la mujer deportista.

    La medicina deportiva así como los técnicos deportivos han demostrado un especial interés por conocer la influencia recíproca que puede existir entre los ciclos menstruales y la actividad física. Por ello muchos estudios, como los citados por Wells (1992), relacionados con el ejercicio físico se han preguntado lo mismo: ¿cómo puede afectar el entrenamiento físico al ciclo menstrual de la mujer? Otros investigadores han abordado este mismo tema pero en el sentido contrario: ¿afecta el ciclo menstrual al rendimiento físico de la mujer?

    Si el análisis del rendimiento deportivo durante el ciclo menstrual tiene importancia para el técnico deportivo, la influencia del deporte sobre la menstruación y sobre la vida genital de la mujer interesa sobre todo al médico; pero tampoco puede ser olvidada por quienes dirigen y enseñan las actividades físicas.

    Por otro lado, “sabemos que la menstruación está regida por factores hormonales y nerviosos, de ahí que agentes extragenitales pueden alterar un ciclo menstrual y a su vez la menstruación influenciar las actividades físicas de la mujer”. (Guerra, 1976)

Desarrollo del tema

    A la hora de hablar sobre el ciclo reproductor de la mujer y ejercicio físico resulta obligado responder a una serie de interrogantes, cuestiones éstas que se van a considerar por separado aunque, en cierto modo, se complementan y presuponen:

¿Qué influencia tiene el ciclo menstrual sobre el rendimiento?

    El rendimiento de la deportista a lo largo del ciclo menstrual ha sido tema de estudio de numerosos autores (Guerra, 1976; Díaz López y cols., 1994; Palacios Gil-Antuñano, 2001), ya que su importancia es fundamental en el éxito competitivo.

    Los versados en el tema no se ponen de acuerdo. Por un lado hay trabajos que no encuentran diferencias en el rendimiento físico de las mujeres durante las diversas fases de su ciclo reproductor. Pero también existen, por otro, estudios que sugieren una clara influencia de las distintas fases del ciclo menstrual.

    Sin embargo, no se debe olvidar el hecho de que muchas medallas olímpicas y muchos récords se han conseguido en cualquiera de las distintas fases del ciclo menstrual. Joel (1958; citado en Wells, 1992), afirma que por lo menos seis medallas de oro en competiciones de atletismo y de natación fueron ganadas por mujeres que estaban en su fase menstrual en los Juegos Olímpicos de 1956 de Melbourne.

    Erdelyi (1962) hizo una revisión de los trabajos sobre actividad física y “observó que cuando se pregunta a la mujer su opinión sobre su rendimiento físico durante los días de la regla, entre un 31% y un 48% cree que es peor, un 42-48% no encuentra cambios y un 13-15% asegura tener un mejor rendimiento físico durante los días de la menstruación” (citado en Gorostiaga Ayestarán, 1996). Como puede observarse son estudios sujetivos basados en la propia percepción de la deportista.

    Wells (1992) señala varios estudios, entre ellos el de Kral y Markalous en 1958. Estos autores centraron sus investigaciones en el rendimiento de atletas de alto nivel en los campeonatos de atletismo celebrados en Praga en 1930 y concluyeron que el 29% de las participantes lograron sus mejores resultados durante el flujo menstrual, el 63 % no experimentaron ningún cambio en su rendimiento y el 8% experimentó una leve caída en sus resultados durante la menstruación.

    Nácher y cols. (1995) valoraron los niveles de fuerza explosiva, velocidad de desplazamiento y resistencia aeróbica durante las tres fases del ciclo menstrual (menstrual, folicular y luteínica). Las conclusiones de su investigación no identificaron ninguna diferencia significativa en los resultados obtenidos durante las tres fases, sólo se observa una tendencia al empeoramiento en la prueba de resistencia aeróbica de los valores de VO2 máx. durante la fase luteínica. Los autores concluyen que no se deberían producir variaciones de fuerza, velocidad y resistencia durante el ciclo menstrual, aunque sería interesante investigar si realmente la duración del esfuerzo está relacionada con el rendimiento durante el ciclo menstrual y si hay diferencia entre mujeres entrenadas y no entrenadas.

    Recientemente otros estudios, como los de Izquierdo Miranda y Almenares Pujadas (2002), confirman la existencia de diferencias entre los resultados obtenidos en la prueba de velocidad en la Fase premenstrual y los de las otras fases. En este estudio las deportistas desplegaron una velocidad significativamente mayor (p < 0.05) en la Fase postmenstrual, en relación con la Fase menstrual y la Fase premenstrual, momentos en que se observan los menores rendimientos para esta cualidad.

    Donoso Pérez y cols. (2007) analizaron la respuesta fisiológica de la mujer al esfuerzo de alta intensidad en las diferentes fases del ciclo menstrual. Para ello 9 mujeres fueron evaluadas en cinco ocasiones a lo largo de un ciclo menstrual: ovulación, fase post ovulatoria, fase premenstrual, fase menstrual y fase postmenstrual. El esfuerzo evaluado fue un test de natación de 200m. Los resultados obtenidos indican que los parámetros analizados en la respuesta fisiológica de la muestra no son capaces de discriminar los cambios hormonales que acompañan el ciclo menstrual. Si bien, el incremento significativo de la concentración de lactato en la fase premenstrual puede reflejar una mala asimilación de la carga de trabajo que podría estar asociada a la presencia de una alta concentración de progesterona, característica de este periodo.

    Tras esta exposición de diferentes estudios, puede concluirse que no hay evidencias concluyentes que sugieran que la función menstrual afecta al rendimiento físico. Existe posiblemente una fase del ciclo, como es la fase premenstrual, en la que una deportista particular puede ser más o menos eficiente. En los casos que así sean, los programas de entrenamiento y de competición deben ajustarse en concordancia. El entrenador debe individualizar, por tanto, el programa de entrenamiento de cada deportista en lugar de emplear el mismo programa para todo un equipo.

¿Se puede manipular el ciclo menstrual para obtener mejores resultados?

    Se puede estar de acuerdo con el Dr. Guerra (1976) cuando afirma que es posible cambiar la iniciación de un ciclo mediante la administración de hormonas. Dicha administración, según este autor, no puede considerarse un “doping”, ya que el fármaco que se emplea en estos casos no aumenta por sí mismo la capacidad de la deportista, sólo trata de eliminar la desventaja del período pre o intramenstrual.

    Gorostiaga Ayestarán (1996) recomienda el uso de estos fármacos en mujeres con problemas de síndrome premenstrual o dismenorrea, que controlan sus ciclos, por ejemplo con anticonceptivos, para evitar que estas molestias puedan influir negativamente en sus marcas.

    En cambio, otros autores como Wells (1992) creen que estos anticonceptivos no son deseables (a menos que sean necesarios para la anticoncepción) dado que suprimen la función cíclica del conjunto hipotálamo-hipofisario.

    Uno de los fármacos más utilizados son los anovulatorios, con los cuales se han conseguido notables éxitos. Sin embargo, la falta de respuesta en algunos casos y principalmente los efectos secundarios en otros obligan a ser muy cautos en la prescripción a una deportista que en determinadas circunstancias necesite utilizar de todos sus recursos para una determinada competición.

    Guerra (1976) señala una serie de efectos secundarios, consecuencia de la toma de contraceptivos orales para alterar el ciclo menstrual, entre los que destacan el aumento de trastornos tromboembólicos, la hipersensibilidad del pezón, el aumento de peso y las pequeñas hemorragias o manchas de sangre ocasionales.

    De todo lo dicho se deduce que la deportista cuyo rendimiento sea inferior en alguna fase del ciclo menstrual tiene la posibilidad de contar con preparados hormonales que subsanen la disminución de la efectividad deportiva. De esto modo contará con un recurso seguro cuando sea necesario. Aunque también es necesario tener en cuenta que siempre deberá estar supervisada por un Especialista en Medicina Deportiva y que la salud de la deportista estará por encima del beneficio de un mejor rendimiento.

¿Es cierto que el entrenamiento físico intenso puede retrasar la menarquia?

    Está constatado, según los siguientes estudios, que jóvenes deportistas gimnastas, bailarinas y patinadoras, tienden a presentar una maduración sexual y esquelética retrasada.

    Por ejemplo, Frisch y Cols. (1981; citado en Gorostiaga Ayestarán, 1996), publicaron un trabajo en el que mostraban cómo aquellas deportistas que han empezado a entrenar a edades muy jóvenes tienen su primera regla más tarde que las chicas que no practican deporte; concretamente, en las deportistas la menarquia se produce a la edad media de 15,1 años y en las sedentarias a los 12,7 años.

    Además del alto rendimiento deportivo, Wells (1992) señaló que “las variaciones ambientales (tales como el estado nutricional, el nivel socioeconómico, el número de miembros en la familia, la altitud y ciertas enfermedades) tienen la misma importancia”. Es por ello que el desarrollo de la pubertad y la edad de la menarquia deben ser examinados en relación con estos factores y las amplias variaciones entre individuos.

    Warren en 1982 (citado en Díaz López y cols., 1994) demostró que el estrés físico que conlleva el entrenamiento intenso es el factor que determina el retraso en la menarquia, pues cuando compararon jóvenes estudiantes de música, bailarinas de ballet, deportistas y controles, el retraso fue mucho más significativo para las bailarinas y deportistas que para las estudiantes de música.

    Más concretamente Frisch y cols. (1981; citado en Wells, 1992) afirman que existe un retraso en la menarquia de 0,4 años por cada año de entrenamiento en las nadadoras y corredoras universitarias.

    Autores como Wells (1992) y Díaz López y cols. (1994) apuntan como posible hipótesis para explicar la asociación aparente entre el entrenamiento deportivo intenso y una mayor edad para la menarquia, la hipótesis de la composición corporal. Según esta hipótesis, propuesta por Frisch en 1976, se necesita un cierto peso (sobre 48 kg) o porcentaje de grasa corporal (sobre 17%) para que ocurra la menarquia.

    Otra posible hipótesis es que: “la niña que madura pronto es probablemente apartada socialmente de los deportes de competición mediante una miríada de motivos sociales y de posición” (Malina y cols., 1978; citado en Wells, 1992). Ello sugiere que una vez que una niña ha desarrollado la totalidad de las características sexuales de la mujer adulta, sus intereses se trasladan del deporte a objetivos más sociales.

    Queda claro que las deportistas adolescentes altamente entrenadas tienen la menarquia a edades más tardías que las chicas de su misma edad que no se entrenan. También es cierto, en la mayoría de los casos, que las características morfológicas asociadas con la maduración más tardía en las mujeres son aquellas que resultan más adecuadas para el rendimiento deportivo.

¿Qué es la amenorrea secundaria? ¿Por qué se produce en la mujer deportista?

    Amenorrea es la ausencia de menstruación; y se le da el apellido de secundaria, según definición del Profesor W.E. Gibbons (citado en Gorostiaga Ayestarán, 1996): “cuando en los meses anteriores ha habido hemorragia menstrual, que se interrumpe después durante al menos tres meses en mujeres con antecedentes de menstruación regulares, o durante seis meses en mujeres con antecedentes de menstruaciones irregulares”.

    Está admitido por numerosos autores (Wells, 1992; Gorostiaga Ayestarán, 1996; Palacios Gil-Antuñano, 2001; Jaffe, 1998) una mayor incidencia de amenorrea entre las deportistas si se comparan con las mujeres sedentarias.

    Según un estudio de Highet (1989; citado en Díaz López y cols., 1994) se ha demostrado una correlación entre la intensidad de entrenamiento y la incidencia de amenorrea. Así en un grupo de atletas entrenadas tras menarquia, la incidencia varió desde un 6% en las que corrían menos de 10 millas semanalmente a 43% en aquellas que corrían más de 70 millas semanales.

    Wells (1992) describe algunos de los mecanismos propuestos en la etiología de la amenorrea de esfuerzo. A continuación se resumen los más estudiados:

    La amenorrea de las deportistas, por tanto, resulta de asociar múltiples variables, como dieta, estrés psicológico o disminución del peso corporal, y además del ejercicio físico hay que tener en cuenta la edad ginecológica o el historial menstrual anterior.

¿Son reversibles estos trastornos del ciclo menstrual?

    Según diversos estudios, estos trastornos relacionados con el ejercicio físico son rápidamente reversibles una vez que se reduce el entrenamiento y se gana un poco de peso.

    Los resultados de una encuesta publicada por Stager (1984; citado en Gorostiaga Ayestarán, 1996) realizada a antiguas atletas de fondo, reveló que la mujer recobra su periodicidad menstrual normal en un plazo máximo de 6 meses después de dejar de entrenar, con una media de 1,7 meses.

    Bullen y cols. (1985; citado en Díaz López y cols., 1994), sugirieron que la razón en la que la intensidad de entrenamiento aumenta puede ser importante para que se desencadene amenorrea. Tras un programa de entrenamiento intensivo de un grupo de deportistas, solamente 2 mujeres no mostraron cambios en la menstruación, un 22% mostraron una fase luteal corta y un 46% se hicieron anovulatorias. Sin embargo, tras 6 meses sin entrenamientos, todas las deportistas habían recuperado la función menstrual.

    Por tanto, puede pensarse que la amenorrea es un efecto fisiológico temporal y reversible, y que al rebajar la intensidad del entrenamiento y variar la dieta casi siempre se recuperan las funciones normales en pocos meses.

¿Qué deportes son más propensos a alterar el ciclo de la mujer?

    Los deportes más propensos a alterar el ciclo menstrual son aquellos, principalmente, en los que hay que realizar un ejercicio físico prolongado (aeróbicos). Entre éstos tenemos las especialidades de fondo y medio fondo en atletismo, la natación, el ciclismo y el ski de fondo. También es frecuente encontrar alteraciones en mujeres que se dedican al ballet, gimnasia o danza moderna, por ser deportes que requieren un peso corporal bajo.

    Este es uno de los puntos en donde los autores que se citan en este trabajo están más de acuerdo. Se encuentra una considerable coincidencia entre ellos en el hecho de que las atletas que practican deportes que exigen bajo peso corporal tienen más posibilidades de sufrir trastornos en su ciclo menstrual, y por tanto, requieren de mayor seguimiento.

¿Cómo podrían prevenirse o tratarse las alteraciones menstruales?

    Las alteraciones menstruales asociadas con el entrenamiento físico no deben nunca ser ignoradas. Al contrario, debe hacerse una evaluación médica. La irregularidad menstrual puede tener muchas causas, entre las cuales se hallan los tumores hipofisarios, la menopausia prematura y por supuesto el embarazo.

    El diagnóstico de la alteración menstrual asociada con el ejercicio es un diagnóstico de exclusión y se basa en ir descartando patologías. Además es imprescindible la evaluación médica, un cuidadoso historial menstrual y un reconocimiento pélvico.

    Una vez determinadas las causas y gravedad de los trastornos menstruales se debe orientar el problema. Es imprescindible que el grupo interdisciplinario que rodea a la atleta actúe de manera conjunta y escuche a la deportista sobre sus inquietudes y conductas.

    Numerosos autores (Casares Polo, 2006; Gorostiaga Ayestarán, 1996 y Wells, 1992) coinciden en que es necesario un control riguroso del entrenamiento y de sus menstruaciones; en el caso de éstas, controlando el volumen, la frecuencia y duración del sangrado. Y también examinando sus rutinas dietéticas diarias para lograr un mejor equilibrio entre sus necesidades de alimentación, entrenamiento y psicológicas.

¿Qué es la triada de la deportista?

    Fue en el congreso Americano de Medicina del Deporte en 1992 donde se describió por primera vez la triada de la mujer deportista. Este síndrome hace referencia a la interrelación de tres entidades médicas diferenciadas que pueden coexistir en las mujeres deportistas: alteración de la conducta alimentaria, disfunción menstrual y osteopenia prematura que puede dar lugar a osteoporosis.

    Este síndrome ha aumentado su presencia entre las deportistas profesionales a medida que se han impuesto planes de entrenamiento abusivos y una preocupación obsesiva por mantener un bajo peso, reduciendo el porcentaje de grasa corporal, lo cual lleva a presentar trastornos de la alimentación, amenorrea, pérdida de masa ósea y osteoporosis.

    Un estudio realizado por Izquierdo Miranda y cols. (2006), en donde analizaron 125 artículos científicos sobre el tema, demuestra que predominan los criterios donde la causa fundamental es la reducción en el peso corporal y la mayoría de autores consideran que su etiología es multifactorial.

    Todas las mujeres deportistas tienen un riesgo potencial de desarrollar los trastornos de la triada. Sin embargo, parece que existe un perfil de riesgo que incluye a las mujeres que practican deportes en los que se considera que el bajo peso corporal y la baja grasa corporal son una ventaja (gimnasia, patinaje artístico, carreras de fondo), especialmente si son atletas de élite o de un nivel altamente competitivo. Las atletas de deportes individuales parecen que tienen un mayor riesgo que las que practican deportes en equipo.

    La mujer deportista debe aceptar que el factor genético es preponderante para tener tendencia a acumular mayor o menor cantidad de grasa corporal. Debe admitir su forma y somatotipo corporal y tratar de modificar su composición corporal a través de conductas alimentarias y nutricionales adecuadas y saludables, acompañadas de planes de entrenamiento ajustados a sus necesidades.

    Un papel fundamental en la prevención de la triada de la atleta es la formación de médicos, entrenadores y deportistas sobre este importante problema.

Bibliografía

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