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Variantes lúdicas infantiles del béisbol en Matanzas

 

Docente en Educación Física

(Cuba)

MSc. Jesús Lantigua Hernández

valnet2009@yahoo.es

 

 

 

 

Resumen

          En torno al béisbol existen muchísimas variantes lúdicas infantiles en la provincia Matanzas, formas estas que favorecen el aprendizaje de la disciplina, contribuyendo a relacionar a los infantes con un deporte que en la isla es verdaderamente apasionante. La posibilidad de practicar expresiones tales como: “A la manito”, “El ponchadito”, “Tres rolling y un fly” y otras, viabiliza el desarrollo en los pequeños de habilidades relacionadas con acciones ofensivas o defensivas, inherentes al quehacer beisbolero.

          Palabras clave: Béisbol. Juegos. Pitenes.

 

 
http://www.efdeportes.com/ Revista Digital - Buenos Aires - Año 15 - Nº 146 - Julio de 2010

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Introducción

    En Cuba, el béisbol es pasión. Los cubanos, casi sin excepción, profesan un amor increíble por su deporte nacional y en esa relación casi mística que se establece por doquier entre hombres y juego, los de la isla, sin dejadez alguna de una férvida exaltación hacen que cada jugada sobre el terreno ocupe un sitial destacado en sus más encumbrados sentimientos. Para cualquier isleño discernir acerca de béisbol es algo bien común. De la misma manera que un nacido en la ínsula es capaz de ponderar su propio dominio acerca de la disciplina, a partir de excelentes y bien estructuradas disertaciones; también lo es de exhibir una pluralidad comunicativa poco vista en otras latitudes, enriquecida de continuo por gestos, frases incoherentes, gritos y toda clase de ruidos onomatopéyicos, con la que llega a expresar parte del desenfado de sus increíbles y reconocidos jugadores.

    La temporada beisbolera en Cuba alcanza tan alta efervescencia durante su desarrollo que resulta muy difícil entonces establecer un diálogo con algunos de los insulanos, sin que no afloren los comentarios acerca de los últimos resultados competitivos, no ajenos estos a los más disímiles posicionamientos: los unos representados por seguidores empedernidos y los otros por acérrimos detractores; fieles todos a sus respectivas selecciones, independientemente del liderazgo que representen estas dentro del clásico nacional. Tal disparidad ha acompañado desde antaño a las diferentes generaciones, a veces con un tinte regionalista más acentuado que en otras oportunidades; pero sin dejar de constituir en esencia, un orgullo íntimo de claros ribetes nacionalistas.

    Los equipos de béisbol en la isla, representantes de sus más diversas zonas, se nutren de jugadores sobradamente talentosos que si bien no todos alcanzan la gloria de militar en la selección nacional, reciben al menos una ostensible notoriedad a expensas del reconocimiento popular. Estos peloteros transitan casi siempre desde las categorías inferiores imponiendo, con su reconocida calidad, estilos diferentes. Realmente no podría ser de otra manera, pues al decir de los propios habitantes de la isla caribeña, el béisbol es algo que ellos llevan en la sangre; algo así como una condición genética que les ha sido transferida de padres a hijos.

    A partir de una masividad exclusiva, reconocida desde las primeras edades, se considera que muy pocos son los cubanos que han podido escapar a los influjos del denominado deporte de las bolas y los strikes. La posibilidad de acceder al juego de béisbol a través de otras variantes lúdicas menos complejas y exigentes, durante las edades infantiles, es un elemento muy favorable para que la disciplina se generalice de continuo y puedan los pequeños adentrarse en su ejecutoria a expensas de un marcado dominio de las diferentes técnicas.

    No hay provincia del país donde los niños puedan sustraerse al embrujo apasionante del béisbol; por lo que además de servirle de introducción a la práctica del deporte nacional, las modalidades que de la disciplina deportiva se derivan devienen como fundamentales manifestaciones lúdicas durante sus infancias. El presente artículo describe las maneras diferentes en que los niños en Matanzas se relacionan, desde las primeras edades, con el béisbol.

Desarrollo

    Basta sólo con asomarse a las heterogéneas comunidades, a sus amplitudes rurales, las complejidades urbanas o al patio común de las escuelas todas para entender la magia del béisbol en Matanzas. De variadas maneras, con el uso recurrente de pocos implementos (muchas veces alternativos), pero con un claro mensaje de realización, los niños provincianos disfrutan del bien llamado deporte nacional. A veces los espacios llegan a ser tan reducidos e increíblemente accidentados que para un foráneo cuesta trabajo entender la ocupación de los menores; sin embargo, aquellos, en su mundo de fantasías imitan a los peloteros de su preferencia y tratan de forjar un destino que les resulta indispensable desde esa condición etárea.

    Las variantes lúdicas infantiles atribuibles a la pelota, como es conocido también el béisbol entre los isleños, son muchas y no es extraño que aparezcan otras nuevas a expensas de la creación ardorosa de los propios niños. Así, hasta las mismas pelotas pueden ser suplidas por una gama amplia de objetos (corchos, tacos de madera, esferas de plástico, latas, etc) y los bates se ven sustituidos por garrotes diversos, así como por otros implementos de reconocida longitud, entre los que en no pocas ocasiones aparecen sus propias manos.

    Precisamente, una de estas modalidades lúdicas en Matanzas recibe la denominación de “A la manito”. Como bien indica su nombre, esta expresión se practica sólo con auxilio de ese implemento natural que son las manos de los competidores y una pelota o bola de constitución blanda a la que es posible golpear, sin que con ese accionar se produzcan lesiones entre los niños. Tal vez la génesis de los pitenes de barrio no sea otra, para la mayoría de los infantes matanceros, que esa ingeniosa manera de jugar béisbol, con menoscabo de sofisticados implementos y complejidades técnicas. A esta variedad de juego le es atribuible el conocimiento elemental y primario acerca del citado deporte, así como un proverbial desarrollo de las habilidades que les resultan inherentes.

    El juego “A la manito” se realiza con el auxilio, cada vez, de un número no reconocido de bases, ya que los jugadores pueden hacerlo de forma indistinta: con una, dos o tres almohadillas, atendiendo al número de participantes; sin que se vean los practicantes compulsados al uso exclusivo de las novenas, formaciones aquellas que al complementar bandos opuestos y de manera oficial, suelen dar afiebrada vida al béisbol.

    La citada expresión no precisa, como en la disciplina deportiva, de un espacio exclusivo, pues es realizable en cualquier circunstancia, por limitado que aquel parezca. La carencia de medidas en los terrenos o patios recurrentes se ve suplida de continuo por la asunción de un reglamento especial capaz de regular determinadas acciones ofensivas o defensivas. Ejemplo de estas regulaciones podrían ser algunas como: declarar out a un jugador que golpee la pelota más allá de las cercas, considerar ponchado a todo aquel practicante que conecte tres fouls continuos, ampliar o reducir el ángulo de las líneas del terreno, entre otras.

    Esta modalidad lúdica no presupone la presencia de un pitcher o lanzador como ocurre en el béisbol; pues la bola acá no requiere ser enviada al jugador a la ofensiva, quien por sí mismo se encarga de elevarla con una mano para después golpearle con la otra, tratando de alcanzar una distancia o ubicación determinada, lejos de la protección de los defensores. La presencia de un receptor o catcher responde sobre todo al número de participantes y lo pactado entre ellos inicialmente, siendo la captura de los corredores que intentan anotar, su casi única responsabilidad.

    Cuando los niños juegan “A la manito” acuerdan inicialmente el número de out, así como la cantidad de entradas a jugar. De la misma manera se acogen otras reglas que puedan favorecer el desempeño de los jugadores, al equiparar las desventajas de unos y las fortalezas de otros.

    Como cosa curiosa, capaz de trascender la cultura machista fácilmente apreciable en torno a otras expresiones lúdicas (razón que limita la participación de los unos, en las maneras de jugar de las otras y viceversa), se aprecia una incorporación notable de las niñas en torno a esta variable beisbolera. Lo cierto es que ya en la provincia se aglutinan equipos de mujeres beisbolistas y que su presencia en diferentes eventos parece orientar definitivamente la inclusión femenina en una disciplina vedada, desde antaño, sólo a los representantes del supuesto sexo fuerte.

    La modalidad “A la manito” es una de las primeras ocupaciones lúdicas que relaciona a los infantes, en la provincia, con el juego de pelota. Los adultos disfrutan acá rememorando los pitenes de su infancia; muchos llegan a añorar, de tal manera ese instante deleitoso, que no pueden sustraerse a la tentación de acompañar a los menores en su ejecutoria. De aquí que no sea extraño que la práctica de esta y otras expresiones asociadas al deporte reúnan, en una misma oportunidad, a personas de diferentes edades, como sí la infancia en esta tierra fuera una condición inacabable para los que conocen y practican el béisbol.

    Esta variante “A la manito”, en ocasiones es alternada con alguna que otra expresión más cercana al béisbol, pues los pequeños hacen uso de bates, guantes, así como de bolas equivalentes a las oficiales, en toda clase de combinación lúdica. La transición en las formas de juego aparece, casi siempre, luego que los infantes han alcanzado probados conocimientos y habilidades elementales, aun cuando no siempre ocurra de esa manera, pues muchos pequeños se inician en estos trajines más apegados a la propia disciplina.

    De igual manera resulta muy recurrida otra variante lúdica beisbolera denominada “El ponchadito”. Esta forma se denomina también como: “El taquito” o “El corchito”, en dependencia del implemento alternativo que se disponga. Hay algunos casos en que para esa expresión se usan pelotas de aire u otras de pequeño tamaño, en ocasiones macizas. En todos estos casos es utilizado un bate reducido o en su defecto un listón o garrote de bajo peso, cuya longitud puede variar indefinidamente.

    Para esta modalidad lúdica se requiere de una pared en la que, con ayuda de una tiza o carbón, se dibujará un cuadrilátero; figura que habrá de representar la zona de strike, ajustada ella a las dimensiones que aprueben los competidores. Frente a la marca y sobre el piso aparecerá otra señal, la que simbolizará al home o caja de bateo (se ubicará en el suelo con auxilio de una tiza, un palo, alguna piedra, una tabla, etc). A una distancia prudencial (no determinada convencionalmente) se dispondrá una nueva señalización, significando ella la tabla de lanzar. Es probable que el terreno, en dependencia de su tamaño, sea marcado para definir las líneas, el término de los files o la altura de una supuesta cerca.

    Necesariamente se requiere, para desarrollar esta modalidad, de un lanzador, así como de un bateador rival; aunque el juego puede realizarse con la presencia de dos competidores o más. Generalmente, los partidos de dirimen entre muy pocos participantes y en caso de sobrepasar la pareja de jugadores, los otros juegan por detrás de los lanzadores cumpliendo acciones defensivas. El pitcher realizará sus envíos tratando de colocar la bola o su similar en el interior del cuadrilátero dibujado, lejos también del contacto de los bateadores, los que a su vez intentarán golpear el improvisado implemento.

    Las reglas son tan diversas e indistintas, para cada ocasión, que es imposible considerar por cuestiones de espacio, todas y cada una de las posibilidades de realización de la variante lúdica. De todas maneras, lo pactado entre los infantes siempre responderá a sus consideraciones particulares y experiencias previas. Entre las composturas más convencionales aparecen: considerar el ponche con sólo un strike, otorgar una base por cada batazo inferior al nivel de la cerca que no sea capturado, determinar el out al ser fildeado cualquiera de los palazos (incluyendo los que sean conectados por el suelo), declarar como jonrón los batazos por encima de esa marcación, eliminar la necesidad de realizar el corrido de las almohadillas prescindiendo físicamente de ellas, etc.

    La variante de juego descrita no descarta la participación de niñas en ella, las que en número muy inferior le practican, pero muestra una mayor intervención por parte de los varones, en quienes se aprecia cierta adicción lúdica por esa manera de recrearse. Los participantes a partir de la ejecutoria sistemática se ven favorecidos por la ganancia de un tacto considerable al batear, llegando a conectar lanzamientos a gran velocidad y desde una distancia bien limitada.

    Una tercera variante lúdica es la denominada “Tres rolling y un fly”. Esta expresión se basa fundamentalmente en el desarrollo de acciones defensivas por parte de los jugadores involucrados, quienes en correspondencia con el nombre de la modalidad tratarán de capturar, en cualquiera de las dos opciones aludidas, las bolas bateadas por uno de ellos. Los que cumplan con la cifra requerida de engarces pasarán a su vez a ser bateadores, debiendo entonces golpear pelotas enviadas por improvisados lanzadores o las que ellos mismos lancen al aire, según se haya acordado antes. Hay formas diversas para organizar la defensa pues en algunos casos los jugadores se diseminan por el terreno y en otros ocupan posiciones que responden a la formación establecida para un juego de béisbol. La cifra de participantes resulta indeterminada y obedece a un pacto previo de los presentes. Sí uno de los jugadores a la defensiva pifia alguno de los batazos conectados, deberá comenzar un nuevo conteo en caso de haber fildeado otros con anterioridad.

    Para jugar esta modalidad se precisa, contraria a las dos anteriores, de un terreno amplio, regular y libre de obstáculos, en evitación de accidentes que puedan lesionar a los actuantes. Es necesario que los pequeños al intervenir en este tipo de juegos posean habilidades previas en la captura de diversos lances (pelotas roleteadas o batazos de fly).

    Tal vez sea esta la variante lúdica que menos niñas pueda mostrar en torno a su práctica, aunque su presencia no sea descartada del todo.

    Otra expresión practicada por los niños en la provincia es aquella que se realiza con auxilio de dos bases y donde un corredor trata de alcanzar siempre la almohadilla opuesta, evitando ser tocado por cualquiera de los dos defensores que se encuentren en posesión de la bola. Estos últimos estarán, uno en cada posición, lanzándose a esa distancia la pelota seleccionada. El nombre de tan peculiar juego muchas veces no es convencional, pues los pequeños refieren jugar a “Robar bases”, “El corrido de bases” o al “Run down”, indistintamente. Lo cierto es que su práctica parece proporcionar entre los infantes un inefable gozo, dada la frecuencia en que ocurre su realización y las muestras de aceptación visibles entre los participantes.

    Es esa variante muy recurrida por niños de diferentes edades y en ella participan, aunque en número más reducido que los varones, las representantes del sexo femenino.

    Otra forma muy interesante de jugar se desarrolla de forma tal, que todos y cada uno de los jugadores a la ofensiva comparezcan a batear de forma independiente. Para conseguir el propósito señalado es preciso que se roten las diferentes posiciones; por lo que los pequeños ocuparán un lugar diferente, a la defensa, cada vez. Generalmente, el número de participantes supera en muy pocos infantes la totalidad de los que ocupan puestos defensivos. Los pequeños dispondrán de un número previsto de comparecencias ofensivas (uno, dos o tres out) y al conectar la bola alcanzarán las bases correspondientes, dejando en supuesta circulación a los corredores; los que avanzarán o permanecerán estáticos según las circunstancias, para volver a batear. Los jugadores que más carreras fabriquen serán los vencedores de esta modalidad.

    Entre niños y adolescentes matanceros son practicables algunas otras formas de juego, apegadas más íntimamente al béisbol oficial. En todos estos casos, donde existe una notable diversidad en su ejecutoria, el desempeño de los menores recuerda la manera peculiar y estilo competitivo de los jugadores establecidos. De ese modo se llevan a cabo pitenes con una, dos o tres bases, aunque con cierta presencia del reglamento de la disciplina deportiva. En torno a dichas expresiones existen dos maneras fundamentales de realización: “Al flojo” (la bola puede ser blanda o maciza, los lanzamientos del pitcher no se realizan a gran velocidad, el receptor puede situarse a distancia del home o prescindirse de él y no es necesaria la presencia de un árbitro) y “Al duro” (se usan bolas macizas, los envíos del lanzador son rápidos, por lo que se requiere de un receptor detrás de la goma en posesión de sus arreos protectores y un árbitro que imparta justicia). Estas variantes necesitan de terrenos que posean una mayor amplitud y condiciones físicas que las restantes, aunque no necesariamente de instalaciones oficiales.

    Las reglas inherentes a estas modalidades, como en las variantes anteriores, están sujetas a los criterios de los jugadores y son asumidas al iniciarse dichos juegos. Es tan diversa la posibilidad de realización de las citadas formas lúdicas que resulta imposible hacer alusión a todas ellas, dada su indiscutible extensión. En sentido general su desarrollo transcurre a semejanza de un partido de béisbol, pero teniendo en cuenta diversas modificaciones.

    Cada una de las expresiones lúdicas descritas representa una manera de acercar los infantes del territorio a la ejecutoria del béisbol y algo más. Entre los niños poder disfrutar de los placeres inherentes a un deporte tan peculiar entre los adultos, constituye desde la época fascinante de sus edades: conocimiento, entrega, tesón, fidelidad, disciplina, amor... Estas consideraciones avalan su bien merecida aceptación.

Conclusiones

    Las variantes lúdicas del béisbol entre los niños de la provincia responden a clasificaciones diferentes. Son todas estas formas, juegos de evidente carácter predeportivo o deportivo, las que a su vez no dejan de constituir, ellas mismas, expresiones recreativas. De la misma manera se pudieran agrupar como populares, dada la ocurrencia en regiones donde el béisbol deviene en actividad fundamentalísima. Así mismo, como consecuencia de ser transmitidas de generación en generación, casi siempre de padres a hijos, organizadas por los propios niños, sin requerimientos de medios sofisticados para su desarrollo y poder llevarse a cabo en escenarios diversos, estas formas se consideran tradicionales. En definitiva todas estas maneras, independientemente de su probable ordenamiento, contribuyen a iniciar a los pequeños en la práctica del deporte nacional cubano. Lo último, es probatorio de su gran significación.

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