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Los contradictorios significados de 

la vigorexia. Un enfoque sociológico

 

Maestría en Ciencias Sociales, Universidad Nacional de General Sarmiento (UNGS),

Instituto de Desarrollo Económico y Social (IDES), en curso.

Licenciado en Ciencia Política, Facultad de Ciencias Sociales, Universidad de Buenos Aires

Licenciado en Sociología, Facultad de Ciencias Sociales, UBA, en curso.

Alejandro Damián Rodríguez
rodriguez_ad61@hotmail.com

(Argentina)

 

 

 

 

Resumen

          La vigorexia se ha transformado, desde su identificación por el médico psiquiatra Harrison Pope, en “la enfermedad de los fisicoculturistas”. Aunque no existe una definición médica unificada de la supuesta patología, se trataría de un trastorno psiquiátrico que afecta la manera en que el sujeto percibe su propio cuerpo: el individuo que la padece tiende a verse débil y pequeño a pesar de ser fuerte y musculoso. A consecuencia de esta distorsión del esquema corpóreo, quienes la sufren, adoptan comportamientos peligrosos tales como: exceso de ejercicio, conductas alimenticias trastornadas y uso de anabólicos esteroides. El conocimiento actual sobre el tema es todavía muy preliminar y la cuestión ha sido -mayoritariamente- abordada por las ciencias médicas. En este escrito me propongo reconstruir una definición, complementaria a la propuesta médica-psiquiátrica, que logre rescatar los puntos de vista sobre la vigorexia de quienes -a priori- son los sujetos que tienen mayores posibilidades de padecerla: las personas que entrenan asiduamente en un gimnasio. A partir de nuestra experiencia de trabajo de campo en los gimnasios, podemos decir que, muchas veces, las personas que entrenan regularmente en estos establecimientos difícilmente tratan algunos temas en público. Concretamente nos referimos a la vigorexia. Sin embargo, existen otros espacios de socialización que parecen brindar un refugio para el intercambio de opiniones entre pares: los foros de Internet. Con una estrategia metodológica de interacción virtual en uno de ellos -que aglutina a los practicantes del entrenamiento de musculación en la Argentina- hemos intentado relevar los significados que ellos crean y otorgan sobre la vigorexia “en privado”. Este artículo pretende dar continuidad a los escritos del autor intentando profundizar la cuestión desde la óptica específica de las ciencias sociales.

          Palabras clave: Vigorexia. Gimnasios. Internet.

 

 
http://www.efdeportes.com/ Revista Digital - Buenos Aires - Año 15 - Nº 146 - Julio de 2010

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    En este escrito me propongo reconstruir una definición, complementaria a la propuesta médica-psiquiátrica, que logre rescatar los puntos de vista sobre la vigorexia de quienes -a priori- son los sujetos que tienen mayores posibilidades de padecerla: las personas que entrenan asiduamente en un gimnasio.

    A partir de nuestra experiencia de trabajo de campo en los gimnasios, podemos decir que, muchas veces, las personas que entrenan regularmente en estos establecimientos difícilmente tratan algunos temas en público. Concretamente nos referimos a la vigorexia.

    Sin embargo, existen otros espacios de socialización que parecen brindar un refugio para el intercambio de opiniones entre pares: los foros de Internet.

    Se definió una estrategia metodológica de interacción virtual en uno de ellos -que aglutina a los practicantes del entrenamiento de musculación en la Argentina- para relevar los significados que ellos crean y otorgan sobre la vigorexia “en privado”.

    A lo largo de los últimos años, nos hemos dedicado a la realización de un estudio que, con un abordaje metodológico etnográfico, intentara relevar las distintas formas que adopta la corporalidad en un gimnasio de musculación participando en los contextos nativos, enfatizando la observación de las prácticas, interactuando con los actores e intentando rescatar los puntos de vista de los protagonistas. Nuestro objetivo de trabajo era -y continúa siéndolo- analizar e interpretar las prácticas y las representaciones sobre la corporalidad a partir de la interacción con sus “protagonistas principales”: las personas que entrenan cotidianamente en los gimnasios de la ciudad de Buenos Aires.

    Creemos que explorar la relación que construyen estos actores con su cuerpo nos puede aportar pistas importantes para analizar las nuevas formas de vinculación con la propia corporalidad que han surgido en la actualidad.

    Entendemos que la perspectiva socio-antropológica puede aportar una mirada original a una cuestión que hasta ahora ha sido casi totalmente capitalizada por el saber médico y/o de la educación física. Atender a las razones que los actores esgrimen para explicar porque entrenan el cuerpo y conocer los significados que adjudican a esas prácticas de entrenamiento, nos permitirá lograr una mejor comprensión de la “perspectiva nativa”. Lejos de pensar al entrenamiento físico -tan sólo- en relación con el bienestar físico y/o la vida saludable, nuestro abordaje intenta profundizar en la interpretación de las prácticas de entrenamiento cómo acciones con profundas significaciones sociales que van a permitir dar cuenta, a través del análisis, de una forma -entre otras- que la representación de la corporalidad adopta en la actualidad y constituye en, el ámbito de los gimnasios, un aspecto constitutivo de los procesos de identificación social.

    Sin embargo, todavía nos encontramos lejos de haber constituido al tema en un objeto de análisis de relevancia para las ciencias sociales. Podríamos decir, incluso, que un análisis -en profundidad- de la cuestión se encuentra todavía por hacer en nuestro país.

    Como observaremos en el primer apartado de este trabajo, los significados de la vigorexia han sido determinados por el saber médico. Es nuestra intención en este breve documento de trabajo hacer notar que los significados de la vigorexia, si se atiende a las voces de quienes -a priori- son definidos como vigoréxicos por la medicina psiquiátrica, no resultan tan unívocos como pretende presentarlos el discurso médico. Por el contrario, los significados de la vigorexia resultan contradictorios, complejos e intrincados, como observaremos en el segundo apartado de este escrito.

    Sólo una mirada socio-antropológica del cuerpo, que atienda a las voces de los sujetos que aparentemente sufren esta patología, puede brindar pistas que contribuyan a elaborar una definición de la vigorexia que, aunque no necesariamente se contraponga a la establecida por el saber clínico, permita complejizar el debate sobre una cuestión de suma actualidad en nuestros días. Es en esta dirección que hemos elaborado este breve documento, de carácter preliminar, a fines de intentar asentar un tema -y un debate- en el seno de las ciencias sociales; estamos completamente convencidos de que los estudios socio-antropológicos tienen mucho para aportar a una cuestión que ha sido -hasta hoy- monopolizada por la clínica médica.

“Los médicos nunca pisaron un gimnasio…”. Los significados médicos de la vigorexia

    Como decíamos en un trabajo anterior (Rodríguez: 2009), Louveau (2007) denomina “los años del cuerpo” al período que se abre con los años ‘80 y que, lejos de haberse cerrado, tiene plena vigencia en nuestros días. Los “años del cuerpo” tienen su marca distintiva en que tanto hombres como mujeres se han abocado mucho más intensamente a “trabajar” la forma del cuerpo. Esta etapa se caracteriza, según la autora, por la difusión de un individualismo exacerbado que ubica al yo y al placer inmediato en un lugar de preponderancia. En este marco, la difusión masiva de las prácticas físicas y los intentos de provocar una modificación estructural de la imagen marcan a la sociedad entera.

    La apertura de este proceso ha tenido efectos de distinta índole. Entre los efectos negativos, de este volcamiento sobre el cuerpo que marca a la sociedad, debemos destacar la aparición y difusión de nuevas patologías médicas-psiquiátricas que se han tornado mucho más frecuentemente diagnosticadas en nuestros días. Nos referimos, específicamente, a la anorexia y la bulimia. Ambas patologías clínicas conforman un único par que suele asociarse, aunque cada una de las enfermedades posee sus particularidades clínicas y, para el cual, también, suelen aunarse criterios conjuntos preventivos, de diagnóstico y de rehabilitación.

    Aunque este trabajo no va a tratar de indagar alrededor de esas patologías, ya que no constituyen nuestro objeto de estudio, debemos mencionarlas debido a que guardan algún tipo de relación con la vigorexia. La vigorexia, como observaremos a continuación, es una patología que comparte características comunes, tanto con la bulimia como con la anorexia, sin embargo, no ha logrado ser impuesta por el discurso médico como una enfermedad, que aparentemente acarrea graves consecuencias para la salud de quien la padece, como si ha sido exitosamente realizado con el par bulimia y anorexia.

    De forma muy breve detallaremos qué es la vigorexia, en qué momento hizo su aparición en el lenguaje médico y cuáles son sus síntomas. En primer lugar, debemos decir que el descubrimiento de la patología denominada vigorexia se adjudica al médico psiquiatra, del Hospital McLean de la Facultad de Medicina de la Universidad de Harvard, Harrison Pope (1). La descripción sintomatológica de su padecimiento fue realizada por Pope, por primera vez, en el año 1993.

    Aunque no existe una definición unificada de vigorexia, se trataría de un trastorno de la imagen que, quien la sufre, tiene de su propio cuerpo. Así, el individuo que la padece tiende a verse débil y pequeño aún siendo fuerte, grande y musculoso. Como consecuencia de esta distorsión del esquema corporal propio se podrían adoptar comportamientos de riesgo tales como exceso de ejercicio, conductas alimenticias trastornadas y uso de drogas EAAs(2).

    También es reconocida bajo otras denominaciones tales como dismorfia muscular, anorexia inversa, complejo de Adonis y hasta big-orexia. La característica distintiva que la diferencia de las patologías mencionadas más arriba -bulimia y anorexia- es que no se ha logrado su legitimación -todavía- como enfermedad frente a la comunidad médica internacional.

    La aparición de la vigorexia como padecimiento ha sido de gran impacto en los Estados Unidos. No resulta casual que la invención y/o el descubrimiento de la patología y el acuñamiento del término haya sido realizado por Harrison Pope, en la Universidad de Harvard, en los Estados Unidos. La adicción al ejercicio físico y el entrenamiento, el abuso de esteroides anabólicos y otras conductas trastornadas asociadas -tales como los desórdenes alimenticios- son mucho más frecuentes en el país del norte. A diferencia del contexto argentino, en los Estados Unidos, desde hace décadas, las salas de entrenamiento y gimnasios se han multiplicado por miles. De la misma manera, el mercado de productos existente ligado a la “vida entrenada” se acrecienta constantemente: desde suplementos alimenticios (proteínas, ganadores de peso, aminoácidos, creatinas, glutaminas, etc.), complementos pro-hormonales y químicos, hasta revistas de fisicoculturismo o indumentaria deportiva diseñada para la práctica de entrenamiento de musculación (3).

    Sin embargo, y a pesar de las diferencias de contexto entre nuestro país y los Estados Unidos, tenemos evidencia suficiente para sostener que, desde hace ya unos años atrás, el mismo proceso de expansión de la “vida entrenada” y multiplicación de salas de entrenamiento y gimnasios se ha comenzado a desarrollar en la ciudad de Buenos Aires, aunque todavía de manera incipiente.

    Aunque no contamos con datos estadísticos que den cuenta del avance de estos procesos, consideramos que la multiplicación de actores que entre sus actividades diarias prestan especial atención a “ir al gimnasio”, tal como sus aficionados denominan a esta práctica corporal en el lenguaje coloquial, da por sentado que en los últimos años ha habido un cambio notorio, tanto en la cantidad de gimnasios y salas de entrenamiento existentes en la ciudad, como en la cantidad de personas que entrenan allí.

    Finalmente, debemos decir que el estado del debate alrededor de la cuestión vigorexia es muy distinto en nuestro país y en los Estados Unidos. Mientras que en el país del norte los artículos ponencias y trabajos se multiplican trans-disciplinariamente, en la Argentina existen pocos documentos sobre esta patología para ser consultados. Además, el tema no ha alcanzado notoriedad ni se ha colocado en la agenda pública como si ha ocurrido con la bulimia y la anorexia. Sólo esporádicamente, el tema vuelve a colocarse en el centro de la escena y, generalmente, sucede cuando “estallan” noticias ligadas a los excesos en el fisicoculturismo (4). En esos breves períodos de tiempo, los medios de difusión -principalmente los televisivos- elaboran “concienzudos” informes sobre los riesgos de la vigorexia y, lógicamente, se invitan panelistas expertos en la materia que son, casi siempre, médicos y, en menor medida, “personal trainers”. Luego de un tiempo muy limitado la noticia desaparece del aire y la vigorexia deja de ser un problema de salud “fundamental” que se esfuma del centro de la escena. Sin embargo, y muy a nuestro pesar, los momentos de efervescencia alrededor de la cuestión vigorexia no suelen dejar conclusiones -o por lo menos pistas de trabajo- interesantes que se lograrían con un debate de mayor profundidad. Sólo sobreviven las opiniones de quienes monopolizan el poder de definición de la patología vigorexia, o sea, los profesionales médicos. Sin embargo, los conceptos elaborados y propuestos como definiciones, y que pueden ser cotejados si se observa detenidamente este tipo de informes, suelen mezclar el padecimiento de la patología vigorexia, el consumo de esteroides anabólicos y los desórdenes alimenticios.

    Uno de los objetivos centrales del trabajo de observación participante, que hemos llevado durante estos últimos años, fue intentar cotejar las definiciones propuestas por el saber médico con los puntos de vista nativos de quienes frecuentan las salas de entrenamiento a diario. Sin embargo, como dijimos más arriba, teniendo en cuenta que la cuestión no surge de la interacción cara a cara con los actores -o sólo lo hace en contadas ocasiones-, hemos decidido llevar el trabajo -y el abordaje metodológico etnográfico- al campo de los foros de Internet.

    En una de nuestras diarias intervenciones en el foro en que realizamos nuestro trabajo de campo virtual, a fines de recabar relatos que dieran cuenta de los puntos de vista de las personas que -a priori- tienen más riesgo de contraer la patología, uno de los foristas nos respondió categóricamente frente a uno de nuestros comentarios “los médicos nunca pisaron un gimnasio”. Entendimos, a partir de ello, que no sólo era necesario “pisar un gimnasio”, sino, también, interactuar con quienes “pisan los gimnasios” a diario para interpretar sus puntos de vista sobre la vigorexia e intentar elaborar una definición, de mayor complejidad, que incluya las prácticas, las representaciones y los sentidos de quienes están relacionados con la vigorexia por razones obvias.

    De tales cuestiones se ocupa el apartado siguiente de este trabajo.

“De lo que no se habla en el gimnasio… se habla en el foro”. Los significados nativos de la vigorexia

    Nuestra experiencia de trabajo de campo y observación participante en los gimnasios de la ciudad de Buenos Aires nos permite sostener que existen ciertos tópicos que suelen ser evitados en las conversaciones por quienes frecuentan las salas de entrenamiento cotidianamente. Nos referimos, concretamente, al consumo de esteroides anabólicos, a la compra-venta de esas sustancias y al padecimiento de vigorexia.

    Como veremos a lo largo de este capítulo, la cuestión vigorexia se oculta, o directamente se suprime, de los diálogos que toman lugar en la sala de musculación. Sin embargo, reaparece en los foros de Internet; allí es objeto de constante debate entre los entrenados practicantes de “la religión del músculo” (Kornblit, 2007:18).

    Siguiendo a Howard Becker, podríamos decir que los actores pueden ser considerados “desviados secretos”, ya que a pesar de no conocer cuáles serían realmente las consecuencias de mostrar esos aspectos de sus prácticas, prefieren ocultarlas porque consideran que “sus relaciones serán alteradas y destruidas si algún día ellos llegan a enterarse” (Becker, 1971:69). Concretamente, los actores van a optar por mostrar solamente los aspectos que ellos consideran “positivos” sobre la práctica que realizan que, en este caso, se limitan a la exhibición de un cuerpo que luce “saludable”. Se trata de la puesta en acto performativa de una presentación del yo -y de sus actividades- que es conscientemente elegida para mostrarse frente a los otros.

    En el mismo sentido, Goffman sostiene que “el individuo se presenta y presenta su actividad ante otros, en las situaciones de trabajo corriente, en qué forma guía y controla la impresión que los otros se forman de él, y que tipo de cosas puede y no puede hacer mientras actúa ante ellos” (1997:11). De igual manera, la relación que muchos de los entrenados establecen con el consumo de drogas esteroides se oculta con la misma vehemencia. Incluso, dentro del grupo de pares no es un tema que se debata abiertamente (5).

    La reaparición de la cuestión vigorexia, como venimos diciendo, se va a producir sólo bajo el más extremo anonimato que caracteriza al escenario virtual.

    El foro elegido para la realización de este trabajo -aunque no mencionaremos el nombre del portal, ni tampoco los “nick names” utilizado por los foristas que allí interactúan a fines de preservar la “identidad virtual” de los actores- es considerado el más importante, en este género, a nivel nacional. Allí se aglutina a un número muy importante de actores que, en la vida real, tiene entre sus actividades cotidianas “ir al gimnasio”.

    Como podemos observar, la interacción cara a cara se reemplaza por otros medios de comunicación y debemos considerar la relevancia que los foros de Internet poseen en la conformación de esta subcultura. La comunicación virtual no sólo brinda la posibilidad del más extremo anonimato -y una de las más radicales técnicas de encubrimiento-, sino que también permite a los individuos asumir una identidad social virtual que difiere de la identidad social real (Goffman: 2006). De esta forma, los foristas, muchas veces, adoptan nombres alternativos en sus “nick names” que, con frecuencia, aluden a personalidades reconocidas del ambiente fisicoculturista (Arnold Schwarzenegger, Ronnie Coleman, Dorian Yates, etc.). También se suelen incorporar al perfil de usuario imágenes de éstas u otras personalidades -a quiénes desean parecerse- o fotos propias. Sin embargo, éstas últimas suelen evitarse. Uno de los argumentos sostenidos -más comunes- es que no se colocan debido a que “…quizás el que está del otro lado es más grande que yo...”. También suelen acompañar el perfil público de usuario frases tales como “No Pain No Gain” (6), “Shut Up And Train” (7) o alguna línea famosa interpretada por Arnold Schwarzenegger en el cine de acción.

    La cuestión vigorexia constituye un tópico de importancia en el portal que, a pesar del tiempo, no pierde vitalidad, generando un nuevo debate cada vez que un usuario decide volver sobre el tema. En primer lugar, debemos decir que los usuarios del foro manejan una importante cantidad de información respecto al tema. Ellos conocen los debates científicos alrededor de su definición, los orígenes del término y hasta la biografía de su descubridor:

“Estos médicos yanquis porque no invierten sus recursos en buscar algo útil, por ejemplo la cura para el cáncer…”. (V. 25 años)

    “Según el señor Pope las características comunes de la anorexia y la vigorexia son: preocupación por la figura, autoimagen distorsionada, baja autoestima, ser introvertidos, tendencia a la automedicación y modificaciones de la dieta. Si vigoréctico es el que tiene esas características, entonces soy vigoréctico. Y creo que todos los fisicoculturistas también”. (W. 28 años)

    La manera en que los usuarios del foro van a interpretar la vigorexia parte de la idea de que, antes que constituir una enfermedad, el saber médico descubrió lo que constituye -para ellos- su estilo de vida:

    “Lo mío no es una enfermedad, es mi estilo de vida y es un poco anti-social…estoy constantemente pensando en las comidas, pensando cada una de ellas y nunca comer nada que no aporte algo a mi cuerpo”. (R. 21)

    “No se llama vigorexia, se llama culturismo y es una de las mejores cosas que te pueden pasar…”. (F. 24)

    “Son metas y objetivos. La lucha por alcanzarlos no es “divertida” y no es una enfermedad. El culturismo no se entenderá nunca sin esa actitud”. (J. 40 años)

    “Me parece que más que descubrir una enfermedad, encontraron un sinónimo de fisicoculturista…”. (V. 25 años)

    Antes que enfermos, los foristas aficionados a las prácticas corporales de musculación consideran que existe -en nuestros términos- un “habitus” de entrenado, en sentido bourdieuano, que se constituye a partir de la practica misma y que, con sus normas, valores y creencias, organiza el campo conformado por el universo de los aficionados al entrenamiento de musculación. Este “habitus” de entrenado que funciona como “principios generadores de prácticas distintas y distintivas, pero también son esquemas clasificatorios, principios de clasificación” (Bourdieu, 1997:20) es el resultado de la interacción de estructuras objetivas -reglas estructurales asociadas a este tipo de entrenamiento- y disposiciones subjetivas de los entrenados que pueden ser directamente observables en prácticas. Es allí, “entre el sistema de regularidades objetivas y el sistema de las conductas directamente observables” (Bourdieu, 1980: 88) donde se interpone como mediación entre ambos este “habitus” de entrenado.

    Como afirma uno de los foristas, en uno de los comentarios que citáramos más arriba, se trata de su estilo de vida. El concepto de estilo de vida nos sirve para unifica las prácticas cotidianas de vida de los entrenados, que se vectorizan alrededor del entrenamiento corporal. Si bien esta categoría analítica nos retrotrae nuevamente a Goffman, en el sentido de que se trata de una “posición” formal, un conjunto de relaciones jurídicas, un estilo de vida vinculado, en los términos del autor, adoptamos, para nuestro trabajo, la definición de estilo de vida que Ernesto Meccia propusiera en un trabajo reciente: “una forma de vivir especifica imputable a un numero limitado de actores sociales que reproducen patrones de conducta medianamente generalizables y sostienen interacciones frecuentes con otros actores de un tenor general similar, con quienes comparten representaciones evaluativas, de las condiciones de vida propia y ajenas” (2005).

    Finalmente, debemos decir que la polisemia del concepto vigorexia permite las resignificaciones constantes de su significado. En este sentido, y como observáramos en el primero apartado, la intención del discurso médico de unir la vigorexia a un significado patológico obtiene como respuesta, de parte de los aficionados al entrenamiento de musculación, una nueva resignificación del término que lo invierte y le otorga un carácter positivo:

    “Tener vigorexia o anorexia inversa es lo mejor que te puede pasar....”. (M. 27 años)

    “Les voy contar un par de casos de muerte por vigorexia…un tipo estaba en el gimnasio haciendo curl francés y le falló el tríceps y se dio con una mancuerna en la frente…Yo les aconsejo que tengan una vida sedentaria, fumen mucho e ingieran alimentos abundantes en grasa. Sino van a terminar mal a causa de este implacable mal llamado vigorexia”. (R. 42)

    Mientras que el discurso médico intenta asociar al concepto de vigorexia a distintos tipos de prácticas trastornadas que permitirían -según su criterio- conformarla en una patología clínica, el discurso nativo invierte totalmente su significado -y la pretensión de tratamiento clínico- y arroja una nueva apuesta asociando vigorexia a la vida deportiva, el entrenamiento físico, la dieta alimenticia y la conducta ascética de los entrenados. La vida sedentaria, los excesos en las comidas y las conductas inapropiadas en el estilo de vida se arrojan, nuevamente, fuera de la subcultura entrenada.

    Se trata de una disputa por la apropiación de un significado que, si bien fue elaborado por el saber médico, apuntaba a catalogar a un grupo de individuos que, lejos de permanecer en silencio, también formulan sus apreciaciones, sus argumentos y sus reformulaciones de la vigorexia.

Comentarios finales

    A modo de conclusiones de este trabajo, intentaremos recapitular lo hasta aquí expuesto. Hemos observado, por un lado, la definición médica del termino vigorexia. La conceptualización de la supuesta patología es poco precisa y entremezcla en si el consumo de esteroides anabólicos, los trastornos de conducta, la adicción al ejercicio físico y las conductas alimenticias.

    Por el otro lado, hemos analizado las definiciones nativas que entienden que el discurso médico, antes que haber descubierto una supuesta patología, sólo ha vislumbrado el estilo de vida asociado a la subcultura entrenada.

    Desde nuestra óptica, la definición médica de vigorexia en su intento de abarcar tantas aristas de la vida entrenada sólo logra terminar diluyéndose alrededor del concepto, ya que, en definitiva, ¿que implicaría ser un sujeto vigoréxico?: ¿Consumir drogas?, ¿Ser adicto al ejercicio físico? o ¿Tener dietas alimenticias riesgosas para la salud?

    Estas falencias para formular una definición precisa del concepto permiten que el significante vigorexia resista las reformulaciones, en el nivel de los significados, más difíciles. Una de estas resignificaciones fue la que intentamos analizar en el segundo apartado de este trabajo. Los aficionados al entrenamiento de musculación reunidos en el foro de Internet elaboraron sus respuestas, cuestionaron la existencia de la vigorexia y -en el caso de que existiese tal conducta vigoréxica- e invirtieron sus significados transformándola en un conjunto de prácticas positivas asociadas a la vida saludable, deportiva y ascética.

    Finalmente, sólo resta decir que es complejo establecer de qué estamos hablando cuando nos referimos a la vigorexia. Aunque nuestras conclusiones son por el momento preliminares, entendemos que la participación en los contextos nativos y la interacción con los actores nos han permitido relativizar las definiciones o, por lo menos, agregar nuevos significados a una cuestión de plena vigencia en la actualidad.

Notas

  1. La bibliografía de Harrison Pope es extensa. Se recomienda la lectura de los siguientes trabajos: POPE, H. y KATZ, D. 1993. “Anorexia nervosa and “reverse anorexia” among 108 male bodybuilders”. En Compr. Psychiatry, 34 (6); pp. 406-9 y POPE, H. 2002. Adonis Complex. How to Identify, Treat and Prevent Body Obsession in Men and Boys. Boston: Touchstone Books.

  2. La sigla EAAs significa esteroides anabólicos androgénicos.

  3. Se recomienda consultar los trabajos del antropólogo Alan Klein. Entre ellos mencionamos los siguientes: KLEIN, Alan. 1986. “Pumping irony: Crisis and contradiction in bodybuilding”. Sport Sociology Journal, 3: 112-133 y KLEIN, Alan. 1993. Little Big Men. Bodybuilding subculture and gender construction. United States of America: State University of New York Press (SUNY).

  4. El fallecimiento de la fisicoculturista jujeña, Adelina Mareco, durante una competencia en 2006 tras sufrir un paro cardio-respiratorio; la muerte del fisicoculturista Diego Zilli en 2007 tras sufrir -también- un paro cardio-respiratorio provocado por una “gran indigestión” después de un torneo y el desbaratamiento de una “banda” dedicada a la comercialización de drogas esteroides anabólicas durante 2010 volvió a colocar el tema en la agenda de los medios de difusión masivos.

  5. Se puede consultar al respecto RODRIGUEZ, Alejandro y ROSENBERG, Laura. (2009) “¿Nuevas drogas? ¿Nuevas adicciones?: consumo de drogas de performance entre “barriletes” y “fierreros”. Revista digital Margen de Trabajo Social y Ciencias Sociales, Nº 56.

  6. “Sin sufrimiento no hay ganancia”.

  7. “Callate y entrená”.

Bibliografía

  • BECKER, Howard. 1971. Los extraños. Sociología de la desviación. Buenos Aires: Tiempo Contemporáneo.

  • BOURDIEU, Pierre. 1997. Razones prácticas. Barcelona: Anagrama.

  • BOURDIEU, Pierre. 2007. El sentido práctico. Buenos Aires: Siglo XXI.

  • GOFFMAN, Erving. 1997. La presentación de la persona en la vida cotidiana. Buenos Aires: Amorrortu Ediciones.

  • GOFFMAN, Erving. 2001. Internados. Ensayos sobre la situación social de los enfermos mentales. Buenos Aires: Amorrortu Ediciones.

  • GOFFMAN, Erving. 2006. Estigma. Buenos Aires: Amorrortu Ediciones.

  • KLEIN, Alan. 1986. “Pumping irony: Crisis and contradiction in bodybuilding”. Sport Sociology Journal, 3: 112-133.

  • KLEIN, Alan. 1993. Little Big Men. Bodybuilding subculture and gender construction. United States of America: State University of New York Press (SUNY).

  • KORNBLIT, Ana Lía. 2007. Juventud y vida cotidiana. Buenos Aires: Editorial Biblos.

  • LOUVEAU, Catherine. 2007. “El cuerpo deportivo: ¿Un capital rentable para todos?”. En Cuerpos dominados. Cuerpos en ruptura. Buenos Aires: Nueva Visión. pp. 59-78.

  • MECCIA, Ernesto. 2005. La cuestión gay. Un enfoque sociológico. Buenos Aires: Gran Aldea Editores.

  • POPE, H. y KATZ, D. 1993. “Anorexia nervosa and “reverse anorexia” among 108 male bodybuilders”. En Compr. Psychiatry, 34 (6); pp. 406-9.

  • POPE, H. 2002. Adonis Complex. How to Identify, Treat and Prevent Body Obsession in Men and Boys. Boston: Touchstone Books.

  • RODRIGUEZ, Alejandro y ROSENBERG, Laura. 2009. “¿Nuevas drogas? ¿Nuevas adicciones?: consumo de drogas de performance entre “barriletes” y “fierreros”. Revista digital Margen de Trabajo Social y Ciencias Sociales, Nº 56.

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