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La preparación física en el baloncesto: trabajo de la resistencia

 

*Licenciada en CC. de la Actividad Física y del Deporte

Master en CC. de la Actividad Física y del Deporte

Profesora de la Universidad de Alcalá

Campeona de España de baloncesto

Entrenadora de baloncesto

Preparadora física de baloncesto de diversos equipos

de Primera División Nacional española

**Doctor Europeo en CC. De la Actividad Física y del Deporte

Licenciado como número 1 de la promoción en CC. de la Actividad Física y del Deporte

Licenciado en CC. Empresariales. Licenciado en Derecho

Diplomado en Fisioterapia

Preparador físico de baloncesto de diversos equipos

de la Primera División Nacional española

Profesor de la Universidad Autónoma de Madrid

Gema Sáez Rodríguez*

g.saez@uah.es

Antonio Monroy Antón**

antonio.monroy@uam.es

(España)

 

 

 

 

Resumen

          El baloncesto, al igual que la mayoría de los deportes practicados a un cierto nivel, requiere de una buena condición física para ejecutar correctamente las acciones básicas y para conseguir finalizar las jugadas adecuadamente. Sin embargo, y a diferencia de lo que ocurre en otros deportes, en el baloncesto esa condición física debe ser, si cabe, mucho más completa, e incidir en muchas más cualidades del jugador. Una de esas cualidades es la resistencia, que se analizará en este trabajo.

          Palabras clave: Baloncesto. Preparación física. Resistencia. Bases. Aleros. Pívots.

 

 
http://www.efdeportes.com/ Revista Digital - Buenos Aires - Año 15 - Nº 145 - Junio de 2010

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    Una de las cualidades físicas básicas que deben trabajarse en el baloncesto es la resistencia. La única forma de afrontar con garantías un intenso partido de 40 minutos a tiempo parado, que en ocasiones se alarga hasta la hora y media (o incluso más), con continuos cambios de ritmo, tensión constante y varios kilómetros recorridos al final del mismo, es contar con una resistencia adecuada.

    El presente artículo está basado en la experiencia de los autores como preparadores físicos de diversos equipos de baloncesto senior –tanto masculinos como femeninos- a lo largo de los diez últimos años, y en él se plasma lo que la experiencia ha ido dictando como métodos de preparación óptimos, sin pretensiones de validez absoluta pero sí con el ánimo de ofrecer una guía de consulta básica para preparadores noveles o para los más veteranos que deseen variar sus métodos u ofrecer a los jugadores una mayor diversidad.


    Antes de exponer el trabajo que se debe efectuar en lo relativo a la preparación física de un equipo de baloncesto, hay que señalar una serie de premisas o consideraciones iniciales que se seguirán en este análisis para su mejor entendimiento. Estas consideraciones previas son:

  • el presente trabajo se realiza partiendo de la situación de un equipo con una disponibilidad de solamente tres días semanales, y durante una hora aproximadamente, para la preparación física, por lo cual sólo una de esas sesiones se destinará al trabajo de resistencia

  • la preparación expuesta no ha de ser un plan rígido e inamovible, sino que se puede variar –es más, debe hacerse- en función tanto de las necesidades de los jugadores como de las circunstancias del equipo en la clasificación y de sus objetivos a conseguir.

    Por otro lado, respecto de una cuestión tan discutida sobre si la preparación física debe hacerse dentro del propio campo de juego o fuera de él, hay multitud de opiniones divergentes. Así, Manzano piensa que este tipo de trabajo no debe sacarse de la cancha ya que, según él, “A los jugadores, es difícil convencerles de la importancia del trabajo de cualidades que se realiza fuera de la cancha”, porque “como no lo han hecho en su vida, no creen en ello” (1). Un argumento muy pobre, en nuestra opinión, ya que precisamente una de las labores del preparador físico será la de convencer a esos jugadores de la utilidad de dicho trabajo. Utilidad que, por otro lado, comenzarán a apreciar cuando observen resultados positivos, lo cual será la segunda labor del preparador físico. Por otro lado, la frescura y amenidad que aporta el trabajo fuera de la cancha está fuera de toda duda, y son en ocasiones los propios jugadores los que lo solicitan, bien sea en la piscina, al aire libre, en el gimnasio o en cualquier otro recinto.

    Es por ello que coincidimos más con la opinión de Mundina (2) de que el trabajo físico debe sacarse en la medida de lo posible de la cancha, trabajando en superficies blandas sí se puede, como la hierba o similar, para evitar la sobrecarga de articulaciones, liberando al jugador de las botas de juego y haciendo que se sienta cómodo. Y, precisamente, para hacer que se sienta cómodo, hay tres planteamientos que se antojan esenciales:

  • “formar” al jugador en lo que está haciendo, explicándole los motivos de los ejercicios y los beneficios que obtendrá de ellos

  • conceder ocasionalmente a los jugadores sesiones libres en las que puedan dedicarse a aquello que más les guste, bien sea jugar al fútbol, al voleibol, o al propio baloncesto (o incluso descansar), lo cual tendrá un efecto psicológico más que positivo

  • trasladar el trabajo dentro del terreno de juego sólo en aquellas ocasiones en que el hacerlo al aire libre pueda ser visto como una molestia extrema por parte del jugador, tales como lluvia intensa, frío insoportable, etc., pues no se trata de que el jugador sufra sino de que se divierta al tiempo que trabaja.

    Centrándonos ya en el trabajo de resistencia, hay que comenzar justificando la realización de las sesiones de preparación física encaminadas a esta cualidad. Esta justificación puede venir, sencillamente, de lo que señala Hernández Moreno (3), según el cual las distancias medias recorridas por cada tipo de jugador en los cuarenta minutos de juego son:

  • bases: 6.104 metros

  • aleros: 5.632 metros

  • pívots: 5.552 metros.

    Sin embargo, el recorrer esas distancias de la forma en que lo hace un jugador de baloncesto no tiene mucho que ver con la forma en que lo recorre un corredor, por ejemplo, de 5.000 metros (4). Mientras que en este último caso la distancia se recorre casi de forma uniforme, intentando mantenerse prácticamente al límite del umbral anaeróbico hasta los últimos 400 o 500 metros en los que ya se sobrepasa plenamente dicho umbral, en el caso del jugador de baloncesto la distancia recorrida se caracteriza por el cambio constante en las intensidades, pasando de una zona completamente aeróbica –comienzo del ataque posicional, bajada a la defensa tras una canasta si los contrarios no están en disposición de correr el contraataque- a una anaeróbica con gran acumulación de ácido láctico –defensa presionante- o con menos acumulación (5) –contraataques, por ejemplo-.

    Por ello resulta difícil trabajar la resistencia en jugadores de baloncesto, ya que no se trata de prepararles para correr una prueba de fondo, sino de que estén en las mejores condiciones tanto para aguantar un corto sprint a la mayor velocidad posible, como un esfuerzo más largo y continuado, y todo ello sin solución de continuidad.

    Por otro lado, los jugadores más altos y más pesados suelen experimentar enseguida con el trabajo de resistencia molestias tales como lumbalgias, tendinitis y otras, por lo que especialmente para ellos se deben seleccionar los ejercicios a realizar dentro de este trabajo de forma muy cuidadosa.

    Una vez expuesto esto, consideramos que la mejor forma de trabajar la resistencia en jugadores y jugadoras de baloncesto es dividiéndoles en dos grupos, ya que las intensidades serán muy diferentes. En un primer grupo irían los bases y aquellos aleros que se encuentren en buena forma física y no estén con un sobrepeso evidente, y en el otro los pívots y aleros más pesados, e incluso cualquier jugador que acabase de sufrir recientemente alguna lesión y, por tanto, estuviese fuera de forma o en proceso de recuperación. Esta división se hace simplemente a efectos de no desmotivar a los jugadores altos al ver cómo sus compañeros terminan antes las series propuestas o el trabajo que se determine en cada sesión, y para intentar mantener en ellos un ritmo fuerte dentro de sus posibilidades al englobar a todos los de una condición física similar (6).

    En cuanto al trabajo en sí, lo más conveniente es dividir la temporada en dos ciclos bien diferenciados:

  • el primero, con mayores cargas de volumen e intensidad menor para lograr un acondicionamiento general

  • el segundo, con menor volumen pero más intensidad, y un trabajo ya más específico para conseguir el objetivo propuesto, que no será otro que el de generar una resistencia a la velocidad, o resistencia de juego (7).

    Así, al principio de temporada se realizará una sesión semanal de trote ligero durante unos cuarenta minutos. Poco a poco se irá reduciendo la duración de esta carrera continua, para terminar en unos quince minutos en los momentos en los que se jueguen los partidos realmente importantes. La división en los dos ciclos mencionados no es brusca, sino progresiva, ya que se va reduciendo el rodaje y se va incrementando poco a poco la intensidad.

    Aproximadamente un mes o mes y medio después de iniciada la preparación con la citada carrera continua de cuarenta minutos, se irán introduciendo y por este orden los siguientes ejercicios (8):

  • 3 series de 1000 metros a un 80% aproximadamente de la frecuencia cardiaca máxima, con una recuperación de unos cinco minutos entre ellas

  • 4 series de 600 metros, al mismo porcentaje indicado anteriormente, con recuperación de cuatro minutos

  • 5 series de 400 metros, a un 90% de la frecuencia cardiaca máxima, recuperando tan sólo tres minutos entre ellas

  • dos series de 6 cuestas de unos 120 metros, recuperando sólo el tiempo que se tarde en bajarlas

  • fartlek intercalando distancias de sprint de 50, 100, 200, 300, 200, 100 y 50 metros por este orden

  • dos series de fartlek con distancias de 50, 100, 200, 100 y 50 metros al máximo.

    Y siempre, como se ha señalado, dividiendo a los jugadores en dos grupos pero vigilando que la intensidad en cada grupo sea la correcta y que no se convierta en otro rodaje adicional.

    Este trabajo debería realizarse un día a la semana, que en principio puede ser cualquiera, si bien es conveniente evitar el último día antes del partido en los casos de las series de entre 400 y 600 metros por la excesiva acumulación de ácido láctico que producen en el jugador. El fartlek, sin embargo, no resulta tan perjudicial en ese sentido, pues el rodaje tranquilo que se realiza de forma intermitente con los sprints ayuda mucho a reducir esa acumulación.

    El trabajo de resistencia puede llegar a eliminarse los días previos a la fase importante del Campeonato siempre que ésta no dure más de quince días, pudiendo sustituirse por una simple carrera continua ligera de unos quince minutos.

Notas

  1. Manzano, A.: “Trabajo genérico de preparación física en la cancha”, en Preparación física en baloncesto de formación y de alto nivel, Ed. Gymnos, Madrid, 2001, págs. 91 y 92.

  2. Mundina, J.: “Transcripción de Javier Mundina”, en Preparación física en baloncesto de formación y de alto nivel, Ed. Gymnos, Madrid, 2001, págs. 54 y siguientes.

  3. Hernández Moreno, J.: Baloncesto, iniciación y entrenamiento, Ed. Paidotribo, Barcelona, 1988.

  4. Sobre las diferencias no sólo entre los diferentes puestos, sino incluso entre jugadoras del mismo puesto, se puede consultar Sáez Rodríguez, G.: “Tomas de decisión en baloncesto: comparativa entre jugadoras escoltas diestras y zurdas”, Revista Internacional de Deportes Colectivos, 2009, nº 3, p. 4-22.

  5. A pesar de estar muy extendida y aceptada la expresión anaeróbica aláctica, no es correcta, ya que se produce acumulación de ácido láctico aunque sea en menor medida que en esfuerzos más continuados.

  6. Lógicamente, puede haber casos en que algún pívot se una al grupo de los bases por tener una genética privilegiada que le permita correr a su ritmo o incluso por encima, como hemos podido observar por nuestra experiencia con estos grupos de jugadores.

  7. La nomenclatura es muy diversa, pero el concepto es el mismo: aguantar un partido de cuarenta minutos dando el mejor rendimiento adaptado a cada circunstancia del mismo.

  8. Una vez más, hay que recordar que estos ejercicios son meramente orientativos, y pueden variarse en función de las necesidades del equipo.

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