efdeportes.com
Por una educación televisiva

 

*Maestra de Educación Infantil

Licenciada en Psicopedagogía)

**Maestra de Educación Física)

Facultad de formación del Profesorado

Las Palmas de Gran Canaria

Colegio concertado María Auxiliadora

Las Palmas de Gran Canaria

Vanessa Cidoncha Falcón*

vanessacidoncha@hotmail.com

Erika Díaz Rivero**

erikasport@hotmail.com

(España)

 

 

 

Resumen

          Al hablar de los efectos de los mass media, y más concretamente de los televisivos, da la sensación que nos encontramos ante los grandes influyentes de la sociedad. Es como si ellos decidieran y marcaran, en exclusividad, las pautas de conducta, los valores y actitudes personales. Sin embargo, esto no es cierto en su totalidad. Los todopoderosos medios lo son bastante menos de lo que nos imaginamos. El mito existente sobre el poder de influencia de los mass media debe de ser matizado

          Palabras clave: Educación audiovisual. Televisión. Comunicación. Información

 
http://www.efdeportes.com/ Revista Digital - Buenos Aires - Año 15 - Nº 143 - Abril de 2010

1 / 1

    Es lamentable que las teorías sobre la educación audiovisual pocas veces consigan igualar el grado y el refinamiento del desarrollo de los propios medios audiovisuales. Mientras que los sistemas de comunicación y el flujo de la información son elementos cada vez más decisivos para la actividad social, económica, política en todos los niveles, la educación audiovisual sigue siendo algo marginal en los sistemas educativos.

    Llama la atención, de entrada, que los propios medios están en constante cambio, se extienden y se desarrollan muchas veces en la línea de la manipulación cada vez más elaborada de sus audiencias, si bien otras veces, abren posibilidades más humanistas. Depende. La educación tiene que ser igual de flexible y estar abierta al cambio, porque la creación de una opinión pública con la que se pueda contar es un asunto de necesidad urgente, para el futuro de una sociedad donde lo mediático se ha convertido en uno de sus centros vitales y que genera la primacía de un poder relegado hasta hace poco tiempo a un segundo plano.

    Solamente podremos llevar a cabo con éxito esta labor si nuestra concepción tradicional de la educación se amplía considerablemente e incluye las actividades referidas a dichos medios. Es ésta una tarea que atañe a profesores, a padres, a grupos con intereses concretamente definidos y a todos los implicados en la educación.

Necesidad de una educación integral

    Si se comparan los efectos del visionado de la televisión con otros medios de comunicación de masas, se observa que la mayor adicción a la televisión suele producirse en aquellas personas que no dominan su lenguaje: cuanto menor es el conocimiento de los códigos, mayor es el riesgo de una influencia negativa del medio televisivo.

    La televisión produce mayores efectos socializadores en las capas sociales y culturales más débiles. En consecuencia, los niños son una de las presas más fáciles e influenciables del medio. Y la falta de educación incrementa el riesgo de manipulación. Ante todo porque a menor educación, menor dominio del lenguaje audiovisual y posible mayor consumo irracional y acrítico del medio.

    En definitiva, sólo la formación audiovisual puede garantizarnos el espíritu crítico y el control del consumo necesarios para una correcta utilización de la televisión de forma que se convierta en un medio enriquecedor.

Aprender desde la televisión potenciará el aprendizaje

    Tal aproximación crítica a la televisión debería hacerse desde la interdisciplinariedad. La experiencia televisiva es el resultado del encuentro de un receptor-el espectador- con todo su mundo personal, y un emisor con, también, toda su personal cosmovisión. Y ambos, emisor y receptor, están condicionados por un contexto social, cultural, económico, político, etc. siendo todas estas dimensiones claves para entender la necesidad de tal interdisciplinariedad a la hora de estudiar los medios de comunicación social y, en concreto, la televisión. Así, cualquier programa provoca en el receptor reacciones de toda índole: afectivas, ideológicas, sociales, etc. todos los sentimientos que afloran ante el visionado televisivo (miedo de alguien, alegría por algo, agresividad ante algo) son el resultado de la interacción que se produce entre dos realidades, el espectador y el medio.

    Entre los educadores existe, a veces, la convicción de que, en el campo del cine o de la televisión, a los alumnos les basta una formación humanista o ética. Existe cierto rechazo sobre la necesidad de impartir una formación técnica y expresiva. Se considera que ésta debería de estar reservada únicamente para los profesionales de los medios. No se pretende que sólo se pueda adoptar una actitud crítica ante la televisión (y ante los medios de comunicación de masas en general) si existe un mínimo conocimiento técnico y expresivo del mismo. De lo contrario, se les condena a ser simples recetores pasivos y acríticos, con la deshumanización consiguiente.

“La televisión sólo resulta nociva cuando no se ésta preparado para contemplarla”

Magnitudes de la formación

    Para que se produzca una auténtica educación integradora de la televisión en la vida de los alumnos deben unir sus fuerzas la escuela y el hogar. El ámbito del hogar tiene su importancia debido a que es el sitio donde se consume habitualmente televisión. La familia deberá de facilitar contextos adecuados a los espacios televisivos visionados. Pero difícilmente realizan esta tarea los padres, porque, en general, están tan faltos de formación, en este campo, con sus hijos. A la escuela corresponde la principal responsabilidad formativa, que debería desarroparla no solamente con los alumnos sino también con los padres para facilitar el citado protagonismo.

    Una adecuada educación televisiva implica dos magnitudes fundamentales: educar en la televisión y educar con la televisión.

  • Educar en la televisión significa convertir el medio en materia u objeto d estudio. Supone educar en el lenguaje audiovisual, enseñar los mecanismos técnicos y económicos de funcionamiento, ofrecer pautas y recursos para el análisis crítico de los programas, etc. es decir, acercarse al medio desde todas sus perspectivas: técnicas, ideológicas, sociales, económicas, éticas, culturales y políticas.

  • Educar con la televisión significa incorporarlas al aula, en todas las áreas y niveles de la enseñanza, no para incrementar más su consumo sino para ampliar al máximo el proceso de aprendizaje.

    En la vida cotidiana, estas dos magnitudes se complementan mutuamente. Cuanto más se eduque con el medio, más se educará en el medio. Es fundamental que en la escuela se dedique tiempo a enseñar los entresijos propios de la televisión y así se convierta en elemento de estudio. Olvidar cualquiera de estas dos magnitudes implica, irremediablemente, dar una educación parcial que nunca cubrirá los objetivos que deseamos: hacer a nuestros alumnos seres autónomos, críticos y activos ante los medios audiovisuales, colaborando al proceso de su humanización.

Concreciones de la educación televisiva

    Un planteamiento interdisciplinar en la educación con la televisión consiste en que cada área de la enseñanza aborte aquellas dimensiones del medio que le son más próximas. Para ciencias, dejaremos los principios perceptivos y técnicos que hacen posibles que las imágenes y los sonidos lleguen a nuestro aparato receptor; en el área del lenguaje y la plástica, remarcaremos lo audiovisual como forma de expresión; para filosofía, religión o ética, señalaremos lo ideológico y lo ético; en literatura, analizaremos la estructura narrativa; en el área de sociales, estudiaremos los aspectos sociales y económicos… Y así, en todos los otros casos posibles.

    Si cada uno de los campos cuida su parcela y se preocupa por estar al día en los avances mediáticos, el resultado final será positivo y veremos cómo la televisión es un medio más que sirve, de verdad, para la educación de los alumnos. Por el contrario, descuidar alguna de las áreas señaladas implicará crear un déficit en el alumno que no podrá ser compensado por ninguna otra área. Todas y cada una de ellas tienen su misión y el hiperdesarrollo de una nunca suplantará la carencia de otra.

    Además, educar en el medio comportará introducir de manera periódica y sistematizada debates, ejercicios de fórum, de análisis fílmicos, de series o de programas. Esta es la única manera de introducirse de un modo riguroso en el análisis crítico. Para hacer esta tarea más agradable y cómoda al alumnado, se podrá realizar sobre películas que les interesen o sobre series de actualidad. No siempre habrá que recurrir a las grandes obras maestras que pueden resultarles demasiado complicadas en un primer momento del aprendizaje. Todo ello siempre orientado hacia el objetivo de despertar la reflexión crítica en los alumnos.

    Notemos que para algunas personas llevar la televisión a las aulas significa no mostrar la realidad tal y como es, sino valerse de una medición más para seguir fomentando pseudorealidades fantasiosas que poco tienen que ver con el día a día. Y sin duda un mal uso del medio en el aula puede incurrir en este defecto. Sin embargo, dependerá de los padres y profesores que esto ocurra o, por el contrario, el visionado propicie, impulse y enriquezca al receptor de los programas televisivos. Debería de darse un movimiento bidireccional entre las imágenes y la realidad: igual que las imágenes enriquecen la realidad, la realidad debería de hacerse presente en ocasiones en la televisión para enriquecerla con nuevas perspectivas, nuevos conocimientos y nuevas experiencias.

    Igual que un niño aprende a leer y a escribir con un libro y un papel, podemos acercarle el mundo de los audiovisuales con una cámara de video o mediante la conversación de una obra literaria en un guión televisivo. De esta forma se familiarizan con la técnica audiovisual. De la misma forma, si dejamos una cámara de video en manos de un joven, seguro que le resulta una experiencia fascinante.

    Desde otra perspectiva, podemos utilizar tanto programas educativos pensando exclusivamente para el ambiente académico (cada vez son más los fabricantes que incluyen en sus catálogos material audiovisual adaptado a los programas escolares) como programas de divulgación masiva que pueden sernos de utilidad para temas concretos. Estos últimos ofrecen algunas ventajas de cara a su incorporación a la enseñanza; su conexión con los intereses de los alumnos, su capacidad de impacto y de seducción, se sentido del espectáculo.

    Sabemos, en fin, que sin motivación no hay aprendizaje, y la escuela, en la actualidad, no suele distinguirse por su capacidad motivadora. En cambio, nadie duda de la capacidad seductora de la televisión que es capaz de hacernos pasar horas y horas delante de ella. Entonces, ¿por qué no encauzar su seducción hacia los ámbitos de la educación para hacer una enseñanza más motivadora? Si la televisión es la actividad a la que más tiempo dedican los alumnos, si la televisión es un elemento decisivo en la formación de la creatividad colectiva de las nuevas generaciones, no cabe duda de que aprender desde la televisión potenciará el aprendizaje porque ayudará a los alumnos a conectar los nuevos contenidos con los ya conocidos.

    Además, existe otra ventaja: prolongar el proceso de aprendizaje fuera de las aulas. Si los alumnos se acostumbran a ser críticos ante las imágenes televisivas en el aula, cuando contemplen otras imágenes en su hogar les surgirá de forma espontánea el mismo tipo de análisis crítico, con lo que habremos pasado de tener pasivos espectadores a críticos televidentes

    En todo caso, resulta absurdo que desde entidades como la familia o la escuela se critique de forma sistemática los perniciosos efectos de la televisión cuando no se hace nada para la formación de espectadores maduros, con espíritu crítico y capacidad para utilizar de una forma enriquecedora un medio que tienen a su alcance. La televisión sólo resulta nociva cuando no se está preparado para contemplarla. Con la preparación adecuada, lo que era causa de personalidades pasivas y acríticas se convierte en medio que enrique. Una realidad muy distinta de la imaginada.

    “La aproximación crítica a la televisión debería hacerse siempre desde la interdisciplinariedad”

    “Sólo la formación audiovisual puede garantizarnos el espíritu crítico y el control del consumo necesarios para un correcto uso de la televisión”

Bibliografía

  • AGUARED GÓMEZ, J. L (1993) Comunicación audiovisual en una enseñanza renovada. Prensa y Educación.

  • CAMPUZANO, A. (1993) Tecnologías audiovisuales y educación. Akal.

  • GRENFIELD, P .M (1985) El niño y los medios de comunicación. Morata.

  • MASTERMAN, L (1990) La enseñanza de los medios de comunicación. De La Torre.

Otros artículos sobre Medios de Comunicación

  www.efdeportes.com/
Búsqueda personalizada

revista digital · Año 15 · N° 143 | Buenos Aires, Abril de 2010  
© 1997-2010 Derechos reservados