El comportamiento disruptivo del escolar en clases de Educación Física |
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Académico del Departamento de Educación Física Universidad de Atacama (Chile) |
Jorge Eduardo Valdivia Díaz jorge.valdivia@uda.cl |
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Resumen Durante el desarrollo de la clase es natural que surjan comportamientos ajenos a la tarea, dentro de lo permitido están: las risas, los movimientos coléricos y las manifestaciones de agrado en general por el ejercicio. Sin embargo, cuando los estudiantes rompen algunos esquemas permitidos y asumen conductas perturbadoras que desajustan el normal tránsito de la sesión, la disrupción toma cuerpo y rumbo diferente, la que pasa a convertirse en un problema dentro de la clase. Es por lo anterior, que la regulación del comportamiento pasa a ser parte fundamental del repertorio tecnico-metodologico del profesional contemporáneo. Palabras clave: Disrupción. Regulación. Individualización |
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http://www.efdeportes.com/ Revista Digital - Buenos Aires - Año 15 - Nº 143 - Abril de 2010 |
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El cambio social que ha sufrido nuestra sociedad hace entrever que los más afectados son las generaciones noveles. El desarrollo tecnológico y la apertura hacia el conocimiento universal, hacen reconocer a nuestro sistema como vulnerable a verse influenciado por estímulos que actúan en antítesis con los propósitos de la Institución Escolar. En este sentido es importante destacar que el patrimonio cultural que evidencia el adolescente, en ocasiones adolece de formas de regulación adecuada de sus impulsos, repercute en manifestaciones inadecuadas en los establecimientos educacionales y más específicamente durante la sesión de clases. Lo que trae como consecuencia que el curso lógico de su desarrollo se vea alterado, producto de la presencia constante de conductas disruptivas.
Así, el docente contemporáneo convive con experiencias profesionales de corte pedagógico y metodológico, influenciado por el nuevo tránsito cultural de la época en la cual los desafíos son otros, la necesidad social ha cambiado, también está en una constante transformación, contribuyendo estos aspectos a aprender a convivir con los imponderables disociadores recurrentes. Debe ser un requisito de primer orden contextualizar las intervenciones ante ambientes proclives a la disrupción, para realizar adecuadamente el quehacer pedagógico. Al mismo tiempo, la autoridad del docente y las interpretaciones del joven sobre su realidad, hacen reconocer a este proceso como un elemento complejo al momento de actuar pedagógica y metodológicamente en las propuestas en la sesión de clases.
Las acciones disruptivas dentro del aula son una preocupación diaria de todo docente; estos actos se presentan en forma recurrente, y dificultan la labor pedagógica del docente, e impiden que sus esfuerzos se concentren en el aprendizaje y no en la contención de estas manifestaciones.
“Se trata básicamente de conductas enojosas, de alumnos que quieren llamar la atención de sus compañeros o del profesor. Suelen ser alumnos que tienen problemas de afecto y/o de rendimiento académico, que presentan carencias significativas por lo que se refiere a la integración de hábitos, etc.” (Casamayor y otros, 2004, p. 20).
Por tanto, se hace necesario individualizar a los estudiantes disruptivos y las causas que originan estas conductas, pues serán elementos claves a la hora de establecer estrategias dentro de la clase.
No obstante, para el autor de esta investigación, los estudiantes hiperactivos y aquellos de rápido aprendizaje, pueden fácilmente convertirse en parte de esta población vulnerable que presenta conductas disruptivas, en cuanto a las tendencias de comportamiento que más inciden durante la clase.
Cuando Galera (2001) citó a Allal (1979) manifestó que la individualización “consiste en la adaptación de las actividades (…) en función de la personas en formación, y no simplemente en el diseño de tareas para un trabajo individual, lo que quiere decir que es posible proponer un trabajo individualizado para ser realizado en situación de grupo sin necesidad de diseñar tantas tareas diferenciadas como personas-alumnos”. (Galera, 2001, p. 136).
La individualización hace alusión a la identificación de aquellos jóvenes que son más vulnerables a incurrir en estas manifestaciones. No es motivo de análisis de este apartado enunciar las patologías sicológicas y biológicas que hacen a algunos estudiantes ser más vulnerables que otros; sin embargo, es el docente el responsable de informarse con respecto a esos alumnos, de manera que a partir de esa información genere espacios para la inclusión, integración y, sobre todo, para incorporarlos activamente durante el desarrollo de la clase.
A modo de ejemplo didáctico sobre las características de una muestra importante de jóvenes chilenos actuales y que son parte de la población de estudiantes que asisten a las instituciones escolares, vamos a señalar que utilizan códigos estéticos de “moda”, los que representan códigos de pertenencia de un determinado estrato social. Esto se debe a una diversidad social que actualmente caracteriza a muchas regiones del país: uso indebido del lenguaje verbal, utilización de jergas, y mensajes plagados de referencias a los órganos genitales.
“Es posible pensar que el cambio social rápido, no solo en Chile sino en toda América Latina, ha creado una crisis de inserción para los grupos juveniles. Esta crisis está directamente ligada a un conjunto de problemas sociales más amplio, pero su repercusión entre adolescentes y jóvenes lleva, muchas veces, a consecuencias negativas para la salud: la vulnerabilidad a las conductas de riesgo aumenta en situaciones de crisis, tanto sociales como familiares e individuales” (Florenzano y Valdés, 2005, p. 16).
La disrupción en el aula se presenta como una manifestación casi usual que debe abordar todo docente; sin embargo, es el comienzo de una serie de manifestaciones más graves asociadas al matonaje escolar o denominado también bullying. Generalmente es un abuso dirigido hacia alumnos débiles, ejemplificados en actos crueles. Violencia inusitada en los establecimientos educacionales, los estudiantes lo hacen como un juego, se produce gracias a un convencimiento mutuo, abusos entre compañeros, asimetría de poder, escolares estoicamente agredidos.
Esta situación es apreciada desde las primeras edades. En muchos establecimientos se observan conductas donde se molesta a niños en grupo. Según consta en documental difundido por la Televisión Nacional de Chile, específicamente en el programa Informe Especial, del 23 de abril del año 2008, en Chile el 47% de los escolares han sido agredidos y ya se han llevado a la Justicia situaciones extremas de matonaje escolar, e incluso ha habido muertes por acoso excesivo. En noviembre de 2006, por maltrato psicológico en la sala de clases, se presentó el primer caso de suicidio.
Según Pamela Leiva, coordinadora del Proyecto de Prevención de Violencia Escolar de la Ilustre Municipalidad de Copiapó, el bullying es la amenaza reiterada en el tiempo a una persona, donde hay abuso de poder por parte de un escolar hacia otro. Dichas calificaciones y amenazas deben hacerse en presencia de testigos. La relación que se produce entre víctima y victimario es vertical, además no es mediable, por lo que generalmente el agredido no enfrenta al agresor.
Cabe indicar que los jóvenes que viven este tipo de hostigamiento presentan algunas secuelas como no querer ir a los centros escolares, “inventan enfermedades, además se aíslan del grupo y pierden amistades”, precisa Pamela Leiva. Y no solo eso, generalmente las víctimas sufren una baja en la autoestima y se vuelven más inseguros y, por último, en el futuro se vuelven agresores, no solo en el colegio, sino también en su entorno. Según consta a la profesional, la oficina de atención que ella dirige durante el primer semestre del año 2009 recibió la notificación de veinticinco casos, estos se concentran en séptimo y octavo Básico, cursos donde la agresividad se da en un menor volumen que durante la enseñanza media.
Los estudiantes que incurren con frecuencia en estos actos se caracterizan por no seguir normas, perturban las actividades docentes y afectan, en algunos casos, el desarrollo normal de la clase.
Cuando los procesos de interacción positivos se ven sobrepasados, el sistema en conjunto debe cuestionarse y reconocer cuáles pueden ser las causas que permiten que la disrupción sobrepase las medidas de regulación de la disciplina en la clase. Sin ninguna duda, cuando se evidencia que es este control el principal protagonista de la dirección del P. E. A., la responsabilidad recae en el docente, ya que no ha actuado en forma eficaz, previniendo, a través de la organización adecuada de la clase, la presencia de estos actos.
Según los autores Pedro Ayerbe y Pedro Arismendi en su investigación Indisciplina y Violencia: Génesis y Alternativas, realizada en el año 2003, los actos disruptivos que más molestan a los docentes son:
Hablar en clase mientras el profesor explica.
Responder de mala manera al profesor.
No hacer los deberes.
Tirar o despreciar el material dado por el profesor.
Estar despistado (“ausente en clase”). (Ayerbe y Arismendi, 2003, s. p.).
Al respecto el sicólogo educacional Guillermo Avendaño en entrevista concedida en el año 2005, plantea las siguientes medidas preventivas:
Observar con intencionalidad.
Determinar variables causales.
Hacer cambios de conducta, empezando por el propio docente.
No abstraerse de las responsabilidades docentes.
Reflexionar respecto a la forma de interpretar estas situaciones.
Establecer vínculos verbales y no verbales consistentes y permanentes con los escolares más vulnerables a incurrir en estos actos.
Según lo señalado por el profesional, los efectos negativos de una falta de prevención pueden ser mermados al considerar algunas medidas precautorias. La más importante es la que sugiere al propio docente: reflexionar sobre su actuación frente a las conductas disruptivas. Por lo que el manejo equilibrado de intervenciones adecuadas para el tratamiento de los contenidos y el refuerzo constante de las normas de comportamiento y procedimiento, aparecen como categorías de intervención acordes con la socialización permanente de patrones de comportamiento sociales y culturales. La clase debe responder a ciertos límites, los cuales deben ser aceptados y aplicados por todos, comenzando por el docente a cargo de la clase.
La composición heterogénea de la clase y la diversidad de motivaciones e intereses aparecen como características muy complejas de soslayar por parte del docente. Las decisiones de organización de los grupos-curso, generalmente han sido influidas por las administraciones de las instituciones escolares, considerando solo aspectos arbitrarios y muy generales para tomar decisiones respecto a ¿cuáles son los estudiantes que serán asignados a cada grupo-curso? A partir de esta realidad la clase de Educación Física es un contexto ideal para que la homogeneización cobre sentido educativo prospectivo.
La diversidad aparece como el otro gran factor a considerar: “si algo caracteriza a los centros educativos actuales de los países de industrialismo avanzado es la diversidad, manifestada cada vez en mayor número de aspectos y fruto de una conjunción de factores de todo tipo: económicos (globalización y abaratamiento de las comunicaciones, supresión de barreras físicas, desequilibrio Norte-Sur, etc.), sociales (concienciación de derechos, democratización de usos y costumbres…), legales (supresión de segregaciones de colectivos diferentes…), etc.” (Galera, 2001, p. 136).
Las tareas comunes en grupos de trabajo, los juegos colectivos, las agrupaciones y formaciones dispersas, deben generalmente responder a un mismo propósito educativo. Es de vital importancia seleccionar los grupos considerando características homogéneas, tales como habilidades, capacidades, conocimientos y actitudes. Lo contrario puede ser causa de la presencia de actos disruptivos.
Piéron y Costa (1992), Siedentop (1998), López y Vega (2000) y Moreno (2004) coinciden en señalar que el control riguroso de los momentos de espera, el reducir la suma de tiempo dedicada a la organización, el llenar la clase de trabajo real y el control de la clase en general, además de prevenir la presencia de los actos disruptivos, favorece la utilización provechosa del tiempo destinado para la clase.
Bibliografía
Avendaño, Guillermo. (2005) Municipalidad de la Comuna de Talagante, Chile (entrevista personal).
Ayerbe, Pedro y Pedro Arismendi. (2003) “Indisciplina y Violencia: Génesis y alternativas” (s. f.).
Casamayor, Gregorio y otros. (2004) Cómo dar respuesta a los conflictos, 6ª. ed. Barcelona, Editorial Graó, de IRIF, S. L. p. 20.
Chile. Televisión Nacional. (2002) Informe Especial del 23 de abril.
Florenzano, Ramón U. y C. Macarena Valdés. (2005) El adolescente y sus conductas de riesgo, 3ª ed. Santiago, Ediciones Universidad Católica de Chile. p. 16.
Galera, Antonio D. (2001) Manual de didáctica de la Educación Física I. Una perspectiva constructivista moderada. Funciones de impartición. Barcelona, Editorial Paidós Educación Física. p. 136.
Leiva, Pamela. Coordinadora del Proyecto de Prevención de Violencia Escolar de la Ilustre Municipalidad de Copiapó, Chile (entrevista personal).
López y Vega. (2000) Tendencias contemporáneas de la clase de Educación Física. México. Cuadernos IMCED. Serie Pedagógica, no. 26. Morelia, Michoacán.
Moreno, J. (1998) Problemas en las clases. Comportamiento antisocial en los centros escolares: una visión desde Europa. Organización de Estados Iberoamericanos Para la Educación, la Ciencia y la Cultura Revista Iberoamericana de Educación Número 18 - Ciencia, Tecnología y Sociedad ante la Educación, Diciembre.
Piéron y Costa. (1992) “El entusiasmo del profesor en las clases de Educación Física”. ISSN 1577-4015, Nº 27, 1992, Apunts: Educació Física i Esports. pp. 12-16.
Siedentop, Daryl. (1998) Aprender a enseñar la Educación Física. Barcelona, Editorial INDE Publicaciones
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