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Los valores educativos que trasmite el movimiento corporal

 

Licenciado en ciencias del deporte

por la Universidad de Extremadura

(España)

Carlos Contreras Rodríguez

carloscontre83@hotmail.com

 

 

 

Resumen

          La implantación de la Educación Física en los centros escolares como materia obligatoria en Primaria y Secundaria, así como la práctica deportiva extraescolar y la percepción social que el deporte educa en valores preventivos, son una buena muestra  de que el deporte puede ser una actividad educativa (Amaty Batalla, 2001: 10). En la práctica de las actividades físicas  y deportivas dice Ramírez de Arellano (2001: 20) sean “un campo dónde coinciden en unas coordenadas espacio-temporales  muy limitadas (terreno de juego y duración de los encuentros) unos intereses muy dispares y continuos en el tiempo (deportivos, económicos, individuales, afición...), hace que ese momento concreto se convierta en una olla a presión si no se dispone de una válvula de seguridad que mantenga la competición dentro de los márgenes de seguridad y respeto. Continúa indicando que esa válvula de seguridad es la deportividad, que como valor propio del deporte permite encauzar la rivalidad y las controversias deportivas, y de sus intereses afines, desde unas pautas diferentes y socialmente aceptables que pueden producir ejemplaridad frente a otras formas de relación social. Pero así como multitud de colectivos defienden “los valores del deporte”, otros los cuestionan. Pero como hay gustos para todo, el no aceptar el papel educativo de la actividad física y el deporte supone ir en contra de las opiniones de pedagogos y profesionales especializados, sino también de buena parte de la población; hacerlo, nos lleva a tener que ignorar toda una serie de hechos negativos demasiado evidentes.

          Palabras clave: Educación Física. Deporte. Valores. Movimiento corporal

 
http://www.efdeportes.com/ Revista Digital - Buenos Aires - Año 14 - Nº 142 - Marzo de 2010

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1.     Introducción

    El movimiento corporal y su forma más común de practicarlo de manera organizada o no organizada “el deporte” en sí mismo y si lo analizamos desde una perspectiva estructural no es más que el dominio de una técnicas por medio del desarrollo de la condición física y las habilidades motrices, pero no hay que olvidar que en este proceso de adquisición de habilidades, de mejora de capacidades y cualidades intervienen personas, y si bien el dominio de las habilidades por sí mismo no tiene un componente de educación en valores, lo que es indudable que si lo tiene es el cómo se transmiten esas técnicas, y que fin persigue el profesor/entrenador, ese objetivo será el que dará moralidad y sentido ético a las acciones deportivas. (Torres Guerrero, 2004: 47)

         La actividad física y su forma  mayoritaria actualmente de practicarla, el deporte,  en si misma  y si  hacemos un análisis desde una perspectiva estructural no es más que el dominio de una técnicas por medio del desarrollo de la condición física y las habilidades motrices, pero no hay que olvidar que en este proceso de adquisición de habilidades, de mejora de capacidades y cualidades intervienen personas, y si bien el dominio de las habilidades por sí mismo no tiene un componente de educación en valores, lo que es indudable que si lo tiene es el cómo se transmiten esas técnicas, y que fin persigue el profesor/entrenador, ese objetivo será el que dará moralidad y sentido ético a las acciones deportivas.

        Para que una educación en valores tenga eficacia es preciso que su proceso de enseñanza-aprendizaje sea programado, controlado y sistematizado, nada debe quedar al azar o a las características personales de los participantes en el proceso. Por tanto habrá que diseñar objetivos, seleccionar contenidos según la edad y el nivel de desarrollo individual, plantear estrategias y orientaciones metodológicas generales para el desarrollo de las practicas y por supuesto establecer los criterios de evaluación que nos van a permitir una información clara y eficaz del momento en que nos encontramos del proceso. (Torres Guerrero, 2004: 37)

        Adoptar este enfoque del proceso de enseñanza-aprendizaje desde el diseño inicial, tiene importantes consecuencias metodológicas, ya que el sentido con que el profesor debe planificar sus estrategias didácticas y sus intervenciones a lo largo del proceso variará sensiblemente en función de que los objetivos principales de la enseñanza no los constituyen el aprendizaje significativo de contenidos disciplinares a nivel de conceptos y procedimientos, sino que al mismo nivel y por encima incluso de los mismos se encuentra situado el desarrollo de actitudes individuales y colectivas, que generen valores al alza en una sociedad libre y democrática.

2.     Modelos y propuestas de desarrollo curricular para una educación en valores a través de las actividades físico-deportivas

    Los modelos teóricos en los que nos podemos apoyar para el desarrollo de una educación en valores, son una representación de la realidad que supone un alejamiento o distanciamiento de la  misma, o en palabras de Rodríguez Marcos (1994), un modelo es “la representación del proceso de enseñanza-aprendizaje en el que se recogen variables que parecen relevantes en dicho proceso”. Toda acción formativa que aborde  cuestiones de educación en valores debe apoyarse en un modelo teórico.

    Para Escudero Muñoz (1981, en Fajardo, 2002: 51 y ss.), los modelos cumplen dos funciones:

“1)     Sugerir líneas de investigación básica en el sentido que la entiende Ausubel, cuya verificabilidad tendría lugar, metodológicamente hablando, en el marco de diseños experimentales o cuasiexperimentales de investigación.

 2)      Sugerir procedimientos concretos de actuación en el aula, la validez de cuyo funcionamiento se verificaría mediante la utilización de procedimientos de investigación operativa, y en su caso de diversos modelos de evaluación”.

    Con la finalidad de aprovechar el potencial educativo del deporte, creemos que en buena medida este aprovechamiento dependerá de la vocación y la formación de los agentes implicados en el deporte: entrenadores, delegados, directivos, árbitros..., pero también de los deportistas y de sus familiares más próximos. Sólo contando con personas con vocaciones educativas y formadas correctamente se puede sacar todo el partido educativo que el deporte puede propiciar.

2.1.     Modelo Implicativo de Compromiso personal del docente

    Señala Marcelo (1995) que un buen profesor es una persona, una personalidad única, un facilitador que crea condiciones que conducen al aprendizaje y para conseguirlo, los profesores deben conocer a sus alumnos como personas.

    Rodríguez (1994) cree que la tendencia personalista centra en la persona del profesor como garantía de futura eficacia docente Uno de los objetivos es la conquista de un autoconcepto positivo.

    Wandzilak (1985) plantea que para un modelo de educación en valores tenga éxito, deben cumplirse una serie de requisitos previos, situando como primero y más importante el que el profesor o entrenador debe comprometerse expresamente con el desarrollo de valores. El segundo requisito sería el compromiso por entrenadores y profesores del desempeño de modelos de rol.

    Resalta Wandzilak que existe en la actualidad una falta de implicación de profesores y entrenadores en los procesos de promoción de valores sociales y personales, no solo en el terreno deportivo sino respecto a la educación en un sentido más amplio. Una corriente extendida entre los educadores es la de mantenerse “neutros” en el aspecto de educar en valores, punto de vista a nuestro modo de ver equivocado. La educación es intervención, implicación, creatividad y también el seguimiento de modelos de conducta adecuada.

    En este modelo la actividad física y deportiva es un medio eficaz para el desarrollo de valores sociales y personales y consta de cinco pasos:

  • Identificación y definición de los valores que van a desarrollarse.

  • Establecimiento de un currículo.

  • Utilización de objetivos escalonados.

  • Evaluación del sistema.

  • Utilización de los datos de evaluación.

2.2.     Modelo Educativo – Ético – Ecológico de Educación en valores a través de la práctica físico-deportiva

    En el Modelo de Compromiso  Personal  anterior, el factor clave era el docente, pero el modelo resulta insuficiente si los esfuerzos de los educadores (profesores y entrenadores), se ven contrarrestados por el poderoso efecto a veces hostil y competitivo  de gran parte de los ambientes deportivos, cuyo reflejo observamos cada día en los medios de comunicación, lo que en muchos casos produce desmoralización de los docentes.

        Para Vonk y Scrhas (1987) existen factores ambientales que limitan la actuación del profesor, estos factores son internos y externos. Los externos son las condiciones estructurales tales como horario, tamaño del grupo, equipo de docentes, etc.  Condiciones que determinan el nivel curricular final que deben adquirir los alumnos a nivel de valores. Los factores internos se refieren a la ideología de la escuela y su clima, así como al apoyo de los compañeros.

        El modelo personalista presenta en la actualidad múltiples limitaciones, por lo que se hace obligado el elaborar una perspectiva que considere el entorno como un principio didáctico, es decir, que incorpore un elemento ecológico como una dimensión siempre presente en la toma de decisiones, respecto de cualquier elemento curricular, incidiendo por tanto, en los objetivos, contenidos, relaciones comunicativas, metodología, evaluación, etc. Se hace necesario pues,  definir un nuevo paradigma educativo-ético-ecológico  (E.E.E.), que tenga como principio guía la educación en valores y que sea considerado como el marco de referencia de nuevas normas y pautas de comportamiento social más armoniosas y respetuosas con todos los elementos implicados en el proceso de educar a través de la práctica deportiva.

2.2.1.     ¿Por qué un paradigma Educativo?

    La educación en sentido individual, es tanto el proceso de interacción de los individuos con los estímulos del entorno como los resultados (o adquisiciones) que desarrolla el individuo en forma de habilidades, destrezas, y adquisición de conocimientos tomando como referencia sus motivaciones, actitudes, y escalas de valores.

    Cuando hablamos de educación en sentido social estamos hablando de formas de transmisión cultural. Esta potencialidad de la educación intencional reside en su capacidad de transmisión de cultura que desde múltiples y distintas formas de realización, ha permitido la progresión humana. El fin principal de la educación, como claramente se especifica en la LOE, es el pleno desarrollo de la personalidad de los alumnos y alumnas, el desarrollo integral de todos los factores que la componen: intelectual, corporal, social, afectivo y ético-moral.

    En palabras de Benilde Vázquez (1999: 344), “habrá que empezar a pensar en la educación deportiva propiamente dicha, ya que no se puede trasplantar miméticamente el mundo deportivo al mundo escolar, sino que como es sabido, en educación, hay que transformar los objetos culturales en objetos didácticos adaptándose a las posibilidades y necesidades de los individuos”.

    Por lo tanto, las condiciones en las que se practiquen las tareas de aprendizaje deportivo es lo educativo, pues es lo que conduce a la autonomía de los jugadores y los componentes del deporte (físico, técnico, táctico, psíquico) son los medios para conseguir el fin: educar a través del deporte.

2.2.2.     ¿Por qué un paradigma Ético?

    La educación moral puede capacitar a los alumnos/jugadores para tratar con temas problemáticos, de importancia en su entorno y en la sociedad en general, cuya solución no está clara pues implica a veces resolver conflictos entre valores difícil de dilucidar.

    La cuestión ética no puede entenderse desligada de la acción. Entendemos que el componente de acción de una actitud tiene un peso considerable en los comportamientos posteriores a una tarea educativa, de ahí que en nuestra propuesta metodológica se incorporen actuaciones que van dirigidas al contraste de actitudes, pero también a modificar ciertas situaciones que se dan en el entorno concreto. La educación moral constituye un elemento fundamental del proceso educativo, que ha de permitir a los alumnos actuar con comportamientos responsables dentro de la sociedad actual y del futuro, una sociedad pluralista, en la que las propias creencias, valores y opciones han de convivir con el respeto a las creencias y valores de los demás.

    El entorno influye de forma decisiva en el aprendizaje de los alumnos/jugadores. Hay que crear pautas correctas de comportamiento para que en la práctica autónoma el niño actúe correctamente, y para que centre su atención en las pautas de conducta sugeridas en la enseñanza formal, tanto cuando practica como cuando es espectador.

2.2.3.     ¿Por qué un paradigma Ecológico?

    Un modelo ecológico exige de la participación de todos los sectores implicados, o que puedan influir de una u otra manera en el problema concreto. Para Gutiérrez Sanmartín (1995: 208) el proceso de educar y promocionar valores sociales y personales mediante la actividad física y el deporte. “debe realizarse a través de una intervención social general, en la que se tengan en cuenta los valores de la persona como individuo y del entorno en el que se desarrolla...”

        Al analizar los elementos del entorno en que los alumnos/jugadores están inmersos, hay que señalar los propios valores de los jugadores/alumnos y su entorno inmediato, de los medios de comunicación social, de las organizaciones deportivas y de la política global educativa. La intervención en una educación en valores que tenga en cuenta todos estos elementos implicados requiere un tratamiento no solo individualizado de actuación sobre cada uno de ellos, sino una actuación interdisciplinar, el resultado será que el todo es más que la suma de las partes.

    El modelo que proponemos tiene en cuenta el entorno y el ambiente en que se desarrolla la actividad docente y exige la participación de todos los sectores implicados en el proceso. En palabras de Marina (1993) “los problemas son universales, pero las soluciones son locales”.

2.2.4.     ¿Sobre qué elementos intervenir?

  • Alumnos/as-jugadores/as y su entorno inmediato.

  • Del sistema educativo en sus diferentes niveles de concreción

  • Los docentes (profesores/entrenadores).

  • Los medios de comunicación social.

  • Los Clubes, Asociaciones, equipos, grupos.

  • Los organizaciones deportivas (Ayuntamientos, Diputaciones, Federaciones, gestores, organizadores, patrocinadores…).

3.     Algunas reflexiones finales

    Para finalizar me gustaría indicar a modo de decálogo una serie de reflexiones que a modo de conclusión de este artículo podrían considerarse como resumen:

  1. Los objetivos de la actividad físico-deportiva en edades de formación habría que entenderlos más que como estados terminales a conseguir, como metas que guían el proceso, constituyendo un marco de referencia para decidir las posibles direcciones a seguir durante el transcurso del período de formación de nuestros alumnos.

  2. En edades escolares, tanto las actitudes como los intereses pueden presentar peculiaridades diferentes respecto a otros contenidos, por ello es preciso explorar mediante controles periódicos su desarrollo o estancamiento, o los cambios en las mismas, para poder disponer de esa información cualitativa.

  3. Si en las edades de formación no se crean unas bases duraderas para una motivación para el aprendizaje y los futuros rendimientos, no se contraerá un compromiso individual y colectivo y los jóvenes abandonaran el deporte porque encontrarán otras actividades más atrayentes.

  4. Es necesario recuperar el valor pedagógico del autoconcepto, del esfuerzo, de la constancia, la cooperación, la solidaridad, la tolerancia y el respeto como valores que permitirán a nuestros alumnos ser más tolerantes.

  5. El éxito por encima de todo, no justifica el enfoque de algunos entrenadores y padres, que sobrevaloran determinadas cualidades de los niños, llegando a perjudicarlos seriamente. No se tiene en cuenta que el principal enfoque ha de ser la responsabilidad pedagógica.

  6. Es importante que los niños y jóvenes construyan su propia jerarquía de valores de tal manera que mantenga un equilibrio entre las necesidades propias y las colectivas, es decir, entre los ámbitos personal y comunitario-social.

  7. Para que una educación en valores tenga eficacia es preciso que su proceso de enseñanza-aprendizaje sea programado, controlado y sistematizado, nada debe quedar al azar o a las características personales de los participantes en el proceso.

  8. La Iniciación deportiva y el entrenamiento con niños y jóvenes debe tener un marcado carácter pedagógico. Los jóvenes deben ser educados en los valores del deporte y a través de sus actividades, hacia la búsqueda de su propia personalidad.

  9. El profesorado deberá ser un facilitador de los aprendizajes de los alumnos. Aparece por tanto como el elemento clave de la acción educadora, convirtiéndose así en el mediador entre la organización del ambiente escolar y el desarrollo de las capacidades de los alumnos.

  10. La ética en el deporte no está en su esencia, sino en su acción práctica. La formación deportiva debe fomentar la ética sabiendo que lo importante es la opción, el valor de actuar de una manera correcta ya que no se trata de imponer, sino de invitar a la realización de los mismos de una forma concreta y educar la voluntad para conseguirlo.

Bibliografía

  • Camps, V. “Los valores en la educación”. Editorial: Anaya. Madrid 1994.

  • Cardona Sánchez, Arturo. “Formación de Valores: teoría, reflexiones y respuestas." Editorial Grijalbo. México D.F. 2000.

  • Escámez Sánchez, J. “La enseñanza de actitudes y valores”. Editoria: Nau Libres. Valencia 1986.

  • Gutiérrez Sanmartín, Melchor. “Valores sociales y deporte. La Actividad Física y el Deporte como transmisores de Valores Sociales y Personales”. Colección Monografías sobre Ciencias de la A.F. y Deporte. Editorial Gymnos. Madrid 1995.

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