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Algunas consideraciones sobre el ajedrez como un 

instrumento para perfeccionar las habilidades cognitivas

 

*Profesor Facultad de Cultura Física provincia Habana, UNAH

**Profesor de Educación Física, Escuela Primaria “Enrique Hart Dávalos”

San José de las Lajas. La Habana

(Cuba)

MSc. José Antonio Pino Roque*

Lic. Ariel Martí Soto**

Lic. Joel Rodríguez Castro*

Lic. Javier Pérez Pérez*

pino@isch.edu.cu

 

 

 

Resumen

          En este trabajo se realiza un análisis del criterios de varios autores sobre el ajedrez en edades tempranas la cual abarca una recopilación de información sobre los aspectos del desarrollo del niño en edades tempranas, así como el empleo y aprendizaje del ajedrez en ese tiempo, contemplando los criterios que se tiene del ajedrez como un juego educador que desarrolla las capacidades intelectuales. Esta revisión bibliográfica forma parte de una fundamentación teórica para un trabajo más profundo sobre el juego ciencia que corresponde a una investigación que tributa a una Maestría en Educación.

          Palabras claves: Ajedrez. Habilidades cognitivas. Ajedrez para niños

 
http://www.efdeportes.com/ Revista Digital - Buenos Aires - Año 14 - Nº 138 - Noviembre de 2009

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Introducción

    En los estudios realizados por Huerta (2007) se plantea que en el año 1925, los psicólogos rusos Djakow, Petrovsky y Rudik investigaron a los grandes maestros de ajedrez para determinar cuales eran los factores fundamentales del talento ajedrecístico. De esta forma determinaron que los grandes logros dentro del ajedrez radican en la memoria visual excepcional, el poder combinatorio, la velocidad para calcular, el poder de concentración y el pensamiento lógico.

    El ajedrez es uno de los juegos-deportes más completos para el desarrollo intelectual de las niñas y los niños, porque, además de estructurar sus mentes, es una forma divertida de aprender un juego no habitual entre las gentes de su edad, y que les permite desarrollar su capacidad intelectual.

    Por estas razones, se hace necesario analizar el desarrollo del niño en edades tempranas, el empleo del ajedrez en la edad escolar, reflexionar sobre el ajedrez cubano y verlo como un juego educador que desarrolla las capacidades intelectuales, todos estos aspectos son abarcados en este acápite.

El desarrollo del niño en edades tempranas

    El hombre que vivirá en el siglo XXI requiere que lo enseñemos a pensar, a ser crítico, reflexivo, dialéctico a tener pensamiento de hombre de ciencia y solo es posible lograrlo con la formación integral de nuestros estudiantes. Nuestro país tiene el fin de formar a las nuevas generaciones en la concepción científica del mundo, desarrollar plenamente las capacidades intelectuales, físicas y espirituales del individuo; el Ministerio de Educación organiza sistemáticamente las influencias educativas para lograr la formación del hombre a que aspiramos.

    El desarrollo intelectual del niño se propicia para todas sus nuevas actividades, cuya realización conduce a la ampliación del círculo de sus conocimientos acerca del mundo que le rodea y al desarrollo de sus procesos cognoscitivos, fundamentalmente de su pensamiento, se desarrolla su curiosidad, su deseo de conocer. Esta será la base de la formación de los intereses cognoscitivos en la etapa escolar.

    La educación preescolar desarrolla multilateral y armónicamente a los niños desde el nacimiento hasta los seis años de edad, muchos especialistas han puesto de manifiesto las grandes posibilidades de desarrollo que tienen los niños de estas edades; toda la estimulación y preparación que reciba, es la base para su futura vida escolar.

    En la edad preescolar, el niño comienza a resolver tareas cada vez más complejas y diversas, que requieren distinguir y utilizar los nexos y las relaciones entre los objetos, fenómenos y acciones. El niño no utiliza simplemente las acciones aprendidas en el juego, el modelado, la construcción y en la resolución de tareas didácticas y laborales, sino que paulatinamente las va cambiando de aspecto, y obtiene así nuevos resultados.

    Como planteara Bermúdez y Rodríguez (1997) “…es que las estructuras cognitivas de una persona no pueden configurarse si ésta no posee las instrumentaciones intelectuales correspondientes para lograrlas y viceversa. Cuando el funcionamiento instrumental intelectual de un sujeto es significativo, es porque su estado cognitivo también es efectivo”.

    El pensamiento en desarrollo les permite a los niños prever con antelación los resultados de sus acciones y planearlas.

    A medida que se desarrolla el afán de conocimientos y los intereses de los niños, el pensamiento se va utilizando cada vez más ampliamente para adquirir un conocimiento del mundo circundante que se sale fuera del marco de las tareas planteadas por la propia actividad practica.

    El niño se comienza a planear tareas cognoscitivas, le busca su explicación a los fenómenos que observa. Los niños preescolares realizan análisis peculiares para encontrarle explicación a las cuestiones que les interesen, analizan los fenómenos, discuten acerca de ellos y hacen sus conclusiones.

    Como plantea Venguer (1981) “Al final de la edad preescolar los niños ya son capaces de resolver tareas de bastante dificultad…”

    La obtención de conocimientos es una condición imprescindible para el desarrollo del pensamiento infantil.

    Su dinámica está condicionada fundamentalmente, por el desarrollo del propio niño y además por el de la sociedad, que es la causa de la constante variación de los métodos, medios y tareas de la educación.

    En la edad preescolar se produce un intensivo desarrollo del niño, tanto de sus capacidades intelectuales, como en la formación de sus cualidades morales y volitivas. Esta edad se considera como un período de gran sensibilidad para el desarrollo infantil. Por medio de un sistema de influencias pedagógicas organizado correctamente, pueden producirse grandes logros en el desarrollo del niño, sentando bases firmes para su continuación en las etapas siguientes.

    El niño entra en un período preescolar con todo un desarrollo, con una serie de “posibilidades” que son el producto de toda su educación en el período anterior. Ahora se hace más amplio su mundo de acciones e interrelaciones y se hacen más variadas sus actividades: el niño juega, trabaja, se inicia en la actividad docente, debe cumplir las tareas y encargos que el adulto le plantee, se enfrenta a la posibilidad de seleccionar lo que quiere hacer... La realización de todas estas actividades exigen nuevas y más complejas interrelaciones con los adultos que le rodean y con sus compañeros.

    Según Bozhovich (1976) a fines de la edad preescolar y comienzos de la escolar, surgen en los niños una etapa cualitativamente peculiar en el desarrollo de la necesidad cognoscitiva –la necesidad de adquirir nuevos conocimientos y habilidades- lo que se realiza en nuestras condiciones sociales en el estudio como actividad socialmente importante, que crea para el niño una nueva posición social.

    El proceso de enseñanza y educación del niño en esta etapa debe estar dirigida a la organización y dirección de todas esas actividades e interrelaciones.

    Durante toda esta etapa preescolar continúa una intensiva maduración del organismo, particularmente del sistema nervioso, el funcionamiento activo de los analizadores favorece el desarrollo del niño, potenciado por la diversidad de estímulos internos y externos a los que está sometido y que muchas veces se manifiesta por nuevas formas de conducta; predominan los procesos de excitación sobre los de inhibición debido a la inmadurez del sistema nervioso, también tiene alta plasticidad que le permite adaptarse fácilmente a las condiciones cambiantes del medio.

    La particularidad esencial del Sistema Nervioso Central (SNC) en el niño, es la capacidad de conservar las huellas de los procesos que ocurren en él. Para lograr estas huellas, es preciso repetir los estímulos hasta formar un reflejo condicionado.

    El proceso de maduración va accionando en el organismo infantil como otra de las propiedades del sistema nervioso, la fuerza o capacidad de trabajo de las neuronas para soportar actividades prolongadas o la acción de estímulos fuertes sin pasar a un estado de inhibición, la movilidad que es el paso rápido de un proceso de excitación a otro, o de uno de excitación a uno de inhibición con modificación rápida del estereotipo, y el equilibrio. La relación entre las propiedades va a determinar el tipo de sistema nervioso del niño, en la medida en que uno y otro prevalece en su interrelación dinámica. Estas peculiaridades de la actividad nerviosa superior determinan una elevada estimación funcional de las células nerviosas de la corteza cerebral, baja estabilidad de la atención y una distracción durante las actividades. Las funciones psíquicas superiores: razonamiento, habla, memoria, imaginación y emociones están relacionadas con el desarrollo del cerebro, por lo que el proceso de enseñanza debe considerar los índices fisiológicos del grado de desarrollo y madurez alcanzado por este.

    El pensamiento infantil, especialmente el que tiene lugar en el período de la infancia temprana y preescolar, ha sido objeto de múltiples investigaciones dirigidas al esclarecimiento de las principales regularidades de este proceso en esta etapa del desarrollo; al conocimiento de los componentes estructurales del acto intelectual, y al análisis de las operaciones y procedimientos que se utilizan en el proceso de solución de problemas cognoscitivos y en la formación de conceptos.

    Bozhovich (1976), plantea que en le período de la edad preescolar la nueva formación es el surgimiento, en una etapa dada de su desarrollo, de la relación entre el afecto y el intelecto del niño, o, en otras palabras, es el surgimiento, en los niños de edad temprana, de imágenes y representaciones, que poseen fuerza impulsora y de aquellas tendencias motivacionales que entran en el juego y que dirigen la conducta del niño.

    Hemos actuado teniendo en cuenta los principios más contemporáneos de las ciencias que sustentan la acción denominada diagnóstico y nuestro punto de partida lo constituye los enfoques originados a partir de la escuela Histórico – Cultural de L. S. Vygotski acerca del desarrollo integral de la personalidad. El desarrollo cultural del niño se caracteriza, en primer lugar por el hecho en que transcurre bajo condiciones de cambios dinámicos en el organismo. El desarrollo cultural se ha sobrepuesto a los procesos de crecimiento, maduración y desarrollo orgánico del niño, forman una unidad.

    “El crecimiento del niño normal en el seno de la civilización implica, por regla general una fusión con los procesos de maduración orgánica. Ambos planos de desarrollo, el natural y el social, coinciden y se confunden entre sí. Las dos líneas de cambio penetran una en la otra formando básicamente una única línea de formación socio – biológica de la personalidad del niño”. (Vygotski, 1960)

    También hemos tenido en cuenta el fundamento psicológico que da la escuela Socio – Histórico – Cultural a la concepción pedagógica contemporánea, el cual se centra principalmente en el desarrollo integral de la personalidad. De esto se deduce que comprender científicamente la personalidad, descubrir las leyes de su origen y desarrollo tienen un significado fundamental para la teoría de la enseñanza.

    Cuando se organiza la enseñanza como actividad conjunta donde interactúa el adulto y el niño entre sí, se fomenta en ellos el desarrollo de una serie de cualidades de su personalidad, además se quiere un clima emocional favorable muy eficaz para el aprendizaje que también favorece al diagnóstico.

    La enseñanza debe tener en cuenta el grado de desarrollo alcanzado, pero no para detenerse en él, sino para poder comprender cual debe ser el próximo paso a seguir, es decir hacia donde debe conducir el desarrollo psíquico. Cada nuevo paso en la enseñanza utiliza la Zona de Desarrollo Próximo del niño y simultáneamente crea otra nueva que resulta la premisa para enseñar posteriormente. Aquí está contenida la relación entre enseñanza y desarrollo.

    Vygotski (1960) define la “Zona de Desarrollo Próximo” (ZDP) como la naturaleza social del desarrollo y del aprendizaje. En esta concepción el niño no aprende solo, sino que aprende con la ayuda de otro y su aprendizaje, consiste en el dominio de los instrumentos mediadores básicamente creados por la cultura. De aquí que considere necesario no limitarse a la simple determinación de los niveles evolutivos reales, si se quiere descubrir las relaciones de este proceso con las posibilidades de aprendizaje del niño. Utilizar la ZDP en el diseño de estrategia de intervención adecuadas implica afirmar que “No hay educación que no sea educación especial, es decir, especialmente diseñada de acuerdo con las necesidades de cada educando”, ya que los niños no pueden realizar su vida escolar si no se diseñan y aplican las ayudas de modo consciente y estructurado por parte de los maestros o padres.

    La escuela Socio – Histórico – Cultural de L. S. Vygotski, tiene en la actualidad una repercusión que rebasa las fronteras de su país de origen. Los postulados fundamentales de esta escuela abren horizonte en la psicología hacia diferentes direcciones, a los efectos de nuestra labor profesional consideramos de vital importancia aquellas ideas que sirven de fundamento para orientar el proceso de estimulación ya que adoptan los elementos teóricos indispensables para la correcta dirección del aprendizaje y a su vez un gran resultado al hacer una correcta evaluación. Cuando se organiza la enseñanza como actividad conjunta donde interactúan el adulto y el niño entre sí, se fomenta el desarrollo de una serie de cualidades de su personalidad, además se crea un clima emocional favorable muy eficaz para el aprendizaje que también favorece al diagnóstico.

    Para Petrovsky (1970) “El aprendizaje, está incluido en cualquier tipo de actividad de los niños. Pero para el mismo niño el estudio se convierte en una actividad especial solo con la aparición de la tarea de estudio: la tarea de aprender algo nuevo. Las tareas de estudio suelen ponerse solo hacia el final de la infancia preescolar. En relación con esto, los niños aprenden a escuchar atentamente y a cumplir las indicaciones del adulto, se forma en ellos el interés por el modo de realización de las tareas, y los hábitos primarios de autocontrol. La actividad de estudio plantea muy altas exigencias a la mentalidad del niño, ante todo a la voluntad y a la capacidad de dirección de sus procesos psíquicos: percepción, atención, memoria, razonamiento, y con eso mismo contribuye a la formación de las correspondientes cualidades psíquicas”.

    Con las correspondientes formas de enseñanza (educación por etapas de la actividad intelectual) los preescolares van dominando los conceptos de pleno valor y las formas de razonamiento lógico. La posibilidad de iniciar a los niños en edad preescolar en la formación de conceptos y operaciones lógicas no significa, sin embargo, que tal formación deba ser el objetivo principal de la educación intelectual de los niños. El objetivo principal de tal educación es el desarrollo en todo lo posible de las formas visual por imágenes de pensamiento, a las cuales la edad preescolar es más sensible, y que tienen una enorme significación para la vida futura, ya que son parte integrante de cualquier actividad creadora.

    El período de infancia preescolar es la edad donde predomina la atención y la memoria espontáneas. El niño está atento a lo que tiene para él un interés directo, experimenta emociones y retiene en la memoria aquello que atrae su atención y se graba solo. En la memoria se retienen con mayor facilidad las imágenes visuales que los razonamientos verbales.

    El deseo de estudiar y convertirse en un escolar se manifiesta fuertemente en el niño, también la necesidad de movimientos, de tener tiempo para jugar e intercambiar con sus compañeritos está presente en él.

    En esta etapa de su vida se consolidan los logros alcanzados en los distintos procesos cognoscitivos que han tenido lugar en esta etapa. Existe un mayor equilibrio en lo afectivo motivacional y lo regulativo que empieza a manifestarse no solo en su actuación, sino también en inicios de regulación de sus propios procesos.

    El niño llega a la edad preescolar dominando las acciones de percepción formada en la edad temprana en relación con el dominio de la actividad con objetos. Aproximadamente a los cinco años se hace un análisis y una descripción más ordenada del objeto, cuando lo examinan, lo palpan y le prestan atención a las particularidades más sobresalientes.

    La preparación en el reflejo de los objetos y fenómenos con un todo a través de su influencia directa en los órganos de los sentidos del hombre.

    Al percibir algo, el niño tiene en cuenta lo conocido por él y lo relativamente constante en una categoría de objetos, dada la relación de las partes con el todo.

    En los primeros tiempos el niño trata de obtener información sobre las prioridades de los objetos, no tanto valiéndose de la preparación como de las acciones prácticas con ellos. Al finalizar la edad preescolar las acciones de preparación, en este caso, la visual, se hace suficientemente organizadas y afectivas como por dar por sí sola una representación relativamente completa del objeto.

    Durante la edad preescolar tiene lugar la interiorización de las acciones de orientación externa, necesarias para la utilización de los patrones sensoriales.

    Al finalizar el ciclo los niños son capaces de: analizar, describir y valorar las diversas cualidades presentes, en los objetos del mundo que nos rodea, observar las transformaciones y relaciones existentes entre estas y son capaces de expresarlos verbalmente sobre la base de acciones preceptúales más complejas.

    El desarrollo de la atención, la memoria y la imaginación en la edad preescolar presentan rasgos comunes a causa de que este es parecido dentro del proceso del desarrollo general del niño.

    Durante esta edad, en la medida que se va haciendo más complejo el contenido de la actividad de los niños y de su avance en el plano intelectual, general, la atención se hace más concentrada y estable.

    Lo más importante es que el niño quiera aprender y que aprenda bien y lo más valioso es estimular esa capacidad extraordinaria de pensar para lo cual hay que aprovechar todas las experiencias de la vida cotidiana, en la escuela y en el hogar. Hay que crear estrategias de trabajo para que el propio contenido pueda motivar a los alumnos.

    Los niños tienen un currículo, aprendido en los primeros años que tienen relación con todo lo que le rodea y es necesario reforzar, mover lo que ya tienen e ir aumentando esos conocimientos, ellos están dotados de potencialidades que hay que desarrollar.

Empleo del ajedrez en edad escolar

    El ajedrez impone la necesidad de una generalización adecuada, basada en lo sustancial y no en lo superfluo. Si el jugador no capta correctamente la esencia de la posición y elige un plan inadecuado, esto puede afectar negativamente el equilibrio de la lucha e incluso el resultado de la partida. De ahí que el ajedrecista recibe una retroalimentación bastante inmediata de la corrección y exactitud de sus planes y valoraciones.

    Morales (2002) plantea que “Los beneficios intelectuales del ajedrez no terminan aquí. La práctica de este juego puede convertirse en un ejercicio para el desarrollo de algunas particularidades individuales del pensamiento. El hecho de ser el ajedrez algo muy individual, donde el jugador debe tomar constantemente sus propias decisiones, contribuye a desarrollar la capacidad de plantearse el nuevo problema y de resolverlo con las propias fuerzas. A esto se le ha llamado independencia de pensamiento y es en ella donde se manifiesta el carácter creador del mismo”.

    También podemos utilizar el ajedrez para ayudar al desarrollo de la flexibilidad del pensamiento, que consiste en la capacidad de cambiar el camino tomado inicialmente (el plan) para resolver la tarea, si el mismo no satisface los requerimientos de la situación.

    En cuanto a otra de estas particularidades, la rapidez del pensamiento, ella es especialmente necesaria en aquellas situaciones donde la persona debe tomar una decisión en un tiempo limitado, por ejemplo, durante una batalla, un accidente, o durante una partida de ajedrez.

    Hasta ahora nos hemos referido fundamentalmente a la influencia positiva que sobre la esfera intelectual del individuo tiene la práctica del ajedrez. Sin embargo, creemos que en este juego el intelecto se manifiesta como un componente entre otros. En el ajedrez quien analiza, elabora planes, calcula variantes, se defiende o ataca, es el ser humano concreto, como personalidad, y no su pensamiento de manera aislada.

    Sobre esta relación ajedrez‑personalidad se ha dicho y escrito bastante, si bien se ha investigado poco. Abundan los testimonios de grandes jugadores que reconocen una influencia positiva de la práctica ajedrecística sobre su personalidad.

    En la bibliografía ajedrecística encontramos también numerosas referencias a los beneficios de la práctica de este juego para el desarrollo de la personalidad del individuo. Por ejemplo, se dice que el ajedrez ayuda a tomar decisiones, pues el jugador se enfrenta durante la partida a continuas situaciones problemáticas que debe resolver por si mismo. Para ello debe evaluar previamente las diversas posibilidades, o sea, tomar determinadas garantías de seguridad antes de elegir una alternativa.

    Se plantea además que la necesidad de aplicar sucesivamente en la partida las decisiones tomadas (sacrificar una pieza, llevar a cabo determinado plan) contribuye a modelar la voluntad, a formar un carácter resuelto y a estabilizar las emociones.

    Un aspecto en el cual coinciden muchos estudiosos del tema es la importancia del ajedrez en la educación del sentido crítico consigo mismo. El ajedrez es un juego sumamente individual, el resultado de la partida depende exclusivamente del jugador. La derrota no puede achacarse a nada o a nadie, sino a uno mismo. Esto ayuda al ajedrecista a sentirse responsable de sus actos y a no buscar pretextos para justificarse ni engañar su amor propio. Lo obliga a mirarse a si mismo, detectar sus errores y corregirlos.

    Todas las argumentaciones hasta ahora mencionadas parecen muy lógicas y seria en extremo difícil para un ajedrecista estar en desacuerdo con ellas. Pero si las tomamos al pie de la letra se puede pensar que el ajedrez es la "varita mágica" para el desarrollo de la personalidad, conclusión esta ingenua y por demás, errónea.

    Ninguna actividad tiene por si misma un valor psicológico, aún cuando esta actividad sea apasionante y se llame ajedrez. Por supuesto que existen determinados aspectos de una actividad concreta que adquieren un significado psicológico, por ejemplo, el tipo de objeto abarcado por ella, su grado de dificultad, la interrelación entre las partes componentes del objeto, los aspectos esenciales y no esenciales del mismo, las acciones psíquicas que presupone la actividad.

    El ajedrez, podemos decir que el primer aspecto, relativo a la organización de la actividad, tiene una gran importancia desde el punto de vista pedagógico. Si bien el ajedrez encierra en su misma esencia una serie de ejemplos de gran valor psicológico no debemos dejar la acción de los mismos a la espontaneidad, sino por el contrario, tratar de utilizarlos de forma consciente y organizada, en correspondencia con objetivos trazados con anticipación. El proceso de formación del ajedrecista, al igual que cualquier proceso de aprendizaje, debe ser dirigido. Si el entrenador une a todo su arsenal técnico una serie de conocimientos psicológicos y pedagógicos, puede convertir el ajedrez en un valioso instrumento para influir en el desarrollo de la personalidad del alumno.

    Se han publicado artículos en Internet (Wikipedia, 2008) donde se plantea que los niños pueden iniciar el aprendizaje del ajedrez desde la edad de 3 años, y en algunos casos, hasta más pequeños. Ya a la edad de 4 ó 5 años pueden iniciar su participación en torneos.

    En varios países, como Estados Unidos, existen torneos en categorías preescolares en los cuales participan niños y niñas de 4 y 5 años. A nivel nacional, panamericano y mundial existen torneos oficiales en categorías de menores de 10 años, los cuales exhiben un alto grado de nivel ajedrecístico.

    Olías (2008), argumenta que la edad de 3 años es el momento ideal para comenzar a practicar el ajedrez. Para él, cuánto antes inicien los niños a practicar más ventajas podrán obtener. Llegó a estas conclusiones tras años de practicar la enseñanza del ajedrez en niños de esas edades.

    Otro reconocido escritor, ajedrecista, conferencista e investigador y promotor de la enseñanza del ajedrez en las escuelas con amplia experiencia en la enseñanza del ajedrez, el venezolano Blanco (2004), promueve el establecimiento de programas que introduzcan a los niños al ajedrez desde edades preescolares, entre los 4 y los 6 años.

    Se asume íntegramente el criterio de este autor venezolano porque en estas edades, 4 a 6 años e independientemente del sexo, algunos niños han aprendido en sus casas los rudimentos del ajedrez, han desarrollado a tal grado su capacidad intelectual, que están habilitados para comprender las características generales del tablero así como también las de las diferentes figuras que se desplazan sobre él. Adicionalmente, han captado e interpretado el sentido del juego, las reglas más elementales y el jaque mate.

    En esta importante etapa de su desarrollo, el cerebro de los niños necesita, además del alimento equilibrado y reparador, mucha estimulación para una adecuada adaptación al medio.

    En esta edad no distinguen siempre lo real de lo virtual o fantástico; juegan permanentemente, estando solos o acompañados por otro amigo o por adultos y lo hacen con cualquier objeto que esté a su alcance: juguetes, papeles, ropa, etc.

    Los niños construyen su propio mundo; establecen sus propias reglas en un universo de rica fantasía participan amigos "invisibles", personajes de ficción y otros elementos o situaciones diferentes a la realidad. Probablemente sea esta la época donde la creatividad inicie sus primeros avances para más adelante, manifestarse particularmente en la resolución de problemas académicos, científicos y de la vida diaria.

    Esta característica "creadora" tiende a manifestarse más frecuentemente en niños despiertos, vivaces y extrovertidos. Niños y niñas que generalmente clasificamos como talentosos.

    Adicionalmente y aunque parezca sorprendente, algunos investigadores estiman que en algunos casos, estos niños o niñas parecen estar habilitados para mantenerse al tanto de dos o más situaciones que ocurran al mismo tiempo o sea, de forma simultánea.

    Es por ello que consideramos muy necesario darnos la oportunidad de jugar con los niños. Esto nos dará la posibilidad de conocerlo al compartir con él sus sentimientos, su crecimiento y su forma de "ver la vida".

    En el ajedrez cada una de tales figuras tiene personalidad y carácter propio; con mucho qué contar y con un papel por desarrollar en ese gran teatro que es la vida. El ajedrez, en sus diversas vertientes, tiene un marcado carácter formativo sobre la personalidad de los individuos, en particular en niños y niñas en edad escolar.

    Aunque el trabajo del ajedrez con los niños del preescolar no apunta hacia la formación de jugadores, sino a la utilización del ajedrez como estrategia pedagógica, se nos ha reportado que docentes que desarrollan cursos de ajedrez en este nivel, al poco tiempo de iniciados dichos cursos, han observado una mejora en la conducta en clase de sus alumnos al igual que un incremento apreciable en la atención y en la autoestima de los participantes.

Algunas reflexiones sobre el aprendizaje del ajedrez en Cuba

    El maestro solamente cuenta en las escuelas primarias para acometer la difícil tarea de enseñar ajedrez, con el tablero, las piezas y un pobre conocimiento de cómo poder lograr ese objetivo.

    La enseñanza del ajedrez en las escuelas se incorpora en la época actual como novedad educativa en proyectos que cada vez más son abrazados por instituciones de numerosos países y podemos afirmar que, es en este terreno, una poderosa expresión de modernidad.

    Si bien surgieron a inicios del siglo XX algunas ideas que destacaban lo provechoso de la inclusión del ajedrez en el desempeño curricular de los alumnos, tales expresiones fueron esporádicas y resultaron intentos aislados y carentes de apoyo oficial.

    Con el triunfo de la Revolución se halla la unión de tales raíces, situadas en la época donde el brillo de la trayectoria de Capablanca orientó a pedagogos sobre las posibilidades que ofrecía la inserción del ajedrez en las escuelas, con los esfuerzos nuevos de incorporación de las grandes masas a las oportunidades educativas que se ofrecieron para todos y dieron continuidad a la campaña de Alfabetización.

    La práctica del ajedrez, no lleva solo implícito el logro de resultados deportivos, sino la creación de un hombre apto y capaz de modular una conducta. En el ajedrez quien piensa toma decisiones, busca variantes, se repliega o ataca, es el hombre pleno, la personalidad total, no su pensamiento o su imaginación creadora de manera aislada.

    En nuestro país el propósito de ampliar el conocimiento del ajedrez a las capas más amplias de la sociedad también se sustenta y enriquece en elementos históricos y culturales que hacen del ajedrez expresión de identidad y de cubanía.

    Multitud de antecedentes lo testimonian. Cuba tiene el privilegio de haber sido el primer país de América donde se practicó el ajedrez cuando en 1518 se funda el primer club en Bayamo, y no es casual que El Padre de la Patria, Carlos Manuel de Céspedes, cultivara el juego ciencia como estudioso, practicante y publicista; que Carlos J. Finlay, benefactor de la humanidad, acogiera la disciplina con singular devoción y rigor como tantos hombres ilustres del país.

    El arraigo del ajedrez en la cultura cubana no radica en que un abogado y patriota inmortal y un médico de estatura científica y humana mundiales, junto a otros destacados exponentes, le otorgaran relevancia: lo notable, culturalmente hablando, se nos da, frecuentemente, en aquellos detalles que la historia oficial a veces no recoge, pero que en sí mismos son capaces de expresar una noción de cultura más gráfica y profunda que los más eruditos estudios. Se considera a Félix Sicre primer campeón nacional (1860), en 1862 el negro José María Sicre, esclavo liberado por Félix Sicre, interviene en la primera partida a la ciega en Cuba, frente al genio norteamericano Paúl Charles Morphy –era quien jugaba sin mirar el tablero-, durante la primera de sus dos visitas a Cuba.

    Así se dan la mano, cual expresión básica de la nacionalidad, los extremos sociales que dieron lugar al cubano y del que el ajedrez, por los caminos que le son propios, es parte integrante.

    En la actualidad, cuando la escuela cubana desde los primeros grados se nutre de medios tecnológicos avanzados y se llevan a cabo dentro del proceso educativo elementos de la enseñanza a distancia, resulta una obligación el promover una estrategia de formación y aprendizaje a la que accedan estudiantes y de la cual emerjan profesionales, dueños de las competencias necesarias para moverse con la debida orientación y creatividad en un contexto social como lo exigen los retos a los cuales se enfrenta en nuestro tiempo y de los instrumentos necesarios para expresarse, comunicarse solidariamente, resolver problemas productivos y sociales, explicar causas y prever las consecuencias de sus propias acciones.

    Tales consecuencias e instrumentos no se improvisan, son el resultado de largos procesos de maduración y de interacciones. Esos procesos implican la tarea, consciente y consecuente del educador de promover y acompañar el aprendizaje, de aquí que no haya en el terreno de la educación excusas para no mediar pedagógicamente. A lo valioso de la decisión de masificar el ajedrez, resulta necesario dotar al educador que llevará a cabo tan importante tarea, de las herramientas que le hagan más eficiente e influyente en su labor ya sea en la escuela como en la comunidad, bien con niños, jóvenes y adultos, todo lo que por sus diversas características biosicosociales requieren también de la búsqueda y aplicación de modelos de comunicación más horizontales y organizativos.

    Dos sucesos ofrecieron un gran impuso al propósito de masificar el ajedrez en nuestro país y añadieron valores que los convirtió en acontecimientos de interés mundiales: en 1965 cuando Robert Fischer jugara en el IV Capablanca por teléfono y teletipo, al negarle el Departamento de Estado de los EE.UU. la visa para viajar a Cuba y en 1966 la celebración en La Habana de la XVII Olimpíada Mundial de Ajedrez, lo que hizo a nuestro país un gran tablero.

    Fundado el 20 de Abril de 1992, el ISLA (Instituto Superior Latinoamericano de Ajedrez) es resultado de los avances alcanzados por el ajedrez, así como depositario de la extraordinaria herencia histórica que tiene esta disciplina en nuestra patria.

    Con el ISLA (Instituto Superior Latinoamericano de Ajedrez), además de dar un decisivo impulso a la actividad académica en todos los niveles técnicos del ajedrez en nuestro país, se propicia la realización de un programa mas abarcador de la experiencia obtenida por el ajedrez cubano al servicio de los países de nuestra área y que se expresó de inmediato cuando en 1992 contribuye a la celebración, en la ciudad de Mérida, del torneo internacional Carlos Torre Repetto, uno de los más prestigiosos y fuertes de la actualidad.

    En la esfera educativa en los años 1992-93, especialistas del ISLA (Instituto Superior Latinoamericano de Ajedrez) realizan una labor de culturización del ajedrez en ciudades mexicanas y bolivianas, ofreciendo cursos y conferencias en universidades y otros centros estudiantiles; en 1997 se dirige en los territorios de los Valles del Tuy, el Plan Piloto del Estado Miranda para la introducción de la enseñanza del ajedrez en las escuelas, y en el 2001 se introduce el ajedrez en escuelas bolivianas, mediante un plan dirigido personalmente por la Ministra de Educación, Deportes y Cultura de Bolivia.

    El deporte está conceptualizado como valor en nuestra sociedad contemporánea; aún más ¡un valor del tipo vital! Igualmente el concepto de creatividad es un tipo de valor técnico por su indiscutible papel en el mejoramiento de la calidad de vida. Así mismo, los valores disciplina y orden, deben ser tenidos en cuenta para facilitar las múltiples relaciones que se dan en nuestra sociedad.

    La experiencia ha verificado que el estudio y la práctica del ajedrez tiene algunas características que deben ser destacadas; por ejemplo: jugar ajedrez es placentero, relajante, terapéutico, genera oportunidades para innovar, presenta función comunicativa y por sobre todo, permite el desarrollo de valores culturales.

    La toma de decisiones está asociada a la solución de problemas que nos compulsan a seleccionar conscientemente el orden y modo de actuar para alcanzar un objetivo. En el caso del ajedrez tenemos a dos contrincantes en pugna, cuyos modelos matemáticos en presencia de condiciones de conflicto son estudiados por la teoría de los juegos. Aquí la toma de decisiones se ejecuta con preferencia en la elección de una acción que es más útil que otra.

    Son tantas las posibilidades en el ajedrez, son tan diversas las combinaciones que se producen en una posición entre sus componentes, que su conocimiento y práctica nos revela, desde su simplicidad, complejas interrelaciones que también encontramos en el mundo en que vivimos, donde tanto en lo biológico, lo social, lo psicológico, lo filosófico y lo político a la vez que entre todos estos aspectos entre sí - existe una interdependencia perenne.

    Como juego de opciones y variantes, donde se entrelazan en la toma de las decisiones, las estrategias y tácticas para actuar de manera muy similar a lo que sucede en la propia vida personal y social, el ajedrez nos muestra cómo a diario se nos escapan oportunidades que sencillamente somos capaces de verlas, pues no hemos sido entrenados para ello.

    El juego ayuda al hombre a conocer sus fortalezas y debilidades: a explotar las primeras y a suprimir las segundas, emprendiendo así la senda del perfeccionamiento constante e integral.

    En síntesis, el ajedrez promueve excelentemente el logro de la independencia cognoscitiva, que se manifiesta en una adecuada representación del problema y en un proceso mental activo en la búsqueda de soluciones y en su comprobación.

    Cuando los grandes titulares de los principales diarios anunciaron el 12 de octubre de 1994 que dos científicos norteamericanos y un alemán compartieron el Premio Nóbel de Economía por un trabajo basado en el ajedrez muchos fueron los sorprendidos.

    Esta relación entre el proceso de toma de decisiones en economía y en el juego, hizo que nuestro juego disfrutara de una significación inesperada. Saber decidir mediante un proceso organizado los factores determinantes de la economía y del éxito de las empresas parece ahora ser un bien. Quienes miran los procesos del ajedrecista desde adentro o desde afuera, se dan cuenta de que, sin entrar en la obsesión deportiva, el ajedrez es un paradigma de una búsqueda científica de gran valor: las estrategias de interacción y el manejo de variables por la opción mejor.

    Es bueno añadir entonces lo destacado por Fidel en su conversación con el GM Silvino García, cuando apreciaba el escenario de la Plaza en plena actividad ajedrecística, en el marco de la simultánea gigante de 2002, publicado en el artículo “Ajedrez y Educación” por el MF Buela Valdespino “No es un entretenimiento, es un gran entretenimiento, al extremo de convertirse en vicio. Es un gran instrumento para desarrollar el hábito de utilizar la inteligencia.” Dando respuesta adecuada a las reflexiones de Fidel cuando señaló: “A mí lo que me gusta del juego es que obliga a pensar; ése es el problema, no es cuestión de ganar lugares, educa al hombre en el hábito de optar entre variantes, y uno de los peores problemas que yo veo muchas veces es que la gente no tiene el hábito de buscar variantes y de optar entre variantes.”

    Maceira (2001) planteó en una conferencia que el ajedrez en las escuelas, sin lugar a dudas sería lo principal, porque es el propio maestro quien aprecia una herramienta educativa y su palabra bien oída en los primeros grados por los escolares encontraría el término necesario para que la cultura milenaria del juego deje de ser un privilegio de sus aficionados.

    Más adelante continuo: “La elaboración de esta metodología parte del análisis crítico de los muchos manuales que existen para la enseñanza del ajedrez, los cuales han cumplido su cometido indudablemente. Sin embargo no deja de ser cierto que mucho de los que han disfrutado de sus enseñanzas no han tenido la intención de continuar profundizando en el juego ciencia y conservan en el mejor de los casos un conocimiento esquemático del juego relacionado con el movimiento de las piezas. Lo mismo puede ocurrir cuando de música sólo se le enseña al niño el abecé del manejo de un instrumento musical, o de pintura el uso de los pinceles; ni uno ni el otro son la música ni la pintura y esto deja al niño como un Robison Crusoe frente a una cultura de siglos o a un ser primitivo frente a una computadora”.

    Una cultura se alcanza cuando en la propia evolución de una actividad el hombre la desarrolla y se desarrolla a si mismo y se lleva con ello a la actividad a un nuevo plano, por la gracia de una nueva visión un nuevo punto de vista que integra y entreteje lo viejo con esta nueva forma de mirar es decir y hacer y empequeñece lo anterior hace que los demás hombres piensen porque no se les había ocurrido antes si era tan simple.

    Así más que lograr ajedrecistas con la metodología propuesta, buscamos el objetivo de formar cualidades que permitan disfrutar de una cultura y no dejar el sinsabor de como nos sucede a muchos que luego de oír una hermosa composición musical, apenas se puede decir "me gusta o no me gusta..." y se pierde el esfuerzo humano que durante siglos hicieron posible su construcción.

    Podría preguntarse si el niño está en condiciones de lograr esto y más bien habría que preguntarse si estamos en condiciones de darle esto al niño.

    El deseo de aprender que puede poseer un niño a los 5 años es suficiente para aprovecharlo de fundamento en una ascensión si es que nos apoyamos realmente en ese deseo. El cúmulo de conocimientos a que nos referimos no es otro que la posibilidad del niño de resolver problemas prácticos relativos a su validísimo, a la de comunicarse con otros y jugar. La propia vida, la comunicación y el juego exigen no sólo aprender sino también hacer y por ello el aprendizaje del niño estaría vacío si no se le ofrecen las tareas que ponen a prueba su capacidad ejecutoria.

    El ajedrez es un juego que tiene una cultura y puede ser una opción por su fuerza educativa e instructiva. Pero es necesario reflexionar en que debiera dársele al niño para que alcance con su aprendizaje una comprensión de la esencia y del espíritu del juego que los lleve a la ejercitación real de la meditación y la creación. Interesa hacer llegar las operaciones mentales que implican ajustar la mente a la comprensión del juego al desarrollo de la intuición a la diferenciación de imágenes al deseo de investigar lo que se piense dice y hace, el afán de enjuiciar por la argumentación lo que se expone de comprobar por si mismo la justeza de sus valoraciones.

    Un mundo educativo tiene el ajedrez en sus manos de que seguro ningún educador o padre quisiera dejara pasar sin acercárselo de algún modo a un ser en formación y desarrollo de todas sus facultades. Si esto es comprendido por tareas que concreten la esencia del ajedrez y las exigencias mentales que desarrolla el juego ciencia estamos haciendo visibles para una gran mayoría de las personas un sistema de relaciones que a veces parece vedado por su complejidad y que sin embargo constituyen una oportunidad maravillosa para que el individuo ejercite sus capacidades creativas con armas como el algoritmo, el signo, la interpretación, la información, el modelo, la incertidumbre, la optimización, la organización, el pronóstico, la estructura y la función. Complejidades del conocimiento que sólo podrían ser aplicadas después de una larga formación en las asignaturas curriculares.

Un juego educador que desarrolla las capacidades intelectuales

    No yerra quien diga que el ajedrez es un juego, pero si no se agrega nada más, sería una definición vacía, por su pobreza de espíritu, porque se trata de un juego educador del raciocinio, que desarrolla las capacidades intelectuales.

    Como plantea González Bayolo (2005) “El ajedrez ha servido de investigación en los campos de la psicología, la pedagogía y la cibernética, entre otros; ha sido tomado como modelo para estudios de computación y resulta una eficaz técnica de entrenamiento de las capacidades intelectuales. Es incuestionable, pues, su vinculación con la ciencia”.

    Tiene muchísimo de deporte, tanto por su comportamiento competitivo, en forma de torneos, como por constituir una especie de gimnasia mental, lo cual viene siendo el complemento de la gimnasia y otras modalidades de actividad física que necesita el individuo para su salud corporal”

    Muchísimo tiene de arte el ajedrez, por la satisfacción estética que provocan la mayoría de las partidas, con no menos admiración que la experimentada ante una obra maestra de la pintura, la ejecución de un clásico de la música, el descubrir toda la expresión que puede darnos una escultura, o el vibrar de una danza o un ballet que embelesa.

    Ciertamente, para muchos resulta inapreciable el valor artístico del ajedrez, por desconocer su modo de expresión, que no es otro que la secuencia de jugadas, el regocijo que se experimenta ante el mundo de posibilidades que genera cada movimiento, y el contacto cercano de nuestro espíritu profundamente satisfecho.

    Los armoniosos sonidos de la música le ofrecen en bandeja de plata a nuestros oídos esa arte, pero no cualquiera canta una ópera ni entiende las partituras para piano u otro instrumento. Si el lenguaje ajedrecístico tuviera mayor difusión y fuera dominado como se habla la lengua materna, vendría sobrando esta argumentación del ajedrez en pro del arte.

    No es casual que sea tan popular el tenis entre los Grandes Maestros, que muchos no sólo sean hinchas del fútbol, sino que además lo practiquen, que las caminatas y las carreras figuren en la preferencia de otros, porque en el ajedrez de alto rendimiento se precisa de una gran preparación física, además de psíquica.

    Es tan importante la enseñanza del ajedrez en niños y niñas de edades tempranas como también es necesaria la matemática, porque el que conoce los secretos del ajedrez aprende los misterios de la vida.

    Este deporte es un medio de cultivo en estas edades, mediante él, los niños y las niñas pueden madurar su pensamiento a tal profundidad que logrará en un futuro dominar su mente así como encontrar para un pequeño problema una gran solución.

    El ajedrez se liga habitualmente a los procesos mentales y por ende, cualquier buen jugador es considerado sumamente inteligente.

    Para tener por lo menos esperanzas de éxito en la vida son necesarias muchas capacidades y conocimientos importantes: están aquí presentes los principios del ajedrez. A la vez que se unen estos principios aumenta la posibilidad del éxito. Basándose en este fundamento cada niño puede ser tan buen ajedrecista como pensador y sin ponerse en punta de pie puede mirar por sobre el hombro de su padre.

    Así, los niños y niñas una vez que han aprendido la teoría de jugar ajedrez, pueden demostrar después que no solo saben algo, sino que pueden usar sus conocimientos en la práctica. Y solamente aquí aparece verdaderamente la capacidad de cada uno de explotar su mente.

    En todos los campos de la cultura de la humanidad, y en el caso particular del juego de ajedrez, el uso práctico de la teoría es una tarea difícil que plantea exigencias enormes a las capacidades personales.

    La causa necesaria para el uso correcto de la sabiduría teórica es la capacidad de valorar correctamente la situación en cualquier momento. Pero esta capacidad es congénita; solo es posible aprenderla en pequeña escala y por ello es la característica más importante que distingue al jugador de ajedrez del genio.

    Está claro que la tendencia que rige los destinos del ajedrez contemporáneo es la sobrevaloración del elemento deportivo sobre el creador, lo que deja cierto sabor amargo a la hora de predecir el futuro del ajedrez.

    El ajedrez es lucha, es arte, es ciencia; por eso se hace cada vez más difícil la tarea de enseñarlo. La experiencia que durante años hemos obtenido nos ha dado una especial valoración del lado humano de la enseñanza y de lo que se consigue cuando el alumno te percibe a su lado en su tarea diaria, disfrutando sus éxitos y estimulándolo en el fracaso.

    Se sabe que el resorte que mueve el ingenio está bien adentro, en la psiquis del niño, y el proceso de combinar la mente, el espíritu y la voluntad requiere paciencia y sabia comprensión. Ahí está la clave del proceso de enseñanza y las vías para impartir los conceptos y las reglas que rigen el juego, pero sobre todo, y más que el conocimiento, el dar la posibilidad de razonar y hallar por sí mismo la manera de solucionar sus problemas.

    El ajedrez constituye una de las más interesantes creaciones del ingenio humano. Sus elementos finitos, un tablero de 64 cuadros por el que se desplazan 32 piezas blanquinegras, ofrecen posibilidades extraordinarias de creación. Por eso cada vez son más en todo el mundo los que de una manera u otra, por motivaciones muy diversas, se acercan a esta disciplina para estudiarla y practicarla.

    Sin excepción se puede obtener beneficios y desarrollar cualidades a partir del conocimiento y la práctica del ajedrez, una de las actividades más antiguas y carismáticas que existen. Para ello no es preciso ser un experto, basta con comprender la esencia de su desarrollo para poder utilizar sus aportes en la vida diaria.

    Gurbanov (2005) plantea que “El ajedrez es fundamentalmente un juego entretenido, gimnasia mental que agudiza el ingenio, el razonamiento, la memoria y el poder de concentración; ayuda a enfrentar problemas y a tomar decisiones en el acto… , además aleja de la tentación de la droga”.

    También fue muy apreciado el ajedrez por los estrategas militares, que veían en el tablero escaqueado el campo de batalla. Los árabes fueron los mayores difusores del ajedrez, y junto con los avatares de la guerra, lo introdujeron en España. Precisamente el I Torneo Internacional se jugó en la carta de Felipe II, en 1575, entre dos españoles, Ruy López y Alfonso Cerón y dos italianos, Paolo Bol y Giovanni Leonard. Este último resultó vencedor.

    El primer hombre que se dedicó profesionalmente al ajedrez vivió en el siglo XVIII y fue el francés Francois André Danican Philidor; fue también el primer gran artista al tiempo que ajedrecista: era considerado el mejor autor de ópera cómica parisina, y dejó una basta obra también en esa especialidad.

    Muchos ajedrecistas incursionan en otras modalidades de la cultura y el arte, pero sobre todo muchas personalidades, ya sean del arte, las ciencias o la humanística incursionan en el ajedrez, por la suma de pasión, psicología, filosofía e inteligencia intrínseca del juego.

    Se vive en un tiempo que nos exige gran adaptabilidad a los cambios y un aprendizaje permanente. Cada vez resulta más necesario administrar información, valorar opciones y tomar decisiones acertadas en un universo crecientemente complejo y variable. Asimismo es importantísimo utilizar óptimamente los recursos de que disponemos y potenciarnos interiormente, a la vez que organizamos nuestras actividades con armonía y eficiencia.

    A todos estos fines la relación con el ajedrez es capaz de contribuir, sensiblemente; ya que dentro de esta disciplina se encuentra una rica temática incalculable donde se entrelazan elementos científicos, artísticos, lógicos, matemáticos, filosóficos, psicológicos, estratégicos y tácticos que podemos reflejar tanto en el campo personal como en el actuar profesional.

    Estas aplicaciones, recogidas en un juego interesante y motivador, de reglas sencillas, con materiales económicos al alcance de todos, le dan un enorme valor al ajedrez para la adquisición y el entrenamiento de destrezas prácticas. El ajedrez es como una gimnasia mental que contribuye a prolongar nuestras facultades intelectuales.

    Es evidente que el desarrollo de este tipo de pensamiento tiene un carácter predominantemente lógico, mientras que en situaciones de incertidumbre, o sea, aquellas especiales que escapan a la teoría o al conocimiento previo, el pensamiento tiende ser creativo como consecuencia de la búsqueda obligada de nuevas ideas y cursos de acción.

    Es por ello que la mayoría de los especialistas opina que una de las funciones pedagógicas más importantes del ajedrez es la de organizar la esfera cognitiva estimulando a su vez la manifestación del pensamiento lógico-matemático, la generación del pensamiento crítico y creativo.

    Estimamos que la ciencia a facilitado suficiente evidencia experimental respecto a que este ejercicio permanente de estudio y práctica sistemática del ajedrez, especialmente cuando es realizado por jóvenes, tiene firme incidencia en la mayoría de los ambientes y procesos de la esfera cognitiva.

    De hecho y, desde el punto de vista curricular, la nueva Reforma Educativa, que día a día gana mayores espacios en el mundo, propone el eje transversal “Desarrollo del Pensamiento” como base fundamental para el logro de los propósitos generales de la educación del Siglo XXI.

    Profundizando en el escenario que nos plantea la disciplina, podemos significar que en ajedrez el tablero constituye el espacio y es el elemento estático por sobre el cual actúan en expresión dinámica las piezas y peones que son la fuerza o material, desarrollándose con movimientos que alternativamente van efectuando cada uno de los dos adversarios.

    Las jugadas en el ajedrez, su proporción uno a uno, ofrecen la oportunidad alternativa de utilizar lo que se conoce como tiempo, que es un indispensable componente del juego, ya que en él se sintetizan el espacio y la fuerza.

    Es oportuno destacar que entre la posición y sus componentes: espacio, fuerza y tiempo, existe una relación dialéctica dado que la posición se expresa en sus componentes pero a la vez todos ellos conforman la posición. No hay ajedrez sin posición, por tanto puede afirmarse que el juego de ajedrez es una sucesión de posiciones. Todo lo que acontece durante el proceso del juego o partida de ajedrez, en un fragmento o episodio de la lucha y está remitido a ella.

    El objetivo del enfrentamiento en ajedrez es de carácter cualitativo y se alcanza en la posición definitiva de jaque mate, en la que uno de los bandos ve amenazado su Rey sin posibilidad alguna de protección o escape. Por eso es que la posición tiene carácter rector dentro del juego.

    A partir del componente tiempo u oportunidad alternativa de jugar se plantean una tras otras nuevas posiciones para cada uno de los contendientes.

    Una posición de ajedrez se justifica como problema precisamente en los nexos, relaciones y cualidades de y entre sus componentes: el espacio, la fuerza y el tiempo. El ajedrecista desentrañará las características de las mismas en pro de obtener las más apropiadas soluciones.

    Por lo general la toma de decisiones está asociada a la solución de problemas que nos compulsan a seleccionar conscientemente el orden y modo de actuar para alcanzar el objetivo. En ajedrez la toma de decisiones se ejecuta con preferencia en la elección de la jugada realizada.

    La inclusión del ajedrez en las Escuelas Primarias es provechosa, el aporte que brinda al mejorar el aprovechamiento, la conducta, la disciplina y la organización de los escolares es considerable, estimula el papel activo de los escolares en el aprendizaje así como favorece, el desarrollo de un pensamiento independiente y creador, también contribuye con sus valores a la erradicación de vicios y actitudes negativas, favoreciendo la ocupación del tiempo libre de forma sana, instructiva y educativa.

    El ajedrez es un juego de estrategia donde su objetivo-resultado lo determina el logro de una posición, constituyendo la partida una sucesión ininterrumpida de posiciones-problemas a los que cada competidor realizando valoraciones, elaborando hipótesis, y desarrollando cálculos para tomar las decisiones más acertadas, deberá dar solución con su jugada. Este proceso coadyuva al desarrollo de las operaciones lógicas del pensamiento y forma en el escolar el hábito de saber enfrentarse a los más diversos problemas en la vida.

    Al poseer su propia tabla de valores el individuo está más preparado para la autodeterminación ante circunstancias nuevas. Logra de igual modo elevar su toma de conciencia ante situaciones problémicas, el pensamiento crítico, y ejercita la toma de decisiones como forma de alcanzar un juicio valedero porque cabe indicar que los conocimientos en este marco no siempre se trasmiten a los alumnos en forma previamente preparada, sino que se adquieren durante el mismo proceso de la actividad cognoscitiva independiente, en las condiciones de una situación problémica.

Consideraciones finales

    La educación del siglo XXI se orienta, hacia la promoción de ciudadanos más críticos, creativos, aptos para la solución de problemas, lo que les hace portadores de herramientas que les capacita mejor para la toma de decisiones. De ahí que Las tendencias educativas contemporáneas señalen el eje transversal, desarrollo del pensamiento, como la base esencial para el logro de los propósitos generales de la educación de este siglo.

    Por lo anteriormente planteado, apoyamos decididamente la incorporación del ajedrez a los institutos de educación, desde el preescolar hasta la universidad, porque esta disciplina estimula el desarrollo de habilidades cognitivas, la creatividad, el pensamiento organizado y el espíritu crítico; porque tiene una base matemática, estimula el sentido ético y el estético, induce al estudio de importantes aspectos históricos de nuestra civilización y produce placer a través de su práctica.

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revista digital · Año 14 · N° 138 | Buenos Aires, Noviembre de 2009  
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