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El humanismo de un campeón: Max Schmeling

 

Prof. de Educación Física

Entrenador Nacional de Atletismo

(Argentina)

Jorge de Hegedüs

jhegedus@uolsinectis.com.ar

 

 

 

          Es interesante y hasta llamativa una reflexión que hizo Schmeling en el año 1975 con relación a la derrota que sufrió ante Louis en 1938: “… mirando atrás, soy casi feliz de perder aquella pelea. Sólo imagino si hubiera regresado a Alemania con la victoria. No tuve nada que ver con los nazis, pero ellos me habrían dado una medalla. Tras la guerra, pude haber sido considerado un criminal de guerra".

 
http://www.efdeportes.com/ Revista Digital - Buenos Aires - Año 14 - Nº 136 - Septiembre de 2009

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    Corría el mes de septiembre del año 1977. La situación se estaba desarrollando en el Centro de Prensa que estaba junto a al estadio deportivo de la ciudad de Düsseldorf. El motivo de mi presencia en ese lugar era que estaba acreditado como periodista técnico para la 1ra. Copa del Mundo de Atletismo. Mientras estaba haciendo mis tareas correspondientes con relación a tan magno acontecimiento atlético, vi pasar delante de mí a una figura que me llamó la atención. Se trataba de una persona de estatura elevada ―por encima del metro noventa― corpulento, aunque algo excedido de peso, pero de aspecto elegante pese a que debía estar en su sexta década de vida. Vestía un riguroso traje oscuro y una clásica camisa blanca. Esta persona me era conocida pues la había visto en alguna fotografía de la revista “El Gráfico”. Hasta que finalmente caí en la cuenta y, cuán grande fue mi sorpresa: era nada menos que Max Schmeling, el cual había sido campeón mundial de box en la categoría de los “pesados”. Le dirigí una sonrisa, la cual me fue devuelta, pues se había dado cuenta que lo había reconocido. En instancias en que lo vi era invitado de honor para este torneo atlético.

    Pensando en Schmeling me viene a la memoria una serie de recuerdos confusos, controvertidos, plagados de mitos, mentiras y prejuicios, los cuales son provocados por las nefastas posiciones y/o tendencias políticas.

    Pero, ¿quién era este pugilista alemán? Maximillian Adolph Otto Siegfried Schmeling nació dentro de una familia humilde el 28 de septiembre de 1905 en la ciudad de Brandemburgo. Según contó pasados muchos años, se inició en el boxeo viendo una película todavía muda, pero que estaba relacionada con este deporte. Parece que estuvo dotado para esta actividad, de tal forma, que el 12 de junio de 1930 derrota al norteamericano Jack Sharkey en la ciudad de Nueva York. Sin embargo, en el segundo encuentro por la revancha el pugilista del norte lo derrotó recuperando su corona. Esta fue obtenida luego por un boxeador de Detroit llamado Joseph Louis Barrows o simplemente Joe Louis, el cual era de origen afro americano. A través de la filmación de la película por el título, el pugilista germano pudo estudiar la técnica de Louis y comentó que tenía posibilidades para vencerlo. Efectivamente así ocurrió. Schmeling, a través de su representante en los Estados Unidos hizo los debidos arreglos para enfrentar a Louis. Esto se cristalizó en junio de 1936. De manera sorprendente Joe Louis fue derrotado en el décimo segundo asalto, en un combate que fue sumamente duro pues ambos contrincantes habían dado todo de sí y terminaron bastante golpeados.

    Todos sabemos lo que ocurrió, dos años más tarde volvieron a combatir y en esta ocasión Louis bate al alemán por KO en el primer asalto. Sus golpes fueron tan contundentes, que según las publicaciones de esa época Schmeling tuvo fractura de algunas costillas. Pero todo esto quizás pueda ser solamente anecdótico; en el deporte se pierde o se gana.

    Lo que se quiere resaltar en este asunto, es todo lo colateral al enfrentamiento entre estos dos excelentes deportistas. Se constata hasta donde llega la imbecilidad humana cuando los hechos se sustentan en el racismo y el nefasto nacionalismo.

La verdad del asunto

    Los problemas de Schmeling no comenzaron con su derrota sino dos años antes, cuando había triunfado y obtenido la corona mundial. En esa ocasión, al retornar a Alemania fue recibido como un triunfador, pero no solamente por el simple resultado deportivo, sino por ser un “auténtico representante de la raza aria”, la cual era “superior” a todas las demás. Inclusive se le transportó en un coche oficial hacia la capital y, obligado por las circunstancias, hizo el saludo tan conocido: extender su brazo derecho hacia el frente. Obviamente estuvo obligado por las circunstancias coyunturales; más aún, cuando tuvo lugar el evento de la esgrima femenina, en ocasión de los Juegos Olímpicos en el mismo Berlín, la representante de Alemania, Helen Mayer, la cual obtuvo la medalla de plata, al estar en el podio hizo el mismo saludo, y esta deportista… era judía. De todas maneras esa foto de Schmeling recorrió el mundo, y ello no hizo más que darle dolores de cabeza; se le tildó de “nazi”.

    Pero las verdaderas creencias de Schmeling desde el punto de vista político se pudieron percibir ya a los pocos días de llegar a Berlín después de su triunfo. En efecto, se realizó una conferencia de prensa en donde se le preguntó si había descubierto alguna falla en la anatomía de Louis (obviamente un “defecto” debido a la “inferioridad racial”), lo que le permitió vencerlo. Pero el boxeador alemán, percibiendo hacia dónde se podía dirigir el tema, contestó que “…en los asaltos finales bajaba demasiado la derecha y por ahí vi el hueco…” Pero no, ni siquiera con esta respuesta inteligente Schmeling pudo zafar de la situación, puesto que los medios publicaron “Max Schmeling encontró un defecto en la anatomía y genética del americano y lo usó para vencerle”.

    En ocasión del segundo enfrentamiento la situación de este deportista alemán estuvo plagada de dificultades. Cuando llegó a los Estados Unidos para la revancha, estuvo prácticamente encerrado en el hotel como un prisionero pues el público prácticamente le hizo constantes “escraches” ― paradójicamente una metodología nazi para repudiar a alguien ― con carteles cargados de insultos por su supuesta postura nacionalsocialista. Psicológicamente Schmeling entró ya “derrotado” para su enfrentamiento con Louis, aunque de todas maneras este último ya había evolucionado notablemente y era muy superior al alemán. El hecho fue que Schmeling fue a parar al hospital, en donde, llamativamente, el propio Louis fue a visitarlo para interesarse por su salud. En esa ocasión el boxeador alemán le pidió a su vencedor que no crea nada de lo que se le acusaba, a lo que el vencedor lo tranquilizó contestándole que “ya lo sabía”.

    Cuando Schmeling regresó a su país de origen ya no lo esperaba ninguna multitud, apenas una ambulancia para trasladarlo al hospital y continuar con su recuperación, y obviamente también estaba su esposa, la actriz de origen checoeslovaca Anny Ondra con la cual estuvo felizmente casado durante 54 años, pues esta falleció en 1987. También se supo que luego de su victoria sobre Louis en 1936, le pidió al gobierno alemán que protegieran a los deportistas norteamericanos durante los Juegos Olímpicos. Este gran deportista también mostró su humanismo cuando se jugó la vida al proteger a personas judías, las cuales eran sus amigos.

Max Schmelling, junto a su esposa Anny Ondra

    A la larga se pudo evidenciar que Schmeling no mostraba simpatía alguna hacia el régimen nacionalsocialista. Fue enviado al frente como paracaidista durante la II Guerra Mundial. Saltando sobre la isla de Creta sufrió serias lesiones articulares (meniscos y columna) pero de las cuales se pudo finalmente recuperar.

    Una vez finalizada la terrible conflagración retomó su vida privada pero con muchas privaciones económicas. Por dicho motivo retomó el boxeo a los 43 años de edad, y pese a sus antecedentes es muy poco lo que pudo hacer puesto que en octubre de 1948 perdió por puntos contra su compatriota Richard Vogt. Con el poco dinero que pudo obtener de esta pelea se compró una pequeña granja para criar visones: apenas si le dio para sobrevivir. Pero ocurrió un milagro, puesto que un representante de una firma multinacional se acordó de él. Se le visitó y firmaron un ventajoso acuerdo comercial: Max Schmeling a partir de ese momento dejaría de criar visones y sería la imagen representativa tanto en Europa como en latino América de la bebida “Coca–Cola”. Este deportista recibió finalmente el gran reconocimiento que tanto se merecía, puesto que esto significó que se convirtiera en millonario.

    Pero este acontecimiento no le impidió conservar su sentido humanitario, no se “hundió” en la pila de dólares o marcos alemanes. De inmediato se acordó del que fuera su rival y amigo Loe Louis. Aprovechando sus viajes comerciales fue a visitarlo. Lo encontró prácticamente arruinado económicamente y con serios problemas con el “fisco”. Schmeling lo ayudó, y cuando su “rival” falleció en 1981, él fue el que costeó los gastos de su funeral.

    Es interesante y hasta llamativa una reflexión que hizo Schmeling en el año 1975 con relación a la derrota que sufrió ante Louis en 1938: “… mirando atrás, soy casi feliz de perder aquella pelea. Sólo imagino si hubiera regresado a Alemania con la victoria. No tuve nada que ver con los nazis, pero ellos me habrían dado una medalla. Tras la guerra, pude haber sido considerado un criminal de guerra".

    El 28 de septiembre de 2004 fallece Schmelling a los 99 años de edad. Tuvo el mayor reconocimiento de todo el mundo deportivo. El entonces canciller de Alemania manifestó al enterarse de la muerte de este deportista “era una estrella que nunca dejó que la fama se le subiera a la cabeza” mientras que su opositora en la cámara, Angela Merkel, ― la cual a partir de 2005 se convirtiera la nueva Canciller de Alemania ― reconoció su posición contraria al nacionalsocialismo: “protegió a judíos y a enemigos del régimen librándolos de ser deportados”. El gran futbolista alemán Uwe Seller ―que llegó a ser sub campeón mundial en 1966― fue amigo de Max y consideró que este boxeador era “un modelo a seguir”. En 1987 la ciudad de Los Ángeles lo nombró como “ciudadano honorario”. Desde el año 1971 lució la “Cruz Federal de Honor Alemana”, mientras que en 1979 fue recibido oficialmente por el presidente de Estados Unidos James Earl "Jimmy" Carter.

    En 1987 la prensa especializada lo eligió como el deportista alemán más importante de todos los tiempos.

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