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¿Aprendemos o heredamos?

 

*Maestra de Educación Infantil, Habilitación PT

Licenciada en Psicopedagogía

**Maestra de Educación Física

Licenciada en Psicopedagogía

Facultad de formación del Profesorado

Colegio concertado Mª Auxiliadora

Las Palmas de Gran Canaria

Vanessa Cidoncha Falcón*

vanessacidoncha@hotmail.com

Erika Díaz Rivero**

erikasport@hotmail.com

(España)

 

 

 

Resumen

          La cultura occidental, y muy particularmente los latinos, tenemos muy arraigada la concepción de que gran parte de la personalidad y del comportamiento es de base heredada y por tanto inmodificable. En efecto, el innatismo y la consiguiente resignación ante la forma de ser que nos ha tocado es uno de los signos de identidad de nuestra forma de entender la vida. Los norteamericanos, por el contrario, apuestan por la adquisición de la mayor parte de nuestras características psicológicas y son muy optimistas ante la posibilidad del cambio caracterial o conductual, ¿qué nos dice la psicología científica al respecto?

          Palabras clave: Comportamiento. Herencia. Conducta. Innato. Aprendizaje

 
http://www.efdeportes.com/ Revista Digital - Buenos Aires - Año 14 - Nº 136 - Septiembre de 2009

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1.     El papel de la herencia y del medio según la psicología

    Cuando en psicología nos preguntamos qué factores determinan que las personas se comporten como lo hacen, la primera cuestión que ha de responderse es si las fuerzas en cuestión tienen su último origen en la herencia que recibimos o en el medio en que crecemos. Actualmente, en el marco del saber científico, esto no se plantea como disyuntiva, y ello desde finales de los cincuenta, momento en el que empezó a aceptar que en cualquier conducta están siempre presentes tanto elementos hereditarios como ambientales. In embargo, la cuestión no fue zanjada totalmente, pues los innatistas seguían reclamando que la conducta humana era total y absolutamente un producto de la herencia, mientras que los ambientalistas proponían lo mismo respecto a la influencia del ambiente.

    Ante este enfrentamiento, se llevaron a cabo una serie de investigaciones, sobre todo con gemelos univitelinos, mediante los que los innatistas pretendían demostrar que la igualdad biológica inicial terminaba siendo semejante a la igualdad en las respectivas estructuras caracteriales y conductuales de los referidos gemelos.

    Los ambientalistas, por su parte, asumían la igualdad física en el momento de la concepción en los gemelos univitelinos, pero subrayaban que ello no tenía por qué seguir manteniéndose ni siquiera en el momento del nacimiento, por las variaciones ambientales a que daba lugar la posición de uno y otro en el útero, etc., y, desde luego, no se podía asegurar que tuvieran el mismo ambiente posnatal (superando así tópicos de que, por el hecho de ser hermanos, se recibirían crianzas idénticas). Ello llevaría a una peculiaridad en lo estrictamente psicológico, dadas las distintas influencias del entorno.

    Los resultados empíricos permiten hoy afirmar, como principio general, que todos los aspectos de la conducta humana se encuentran a la vez posibilitados por la interacción entre las fuerzas de la herencia y las del medio: más que empeñarse en cuantificar cuál es el peso de una y otra en el psiquismo, se debe profundizar en cuál es la contribución cualitativa de cada uno de ellos en los distintos aspectos de la personalidad o el comportamiento y cómo se realiza la interacción entre ambos factores (Vallejo, 1995).

    Ciertamente, la herencia y el medio no contribuyen de la misma forma en la determinación de conductas concretas: así, por ejemplo, la adquisición de la marcha está regida por un calendario madurativo, muy determinado por la herencia, de manera que, por ejemplo, por mucho que a un bebé de cinco meses se le estimule la deambulación, ésta no aparecerá hasta que las áreas cerebrales que controlan la posición erecta de todo el cuerpo y los músculos del tronco y de las extremidades inferiores no hayan madurado suficientemente.

    Por el contrario, en las genuinas conductas, como la adquisición y perfeccionamiento del lenguaje u otros aspectos propiamente psicológicos, el calendario madurativo que impone la herencia juega un papel menos importante, siendo el medio el que más influye en el perfeccionamiento de tales comportamientos.

    Por todo lo anterior, en la psicología actual se describe la herencia en términos de información, de mensaje o de código: lo que se transmite de generación en generación son las instrucciones que especifican las estructuras moleculares y los planos arquitectónicos del futuro organismo; además, la herencia prescribe cómo debe ser el organismo, cuáles han de ser sus pasos y su destino, pues sólo así se garantiza la reproducción y la supervivencia de la especie de que se trate; es decir, la herencia lo que hace fundamentalmente es que se mantengan las características biológicas de cada especie.

2.     El genotipo y el fenotipo

    Profundizando algo más en la influencia hereditaria y ambiental es necesario hacer alusión a dos términos: el genotipo y el fenotipo. El genotipo implica toda la información contenida en los genes de un individuo, mientras que el fenotipo debe entenderse como la expresión de la interacción de ese genotipo con el entorno en que crece el organismo en cuestión. En algunos aspectos, el genotipo se manifiesta por una vez y de forma total, sobre todo en rasgos biológicos (color de los ojos, forma del cráneo o de los pabellones auriculares, etc.), de forma que tales elementos no sufren ninguna modificación posterior, salvo por la acción de un agente patológico, traumático o quirúrgico. Pero, en muchos aspectos, sobre todo los psicológicos, el genotipo no se manifiesta tan drásticamente o de forma tan irreversible. En estos casos, el fenotipo, lo observable, es una expresión bastante lejana del genotipo, dado que es el resultado de su interacción con fuerzas diversas del ambiente.

    El hecho de que un mismo genotipo pueda dar lugar a una amplia gama de fenotipos, en función de su interacción con el entorno, se conoce como margen de reacción: en efecto, lo que hace el genotipo es establecer unos márgenes, por arriba y por debajo, para el desarrollo de las características del organismo, márgenes más o menos amplios según el elemento de que se trate.

    En el programa genético de los organismos complejos, por otro laso, existen dos porciones: una parte cerrada, cuya expresión es genéticamente inmodificable y está rígidamente fijada; y otra abierta, que deja al organismo con cierto margen de respuesta. La parte cerrada prescribe con rigidez las estructuras, las funciones y los atributos; la parte abierta sólo determina las potencialidades. Esto es, en unos casos la herencia impone restricciones al organismo y en otros le permite posibilidades. Al respecto hay que decir que cuanto más complicado sea un organismo, más vías diferentes le quedan para desarrollar las posibilidades que la herencia le otorga; es decir, en los organismos complejos, el código abierto, el que permite, cobra más importancia que el código genético, que es el que impone y limita.

    En todo caso, el nivel de desarrollo logrado por un organismo, respecto a ciertas características, dependerá no sólo de lo que contenga su código genético, sino también, y especialmente en el caso de las características psicológicas, de la historia particular de la interacción que el sujeto haya establecido con su medio, en lo que el grupo familiar tendrá una particular importancia, sobre todo en los primeros años de la vida (aunque ello no quiere decir que la influencia no se dé también a lo largo de todo el ciclo vital).

    En definitiva, lo único seguro es que los seres humanos nacemos con un número de neuronas muy semejante y un programa de maduración biológica similar. La meta que alcance cada sujeto en el desarrollo de sus capacidades es, principalmente, fruto de su interacción con el medio. O dicho de otra forma, el entorno social en el que cada individuo se desarrolle es el principal responsable de la variabilidad humana (intelectual, afectiva, social, etc.)

3.     El ser humano, abierto al aprendizaje

    Si bien nuestra forma de ser y de comportarnos tiene una indudable base constitucional y hereditaria, la mayor parte de nuestra personalidad y de nuestro comportamiento es un producto de lo que aprendemos y memorizamos desde el instante de nacer. Y ello sin que tengan lugar, como antaño se creía, unos períodos críticos, fuera de los cuales ya la oportunidad estaba perdida. Hoy admitimos, si acaso, que existen unos períodos más sensibles que otros para aprender ciertas pautas, siendo toda la infancia un gran período sensible, sin que tal cosa conlleve que fuera de ella todo aprendizaje ha de ser un fracaso: el ser humano siempre puede aprender y cambiar, incluso en la vejez, aunque no siempre en la misma cantidad o con semejante calidad que en etapas anteriores.

    Pero, para aprender, hay que contar con una motivación suficiente, con unas capacidades mínimas y con las debidas oportunidades. Y ello no es semejante en todos los seres humanos: la tan traída y llevada igualdad de oportunidades que se pretende que hemos logrado en la cultura occidental, nunca será efectiva en tanto no exista una atmósfera familiar en la que, desde el nacimiento, se propicie tal igualdad de oportunidades. Y de ello estamos desgraciadamente lejos.

“Para aprender hay que contar con una motivación suficiente, con unas capacidades mínimas y con las debidas oportunidades”

Bibliografía

  • DELORS, J. (1996): La educación encierra un tesoro. Madrid, Santillana-UNESCO

  • VALLEJO ORELLANA, R. (1995): Fundamentos de la Psicología Evolutiva. Repiso Libros, Sevilla.

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