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El deporte como derecho. El fútbol, 

entre la resistencia y la convivencia

 

Ex atleta. Profesora de Educación Física. Entrenadora.

Presidenta del Consejo Nacional del Deporte y las Mujeres

(Argentina)

Marta Susana Antúnez

antunez.ms@gmail.com

 

 

 

Resumen

          El deporte más popular y masculinizado en nuestro país, el fútbol, es a la vez en el que mayor cantidad de niñas y mujeres participan por sí mismas, por fuera de programas estatales y organizaciones deportivas, siendo objeto no sólo de abandono, sino que también está cargado de mitos, estereotipos y acciones que impiden tanto su desenvolvimiento, como la incorporación de las niñas y adolescentes a la actividad en cualquiera de las facetas en las que pueda expresarse. De esta manera queda sumamente limitada la apropiación del deporte, el juego y el disfrute por parte de ellas. 

          Palabras clave: Mujeres. Fútbol. Patrones culturales. Derecho al deporte y género.

 
http://www.efdeportes.com/ Revista Digital - Buenos Aires - Año 14 - Nº 132 - Mayo de 2009

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Introducción

    En la Argentina, como en otros países latinoamericanos, el acceso al deporte, especialmente para las mujeres, no se reconoce como derecho. Esto sostenido por la organización deportiva por una parte, la cual responde a lineamientos internacionales como los del Comité Olímpico Internacional,1 organismo que en los últimos años fue incorporando mujeres en la mayoría de los deportes y en la dirigencia, aunque esas acciones positivas no llegan con efectividad a sus afiliadas, y por otra a las políticas públicas que no logran dar espacios claros a lo que se define como deporte de representación y deporte comunitario, social, de formación, etc.

    No pudiéndose unificar un solo concepto de deporte como derecho de la ciudadanía, la actividad deportiva fluctúa entre las necesidades de desarrollo, mercado, de políticas y hasta educativas y de salud, sin lograr una verdadera inclusión de toda la población en el deporte.

    Quedamos así, cautivos de muchísimas y tramposas definiciones de actividad física, educación física, deporte social, de ocio, recreación y otras, sin tener en cuenta que quienes deberían acceder al deporte son personas que ponen el cuerpo según su propio goce de derecho.

    El abordaje que tendré en cuenta para el presente escrito será el de tomar partido por el deporte más popular y masculinizado en nuestro país y el que considero a la vez con mayor cantidad de niñas, y mujeres que juegan por sí mismas: el fútbol.

    Sin embargo, el desarrollo de este juego, además de la invisibilidad en la que está inmerso, es absolutamente “clandestino”. Existe por fuera de organismos tanto deportivos como estatales, siendo objeto no sólo de abandono, sino también cargado de mitos, estereotipos y acciones que impiden tanto su desenvolvimiento como la incorporación de las niñas y adolescentes a la actividad en cualquiera de las facetas que puede expresarse esta. De esta manera queda sumamente limitada la apropiación del deporte, el juego y el disfrute por parte de ellas.

    La escasez de material académico, investigativo y documental referido específicamente al fútbol femenino y especialmente a los papeles de las mujeres como actoras y constructoras de una actividad propia, hace que el presente trabajo esté basado en la experiencia personal, tanto como exdeportista y como activista en el campo de intersección deporte-género.

    En este aspecto, las dificultades de incluir ambas temáticas en un solo estudio de situación son explícitas, ya que los estudios referidos al deporte soslayan la participación de las mujeres en deportes,2 y más aún en aquellos pautados como típicamente femeninos de la misma manera que los estudios de género no trabajan sobre el deporte.3 Estos hechos, que se fueron revirtiendo en los últimos años abriendo algún resquicio, lo han logrado sólo en lo referido al deporte de rendimiento, donde es cierto que las discriminaciones son más evidentes, pero las segregaciones por sexo están reglamentadas y legisladas por los organismos deportivos que rigen al deporte de elite. Esto sostiene en sí mismo la segregación y la consecuente discriminación, pero lo más resistente para ser habilitado son los espacios del deporte en los cuales quienes no acceden al deporte de máximo nivel se desenvuelven. Lo que significa que este deporte de elite marca sus propias reglas, excediendo su alcance y dejando pautadas las mismas reglamentaciones, no sólo en lo técnico sino en lo cultural, respecto al deporte de la sociedad toda.

    Quedan así, fuera de la mirada, el análisis y el estudio, las actividades llevadas adelante por las mujeres fuera de las pautas patriarcales deportivas que reservan algunos deportes para los varones de manera casi exclusiva, sobretodo en lo que tiene que ver a fomento y profesionalización, sosteniendo a su vez las mismas discriminaciones y segregaciones que en el deporte de elite.

    Así, el fútbol y las mujeres en él, son casi rehenes de un poder deportivo que cuando no las ignora, las combate, privándolas del derecho al juego, a la organización del mismo, al ingreso en el mercado deportivo, a direcciones técnicas y elaboración de políticas adecuadas, y visibilidad de acciones positivas tanto como problemas que se desprenden de estas situaciones, sean generales, particulares o hasta personales.

    Abordar el deporte como derecho no es una cuestión sencilla, por estos motivos, pero por sobretodo por las cuestiones culturales, que difícilmente puedan modificarse mientras el deporte sea un coto reservado para varones y la segregación sexual en la alta competencia sostenga discriminaciones en todos los demás aspectos de la expresión cultural del deporte.

La realidad Argentina

    Ahora bien, el gran tema en el deporte es poder separar al menos en cuanto a acciones de derecho las actividades deportivas, ya que si bien la representación deportiva en los deportes de elite conlleva exigencias donde el rendimiento marca pautas de inclusión y exclusión por méritos y clasificaciones, el tema a tratar tiene que ver con la equidad en el reparto de posibilidades para que muchas de las personas, sin distinciones fundadas, en prejuicios y estereotipos puedan acceder a un rendimiento que les permita alcanzar los objetivos deseados, sean estos de máximo alcance o tengan que ver sólo con el disfrute de la actividad a desarrollar.

    Es sabido que el deporte es uno de los ámbitos en el que con más prejuicios por género se cuenta, especialmente avalados en fundamentaciones biológicas, físicas y fisiológicas, las que hasta hace poco daban lugar a todo tipo de discriminaciones,4 es en el deporte donde quedaron más arraigadas, especialmente en aquellas actividades en las que los varones cuentan con mayor popularidad, desarrollo, soportes económicos, pautas culturales favorables. En nuestro país el fútbol es el deporte rey en este sentido, por ello es que para las mujeres, el acceso al mismo es demasiado dificultoso en cuanto a rompimiento de barreras culturales más que en cuanto a habilidades de juego. Todo esto atenta contra el disfrute y el placer del juego en equipo y el aprovechamiento de oportunidades que esta actividad podría dar a niñas y adolescentes.

    Como ya se dijo, el deporte parece englobar demasiadas actividades relacionadas, sin querer adentrarme en definiciones más o menos diferenciadoras, como la actividad física, el fitness, el deporte recreativo, de ocio, hasta el juego en sí mismo, el fútbol tiene en estas latitudes una carga social diferente para mujeres que para varones, y esta carga es diferente también de acuerdo a edades y pertenencia social de quienes pretendan jugarlo.5

    Sin embargo, y a pesar de la carencia de relevamientos a nivel nacional que tengan en la mira una perspectiva de género,6 según la encuesta realizada en los Juegos Nacionales Evita en las ediciones 2006 y 2007,7 que tienen una fuerte tendencia social más que elitista, tanto niñas como niños de entre 12 y 16 años sostienen que no hay deportes exclusivos según sexo y las mayores dificultades se encuentran en la falta de oferta suficiente para realizar diversas actividades deportivas más que en los estereotipos que pueden vivenciar. Es importante también destacar que el cuerpo técnico está conformado mayoritariamente por varones, ellos mismos destacan la discriminación hacia las chicas, pero lo notable es que también son víctimas de esa discriminación aunque no pertenezca al grupo discriminado de manera directa. Esto impide por parte de ellos la realización de acciones positivas para una mejor actuación en la actividad, sea por falta de decisión propia, de compromiso personal y colectivo o falta de apoyo externo. Con esto, podría aseverarse que los estereotipos sociales que indican un valor negativo para el fútbol de mujeres está sostenida por adultos, en especial por quienes elaboran las políticas de oferta de estas actividades y quienes las llevan adelante: docentes, familiares, medios de comunicación, etc.

En cuanto al fútbol

    Con este panorama las dificultades son más claras: las mujeres tienen vedada la visibilidad deportiva en la actividad fútbol, en cualquier aspecto, en el nivel de elite como en social, lo que les genera un círculo: no hay elite, entonces no hay mujeres a emular, entonces no hay fútbol de desarrollo de base, y entonces no se alcanza una elite y vuelta al punto de partida.

    Así llegamos a que la organización oficial del deporte fútbol, la Asociación del Fútbol Argentino (AFA) como órgano rector, desarrolla el deporte en sus clubes afiliados a partir de los 15 años, sin hacer hincapié en el pésimo tratamiento que las niñas tienen en los clubes masculinizados de nuestro fútbol, la falta de estructura afín, tanto profesional como material, que pueda acompañar un desarrollo deportivo a edades tempranas. La AFA no se ocupa del fomento del deporte en niñas más pequeñas y en el ámbito social, no hay instituciones, ni públicas ni privadas, que realicen este tipo de tarea. Por otra parte, las políticas estatales en este sentido tienen un fuerte sesgo hacia los deportes considerados típicamente femeninos, especialmente los individuales y por sobre todo aquellos donde los estereotipos de género no influyan pesadamente en el sostén de estas actividades. Además el argumento discriminador hacia el fútbol es el sostener que siendo la AFA una organización que tiene deportistas profesionales el Estado no debería apoyar sus actividades,8 sin llegar a desagregar de esta prédica a las jugadoras, que aún en la elite no son profesionales, pero especialmente al deporte infantil y adolescente. Así, quedan fuera de programas y planes, las niñas que espontáneamente realizan esta actividad sin ninguna red que pueda contenerlas. Es decir y según la encuesta antes mencionada, la oferta deportiva no contempla lo que niñas y niños desearían del deporte.

    Sin embargo, hay una actividad casi oculta y que se sostiene como una resistencia a todos estos factores en su contra. A lo largo de nuestro país numerosas acciones relacionadas con mujeres y fútbol van cobrando forma a través de diferentes representaciones deportivas, como mero juego de ocio en edades adultas hasta escuelitas de fútbol para niñas y torneos auto organizados que reúnen a jóvenes. Todo esto, más o menos a espaldas de la organización formal, o al menos son acciones frente a las que la organización, tanto deportiva como estatal se pone de espaldas.9

    Pero “El amor por el fútbol es una cuestión cultural de este último siglo muy fuerte que tiene que ver con unas emociones muy profundas y que las mujeres no están exentas de eso…Yo no he visto ningún otro deporte en el que tu equipo haga un gol y vos te abraces con alguien que no conoces… ¿qué otro deporte genera eso?”10

¿Por qué el fútbol?

    En el imaginario social el fútbol cuenta con muchos adeptos y muchas detractoras, y planteado de otra manera, pocos detractores y pocas adeptas. Esta balanza que se inclina tanto para uno de los lados según el sexo que lo mira y practique, hace que para las mujeres especialmente, esta actividad sea casi prohibida y la línea que separa a la persona espectadora de quien pueda jugar en el amplio sentido de la palabra sea una línea invisible, y a partir de la invisibilidad de esa línea, la actividad juego pierda valor ganándolo en demasía el ojo de quien mira el juego elitista de los mejores. En este sentido, las mujeres, quedan afuera de ese voyeurismo deportivo, convencidas que ese es el fútbol, única actividad a la que no le encuentran el valor de disfrute propio con la puesta en juego del cuerpo más que con la mirada.

    La carga mayor que pesa sobre nosotras mismas es el mandato severo, que como constante se nos repite: “las mujeres no saben nada de fútbol”, relacionando el saber no corporal sino el recitado de un equipo completo que participó en la última fecha del último campeonato. Pero, por otra parte, las mujeres venimos con la prohibición del juego del fútbol desde la más temprana niñez, donde no esta ni bien visto ni incentivado el uso de los pies como juego si de patear se trata.

    Si se unen todas estas variables, es imposible pensar que el deporte fútbol puede tener algo de femenino en sí mismo, y el que las mujeres puedan apoderarse de esta actividad como propia es impensable sin lindar con la trasgresión.

    El fútbol tiene todas las características que por lo general se mencionan como propias de los varones: desde la solidaridad en la cancha misma, el desarrollo de pensamiento táctico, el manejo de situaciones, la resolución de dificultades, la manera de poner del cuerpo, el afecto con los compañeros de equipo, el valor de perder o ganar y el placer del disfrute corporal. Esto no se considera experiencias que deban ser vividas por las niñas. Agravando estos mitos, se suman los que agregan la falta de competitividad de las mujeres, la falta de saber desenvolverse en equipo, las peleas entre nosotras, y especialmente la falta de interés en los juegos colectivos. Resultado: “el fútbol no es para nosotras”.

    Para seguir sumando negatividades, la falta de datos impide que puedan revertirse estas cuestiones, no sólo no hay encuestas de preferencias deportivas, sino que no hay números de niñas y mujeres que desarrollen actividades relacionadas con deportes de equipo, pero tampoco hay cantidad de trabajos bibliográficos serios que desarrollen la temática mujer y deporte recayendo en datos y cuestiones relacionadas a estas actividades francamente masculinas como ya se mencionó con anterioridad.

    'Las mujeres que practican un deporte tienen más confianza, son más fuertes físicamente, son más sanas y van a tener más disposición a dejar a un hombre que comete abuso contra ellas''. Quien lo dice es Anson Dorrance, reconocido por haber llevado al triunfo al Equipo Nacional de Fútbol Femenino de los Estados Unidos durante el primer mundial de fútbol femenino de la Federación Internacional de Fútbol (FIFA) desarrollado en 1991….”11

    El valor del fútbol como actividad femenina está relacionada con el empoderamiento de las niñas y mujeres, con el valor de su propio cuerpo y la relación con las demás, con el disfrute y el placer del manejar sus tiempos de ocio sin pautas culturales perimidas y apropiándose de actitudes sin cargas culturales.

Un plan, a modo de ejemplo

    En 1994 y a partir de un relevamiento de datos en la zona de Munro, Partido de Vicente López, en la Provincia de Buenos Aires, se tomaron nota de la carencia de ofertas de actividades para mujeres, a raíz de lo cual surge la propuesta de iniciar un trabajo con adolescentes con el objetivo principal de promover la prevención inespecífica de las situaciones de emergencia o riesgo que puedan sufrir las mujeres jóvenes y adolescentes y brindar un momento de encuentro recreativo en un deporte no convencional para el género femenino.

    “El deporte supone una inmensa perspectiva de liberación, del libre uso del propio cuerpo, del tiempo libre. En la mayoría de los espacios se construye una concepción de lo masculino que identifica fuerza física y agresividad con virilidad y superioridad. La propia naturaleza de algunos deportes y de sus reglas favorecen esta concepción social.

    El prejuicio de que las mujeres no pueden hacer ciertas cosas, no pueden amoldarse a ciertas destrezas físicas, no tienen las fuerzas necesarias, etc., basado en el significado de la identidad femenina, ha restringido y contenido a mujeres en lo que pueden o no pueden hacer.

    El fútbol como deporte y pasión está arraigado en la tradición cultural argentina. En este ámbito el hombre posee un rol privilegiado tanto para el desarrollo del deporte como para la concurrencia a los escenarios deportivos. A pesar de esto, muchos clubes de primera división y algunos de menor rango comenzaron, a fines de los ‘80 aproximadamente, a abrir espacios para la práctica por parte de las mujeres. Sin embargo, aún hoy, siguen sin brindársele la misma importancia y dimensión que en el caso de los hombres.

    Siguiendo esta línea, el diagnóstico realizado demuestra la falta de ofertas por parte de las instituciones para la práctica femenina de fútbol; pensando en la popularidad del deporte en nuestro país, se consideró la necesidad de abrir un espacio donde la mujer pueda apropiarse de lo que le ha sido negado. Sin embargo, esta apropiación no se logra naturalmente dado que implica una ruptura con pautas construidas culturalmente y se vería como trasgresión de esos patrones culturales, por lo que se cree necesario un trabajo de mayor profundidad y compromiso.”12

    Se conformaron entonces dos momentos de trabajo, la práctica deportiva y el grupo de reflexión, en ambos las mismas niñas participan activamente. De los análisis se desprende que la mayoría de los equipos de fútbol femenino no lograban continuar más allá de los dos años de existencia. Las causas del cese eran diversas, entre las que se hallaban:

    La presión ejercida por sus familiares, amistades y/o parejas para que éstas abandonaran su proyecto. La influencia de los prejuicios y los estereotipos genéricos colaboran directamente con la decisión de cambio por otros espacios en desmedro de éste.

    Directamente ligado con el primer punto, la división de roles cotidianos hace que las mujeres debieran optar por la realización de las tareas domésticas, sin poder conciliar ambos lugares por no vislumbrar la posibilidad de intercambio de actividades con el otro género.

    La falta de práctica en ámbitos deportivos o del estilo que requiriesen la inclusión de competencia ejercía cierta presión hacia el interior de los equipos por no conocer prácticamente el desenvolvimiento de las relaciones sociales armadas a partir de este desafío.

    Se había logrado cierta confianza que les permitía hablar más abiertamente de sus problemas que tenían que ver con cuestiones personales, familiares, relacionadas con la escuela, sus proyectos personales y sus perspectivas con respecto a la participación en este espacio.

    Hasta el año 2008 se mantiene un grupo de adolescentes que mayoritariamente viven en el barrio Las Flores y otros barrios linderos del partido de San Martín (Loyola, Güemes). Las mujeres siguen eligiendo el fútbol como su deporte predilecto y a través de su práctica, la creación de un grupo de pertenencia y el reparto de roles siguen aprendiendo a relacionarse, a comprender los distintos fenómenos sociales que atraviesan su cotidianeidad y a mirar la vida con otra esperanza creyendo que otros proyectos son posibles.”

    El trabajo llevado adelante supone una posibilidad de construcción de espacios propios a través de la apropiación de la actividad fútbol inmersa en la cotidianeidad de las adolescentes.

    “No es la idea facha (fascista) del deporte de decir “te sacamos de la calle, te sacamos de la droga, aprendés disciplina”. No. Acá, el trabajo es social: adueñarte de tu espacio, eso es lo importante, ser dueña de la calle, decir “la calle es mía”…un espacio celosamente custodiado para evitar los comentarios tradicionales de varones que se sienten invadidos en su terreno por las chicas futboleras. “Cholito”, “marimacho”, “sacate la remera”, ese tipo de frases son las más habituales en el barrio; pueden doler como latigazos aunque ellas pretendan disimularlo con una risa poco convincente, como pasó cuando se habló del tema después de algunos partidos.”13

Resistencia y convivencia

    Las mujeres argentinas se hamacan entre estas dos situaciones si es que se atreven a invadir este camino futbolístico.

    Uno de los prejuicios mas poderosos que se ejercen contra las jugadoras es la cuestión de la sexualidad. Las sospechas de homosexualidad, especialmente en los deportes considerados masculinos es una reacción potente contra la afrenta femenina.14

    Vélez considera la existencia de “La ideología por la cual el fútbol constituye un enclave homo-masculino, adscrito al rango de asuntos de hombres”, esto hace que se sustente la actividad en un coto en el cual las mujeres tienen un acceso como acompañantes, espectadoras o hasta pueden incorporarse a algún papel un tanto más activo, pero que no gozarán de valoración alguna, y “difícilmente llegarán a ser reconocidas como asistidas por el derecho en pie de igualdad con ellos, pues aún quienes lo hacen profesionalmente son objeto del desgreño administrativo y de la burla y el menoscabo colectivo.”15

    Con esto, la inserción de las mujeres en este ámbito implica además de un conocimiento del terreno masculino, una tarea constante que es vivenciada como parte de ellas mismas para poder ser parte del juego en el papel que decida desempeñar.

    “El ser futbolista en Argentina es una cuestión de militancia por todas las cosas que hay que vencer para practicar el deporte, como le pasa a cualquier deporte amateur pero en el futbol todavía hay gente que no entiende que las mujeres pueden jugar… Uno vence eso constantemente, desde que se pone el pantalón y llega a la cancha y escucha desde el chiste hasta la admiración si haces algo bien, pero aun hay un mar de fondo de que las mujeres no pueden jugar.”16

    Pero, lo que no puede pasarse por alto es la iniciación de las niñas en el fútbol, las que comienzan jugando a la par de varones en su infancia: “Cuando era chica era simpático que juegue al futbol después ya no” esto, se encuentra sustentado , como describe Halberstam en las niñas “chicazo”,17 teorizado como el período de masculinidad femenina que se da en la niñez y que supone asociado a un deseo natural por la libertad con que juegan los varones, interpretada como un signo de independencia y automotivación. Este comportamiento esta mejor visto cuando se trata de niñas que juegan como varones que cuando son varones los que juegan como niñas. Sin embargo, avanzada la adolescencia los castigos sociales y la fuerte represión hace volver a los cauces del género a las niñas, pudiendo salir de este cauce quienes mayor libertad de elección personal ejerzan sobre sí mismas.

    “niños y niñas conviven habitualmente desde pequeños, tanto en la TV, como en los colegios y en la calle en forma de juego, al ser su práctica muy asequible prácticamente sin medios lo cual crea un acercamiento a este deporte y la puesta a prueba de las “habilidades personales” de las chicas de forma que la mayoría de las que se apuntan a una escuela deportiva o a un club “han probado” antes con los chicos y han visto que podían competir con ellos e incluso destacar sobre ellos”.18

    A pesar de la formación en el juego en situación de mixidad espontánea, esto se ve cortado de golpe con los mandatos culturales llegada la edad de la actuación en el deporte, en la adolescencia y juventud.

    Las mujeres que logran imponerse en estas etapas y cuentan con el talento suficiente para descollar como jugadoras, se encuentran en la dicotomía de sobrellevar estos prejuicios de una manera combativa, sosteniéndose en el deporte como mujeres deportistas y enfrentándolos o ignorarlos intentando incorporarse de la manera que la sociedad pauta sus actitudes frente al deporte, esto es de una forma estereotipadamente femenina.

    Así, en las jugadoras que se desempeñan en los ámbitos oficiales de los clubes afiliados a la AFA o la selección nacional, la cuestión de supervivencia en estos espacios las lleva a sostener una situación de convivencia con la discriminación, a la cual terminan viviendo como naturalizada, el ingreso a los ámbitos propios de los varones hace que ellas mismas puedan ver una necesidad de acatamiento de situaciones casi violentas como pago por pertenecer al campo futbolístico.

    En este sentido y como menciona Janson,19 la ropa, el pago de viáticos, las sospechas de homosexualidad, los lugares de entrenamiento, diferentes como inferiores no sólo al fútbol masculino sino a cualquier otro deporte femenino son vividos por las jugadoras como paso necesario para poder jugar en lo más alto del estadio deportivo: un equipo de primera división o una selección nacional.

    Si esto no se cumple, aparecen argumentos de “inconductas” bajo los cuales son separadas de los planteles sin verdaderas causas. Entonces, estas situaciones discriminatorias recrudecen ante las deportistas que actúan en deportes masculinos pero además lo viven como una cuestión propia y defienden su pertenencia al mismo desde la propia lucha.20

    El fuerte mandato patriarcal y autoritario que rodea al deporte se hace mucho más potente si las deportistas son mujeres.

    Muchas reglamentaciones y estatutos del deporte ocultan dentro de su aparente regulación del juego limpio, una rigidez que sostiene el deporte como un ámbito masculino y poderoso, sólo para varones, tanto deportistas, como dirigentes y periodistas que lo sostengan tal cual con el fin de sobrevivir en la vidriera de unos pocos elegidos

El deporte en las convenciones internacionales

    Mas allá que es casi imposible separar las actividades relacionadas al deporte de los derechos de las mujeres y que este derecho al deporte puede estar implícito en varios puntos de las convenciones y tratados internacionales, es de suma importancia la inclusión explícita en el articulado de los mismos. En la CEDAW, el artículo 10 menciona al deporte y la educación física como participación activa, lo cual no deja para las mujeres la situación de espectadora de la actividad masculina o de las mujeres que acceden al deporte de elite.

    El artículo 13 menciona como derecho el esparcimiento, el deporte junto a todos los aspectos de la vida cultural, dándole al deporte el rango de cultura.

    En este sentido, la incorporación del deporte en todos sus aspectos antes mencionados: desde lo participativo y lo social, pasando por el alto rendimiento y lo profesional, hasta en los papeles técnicos y de conducción de equipos hasta llegar a la estructura de poder político deportivo, el derecho de las mujeres en el deporte esta incluido entre los derechos básicos.

    Pero la temática deporte y género tiene convenciones específicas que se han ido forjando en cuanto necesarias para motivar al cambio de paradigma a organismos deportivos y gubernamentales. De este modo, uno de los documentos más fuertes ha sido la Declaración de Brighton: “El objetivo predominante es el desarrollo de una cultura deportiva que permita y valore la plena participación de las mujeres en todos los aspectos del deporte.”

    Uno de los puntos más importantes es la conjunción que se loga entre esta convención específica de la temática y la CEDAW:

“1.     EQUIDAD E IGUALDAD EN LA SOCIEDAD Y EN EL DEPORTE

  1. Los estados y gobiernos han de hacer todos los esfuerzos necesarios para asegurarse que las instituciones y organizaciones a cargo del deporte respeten las disposiciones de la Carta de las Naciones Unidas, de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, y de la Convención de la Naciones Unidas sobre la Eliminación de Todas Formas de Discriminación contra las Mujeres.

  2. La igualdad de oportunidades en cuanto a la participación en el deporte, que sea actividad de ocio o recreo, para promover la salud, o como actuación de alto nivel, es el derecho de cada mujer, sin hacer caso de raza, color, lengua, religión, creencia, orientación sexual, edad, estado matrimonial, invalidez, opinión o afiliación política, origen nacional o social.

  3. Los recursos, el poder y la responsabilidad han de ser repartidos justamente y sin discriminación sexual, pero cada asignación ha de rectificar los desequilibrios injustificables entre las ventajas disponibles a las mujeres y a los hombres.”

Conclusión

    Conviene plantearse entonces que dificultades concretas y modificables deben enfrentar las mujeres para su incorporación al deporte, en especial al fútbol, para el goce sin distinciones y reconociendo las diversidades en general.

    A pesar de los avances que las mujeres fueron logrando, las resistencias en los ámbitos deportivos y de poder son brutales, y hasta el momento no se ven sino estudios parciales y aislados que dan cuenta más de las dificultades que de las posibles mejoras en este plano.

    El derecho de las mujeres al desarrollo deportivo se encuentra comprendido en los tratados Internacionales en materia de género, pero difícilmente se hacen visibles, tanto las dificultades como las acciones llevadas adelante que pueden poner algo de luz en la resolución de las mismas.

    Sin embargo, esa resistencia sostenida por instituciones, medios de comunicación y sociedad en general, además de señalar a las mujeres que transgreden los patrones pautados por el patriarcado deportivo, devuelven una imagen de las mismas aún más deteriorada y alejada de lo esperable de las mujeres que ingresan al deporte.

    Logran así una doble agresión, por un lado la valoración de mujeres que acceden a los deportes considerados femeninos pone en un cono de sombra todas las demás actividades deportivas, incluso las que se desarrollan en ámbitos comunitarios y recreativos, pero por otro lado, carga de excesivos e imaginarios valores negativos a las mujeres que transgreden jugando estos deportes francamente masculinos.

    Estas situaciones no son observadas bajo la lupa de los derechos humanos, más aún, son omitidas por la aplicación de los mismos por la falta de análisis de situaciones específicas y por la gran conspiración de poderes que sostienen estas discriminaciones.

    Vale la pena aquí repreguntarse lo que Vélez: “¿Qué es lo que toca la iniciativa de las mujeres que lo toman en serio (al fútbol) para provocar tanta irritación? ¿Cuáles son los puntos más sensibles de la estructura futbolística a la incursión de las futbolistas y cuales instituciones son arrastradas por esa transgresión?”

    ¿Quién indemniza el costo pagado por la mujer para lograr reintegrar su dignidad de persona femenina, atacada por el uso de los estereotipos sexistas en la actividad futbolística?” 21

    Quizás las dificultades mas consistentes se están dando en la misma invisibilidad de las mujeres en estos papeles, en la modificación de los patrones de conducta que asocian lo biológico y lo patriarcal a la posibilidad de empoderamiento en el aprendizaje y desarrollo de actividades que no sólo tienen una expresión corporal como conducta visible y especifica, sino que emergen en la misma todas las expresiones culturales, sociales y de género que se manifiestan en el uso y el disfrute del pleno derecho de las niñas y mujeres al acceso del juego por una parte y al acceso al profesionalismo por otra sino al desarrollo de capacidades como forma de vida, mejorando la relación consigo misma y con las otras y otros en la comunidad.

    “Para las mujeres (la elección del futbol) representa una ruptura social contra un sistema injusto, inequitativo y dotado de significación masculina, al mismo tiempo, limita el desarrollo de sus capacidades humanas” 22 Planteándose de este modo, la hipótesis de que las mujeres buscan en el fútbol un espacio para afirmarse como sujetos sociales y esta es una acción para cambiar la imagen del deporte y la cultura. Representando una forma de empoderamiento social de las mujeres donde se muestra una acción de emancipación para liberarse de las ataduras.

    “La victoria en el deporte no sólo se traduce en triunfos y parabienes, sino que es también una carrera por la lucha contra los estereotipos sociales y la consecución del objetivo de la igualdad de género”.23

    Entonces, el fútbol en pies y manos de mujeres, cobra un sentido importante, una mirada indispensable para ser pensada como terreno de resistencia contra el castigo social de silencio e invisibilidad.

Notas

  1. En 1894 se crea en Francia el Comité Olímpico Internacional sobre idea de Pierre Fredy, Barón de Coubertin. Ésta será la institución encargada de difundir y organizar los Juegos Olímpicos cada 4 años. Saraví Riviere, Jorge, “Aportes para una historia de la Educación Física 1900 a 1945“. Buenos Aires, IEF, 1998

  2. Eduardo Archetti (2001:16) toma como punto de partida el supuesto “peso secundario del deporte femenino en la historia del país” mostrando sólo tres excepciones: Jeannette Campbell (natación), Weiss y Sabatini (tenis) y limitando sus estudios a los deportes como ámbito exclusivamente masculino, representativo de lo “nacional”. Archetti, Eduardo P. “El potrero, la pista y el ring. Las patrias del deporte argentino“. FEC. Buenos Aires. 2001

  3. “Aún cuando surge alguna ruptura de estos patrones, se sigue manteniendo en las sombras la auténtica relación entre mujer y deporte. ¿Será que el deporte como práctica femenina es un terreno inexpugnable para las ciencias blandas, reforzando de esta manera, las teorías patriarcales? Nos preguntamos si será que los mandatos culturales se mantienen con tanta rigidez que terminan por ocultar todas las posibles facetas y aristas del deporte que podrían ser estudiadas, analizadas y visibilizadas por las ciencias sociales, generando un saber fundante que sirva de plataforma para nuevas investigaciones. Estudios con sustento en teorías feministas, que irrumpan de una vez en el masculinizado mundo del deporte.” Antúnez M, Miranda N. Deporte y Mujeres: una dupla dura en el campo de las ciencias blandas. En IX Jornadas Nacionales de Historia de las Mujeres y IV Congreso Iberoamericano de Estudios de Género – Rosario – 30,31 de julio y 1 agosto de 2008

  4. Antúnez M “Participación de la mujer en la elaboración y concreción de políticas deportivas “http://www.efdeportes.com/ Revista Digital - Buenos Aires - Año 5 - N° 26 - Octubre de 2000 Trabajo presentado en el IIIº Encuentro Deporte y Ciencias Sociales y 1as Jornadas Interdisciplinarias sobre Deporte. UBA - 13 al 15 de Octubre 2000

  5. Antúnez M. “Políticas públicas en el deporte. Creencias y estereotipos” en Seminário Internacional Fazendo Gênero 7: Gênero e Preconceitos,   Universidade Federal de Santa Catarina 28, 29 e 30 de agosto de 2006

  6. “La cifras indican que en nuestro país no hay mujeres en los ámbitos de decisión y planeamiento deportivo, ni en el espacio privado ni en el público. La comisión de fútbol femenino está presidida por un hombre y su técnico es un varón.” ftp://ftp.secyt.gov.ar/pub/sintesis/sdn09ago05.pdf

  7. Miranda N. Antúnez M, Egea M.E. “Condicionamientos de género en las preferencias deportivas, Encuesta de opinión a niñas y niños” En CAID. Secretaría de Deporte.

  8. “Desde la Secretaría de Deportes de la Nación justifican la falta de becas en el fútbol femenino porque es un deporte profesional. Por su parte, la AFA no reconoce nada que tenga que ver con el Comité Olímpico y el fútbol está considerado como una actividad profesional y maneja tratos comerciales.” En Hay equipo. Fuertes Gimena Suplemento Las 12. Página 12. 20 de junio 2007. Consultado en http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/las12/13-3483-2007-07-20.html diciembre 2008.

  9. “muchas mujeres juegan al fútbol por su cuenta, autoorganizadas, por lo que su actividad queda invisibilizada y eliminada de cualquier estadística y política de apoyo a la actividad.” Fuertes G. Hay equipo. Op. cit.

  10. Santino Mónica. Lesbianas de Buenos Aires. Documental. 2002. Buenos Aires

  11. http://www.artemisanoticias.com.ar/site/notas.asp?id=20&idnota=5801

  12. Santino Mónica. Antolini, Cecilia. “Fútbol Femenino. Una experiencia de campo.” Sin publicar.

  13. http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/las12/13-2706-2006-06-12.html

  14. ”pero lo cierto es que en los pasillos de la AFA lo único que se escucha es “¿y qué querés? Si son todas tortas...”. http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/soy/1-173-2008-07-04.html

  15. Vélez, Beatriz. La puesta en escena del género en el juego del fútbol. En revista Educación Física y Deporte Nº 21. Universidad de Antioquia. Págs. 41-42

  16. Santino 2002. Op. Cit

  17. Halberstam Judith. Masculinidad femenina. Editorial Egales Madrid 2008. Pág. 27

  18. Martín García, Gema. La mujer futbolista desde la perspectiva psicológica. Cuadernos de Psicología del Deporte. 2003, Vol. 3 Nº 2. Universidad de Murcia.

  19. Janson, Adolfina. “Se acabó este juego que te hacía feliz. Nuestro fútbol femenino. Ensayo, Buenos Aires, Aurelia Rivera Grupo Editorial. 2008

  20. “Para decirte algo concreto: una jugadora de la selección de fútbol sufrió acoso por parte del médico del plantel, el tipo tenía la costumbre de abrir la puerta de las habitaciones de las chicas para ver quién estaba con quién. El tipo estaba decididamente caliente con la piba, para decirlo en criollo, y como loco porque ella era gay. Y cuando la chica se esguinzó el hombro el médico le dijo al técnico que no tenía nada, que lo que pasaba es que no quería jugar. Si eso no es violencia, lesbofobia, no sé qué es. A ella la dejaron afuera de la selección y ahora para esta nueva convocatoria para los Juegos Olímpicos está afuera también. Y el médico sigue siendo el mismo. Y todo el grupo que la ayudaba a ella quedó afuera, eran las chicas líderes, las que tenían más experiencia. ¿Cómo se llama eso?” http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/soy/1-173-2008-07-04.html

  21. Vélez. Op. Cit.

  22. A propósito de la salud en el fútbol femenino. Inequidad de género y subjetivación. Gallo Cadavid, Luz. Pareja Castro, Luis. Revista de Educación Física y Deporte. Vol. 21, Nº. 2, 2001, pág. 19.

  23. Las mujeres en el deporte: ¿hasta qué punto juegan en igualdad de condiciones?” En Trabajo. Revista de la OIT. Nº 56, Abril 2006, pág. 27.

Bibliografía

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  • Hargreaves, J “Promesa y problemas en el ocio y los deportes femeninos.” en Materiales de sociología del deporte. Ediciones de La Piqueta. Madrid. 1993.

  • Janson, Adolfina. Se acabó este juego que te hacía feliz. Nuestro fútbol femenino. Ensayo, Buenos Aires, Aurelia Rivera Grupo Editorial. 2008

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  • Vázquez Gómez, B. (2001). “Nuevos Retos para el Deporte y las Mujeres en el Siglo XXI”. http://www.mujerydeporte.com/analisis/BenildeBilbao2001.pdf

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    revista digital · Año 14 · N° 132 | Buenos Aires, Mayo de 2009  
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