El deporte en las etapas educativas de primaria y secundaria | |||
*Profesor de la Universidad de Huelva Doctorando en Educación Física por la Universidad de Huelva Licenciado en Educación Física. Profesor de Educación Física de Primaria **Profesor de la Universidad de Huelva. Doctor en Educación Física Profesor de la Universidad de Huelva. Profesor de Educación Física de Secundaria ***Profesor titular de la Universidad de Huelva. Doctor en Educación Física |
Manuel Tomás Abad Robles* José Robles Rodríguez** Francisco Javier Giménez Fuentes-Guerra*** (España) |
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Resumen Es incuestionable que el tratamiento adecuado del deporte va a contribuir de manera positiva al fomento de una serie de valores en el sujeto. En este sentido, el deporte ha sido destacado por psicólogos, pedagogos y docentes de la Educación Física, entre otros, ya que éste va a contribuir al desarrollo psicosocial de los sujetos a la vez que fomenta la integración social y cultural. Pero, ¿todas las prácticas deportivas tienen las mismas posibilidades educativas? En el presente artículo trataremos de responder algunas de las cuestiones que hoy en día están en tela de juicio, en este sentido, aunque sin ánimo de plenitud, ya que se trata de un tema que causa actualmente bastante controversia entre los diferentes autores. Para ello, en primer lugar abordamos el concepto de deporte escolar, con el fin de clarificar dicho término. A continuación, nos centraremos en las posibilidades educativas que ofrece el deporte siempre y cuando se le dé un tratamiento adecuado y, para finalizar el texto nos detendremos en la revisión de algunos estudios que se centran en la investigación de la promoción de los valores en los jóvenes a través del deporte. Palabras clave: Deporte escolar. Valores. Educación |
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http://www.efdeportes.com/ Revista Digital - Buenos Aires - Año 14 - Nº 132 - Mayo de 2009 |
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1. Introducción
Teniendo en cuenta los estudios y opiniones más destacadas de autores reconocidos, podemos estar de acuerdo en que el deporte, por sí mismo, ni es educativo ni deja de serlo. Más bien, cabría decir que su potencial educativo está en función de aspectos como la planificación y organización del mismo, de los objetivos perseguidos, de la metodología y evaluación llevada a cabo, y de otras cuestiones de similar índole. A continuación tratamos de esclarecer, en la medida de lo posible, el concepto que debemos tener de deporte escolar y las posibilidades educativas del mismo.
2. El deporte escolar
En la actualidad el deporte es considerado como un fenómeno cultural universal. Según Castejón (1994), el deporte en general tiene tres vertientes de aplicación; una de ellas se encuentra en el ámbito escolar, es el denominado deporte educativo, y las otras dos se encuentran en un marco social: el deporte ocio, salud y recreación, y el deporte de elite. En este apartado nos centraremos en la manifestación educativa del deporte, concretamente en el deporte escolar, el cual debe aparecer siempre asociado a unos valores, actitudes y hábitos propicios para contribuir al proceso educativo de nuestros alumnos. Esta manifestación del deporte ha adquirido gran importancia en nuestra sociedad, acaparando el interés de muchas de las instituciones. Una de las muestras que lo constata ha sido la proclamación por parte del Parlamento Europeo del “Año Europeo de la Educación a través del Deporte 2004” (Orts, 2004).
Debido a que en la literatura específica podemos encontrarnos diferentes acepciones al referirse a esta vertiente del deporte, queremos clarificar el término deporte escolar y deporte en edad escolar, ya que existe una confusión terminológica en el uso de ambos conceptos. En este sentido, y debido a que muchas instituciones al hablar del deporte escolar o en edad escolar excluyen el deporte realizado dentro de las clases de Educación Física, Calzada (2004), comenta que no se puede entender que el deporte en edad escolar no esté integrado en la Educación Física.
La práctica deportiva en estas edades puede llevarse a cabo bajo diferentes ámbitos, como el educativo-formativo, federativo, extracurricular. De ahí que dependiendo del lugar y el momento en que se lleve a cabo la práctica deportiva podemos encontrarnos los siguientes términos, según expone Romero Ramos (2004).
Deporte Escolar: Deporte que se desarrolla en la escuela como área de conocimiento dentro del horario lectivo. Deporte que se lleva a cabo en el área de EF, bajo el control del profesor del centro.
Deporte en edad escolar:
Práctica deportiva realizada en el centro educativo pero fuera del horario lectivo. Son lo que conocemos como actividades extraescolares.
Práctica deportiva realizada fuera del horario lectivo llevada a cabo en los clubes deportivos.
Por otra parte, De la Iglesia (2004), al hablar de deporte escolar, lo divide en deporte que se realiza dentro del horario lectivo y el complementario, es decir, el que se realiza de manera extraescolar dentro del mismo ámbito educativo y en clubes.
Desde nuestro punto de vista, el deporte en edad escolar es un término muy amplio, que debe englobar tanto al deporte que se realiza dentro de la escuela como fuera de ella, ya sea en el ámbito federativo como en el extraescolar. Y en esta misma línea, encontramos que autores como Sánchez Bañuelos (2000) afirman que para la consecución de los objetivos propuestos en los currículos del área de Educación Física, ésta no puede ni debe estar desvinculada de la actividad física realizada por los escolares durante su tiempo libre, bien sea en la propia escuela con carácter extracurricular, o fuera de ella en clubes o escuelas deportivas. Además, hemos de ser conscientes de que para que el deporte sea utilizado como un instrumento que contribuya a la formación integral de los jóvenes, tanto el mundo del deporte como el de la Educación Física necesitan de una coordinación constante en todos los niveles (Romero Granados, 2004).
En este mismo sentido, Sánchez Bañuelos (2002) afirma que debido al poco tiempo del que disponemos para impartir los contenidos deportivos en las clases de Educación Física, resulta complicado que los alumnos alcancen los objetivos establecidos en referencia a los beneficios saludable de la actividad física, adquisición de nuevas habilidades deportivas, etc., entre otros aspectos.
Gráfico 1. Términos que engloba el deporte en edad escolar
Una vez clarificadas las posibles acepciones que nos podemos encontrar bajo el término deporte escolar o en edad escolar presentamos algunas de las definiciones más utilizadas en la literatura deportiva.
Romero Cerezo (2005), citado por Ruiz y García (2005), entiende el deporte escolar como toda actividad deportiva que efectúan los niños y las niñas en el periodo escolar, tanto dentro como fuera del colegio. Coincidiendo con estos autores, consideramos esta definición algo pobre ya que se restringe sólo al deporte practicado por los alumnos en horario lectivo, dejando fuera de la misma a todas las actividades organizadas por el propio centro educativo, como clases extraescolares, o las escuelas deportivas.
Moreno (1998: 168) entiende el deporte escolar como “el deporte que se desarrolla en torno a un centro escolar, sometido a su estructura y con una incidencia directa del profesor del centro”. En este sentido, el Consejo Superior de Deportes (2003), denomina al deporte escolar como “todas aquellas actividades que, de forma organizadas, se celebran fuera del programa de la asignatura de Educación Física en los centros escolares y en la que participan estudiantes en edad escolar”.
Romero Granados (2000), define el deporte en edad escolar como “todas las actividades físico – deportivas realizadas con finalidades educativas”. Este mismo autor (2001), lo define como “toma de contacto con la habilidad específica (deporte) en cualquier contexto (académico, federativo, etc.), pero respetando las característica psicológicas y pedagógicas para el desarrollo global”. En el 2005, amplía la primera definición expuesta, considerando el deporte en edad escolar como “conjunto de actividades físico-deportivas que se desarrolla en horario no lectivo, dirigidas a la población en edad escolar, y de participación voluntaria”.
Blázquez (1995: 24), se refiere al deporte escolar como “toda actividad física que se desarrolla durante el periodo escolar al margen de las clases obligatorias de educación física y como complemento de esta”. Además, añade que se incluyen dentro de éstas las actividades con carácter voluntario.
La Ley 6/1998, de 14 de Diciembre, del Deporte Andaluz en su artículo 42, dice que “se entiende por deporte en edad escolar, a los efectos de esta Ley, todas aquellas actividades físico-deportivas que se desarrollen en horario no lectivo, dirigidas a la población en edad escolar y de participación voluntaria”.
Le Boulch (1991: 20) afirma que el deporte escolar “debe permitir el desarrollo de sus aptitudes motrices y psicomotrices en relación con los aspectos afectivos, cognitivos y sociales de su personalidad”.
Autores como Giménez (2001), Águila y Casimiro, (2001), Vázquez Gómez (2001), resaltan que el deporte en estas edades, ya sea realizado dentro o fuera del ámbito educativo, debe tener un carácter eminentemente educativo, de manera que uno complemente al otro y viceversa.
Debemos ser conscientes de que el deporte como fenómeno social ha superado las fronteras de los centros sociales para introducirse en todo el tejido social (Guerrero, 2000). Y es esta la línea marcada por la Carta Europea del Deporte (1992), donde se identifica el deporte escolar como “toda actividad físico-deportiva realizada por los niños y niñas en edad escolar, orientada hacia su educación integral, así como al desarrollo armónico de su personalidad, procurando que la práctica deportiva no sea exclusivamente concebida como competición, sino que dicha práctica promueva objetivos formativos y convencionales, fomentando el espíritu deportivo de participación limpia y noble, el respeto a la norma y a los compañeros de juego, juntamente con el lícito deseo de mejorar técnicamente”.
En el presente trabajo pretendemos analizar el deporte como un contenido dentro de la formación del alumnado de las etapas de Educación Primaria y Secundaria, por lo tanto, esta manifestación del deporte, para ser utilizado como un instrumento educativo, debe cumplir en todo momento una serie de características las cuales presentamos a continuación siguiendo a autores como Contreras Triviño (1995), Le Boulch (1991), Saura (1996), Fraile (1997 y 1999), Vizcarra y González Villegas (2004), entre otros:
Debe desarrollar valores y actitudes positivas vinculadas con la práctica deportiva, además de contribuir al desarrollo de las cualidades físicas, afectivo-emocionales, cognitivas-intelectuales y sociales acordes a su etapa evolutiva, es decir, contribuir a la formación integral del alumno.
Debe fomentar hábitos higiénicos, conductas saludables y crear hábitos de práctica deportiva.
Debe primar la participación, la cooperación sobre la competición.
Los deportes deben adaptarse a las características de los alumnos y no viceversa, es decir, adaptar las reglas a los alumnos.
Trabajar los deportes desde un punto de vista polivalente.
Fomentar una actitud crítica ante el deporte que nos venden los medios de comunicación y las aberraciones que se producen.
El profesor debe tener siempre muy presente las características del contexto, por lo que actuará en todo momento como educador.
Es evidente que el contexto educativo propicia que la práctica del deporte se desarrolle con unas connotaciones y características específicas. Sin embargo, debemos ser conscientes de que los alumnos van a tener la posibilidad de realizar práctica deportiva en diferentes entornos, viéndose influenciado por tanto por los elementos que la rodean, algunos positivos y otros posiblemente negativos. En este sentido, Sánchez Bañuelos (2002), afirma que existen muchos tipos de práctica deportiva relacionada con una diversidad de contextos. Esta variedad contextual del deporte conforma su estructura, como un conjunto de manifestaciones sociales. El deporte en edad escolar no está exento de esta problemática, de ahí que los niños y los adolescentes no practiquen el deporte en un único ámbito, sino que lo realizan en todo los contextos que la sociedad les ofrece. De ahí que el deporte escolar podemos decir que va a estar influenciado por distintas partes, no sólo por los educadores de Educación Física serán los responsables de inculcar en el alumnado unas actitudes y valores positivos, sino que además esta manifestación del deporte va a estar influenciada por los entrenadores y directivos de las escuelas deportivas, familiares y amigos, participantes y medios de comunicación.
Gráfico 2. Elementos que influyen en el deporte escolar
Coincidimos con Escamez (1986), citado por Gutiérrez Sanmartín (1995), al afirmar que el deporte ha llegado a ser una de las influencias principales en la educación de los jóvenes, de tal manera que muchos autores, después del colegio, consideran a éste como la actividad más importante. Por este motivo, es de vital importancia que todos los responsables de los programas deportivos, tanto dentro como fuera del contexto escolar, sean conscientes de las repercusiones que las experiencias deportivas pueden ocasionar en los jóvenes.
Finalmente, queremos resaltar las palabras de Cárdenas (2007) al afirmar que el deporte dentro del ámbito educativo no tiene como fin que el alumno aprenda a jugar a toda costa, sino que éste ha de servir como herramienta para que los sujetos se desarrollen como seres individuales que presentan diferencias y, al mismo tiempo, como seres sociales que se relacionan con su grupo de iguales mediante el entendimiento y el respeto.
3. El deporte y sus posibilidades educativas
Hablar de valores educativos resulta imprescindible cuando hablamos de Educación Física, tanto en la etapa de Primaria como en la de Secundaria. Creemos que éste debe ser un apartado importante dentro de nuestra investigación ya que la Educación Física, junto con el resto de áreas, debe fomentar e inculcar unos valores, actitudes y normas que contribuyan en la educación integral del alumnado.
Según Andréu (2006), nos encontramos ante una crisis generalizada de valores, aspecto que ha condicionado que los docentes tengamos que inculcar en el alumnado actitudes y valores que forman parte de la moral humana. La escuela debe adaptarse al contexto escolar al que está educando, y es por lo que el enfoque educativo del deporte debe atender tales necesidades sociales. Hablar sobre valores éticos o morales, sociales, personales en una sociedad tan competitiva como la nuestra, en la que se busca por encima de todo el éxito personal, resulta cada vez más delicado. El valor según Gutiérrez Sanmartín (1995: 23), “es un problema capital para todo educador ya que educar implica adquirir saberes, habilidades, comportamientos y actitudes valiosas”.
En este sentido, destaca la consideración realizada por Gutiérrez Sanmartín (1995: 98), cuando afirma que “los profesores de Educación Física constituyen uno de los colectivos que más posibilidades tienen de acabar con los problemas de la violencia, ya que por sus manos pasan, en estrecho contacto, alumnos de todas las edades, de todos los niveles y actividades deportivas de todos los tipos, y son ellos quienes están educando física y deportivamente a quienes, muy pronto, serán deportistas destacados, dirigentes políticos o deportivos, árbitros o espectadores”.
Llegados a este punto, y, teniendo en cuenta las dos grandes orientaciones del deporte en la actualidad, a saber: deporte rendimiento y espectáculo y deporte educativo y formativo, cabría hacernos las siguientes preguntas: ¿Todas las prácticas deportivas tienen las mismas posibilidades educativas? ¿El deporte rendimiento es más o menos educativo que la vertiente formativa del deporte? ¿Qué orientación del deporte es más adecuada para niños y niñas que están en edad de formación y desarrollo? ¿Se ha de seguir el mismo modelo, o un modelo similar al del adulto en la iniciación deportiva con chavales y chavalas en formación? A continuación trataremos de responder a algunas de las preguntas precedentes, aunque sin ánimo de plenitud, ya que se trata de un tema que causa actualmente bastante controversia entre los diferente autores.
Resulta curioso, coincidiendo con Trepat (1999), el hecho de que cuando se habla, dentro y fuera del mundo de la actividad física y el deporte, de ejercicio físico, de actividad física o de deporte parece que nadie cuestiona los beneficios de estas prácticas sobre la salud (física y psíquica), sobre aspectos sociales ni sobre cuestiones éticas y morales, las cuales van a ser aprehendidas y asimiladas por las personas que realicen actividad física y deporte simplemente por el mero hecho de practicar estas actividades deportivas, independientemente y sin tener en cuenta la forma o la orientación que se le pueda dar al proceso de realización de estas prácticas. Parece ser que al deporte “se le asigna beneficios “per se” más allá de las condiciones en que se realice” (Perczyk, 2003).Tal como afirma Huxley (1969), citado por Arnold (1990), el deporte al igual que otro instrumento inventado por el hombre, puede utilizarse con buenos o con malos propósitos. De esta manera, parece que decir que el deporte es portador de valores es algo pretencioso y simplista (Sanchís, 2006).
Sin embargo, numerosos autores coinciden en afirmar el papel educativo del deporte, siempre que éste reúna una serie de condiciones [Castejón (1999), Fuentes (1992); Giménez y Rodríguez (2006); López Ros y Castejón (1998) y Seirul’lo (1992)]. Por tanto, somos también de la opinión de que el deporte de por sí, por sí solo, como práctica sin más, no tiene porqué ser educativo ni tiene porqué no serlo. “El deporte no es para los niños ni bueno ni malo, todo depende de cómo se practique” (Rius, 1992:28). Es decir, pensamos que lo que hace que una práctica deportiva pueda ser educativa para una persona va a ser la forma de llevarse a cabo dicha práctica, ya que ésta va a tener una incidencia concreta y específica en el sujeto practicante. De esta manera, una misma práctica deportiva para una misma persona puede ser educativa o no educativa, dependiendo de la orientación que tenga dicha actividad. “A la conclusión que queremos llegar es que el problema no es el deporte, sino cómo se utiliza” (Sáenz-López y Giménez, 1997). En esta línea Marcet (1999:34), comenta con gran elocuencia que “muchos padres piensan que por el simple hecho de hacer deporte sus hijos están a salvo. Esto es un verdadero error”. Devís (1995) y Contreras (1996 y 1998), nos recuerdan que el deporte, como todo en la vida, puede transmitir tanto valores deseables como no deseables. Jiménez y Durán (2004), Parra y Cols. (2002) y Sanchís (2006), insisten en que la utilización del deporte lo puede convertir en promotor de ciertos valores “positivos”, pero también de los opuestos (Vázquez Gómez, 1990). Al respecto, Castejón (2004a: 3), concluye elocuentemente: “Ni el deporte es tan malo como lo ven algunos, ni tan bueno como lo desean otros”. En este mismo sentido, Giménez y Rodríguez (2006), Jiménez y Durán (2004) y Parra y Cols. (2002), nos sugieren que no nos podemos quedar ahí, es decir, en pensar que la práctica deportiva educa por sí sola, sino que las programaciones didácticas deben contemplar métodos, orientaciones, estrategias, etc., que nos van a ayudar para que nuestro quehacer sea realmente educativo. Actualmente, el debate se centra en cómo diseñar, presentar y ajustar el deporte de manera que pueda responder a objetivos educativos (Castejón y Cols., 2003).
Por todo lo expuesto más arriba, la pregunta clave sería: ¿cuáles son las condiciones idóneas bajo las cuales se ha de practicar o enseñar/aprender el deporte para que éste sea educativo? Para poder responder a esta gran pregunta tenemos primero que preguntarnos acerca de los objetivos generales de la educación, y después, sobre los objetivos educativos del deporte. Sobre los primeros, hemos de decir que existen numerosos autores (pedagogos, psicólogos, filósofos, etc.) que se han dedicado a estudiar y a dilucidar sobre cuáles serían los objetivos más idóneos. Como nos podemos imaginar, existen tantas propuestas de objetivos generales de la educación como autores dedicados a su estudio. Estas proposiciones a veces tienen puntos en común y otras veces no. No obstante, aún cayendo en un reducimiento atrevido, pensamos que puede sernos útil intentar sintetizar los objetivos de la educación en uno general y amplio, el cual podría ser, siguiendo a Cagigal (1985:7): “la persona en sí misma, con su adaptabilidad (no adaptación) a la vida en general, su forma de asumir jerárquicamente los valores”. En este mismo sentido se expresa Marcet (1999), cuando nos habla de que el deporte se muestra favorable hacia la maduración de la personalidad, puesto que es una oportunidad de educar en la voluntad aspectos como el valor, la capacidad de sacrificio, el coraje la lealtad, etc. Y en cuanto a los objetivos educativos del deporte también existen numerosos estudios y propuestas de diferentes autores respecto a las grandes finalidades de la educación física y el deporte. No obstante, parece evidente que dichos objetivos han de estar en directa correlación con el fin principal de la educación que no es otro que la mejora de la persona en global (Cagigal, 1985). Para Seybold (1976), el objetivo no es la enseñanza deportiva, la transmisión de modelos y técnicas deportivas, sino la educación a través del ejercicio físico. En este sentido, Castejón (2004b) nos habla de que la educación deportiva incluye todos los aspectos que proporcionan una formación completa a los individuos que están vinculados con el deporte, y que no sólo está relacionada con el sujeto que crece, sino también con la enseñanza de valores motores, sociales, morales e intelectuales. Esto implicará que aquellas personas que participan en el deporte deseen obtener algo a cambio, de manera que haga que lo quieran realizar. Para Mitchel, Oslin y Griffin (2006), los deportes pueden ser divertidos y también educativos, pueden contribuir a la formación del carácter, pero sólo a través de un énfasis deliberado y apropiado podemos incrementar el potencial del deporte en la formación positiva del mismo.
Como podemos deducir de lo expuesto anteriormente, coincidiendo con autores como Lapresa, Arana y Garzón (2006), nuestra posición se acerca más a la de aquellas personas que piensan que a través del deporte se pueden conseguir objetivos educativos relacionados con la formación integral del individuo, es decir, no sólo podemos desarrollar a los sujetos en el plano motor, sino también en los planos cognitivo, afectivo y social. Coincidimos con Sáenz-López y Giménez (1997) en que prescindir del deporte para educar a nuestros alumnos y alumnas, no sólo es un lujo, sino también un error. Para Castejón (2004b), el elemento o factor esencial de la educación es la ética. Según este autor no se puede entender la educación sin hacer referencia a la formación en valores de la persona. Los principios sociales, democráticos, de desarrollo tanto individual como social son prioritarios a todos aquellos aspectos que planteemos al enseñar el deporte. Ahora bien, esto lo conseguiremos siempre y cuando nuestra actuación se base en una concepción del deporte en la que lo primordial sea la formación global de la persona y, en definitiva, su educación integral. Esta idea del deporte quedará muy lejos de aquella otra en la que se pone énfasis en el rendimiento, en el éxito, en el dinero, etc., la cual, no nos engañemos, hoy en día es la más conocida e incluso utilizada, tanto dentro como fuera del contexto escolar. En este sentido se expresa Seirul’lo (1992) cuando nos dice que podemos afirmar sin equivocarnos que el deporte que hoy en día se hace en la escuela no es educativo. Por tanto, coincidimos con Rodríguez García y Moreno Murcia (1996) cuando rechazan la réplica escolar del deporte de rendimiento y espectáculo, ya que éste fomenta valores que pueden ser perjudiciales para los alumnos y alumnas, que más tarde, no lo olvidemos nunca, serán los adultos del mañana. No obstante, y como nos recuerdan Rodríguez García y Moreno Murcia (1996), la empresa de poner en práctica un “deporte educativo” no resulta fácil, tornándose en ardua y compleja. De manera que han de cambiarse los valores que propugna el “deporte espectáculo” y que reciben los alumnos y alumnas a modo de tropel informativo, por otros donde lo importante sea la adquisición de valores y aspectos relacionados con la socialización, con la moral y la ética, conocimiento de uno mismo, capacidades motrices, autonomía, etc. Castejón (2005), nos recuerda acertadamente que la innovación en la enseñanza no es algo caprichoso, sino que busca un interés por mejorar nuestra intervención docente, ya que desde el punto de vista ético, intentamos que nuestros alumnos y alumnas alcancen un adecuado e importantísimo desarrollo personal. Para Vázquez Gómez (1992), la práctica deportiva siempre es educativa, puesto que el deporte nunca deja indiferente a quien lo practica, máxime cuando los participantes están en pleno desarrollo de su personalidad.
Según Le Boulch (1991:20) “un deporte es educativo cuando permite el desarrollo de sus aptitudes motrices y psicomotrices, en relación con los aspectos afectivos, cognitivos y sociales de su personalidad”, mientras que para Seirul’lo (1999:62) “lo educativo es lo conformador de la personalidad del alumno”. Como podemos ver, para estos y para muchos otros autores, lo importante del deporte educativo va a ser la persona que lo realiza, la cual ha de considerarse como tal y no como si fuera una máquina, consideración que normalmente se le atribuye en la concepción del deporte espectáculo o para el rendimiento. Por tanto, la práctica deportiva accederá a niveles educativos siempre que su principal referencia sea la persona que la realiza, dejando a un lado el resultado (Seirul’lo, 1992). Para Parra y Cols. (2002:49), “lo realmente y único educativo son las condiciones en que puedan realizarse estas prácticas, que permiten al deportista comprometer y movilizar sus capacidades de tal manera que esa experiencia organice y configure su propio yo, logrando su auto-estructuración”.
El deporte, siguiendo a Castejón (1999:22), “puede ser tan bueno o tan malo como queramos que sea, sólo depende de la orientación que le queramos da”. Este mismo autor afirma que no existe ni el buen deporte ni el mal deporte, todo va a depender de la mala o buena utilización del mismo y de “cómo abordemos todo el proceso de enseñanza y aprendizaje” (Giménez y Rodríguez, 2006:40). En relación con lo que acabamos de exponer, hemos de destacar el hecho de que son numerosos los profesores, maestros, pedagogos, psicólogos, filósofos, médicos, etc., que creen que el deporte tiene unos valores intrínsecos que pueden perfectamente ser utilizados para la educación de la persona. Aunque como afirman Castejón y López Ros (1997:139) “el deporte es educativo” y no sólo “puede ser educativo”. No obstante, y según López Ros y Castejón (1998), la práctica deportiva no ha de tener el único y principal objetivo del aprendizaje de determinados gestos deportivos, sino que ésta ha de facilitar, ayudar y propiciar el desarrollo de las distintas capacidades del sujeto, lo cual tiene una estrecha relación con lo que más arriba denominábamos educación integral. Al respecto, Arnold (1990) manifiesta que el deporte, en lo referente a la promoción de un conocimiento práctico y de una conducta moral, es educativo.
Otro de los autores que hace especial hincapié en el carácter ambivalente del deporte en función de su tratamiento es Parlebas, quien nos dice (1969), citado por Blázquez, (1999:30), que “el deporte no posee ninguna virtud mágica, puede despertar el sentido de solidaridad y cooperación como un espíritu individualista”, “... puede educar el respeto a la norma como fomentar el sentido de la trampa”. También, Cruz y Cols. (1996), nos dicen que la influencia que la práctica deportiva puede tener en la socialización de los niños y niñas dependerá de la orientación que le den a la misma los organizadores de las competiciones, los entrenadores/as, los padres, amigos o el público. A esto habría que añadir que “todo dependerá de cómo se presenten las actividades deportivas y de cómo se interpreten los procesos y resultados que se obtengan” (Fuentes, 1992:23).
En este sentido Seirul’lo (1992 y 1999:63) nos recuerda que lo educativo de las prácticas deportivas no es el aprendizaje de técnicas tácticas y deportivas, ni tampoco una mejora de la condición física, sino que “lo realmente y único educativo son las condiciones en que puedan realizarse esas prácticas... de tal manera que esa experiencia organice y configure su propio yo, logre su auto-estructuración”. Como podemos imaginarnos, y teniendo en cuenta lo que acabamos de exponer, la figura del entrenador/educador cobra especial importancia, ya que es el entrenador/educador el que va a organizar y a disponer las condiciones en las que el deportista va a aprender un determinado deporte (Seirul’lo, 1992). Gutiérrez Cardeñosa (1998), nos dice que un deporte será más educativo que otro por “cómo el conductor de esa actividad organiza las experiencias motrices, cognitivas y afectivas que conforman cada actividad deportiva” (p. 212). Esto convierte al entrenador/educador en una pieza clave en el proceso educativo de sus alumnos/as-jugadores/as, por lo que su formación y cualificación van a ser determinantes. Es precisamente el profesor/a-entrenador/a el que debe constituir al fenómeno deportivo en un instrumento realmente educativo (Contreras, 1996) y el que debe saber obtener los beneficios educativos que nos puede ofrecer el deporte (Castejón y Cols., 2003). El deporte, por sí solo, no transmite nada, es el docente quien decide el valor pedagógico de la practica deportiva (Gómez Rijo, 2005). Tanto es así que Parlebas (1969), citado por Blázquez (1999:30), nos dice que “... depende del educador y de la forma de enseñar, que se fomenten o no los valores educativos que indiscutiblemente posee el deporte”. También Boixadós y Cols. (1998) y Cruz y Cols. (1996), hacen referencia al entrenador/a y educador/a como figura clave en la iniciación deportiva respecto a la socialización, ya que es quien organiza y programa los entrenamientos y el que interactúa con sus jugadores/as día tras día. Pero, además, también destacan estos autores la importancia que tienen los padres, los compañeros/as o grupo de iguales
Resumiendo, y siguiendo a Cagigal (1985:6), estas dos orientaciones del deporte “no son dos direcciones contrapuestas, dado que una optimización del resultado deportivo puede tener repercusiones en una mejora de la personalidad. Se trata de objetivos diversos, que a veces pueden ser excluyentes el uno del otro”. Como podemos ver, el problema se vuelve complicado, tanto, que para el mismo Cagigal (1985) el optar por una pedagogía que mire al rendimiento deportivo o por una pedagogía que mire por la mejora de la persona se convierte en el problema clave de la pedagogía deportiva, entendida como educación. A pesar de todo, y como decíamos más arriba, nosotros nos decantamos por un deporte que ayude a mejorar a la persona en todos sus aspectos y ámbitos. Es decir, abogamos por un deporte lo más educativo posible en el que se trabajen todos los ámbitos de la persona: cognitivo, el motor, el afectivo y el social; y todo ello desde una perspectiva global e integradora.
Para finalizar con este apartado, y de acuerdo con Giménez (2003), tenemos que decir que entendemos por deporte educativo, todas aquellas prácticas deportivas que se llevan a cabo de forma educativa independientemente de su contexto de aplicación, por lo que deberá respetar las características psicoevolutivas de chicos y chicas, y cumplir una serie de principios como la no selección, no discriminación, adaptación de reglas, implementos y materiales, ser saludable (física y mentalmente) para los que lo realizan y debe encauzar adecuadamente la competición.
3.1. Valores educativos que podemos fomentar a través del deporte
Es incuestionable que el tratamiento adecuado del deporte va a contribuir de manera positiva al fomento de una serie de valores en el sujeto. En este sentido, el deporte ha sido destacado por psicólogos, pedagogos y docentes de la Educación Física, entre otros, ya que éste va a contribuir al desarrollo psicosocial de los sujetos a la vez que fomenta la integración social y cultural. Según Gutiérrez Sanmartín (2003 y 2004), quien defiende este planteamiento, considera el deporte como una herramienta apropiada para enseñar a todos, pero sobre todo a los más jóvenes, virtudes y cualidades positivas como justicia, lealtad, afán de superación, etc. Sin embargo, nos encontramos con una falta de acuerdo entre profesores, investigadores y entrenadores deportivos a la hora de establecer cuáles son los valores que se deben fomentar y desarrollar a través de la práctica deportiva. Según comenta Ossorio (2002), hay investigaciones como las realizadas por Lakie (1964) y Alison (1982), que ponen en tela de juicio que las actividades deportivas contribuyan al fomento de valores.
Pero al hablar de los valores que la práctica deportiva puede transmitir debemos diferenciar entre los valores intrínsecos y extrínsecos del deporte.
Los valores intrínsecos a la práctica deportiva son aquellos que el alumno o alumna va a “experimentar” inherentemente a la realización de la misma. Según Devís (1992: 142), generalmente estos valores se consideran que son los verdaderamente educativos. Dentro de estos encontramos, según Seriu.lo (1995), el valor agonístico, el lúdico y el eronístico o hedonístico.
El valor agonístico: es el que confiere la intencionalidad competitiva, la lucha contra algo o contra alguien, que puede ser uno mismo.
El valor lúdico: hace referencia al hecho de realizar una actividad físico – deportiva por el simple hecho de divertirse.
El valor eronístico o hedonístico: hace referencia a la práctica deportiva simplemente por el placer de realizarla.
Gómez Rijo (2001) hace referencia a un cuarto valor denominado higiénico.
El valor higiénico: hace referencia al beneficio que aporta la actividad física al ser humano. La actividad física mejora la salud, el estado físico, previene enfermedades, etc.
Por otra parte, los valores extrínsecos a la práctica deportiva son aquellos que le podemos atribuir a la propia práctica deportiva, los que podemos potenciar en el alumnado.
Gráfico 3. Valores del deporte
En la actualidad el desarrollo de los valores a través de la práctica deportiva es un tema de estudio prioritario, y en este sentido podemos observar que son numerosas las investigaciones que se han realizado en relación a dicha cuestión.
Por citar algunos de los estudios más relevantes, en el ámbito nacional, podemos nombrar los realizados por Cruz y cols. (1991), en donde se entrevistan a 66 futbolistas de entre 12 y 16 años, con el objetivo de estudiar los valores que propician tres tipos de conductas: las conductas instrumentales, es decir, hacer una falta en beneficio de tu equipo, conductas agresivas hacia un contrario y conductas altruistas o prosociales.
Lee (1993), trata de identificar los valores que los niños entre 12 y 16 años consideran importantes en el deporte. El estudio se llevó a cabo con un total de 87 adolescentes, de los cuales 60 eran futbolistas y los 27 restantes tensitas.
Trepat (1995), nos habla de una serie de contenidos relacionados con los valores que se pueden desarrollar a través de la práctica de la actividad deportiva. Este autor plantea una clasificación estructurándola en actitudes, valores y normas, que nos pueden ser útiles para la aplicación de estrategias en la iniciación deportiva.
Fraile (1997) señala que con objeto de fomentar en el escolar la práctica deportiva educativa, las estrategias deben coincidir con sus intereses, capacidades y medios; ayudándoles a adquirir una conciencia crítica respecto al significado socio – cultural de la práctica deportiva.
Guerra y Pintor Díaz (2002), tras analizar la actitud de los alumnos, observan que éstos carecen de actitud crítica en las clases de Educación Física, baja aceptación de los contenidos teóricos y actitud irrespetuosa, entre otros aspectos; plantean la aplicación de un programa en Educación Física en el que se fomenta el aprendizaje cooperativo. Para ello proponen una organización basada en microgrupos, partiendo de situaciones problemáticas.
Álamo, Amador y Pintor Díaz (2002), plantean que la función educativa del deporte, además del trabajo técnico - táctico y del desarrollo de las cualidades físicas de los alumnos, debe incidir en la adquisición de unos hábitos, valores y actitudes positivos. Para ello exponen una serie de valores que pueden trabajarse a través del deporte escolar.
Cecchini y Cols. (2008), examinó las repercusiones del Programa Delfos de educación en valores a través del deporte, sobre los comportamientos de fair play y el autocontrol en adolescentes. Aplicaron un cuestionario a 159 jóvenes de edades comprendidas entre los 13 y 16 años.
Otros estudios recientes tratan de conocer las opiniones de los docentes en relación con la promoción de los valores a través de la práctica físico-deportiva. En este sentido, nos encontramos los estudios de Beregüi y Garcés de los Fayos (2007), donde tratan de conocer qué valores sociales y morales, consideran los docentes de Educación Física que se desarrollan a través de la práctica físico-deportiva. Para ello, administran un cuestionario a 216 profesores. En la misma línea, Robles (2008), al estudiar el tratamiento del deporte dentro del área de educación física entrevistó a 63 docentes con el objetivo de conocer, entre otros muchos aspectos, qué valores se podían fomentar en los jóvenes, de entre 12 y 16 años, a través de los contenidos deportivos durante las clases de educación física.
A continuación, presentamos un cuadro resumen de aquellos valores que podemos fomentar a través de la práctica físico-deportiva, según los estudio señalados anteriormente.
Valores que podemos fomentar a través del deporte |
- Aceptación - Autoestima, confianza en si mismo - Coeducación, - No discriminación, igualdad - Cohesión de grupo - Colaboración - Compañerismo - Competitividad - Compromiso - Comunicación - Conformidad - Cooperación - Deportividad - Diversión en el juego - Fairplay - Honestidad - Imparcialidad - Juicio crítico - Motivación - Nobleza - Obediencia - Perseveranca - Preocupación por los demás - Respeto (a compañeros, adversario, jueces, normas) - Responsabilidad - Saber ganar y perder - Salud e higiene corporal - Salud y forma física - Solidaridad - Superación - Tolerancia - Valentía |
Cuadro 1. Valores que podemos fomentar a través de la práctica físico-deportiva
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revista
digital · Año 14 · N° 132 | Buenos Aires,
Mayo de 2009 |