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Revista Digital


ESPACIO URBANO Y PRACTICA DEL FUTBOL, BUENOS AIRES 1900 - 1915
Julio David Frydenberg


Foto 2 III. Ciudad con 'footballers'
Los jóvenes jugadores en el uso del espacio urbano contribuyeron a la formación de un espacio único que vinculaba el centro residencial, comercial, laboral y los nuevos vecindarios. Esta vía -la de vivir a la ciudad como una totalidad espacial- era en realidad la única posibilidad de transformar algunos lugares en terreno apto para la competencia del fútbol. La ciudad, en la práctica y representaciones de estos jóvenes, va adquiriendo la fisonomía de un universo espacial único, a pesar de sus contrastes. Es más, estos jóvenes asimilan estos contrastes, los ven, los padecen a través del uso que hicieron de la ciudad. Todo este tema merece un tratamiento pormenorizado: teniendo en cuenta la costumbre de jugar partido y revancha, los reglamentos de las ligas independientes incluían generalmente la exigencia al local de avisar al visitante el lugar donde quedaba su cancha, como llegar y si era necesario, donde serían esperados 18 . Aquí se hará el cotejo de estos viajes rastreando los realizados entre abril y mayo de 1907. Para ese análisis se tuvieron en cuenta, una vez más, los avisos de los clubes y la nómina de clubes que formaban algunas de las ligas independientes mas importantes.

Del listado de los participantes de distintas ligas o trofeos (campeonatos) independientes (ver cuadros Nº 2, 3, 4 y 5) puede verse desde donde partían en sus viajes (cerca de la secretaría del club) y los puntos de llegada (la cancha de cada uno de los demás clubes inscriptos). Así, los miembros del Club Honor y Patria que vivían cerca de Hipólito Irigoyen al 3300 (en el barrio céntrico de Balvanera), para jugar en su propia cancha viajaban hasta Flores; para hacerlo frente al club Coronel Zelaya lo hacían hasta Floresta; con el Charleston hasta Retiro para ir en tren hasta San Fernando; con el London al puerto, contra el Estímulo al Estudio en tren hasta Avellaneda en tren; contra el club Almagro hasta las cercanías del actual Parque Chacabuco. Estos permanentes desplazamientos en tranvía, en tren o a pié, sumada a la magnitud del espacio transitado y la novedad de frecuentar vecindarios alejados, ayudaron –sin duda- a la creación de una sensación de pertenencia a un mismo ámbito, en medio de una multitud de problemas que debían ser sorteados.

Las ansias por participar, por competir, permitían superar las dificultades emergentes del viaje. Un ejemplo de esta situación se observa en los reproches y acusaciones con las que el Club Charleston (con secretaría en Malabia y Corrientes, Villa Crespo) deseaba exponer los motivos de una derrota:

"Correspondencia: El domingo 7 del actual, se jugó un match entre los clubs Lanús y Charleston, menores de 17 años, correspondiente a la sección A de la Liga Quo Vadis, resultando vencedor el club Lanús por un goal a 0. El motivo de la presente es para hacerles saber a la comisión y jugadores del club Lanús, de que en lo sucesivo sean un poco mas caballeros con los clubs que se presentan a jugar, que no digan que el field dista tres cuadras de la estación, y que los esperaría un jugador de ellos en ese puesto que cuando nuestros jugadores llegaron no había ningún jugador del club esperándolos, y tuvieron que ir preguntando a todo transeúnte que encontraban, donde se hallaba el field del club Lanús; después de muchas peripecias llegaron al field, que dista como 35 cuadras de la estación. Ahora, Sr. Director, para ser más breve, le diré, que el field lo que más medía era de 35m x 40m y en vez de jugarse 90 minutos se jugaron solamente 60..." 19

Foto 3 La existencia de una red tranviaria en plena expansión, incidió en forma decisiva en la historia de los clubes, en sus posibilidades de supervivencia, engrandecimiento y obtención de éxitos deportivos, y en el propio desarrollo ascendente a través de la competencia institucionalizada 20 . La electrificación completa de la red tranviaria porteña se logró en 1910. A pesar de la amplitud del área cubierta por el servicio, que en muchos vecindarios precedió o acompañó a la edificación de viviendas, hubo distancias que siguieron siendo insuperables. No existieron redes de transporte interbarrial que cruzaran la ciudad de Norte a Sur. Así se puede tener una noción aproximada acerca de cómo viajaban y de las combinaciones que necesitaban realizar. Dada la estructuración en abanico de las comunicaciones tranviarias, resultaba difícil el traslado entre algunos vecindarios, como por ejemplo entre Flores y Palermo; mientras que era relativamente sencilla la conexión entre las zonas alejadas y el centro.

A través de la práctica del fútbol –entre otros fenómenos- comienza a percibirse y a ponerse en juego la pertenencia a la ciudad, el sentirse unidos a un espacio común finito y compartido. El contenido de ese compartir estuvo dado por la competencia, la rivalidad, el cotejo del éxito logrado o inventado. 21 Si se observa el fenómeno probablemente pocos habitantes debieron haber conocido tan bien la ciudad, por aquel entonces, como estos jóvenes, quienes estaban usando al espacio urbano en todo su ancho y largo. En ese sentido, no resulta casual corroborar que muchos jóvenes fundadores hayan elegido como nombre para su club el de "Porteños". 22

Tal vez pueda asimilarse este proceso a una metáfora que relacione el club-equipo (defendiendo el pequeño universo grupal-local) en su participación en una liga (que agrupó a competidores, todos en iguales condiciones), con el vínculo existente entre el pequeño mundo local, vecinal, de cuadra, de esquina, con la totalidad conformada por la ciudad.

O sea, se podría asimilar al siguiente esquema:

equipo-club <——————> ligas independientes
manzana, cuadra, esquina <——————> ciudad

Participando en las ligas debían visitar, viajar, a estos otros escenarios, que conformaban la ciudad toda. 23 La liga fue el encuadre totalizador a la manera en que la ciudad lo era como espacio urbano global, que dio cobijo a todos los equipos rivales que se sentían representantes de los vecindarios. Esos otros competidores dieron su razón de ser al pequeño universo propio. En su existencia se fundó la propia vida que sin el ámbito generalizado de la ciudad no hubiese podido existir.

Sin embargo, el mapa general no estaría completo si sólo incluyéramos en él a los clubes que decían defender su condición de representantes de un pequeño espacio urbano. Hubo otros que se congregaron a partir de un núcleo grupal juvenil que bien podía tener como aglutinante el trabajo o la escuela. De todos modos, en la gran mayoría de los casos aparece la relación de cotejo entre el todo y la parte, en un vínculo en el que se percibe al resto como adversario-enemigo, pero siempre necesario. Para que aparezca el otro se debía formar parte del todo, de la competencia, de la liga, de la ciudad.

La rivalidad estuvo vinculada a la defensa de algo propio, asimilable en muchos casos -no en todos- al espacio, al vecindario o a la cuadra. Y si la cancha se ubicaba el mismo espacio físico la potencia movilizadora era formidable. Tal vez pueda hablarse de un entrenamiento, un ejercicio en el uso de un espacio común. 24 El uso de la ciudad se manifestó a través de la rivalidad, que a su vez fue el espejo sobre el cual se construyó la propia identidad. Por otro lado, puede advertirse cómo se está formando la ciudad moderna con la práctica, ideas y sentimientos de los jóvenes aficionados al fútbol.


IV. Mudanzas
El presente apartado está elaborado sobre la base del tratamiento de otro tipo de información: la que aportan los trabajos de la historiografía tradicional del fútbol argentino y la gran prensa porteña. Los periodistas, que edificaron la primera reconstrucción histórica acerca del fútbol argentino, compilaron la información acerca de la vida de los clubes de la liga oficial alguna vez afiliados a ella. Si en los apartados anteriores se atendió básicamente al conglomerado total de clubes-equipos que hacia 1907 formaban las ligas independientes, y que en su mayoría no sobrevivió, ahora se apuntará a los clubes que dieron vida a la liga oficial a partir de 1896 –mayoritariamente ingleses-, a los que se fueron incorporando los nacidos de los sectores populares participantes previamente del universo de ligas independientes.

En el comienzo del proceso, hacia principios de siglo, los lugares de la ciudad en los que estaban ubicadas las canchas de estos clubes (la mayoría existentes aún en la actualidad), se situaban fuera del área urbanizada y siempre en las cercanías de las líneas ferroviarias. Así, en un principio, el fútbol no es contenido por la ciudad, los jóvenes que querían jugarlo -habitantes en su mayoría del centro urbanizado- debían trasladarse a jugar a las afueras aún no urbanizadas. 25 La ciudad parecía rechazar su instalación o por lo menos obstaculizarla. En el proceso que va del rechazo a su asimilación, y con el objeto de conseguir un terreno, los clubes que finalmente tuvieron una larga historia debieron trasladarse de vecindario en vecindario.

En comparación con los primeros años del siglo, hacia 1916 –ya sin ingleses- las canchas de los clubes que sobrevivieron estaban, ahora sí, dentro del área urbanizada. La integración de esas canchas puede ser visto como resultado de luchas por sobrevivir y crecer en medio del peregrinaje. A través del tiempo, el espacio urbano dedicado al fútbol se va transformando de algo externo a algo interno, incorporado por el área urbanizada. A la vez, se sucede la propia transformación de los clubes: del conjunto de equipos-clubes a clubes más o menos grandes participando del mundo de fútbol oficial (una vez cumplido un proceso de selección y a partir de 1912 se redefine el espacio de la práctica competitiva). 26

El final de esta historia muestra la persistencia de los espacios ganados por las canchas, ahora dentro del área urbanizada, sorteando varios obstáculos como el encarecimiento del valor de la tierra en una lucha cuyos síntomas fueron el pasaje sucesivo de la cesión al alquiler y, mucho más tarde en un momento que excede el marco temporal del trabajo, la compra. El fútbol se instaló en la ciudad a pesar de que muchos clubes murieron en el intento de conquistar su propio espacio dentro de sus límites.

A pesar de la fuerte presión originada en el crecimiento urbano (loteos, propiedad de la tierra) uno de cuyos efectos fueron los traslados, la fuerza del apego simbólico-afectivo del fútbol dio un novedoso resultado: la existencia en la ciudad de una enorme cantidad de clubes con sus canchas. Se produjo así, un extraño fenómeno y una de las peculiaridades de la asimilación del fenómeno del deporte moderno a la ciudad moderna.

Sin embargo, y volviendo a lo sucedido hacia principios de siglo, a los inicios del proceso de popularización del fútbol, además de la incorporación a la tradición asociacionista aportada desde las nacionalidades de inmigrantes, la escuela y los mismos ingleses, los jóvenes jugadores deseaban llegar a la liga oficial y una vez en ella a su primera división. Estas aspiraciones eran posibles de concretarse -por lo menos lo fueron hasta 1912- sólo que una serie de obstáculos se interponía entre los deseos de once jugadores que fundaban un club-equipo y la admisión de la liga oficial.

Para afiliarse a la institución -dirigida hasta 1906 por ingleses, y en la que hasta esa fecha sólo se hablaba inglés-, se debía cumplir con ciertas condiciones: a diferencia de las ligas independientes, era obligatorio tener terreno para la cancha, casilla con duchas que hiciera las veces de vestuario, gradas para dar cierta comodidad a posibles espectadores. Otros requisitos eran tener sello, elegir comisión directiva en asamblea de socios y llevar libro de actas al día. La afiliación permitía participar de los torneos mayores de tercera, segunda, y posibilitaban el acceso a la tan deseada primera división. 27 Lograr que los dirigentes de la liga aprobaran la afiliación no era tarea sencilla, especialmente en medio de la flaqueza de las tesorerías. Un momento crucial solía ser el de la visita de los dirigentes de la Asociación a las instalaciones que verifican el cumplimiento de los reglamentos mediante una revisación de las mismas y disponer así la incorporación o no del club. El ser aceptado implicaba pasar a formar parte del mercado de bienes culturales existente en la ciudad y un primer escalón para acceder a otro que abarcaba los niveles nacionales e internacionales; era la mayor expresión de crecimiento, y parecía abrir las puertas a un desarrollo sin límites.

Como se vio, dar con un terreno apropiado fue uno de los problemas más serios que debieron afrontar buena parte de los nuevos clubes. Originó un peregrinaje por distintos barrios hasta que se conseguía el asentamiento definitivo. Los terrenos cercanos y deseados, con buenas comunicaciones, se estaban loteando y subían de precio; los más lejanos carecían de medios de transporte adecuados como para llegar hasta ellos, o quedaban en medio de espacios sin urbanizar y resultaban poco atractivos como para ser ocupados. Transitoriamente muchos alquilaron canchas ya instaladas (como la de Ferro), pero esto exigía una erogación difícil de soportar por mucho tiempo. Teniendo en cuenta que buena parte de los clubes afiliados a la liga debieron mudarse varias veces, se analizará en principio cuales fueron los clubes que debieron hacerlo para compararlos con los que no lo necesitaron. Para ello se confeccionó una tipología de clubes de acuerdo al origen social de sus socios fundadores. 28 Así tenemos la siguiente tipificación que debe tenerse como mero instrumento de análisis:

  1. los clubes cuyos fundadores fueron ingleses, en su mayor parte originados en colegios o por ex alumnos de aquellos;
  2. los nacidos de asociaciones pertenecientes a la élite criolla;
  3. aquellos fundados por empresas -en su mayoría ferrocarriles;
  4. los clubes fundados por empleados medios de casas comerciales o por alumnos de colegios secundarios o universidades;
  5. los originados por jóvenes vinculados a las barriadas populares;
  6. los vinculados a las colectividades no inglesas.

Puede verse en primer lugar y a partir del cuadro Nº6 que quienes debieron vencer obstáculos para hacerse de un espacio propio fueron los clubes de los sectores medios y populares, mientras que los nacidos de la colonia inglesa -sus colegios o empresas- así como los vinculados a la elite criolla, no padecieron ese problema. No tener que trasladarse implicaba tener el terreno desde el momento mismo de la fundación del club. Es decir, los que sí debieron hacerlo son todos los que incluimos dentro del tipo 5 y la amplia mayoría de los del tipo 4. Esto se vincula a la imposibilidad de adquirir un terreno propio y originaba una larga serie de peripecias que se sucedían hasta lograrlo.

Como se vio, muchas veces los clubes ocuparon tierras públicas. Otros, se asentaban precariamente en tierras privadas alquiladas a sus propietarios. El objetivo, logrado hacia el final de esta historia, fue la compra de un terreno, tal como se puede ver en el cuadro Nº9. Hubieron diversos motivos para los traslados fueron diversos: desalojos de tierras públicas por distintas razones (apertura de calles, construcción de edificios públicos -por ejemplo escuelas-, predios alquilados eran "expropiados" para usarse como sedes de ferias o exposiciones internacionales, entre otros-); desalojos de terrenos privados puestos en venta, los altos costos de los alquileres, la lejanía de los predios respecto del lugar de residencia de la mayoría de los jugadores y socios.

Existió una secuencia común. Hacia fines de siglo y principio de este, muchos ocuparon tierras públicas o privadas; en un segundo momento, durante la década de 1910, los escenarios futbolísticos ocupaban terrenos alquilados (muy excepcionalmente en tierras públicas). Por último en la década del treinta (algunos antes) pudieron acceder a la propiedad. 29

Una cuestión que aparece inmediatamente vinculada a los sitios donde los clubes se trasladaron se refiere a si estos lo hicieron a vecindarios alejadas del de origen; si esto es así, ¿cuán lejos de las primeras?; en el curso de los traslados ¿volvieron a su lugar de origen o a sus cercanías? En dos casos en los que el vínculo barrial se generó luego de que los traslados terminaron, en zonas distintas de las que nacieron (River e Independiente), pero parecen ser casos excepcionales. La mayoría de los que se trasladaron no volvieron exactamente al mismo espacio en el que nacieron, aunque tuvieron un área como eje cercana a la originaria, al punto de partida.

De los clubes que se trasladaron la mayoría se movilizó hacia vecindarios cercanos entre sí, otros se mudaron a distritos relativamente distantes o hacia zonas muy alejadas. Es decir, una buena porción -entre los que lograron quedarse en la ciudad y los que no murieron en el intento- se afincó definitivamente cerca del lugar que lo vio nacer, allí de donde residían sus primitivos socios. Sin embargo -tal como se vio arriba- varios clubes se fundaron en reuniones que se realizaron en el centro de la ciudad, ya que sus fundadores vivían o estaban nucleados en torno a empresas o colegios céntricos. Por ejemplo: Independiente, Platense, Estudiantil Porteño. Sucedía que para conseguir un terreno debían desplazarse hacia las afueras, hacia los barrios alejados. Cuando conseguían un predio, se iniciaba otra historia. Comenzaba la relación con los habitantes del vecindario, y el propio club cambiaba.

Vale detenerse en el análisis de la secuencia temporal en la que ocurrieron los traslados. Puede verse que con la excepción de tres clubes, el resto estuvo más de tres años en su primera ubicación. Siete de ellos estuvieron cinco o más años, (de seis clubes carecemos de la información necesaria). Los traslados más lejanos los sufrieron los clubes nacidos hacia principios del siglo y no así los que lo hicieron hacia fines de la década del veinte, debido seguramente a la terminación del boom de loteos y el curso de las políticas de obras públicas.

Los datos atestiguan la existencia de un primer momento de contacto entre el club y el barrio, especialmente en los clubes nacidos en los primeros años del siglo, cuando la presión por el espacio no era tan aguda. La insistencia en el esfuerzo por conseguir el terreno propio y la persistencia en mudarse varias veces, muestra la fuerza de la conexión identitaria con el lugar que se decía defender. Muchos clubes desearon representar a sus vecindarios jugando al fútbol en alguna liga. Otros en la lucha por participar en la liga y jugar debieron mudarse. Muchos de estos últimos, una vez establecidos, modificaron su vínculo con la comunidad y fueron adoptados por ella. La formación de una identidad espacial en torno suyo se fue edificando como consecuencia natural de la necesidad de construir una cancha.

En algunos casos, a pesar de los traslados, el vínculo con la comunidad que dio origen al club se mantuvo (Boca); en otros, el eje convocante fue la participación grupal del equipo-club en la competencia que, finalmente -aunque más tarde y en otra zona- desarrolló el vínculo con la comunidad del lugar (por ejemplo Independiente).

La potencia del deseo por participar ocupó un lugar central en las motivaciones de los jóvenes "footballers" en la generación de ese mundo competitivo, en el cual se ubicó en una posición central la relación entre club de fútbol y formación de una identidad territorial. Pero a su vez este vínculo debe ser visto como complejo y no lineal. Por ejemplo muchas veces parece haber pesado más la fuerza de la participación competitiva (el juego profundo del fútbol y de la asociación) que el apego por aparecer representando el vecindario (defender a Almagro, por ejemplo). Sería útil aproximarse al problema viendo emerger distintas fuerzas aglutinantes que a veces se sumaban sus atracciones: las ganas de jugar al fútbol participando de las competencias de liga, las ansias por distinguirse como jóvenes, arrastrando a la formación de identidades vinculadas al espacio urbano.


IV. Algunas ideas a modo de conclusión
Como se vio, la popularización de la práctica del fútbol se sumó, en el espacio y en el tiempo, a la formación de la ciudad moderna y –obviamente- a la de los propios sectores populares y su cultura. Y si bien la ciudad no se mostró en principio receptiva, la situación se resolvió de una extraña manera: Buenos Aires pasó a tener con el tiempo una veintena de estadios de fútbol, en su mayoría de clubes nacidos en la época que se está estudiando aquí. Algunos de estos espacios fueron generados por clubes originados en la colonia inglesa o en clubes de empresas; sin embargo -y aquí lo doblemente singular- además de la cantidad, sobresale el hecho de que los orígenes sociales de la mayor parte de los clubes pueden asimilarse a jóvenes empleados de casas comerciales y especialmente a jóvenes pobladores de vecindarios porteños. O sea, parece haber existido una potencia formidable en estos nuevos "footballers" que, careciendo de medios como para hacerse de un espacio propio en una ciudad hostil, lograron surcar el espacio urbano con decenas de canchas de fútbol.

No estaría de más preguntarse sobre el por qué de tanto esfuerzo, ¿para qué mudarse?; si no encontraban cancha ¿por qué no dedicarse a otra cosa? O, ¿por qué no conformarse con integrar el espacio de la práctica del deporte informal? Seguramente la respuesta hay que buscarla en las características que definieron al fútbol como escenario en el que se ponían en juego sentimientos y valores que comenzaban marcar la vida de aquellos jóvenes. 30 Todo este movimiento es incomprensible si no se atiene al aspecto generacional que muestra a aquellos jóvenes buscando un lugar propio en una sociedad volátil. Una generación -en muchos casos hijos de inmigrantes- que deseaban mostrarse, distinguirse, en este caso expresado abiertamente en lucha por un terreno (espacial y simbólico), y mediante prácticas y valores propios.

Las relaciones entre el fenómeno de la popularización del fútbol, la edificación de la ciudad, y la construcción de la identidad generacional, local (vecinal y más tarde barrial) y porteña, se desarrollaron a través de una serie de vínculos conflictivos. Así, parece necesario abandonar la visión tradicional del libre acceso a espacios como una de las causas de la popularidad del fútbol. Tal vez sea necesario imaginar que jugaban donde podían y no donde querían, debido a una triple presión que la ciudad ejercía sobre quienes buscaban cancha: los loteos privados, las obras públicas, y la lejanía de los terrenos disponibles. Es decir, la ciudad impuso barreras a esa relación, sumadas a las establecidas por la escuela pública, al no incluir al deporte en sus programas.

Es un lugar común sostener que hubo una íntima relación entre fútbol (en especial con la vida de los clubes) y el vecindario. Aquí se trató de demostrar que ese vínculo fue generado en el tránsito de un camino sinuoso. Tal vez los obstáculos contribuyeron a impulsar una enorme potencia simbólica identitaria que fundó la relación entre el fútbol y el territorio vecinal. En realidad, no hubo vecindario ni barrio sin conciencia de pertenencia. Fue una construcción simbólica a partir de experiencias comunes edificadas sobre prácticas que -como en el caso del fútbol- involucraron fuertemente a sus participantes.


Notas


Lecturas: Educación Física y Deportes
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Revista Digital
Año 4. Nº 13. Buenos Aires, Marzo 1999.