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¿Qué características debe poseer la actividad física 

destinada a adultos con sobrepeso u obesidad?

 

Departamento de Ciencias de la Actividad Física

Universidad de los Lagos, Osorno

(Chile)

MSc. Rodrigo Ramírez Campillo | DrC. Sergio Enrique Ávila Valencia

Lic. Cesar Antonio Alarcón Oyarzún | Lic. Osvaldo Andrés Duarte Bustos

Lic. Cesar Andrés Oyarzo Oyarzo

r.ramirez@ulagos.cl

 

 

 

Resumen

          Un porcentaje importante de la población residente en países industrializados puede ser diagnosticada con sobrepeso (índice de masa corporal ≥ 25 – 29,9 kg·m-2) u obesidad (índice de masa corporal ≥ 30 kg·m-2). Esto representa un problema significativo de salud pública. Se requieren estrategias seguras y efectivas para combatir la problemática. Una de estas estrategias es el incremento del gasto energético por medio de un incremento en los niveles de actividad física estructurada (ejercicio físico) o no estructurada. Se podrían conseguir significativos beneficios en salud con una acumulación mínima de 150 minutos de actividad física de moderada intensidad por semana, por lo que se recomienda que las personas con sobrepeso u obesidad traten de incrementar progresivamente su nivel de actividad física semanal hasta lograr este objetivo. Sin embargo, podrían existir beneficios adicionales al progresar hacia 200-300 minutos de actividad física por semana, ya que este nivel podría facilitar la mantención a largo plazo de la pérdida de peso. Añadir entrenamiento con sobrecarga a la intervención destinada a la pérdida de peso permitiría incrementar la fuerza y la funcionalidad de los sujetos, pero no tendría mayor efecto sobre la atenuación de la pérdida de masa libre de grasa típicamente asociada a este tipo de intervención.

          Palabras clave: Acumulación de actividad física. Moderada intensidad. Entrenamiento con sobrecarga. Pérdida de peso.

 
http://www.efdeportes.com/ Revista Digital - Buenos Aires - Año 13 - Nº 129 - Febrero de 2009

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Introducción

    El sobrepeso y la obesidad son un problema de salud importante en países industrializados. El sobrepeso y la obesidad han sido asociadas a enfermedades crónicas y condiciones de salud, como las enfermedades del corazón (Shaper, A.G., et al., 1997), diabetes (Colditz, G.A., et al., 1990; Shaper, A.G., et al., 1997), cáncer (Garfinkel, L., 1986; Giovannucci, E., et al., 1995), hiperlipidemia (Hershcopf, R.J., et al., 1982; Shekelle, R.B., et al., 1982), hipertensión (Flegal, K.M., et al., 1998) e hiperinsulinemia (Haffner, S.M., et al., 1991; Van Itallie, T.B., 1995). El sobrepeso y la obesidad también han sido asociados a una elevada tasa de mortalidad (Shaper, A.G., et al., 1997; Garfinkel, L., 1986). El riesgo asociado al sobrepeso y la obesidad es preocupante, pues se estima que en los países industrializados un porcentaje importante (55-60%) de adultos sobre los 18 años presenta un índice de masa corporal (IMC) ≥ a 25 kg·m-2, mientras que un 22% presentaría un IMC ≥ a 30 kg·m-2 (Flegal, K.M., et al., 1998; Kuczmarski, R.J., et al., 1994; Must, A., et al., 1999). Más aún, la prevalencia de individuos con IMC ≥ a 25 kg·m-2 se ha venido incrementando en forma alarmante en los últimos años, alcanzando en algunos países industrializados cambios de 44,3 a un 52,6% en aproximadamente 10 años (1980-1990), mientras la prevalencia de individuos con IMC ≥ a 30 kg·m-2 se ha venido incrementando de un 13,4 a un 21,2% durante ese mismo periodo de tiempo (Flegal, K.M., et al., 1998). El incremento en la prevalencia de estos problemas de salud se estima que ha significado un costo monetario equivalente a $100 billones de dólares anuales, solo en los Estados Unidos, debido al tratamiento de comorbilidades relacionadas. El sobrepeso y la obesidad, entendidas como una enfermedad, representarían un 5-10% del costo anual en salud de países desarrollados (Wolf, A.M., Colditz, G.A., 1998).

    Por tanto, es importante desarrollar estrategias que permitan prevenir y tratar efectivamente la problemática.

    Diversas organizaciones profesionales han presentado directrices relacionadas con ejercicio físico y pérdida de peso (NIH-NHLBI, 1998; ACSM, 2001).

    En esta revisión se presentaran estrategias de ejercicio físico, en relación con directrices presentadas con anterioridad (NIH-NHLBI, 1998; ACSM, 2001). Se tratará de justificar la necesidad de la inclusión de ejercicio físico dentro de los programas destinados a la pérdida de peso corporal y se realizarán recomendaciones respecto del tipo y cantidad de ejercicio que resultaría apropiado para lograr pérdidas de peso en adultos con sobrepeso u obesidad. Las estrategias que se discutirán han demostrado ser seguras y efectivas. También se presentarán estrategias que han demostrado evitar ganancias de peso corporal (incluyendo las ganancias que se podrían presentar luego de perder peso corporal).

    Cabe señalar que durante la revisión se hará referencia a ciertos conceptos, por lo cual se cree pertinente definirlos en este momento: a) ganancia de peso corporal post pérdida (GPPP): ganancia superior a 2,3 kg. por sobre el peso actual, luego de perder peso (St Jeor, S.T., et al., 1995; St Jeor, S.T., et al., 1997), b) Sobrepeso: IMC ≥ a 25 – 29,9 kg·m-2 (ACSM, 2001), c) Obesidad: IMC ≥ a 30 kg·m-2 (ACSM, 2001).

    La presente revisión es de tipo cualitativa.

Consideraciones generales para la pérdida de peso

    Los individuos con un IMC ≥25 kg·m2 deberían considerar reducir su peso corporal (ACSM, 2001), especialmente si su nivel de peso corporal se acompaña de un incremento en la adiposidad abdominal (Bouchard, C., et al., 1993). Los individuos con un IMC ≥30 kg·m2 deberían recurrir a estrategias de intervención para tratar de reducir su peso corporal (ACSM, 2001). Si bien se reconoce que el IMC podría clasificar erróneamente el riesgo de salud de algunas personas muy activas y/o de algunas personas con un elevado desarrollo magro, el uso del IMC provee una medición clínicamente significativa del nivel de riesgo de salud de grandes grupos poblacionales (Wilmore, J., Costill, D., 2001). Más aún, si bien se conocen técnicas de medición más sofisticadas para determinar la composición corporal, no existe consenso sobre cuál es el monto absoluto de grasa corporal sobre el cual se incrementa el riesgo de salud (McArdle, W., 2002).

    Aproximadamente 29% de los varones y 44% de las mujeres se encuentran en intentos por perder peso (Serdula, M.K., et al., 1999). De estos, solo un 22% de los varones y un 19% de las damas se encuentran con una ingesta calórica reducida y con ≥150 minutos de ejercicio físico semanal (Serdula, M.K., et al., 1999).

    Se recomienda que los individuos con sobrepeso u obesidad tengan como objetivo una reducción mínima de peso corporal que bordee un 5-10% y que esta pérdida se mantenga en el tiempo (ACSM, 2001). Este monto de pérdida de peso es consistente con el monto alcanzado durante la aplicación de programas estándares de pérdida de peso, enfocados en la modificación hábitos de alimentación y de ejercicio (ACSM, 2001). Este monto de pérdida de peso se ha asociado a una mejoría en los factores de riesgo y en una reducida probabilidad de desarrollar enfermedades crónicas, como enfermedad de arterias coronarias, diabetes tipo 2 hipertensión e hiperlipidemia (ACSM, 2001).

    Se recomienda que los sujetos eviten una GPPP, especialmente si la pérdida de peso no es deseada o no es alcanzable (ACSM, 2001).

    Se recomienda que los programas de pérdida de peso traten de cambiar tanto los hábitos de alimentación como los hábitos de ejercicio, ya que un cambio sostenido en ambos comportamientos ha demostrado dar como resultado una pérdida de peso significativa en el largo plazo (ACSM, 2001). Más aún, es importante para los programas que se enfocan en la modificación de estos comportamientos incorporar estrategias poderosas de modificación de comportamiento que faciliten la adopción y la mantención del cambio de comportamiento deseado (ACSM, 2001).

    Se recomienda que los sujetos con exceso de peso reduzcan su ingesta energética habitual en 500-1.000 kcal/día, para alcanzar una pérdida de peso de 0,5-1,0 kg/semana y que esto se combine con una reducción en la ingesta de grasa dietaria a <30% de la ingesta calórica total diaria (Williams, M., 2002). Se recomienda establecer un nivel individualizado de ingesta energética, que permita prevenir la GPPP, a la vez que permita mantener una baja ingesta dietaria de grasa (Krauss, R.M., et al., 2000). Se requiere de mayor investigación respecto a los cambios en otros macronutrientes y su relación con la pérdida de peso a largo plazo (ACSM, 2001).

    Se recomienda que en caso de utilizar farmacoterapia para tratar de perder peso corporal, esta se combine con estrategias de modificación de comportamiento, es decir, modificación de hábitos dietarios y de ejercicio físico (ACSM, 2001).

Lógica del ejercicio físico para la pérdida de peso

    El balance energético puede ser afectado por el gasto energético que resulta de la práctica de ejercicio físico estructurado o de actividad física. Una técnica que permitiría inducir un balance energético negativo es el incremento del nivel de estos (ejercicio físico/actividad física). La evidencia científica sugiere que la combinación de modificaciones dietarias y de ejercicio/actividad es la estrategia más efectiva para inducir pérdidas de peso (NIH-NHLBI, 1998) y la mantención del ejercicio/actividad podría ser uno de los mejores predictores de la mantención a largo plazo de la pérdida de peso. (Miller, W.C., et al., 1997; Pronk, N.P., Wing, R.R., 1994).

    A pesar de la importancia del ejercicio/actividad, existe relativamente poca evidencia que sugiera que, en forma aislada, produzcan pérdida de peso en magnitudes importantes, que sean similares a las alcanzadas con modificaciones dietarias (NIH-NHLBI, 1998). Sin embargo, se ha señalado que cuando el déficit de energía se mantiene constante y otros factores que afectan el balance energético son controlados, el ejercicio/actividad podría inducir importantes pérdidas de peso (Ross, R., et al., 2000 b). Por ejemplo, se ha señalado que un déficit energético de 700 kcal/día, alcanzado únicamente mediante ejercicio, resultaría en una pérdida de peso de 7,6 kg en un plazo de 3 meses, siempre y cuando la ingesta energética permanezca constante (Ross, R., et al., 2000 a). La pérdida de peso resultante de una estrategia en donde se indujo un déficit energético similar, pero por medio de modificaciones únicamente de tipo dietarias, alcanzó los 7,4 kg. Es importante señalar que el déficit energético en este estudio fue logrado por medio de ejercicio físico estrictamente supervisado, con una duración de 60 minutos/día y se realizaron fuertes recomendaciones a los participantes para que no modificaran su ingesta dietaria durante los 3 meses de duración del programa. Por tanto, el fallo del ejercicio para inducir una magnitud similar de pérdida de peso v/s la modificación dietaria, en estudios donde participan sujetos que viven libremente (no en condiciones de laboratorio), podría ser el resultado de una compensación energética o por un fallo en alcanzar niveles adecuados de gasto energético.

    Cuando se examina el efecto del ejercicio/actividad sobe el peso corporal, se ha sugerido que podrían existir respondedores y no respondedores frente a la misma intervención de ejercicio/actividad. Por ejemplo, cuando se examinó el efecto del ejercicio sobre la pérdida de peso entre diferentes pares de gemelos idénticos y entre gemelos idénticos (Bouchard, C., et al., 1994), se pudo observar que las variaciones en el cambio de peso corporal fueron 6,8 veces más marcadas entre los diferentes pares de gemelos idénticos que entre gemelos idénticos, sugiriendo que el efecto del ejercicio podría ser influenciado por diferencias genéticas entre individuos. Además, la efectividad del ejercicio/actividad para el control del peso también podría estar influenciada por el género. Se ha señalado (Wood, P.D., et al., 1991) que el ejercicio induciría una mayor pérdida de peso en hombres v/s mujeres. Estos factores deben ser considerados cuando se examine la efectividad de los programas de ejercicio/actividad física con respecto al control del peso corporal en diferentes sujetos o grupos de sujetos.

Duración del ejercicio y pérdida de peso

    Las recomendaciones actuales de actividad física por parte de entidades de salud pública señalan la necesidad de realizar al menos 30 minutos de actividad física de moderada intensidad, preferiblemente todos los días de la semana (Pate, R.R., et al., 1995; U.S. Department of Health and Human Services, 1996). Esta recomendación se podría interpretar como la necesidad de realizar un mínimo de 150 minutos semanales de actividad física y se basa principalmente en investigaciones que han asociado la cantidad de ejercicio necesario para inducir modificaciones positivas en el perfil de riesgo cardiovascular de individuos adultos. Sin embargo, un examen más cercano de la evidencia científica, sugiere que el nivel de ejercicio necesario para lograr mantener pérdidas de peso en el largo plazo debería ser superior. Los resultados de estudios randomizados, realizados con mujeres con sobrepeso sometidas a programas de pérdida de peso, que incluyeron modificaciones dietarias, muestran que los individuos que adoptaron y mantuvieron un promedio de ≥280 minutos de ejercicio por semana lograron una pérdida de peso de 13 kg durante un periodo de 18 meses (Jakicic, J.M., et al., 1994). Este monto de pérdida de peso fue significativamente superior al monto de 6,5 kg y 3,5 kg que pudieron reducir mujeres que realizaron 150-200 minutos/semana y <150 minutos/semana, respectivamente. Más aún, los individuos que realizaron ≥280 minutos de ejercicio/semana no mostraron una GPPP durante el periodo post tratamiento, mientras que las mujeres que realizaron <200 minutos de ejercicio/semana mostraron una GPPP significativa. Las mujeres que participaron en este estudio y que reportaron ≥200 minutos de ejercicio/semana, también reportaron un valor >2.000 kcal/semana alcanzadas durante actividad física en su tiempo libre (valor determinado mediante cuestionario – Paffenbarger Jr., R.S., et al., 1978). La recomendación para lograr niveles de ejercicio superiores a los recomendados por las instituciones públicas de salud es sustentada por otros autores. Por ejemplo, se ha señalado que 65 minutos/día de actividad física de moderada intensidad se asoció con un mayor éxito en la mantención a largo plazo de la pérdida de peso (Schoeller, D.A., et al., 1997). La recomendación de incrementar el nivel mínimo de ejercicio a 200-300 minutos/semana o el equivalente a 2.000 kcal/semana podría representar un reto significativo para intervencionistas y profesionales de la salud pública. Por tanto, esta recomendación debe ser interpretada dentro del contexto del nivel de ejercicio que la mayoría de los individuos están dispuestos a adoptar y mantener. En vista de esta preocupación, es recomendado que los individuos progresen hacia este nivel superior de ejercicio en forma gradual y también es recomendado que se utilicen una variedad de estrategias que faciliten la adopción de este nivel de ejercicio. Sin embargo, incluso frente a una ausencia de pérdida de peso y de un logro/mantención de este nivel superior de ejercicio, los sujetos con problemas de peso pueden lograr mejorías significativas en salud al lograr el mínimo de ejercicio recomendado por las instituciones de salud públicas y/o al lograr un incremento del nivel de fitness cardiorrespiratorio (Lee, C.D., et al., 1998; Wei, M., et al., 1999).

Intensidad de ejercicio y pérdida de peso

    Existen relativamente pocos estudios que se han preocupado de examinar el impacto de diferentes intensidades de ejercicio sobre la pérdida de peso. En uno de esos estudios (Duncan, J.J., et al., 1991), se mantuvo el volumen de ejercicio igual en todos los grupos de sujetos, pero estos eran sometidos a diferentes intensidades de ejercitación, durante 24 semanas. Los resultados de la intervención demostraron que la intensidad del ejercicio afectó la magnitud del cambio en el fitness cardiorrespiratorio (los mayores incrementos los obtuvieron los sujetos que entrenaron más intenso), pero las diferentes intensidades de ejercicio no resultaron en un efecto diferenciado sobre el peso corporal o sobre la composición corporal luego de las 24 semanas de tratamiento. Se ha señalado (Kiem, M.L., et al., 1997) que la mantención a largo plazo de la pérdida de peso lograda podría maximizarse con al menos un 26% del volumen total de entrenamiento siendo de carácter vigoroso. Sin embargo, esta información proviene de un estudio no controlado/observacional, lo cual limita las conclusiones relacionadas con causalidad que puedan emanar de este.

    Actualmente, existen intervenciones clínicas a largo plazo enfocadas principalmente sobre el impacto de la intensidad del ejercicio sobre la pérdida de peso a largo plazo y la prevención de GPPP (ACSM, 2001). A partir de los resultados de estos estudios, parece ser que se requiere un monto suficiente de ejercicio de moderada intensidad (55-69% del ritmo cardíaco máximo), pero existe poca evidencia que respalde la necesidad de ejercicio de mayor intensidad (>70% del ritmo cardíaco máximo), para manejar el peso corporal en el lago plazo.

    La determinación de la intensidad de esfuerzo físico para personas con obesidad se puede realizar en base a test simples que han sido revisados con anterioridad (Nuala, M.B., Hills, A.P., 2002; Ramírez, R., 2003).

Ejercicio intermitente y pérdida de peso

    Pocos estudios han analizado la relación entre ejercicio intermitente y pérdida de peso (Donnelly, J.E., et al., 2000; Jakicic, J.M., et al., 1995; Jakicic, J.M., et al., 1999). Se podría definir al ejercicio intermitente como la acumulación de 30-40 minutos de ejercicio físico/día, a través de la participación en sesiones múltiples de ejercicio, de 10-15 minutos de duración cada una (DeBusk, R.F., et al., 1990; Jakicic, J.M., et al., 1995; Jakicic, J.M., et al., 1999). Ha existido interés en esta forma de ejercicio debido a que estudios iniciales habían señalado que el ejercicio intermitente resultaría efectivo para incrementar el fitness cardiorrespiratorio y que impactaría favorablemente a los factores de riesgo de enfermedad coronaria (DeBusk, R.F., et al., 1990). Esto dio pie a recomendar una “acumulación” de ejercicio de moderada intensidad de al menos 30 minutos diarios (Pate, R.R., et al., 1995), sin embargo, al momento de esta recomendación no existía evidencia que respaldara la efectividad de este tipo de estrategia para inducir pérdida de peso en adultos con problemas de peso. Independiente de lo anterior, este tipo de estrategia ha demostrado ser efectiva para incrementar la adopción inicial del ejercicio en mujeres con sobrepeso, durante un programa de 20 semanas de duración, destinado a la pérdida de peso (Jakicic, J.M., et al., 1995). También se observó que esta estrategia resultó en una tendencia hacia una mayor pérdida de peso durante las 20 semanas de estudio. En otra investigación (Jakicic, J.M., et al., 1999), esta estrategia demostró ser efectiva para lograr una mayor adopción inicial del ejercicio, sin embargo, la estrategia no demostró superioridad v/s una estrategia de ejercicio continuo durante 18 meses de intervención, en donde se incluyó una intervención dietaria. En otro estudio similar (Donnelly, J.E., et al., 2000), pero sin intervención dietaria, ni el ejercicio continuo, ni tampoco el intermitente, lograron inducir una pérdida de peso durante un periodo de intervención de 18 meses.

    Por tanto, los resultados muestran que el ejercicio intermitente resultaría ventajoso para personas que no gustan del ejercicio continuo o perciban cierto tipo de barreras durante la práctica de este tipo de ejercicio. Estos factores deben ser considerados al momento de prescribir ejercicio en adultos con problemas de peso corporal que requieren disminuirlo. No es claro su efecto sobre la pérdida de peso en el largo plazo.

Estilo de vida físicamente activo y pérdida de peso

    Un estilo de vida físicamente activo (EVFA) podría ser una opción efectiva para incrementar el fitness y modificar el peso corporal en adultos con exceso de peso. Se ha señalado (Andersen, R.E., et al., 1999) que cuando un EVFA se combina con una intervención dietaria, se produce una pérdida de peso comparable a diferentes formas de ejercicio aeróbico estructurado (¿pero aquí se uso dieta también?), ya sea luego de 16 o 68 semanas de tratamiento. Además, se ha señalado (Dunn, A.L., et al., 1999) que un EVFA es tan efectivo como el ejercicio estructurado para incrementar el fitness cardiorrespiratorio durante 24 meses de intervención. Estos resultados sugieren que un EVFA podría ser una alternativa poderosa frente a formas más estructuradas de ejercicio físico. Sin embargo, estos estudios no indican que tipo de actividad constituyen el EVFA. Por tanto, los adultos con exceso de peso deben ser orientados a participar en actividades que sean al menos de moderada intensidad, como parte del EVFA. Se requiere de mayor investigación para determinar la efectividad de diferentes tipos de actividades físicas que pueden ser parte del EVFA de las personas con exceso de peso, con respecto su impacto sobre los cambios de peso corporal, el fitness cardiorrespiratorio y los factores de riesgo.

Entrenamiento con sobrecargas y pérdida de peso

    Si bien la mayoría de las investigaciones se han preocupado de analizar la relación entre ejercicio físico de endurancia cardiovascular y pérdida de peso, la inclusión del entrenamiento con sobrecargas dentro de los programas destinados a la pérdida de peso ha demostrado ofrecer importantes ventajas. El entrenamiento con sobrecargas es un potente estimulo para incrementar la masa libre de grasa, la fuerza muscular y la potencia, y por lo tanto podría ser un componente de importancia para un programa exitoso de pérdida de peso, al ayudar a preservar la masa libre de grasa mientras se maximiza la pérdida de grasa (Baior, D.L., et al., 1988; Garrow, J.S., Summerbell, C.D., 1995; Geliebter, A., et al., 1997; Kraemer, W.J., et al., 1999; Marks, B.L., et al., 1995; Ross, R., et al., 1995 a; Ross, R., et al., 1995 b; Svendsen, O.L., et al., 1993). Sin embargo, cuando el entrenamiento con sobrecarga se combina con una restricción energética dietaria, parece existir poco beneficio en términos de pérdida de peso absoluta (Baior, D.L., et al., 1988; Geliebter, A., et al., 1997; Kraemer, W.J., et al., 1997; Kraemer, W.J., et al., 1999; Sweeney, M.E., et al., 1993). Estos resultados han sido consistentes entre diferentes estudios, que han mantenido ingestas calóricas de entre <800 kcal/día a 1.300 kcal/día. Señalar que el efecto del entrenamiento con sobrecargas sobre la preservación de la masa muscular parece ser observable solo cuando la dieta hipocalórica no es inferior a las 1.500 kcal/día. Un estudio (Wadden, T.A., et al., 1997) demostró que 40 semanas de entrenamiento con sobrecargas, o 40 semanas de entrenamiento de sobrecargas combinado con ejercicio de endurancia cardiovascular, no incrementa la pérdida de peso al ser comparado con una intervención que involucre solamente ejercicio de endurancia cardiovascular, en donde la dieta consistía en 900-1.250 kcal/día (¿y se preservó la masa muscular?). Otro estudio (Leibel, R.L., et al., 1995) demostró que una reducción del peso corporal y de la masa libre de grasa resultó en una disminución del gasto energético en reposo, mientras que un incremento del peso corporal (¿incluyendo masa libre de grasa?) resultó en un incremento del gasto energético en reposo. Estos resultados podrían sugerir que mediante una prevención de la pérdida de masa libre de grasa se podría prevenir una disminución del gasto energético en reposo, que usualmente se observa durante periodos de pérdida de peso. Sin embargo, los estudios de intervención no sustentan esta hipótesis, donde la mayoría de los estudios demuestran que el entrenamiento con sobrecarga no previene una declinación del gasto energético en reposo que usualmente acompaña a la pérdida de peso inducida por modificaciones dietarias (Geliebter, A., et al., 1997; Kraemer, W.J., et al., 1997; Kraemer, W.J., et al., 1999; Sweeney, M.E., et al., 1993). (¿pero las modificaciones dietarias implicaban ingestas superiores a las 1.500 kcal/día?). Por ejemplo, al combinar en un programa el entrenamiento de sobrecarga periodizado (3 días/semana, alternando sobrecargas de 5-7 RM o pesadas y sobrecargas de 8-10 RM o moderadas, 11 ejercicios/sesión, 3 series/sesión), con ejercicio de endurancia cardiovascular (3 días/semana, 30-50 minutos/sesión, 70-80% de intensidad) y con modificaciones dietarias (1.500 kcal/día) durante 12 semanas, no se observó una mayor pérdida de peso corporal o una menor disminución del gasto energético en reposo vs. la condición de modificación dietaria aislada o la condición de modificación dietaria más ejercicio de endurancia cardiovascular. Más aún, el añadir entrenamiento de sobrecarga al ejercicio de endurancia cardiovascular y modificación dietaria, no minimizó la pérdida de masa libre de grasa vs. la condición de modificación dietaria aislada o cuando esta se combinó con ejercicio de endurancia cardiovascular (¿podría ser que al combinar endurancia cardiovascular con sobrecargas y además una ingesta de solo 1.500 kcal/día se haya sobrepasado el límite de tolerancia catabólica?). La inexistencia de una minimización de la pérdida de masa libre de grasa podría explicar la inexistencia de una minimización de la disminución del gasto energético en reposo (McArdle, W., 2002). Por tanto, si bien el entrenamiento con sobrecarga podría inducir un incremento de fuerza muscular en adultos con exceso de peso, no existe suficiente evidencia para sugerir que este tipo de entrenamiento sea superior frente a otras formas más comúnmente utilizadas de ejercicio físico con fines de modificaciones de peso corporal (¿y sobre la composición corporal?), como son los ejercicios de endurancia cardiovascular. Sin embargo, la habilidad del entrenamiento con sobrecarga para incrementar la fuerza muscular y la endurancia muscular podría ser de especial interés, debido a su impacto sobre las tareas funcionales que deben realizar los sujetos con exceso de peso (subir escaleras, pararse e una silla, levantar y movilizar su propio peso corporal), lo cual podría facilitar la adopción de un estilo de vida físicamente activo (EVFA).

Conclusiones

    El exceso de peso, ya sea en forma de sobrepeso u obesidad, es un problema de salud significativo en países industrializados, en donde se ha observado una incrementada prevalencia en los últimos años.

    La evidencia científica demuestra la existencia de diferentes estrategias de intervención que podrían ser utilizadas para inducir y mantener pérdidas significativas de peso corporal, dentro de las cuales se encuentra el incremento del gasto calórico por medio del ejercicio y otras formas de actividad física.

    Independiente del tipo de intervención, es necesario que estas permitan mantener cambios de comportamiento en el largo plazo, para maximizar la pérdida de peso también a largo plazo.

    Es importante considerar la cantidad, intensidad y tipo de ejercicio que se recomendará para la pérdida de peso.

    Se debe permitir un periodo de tiempo adecuado para que los individuos incrementen su nivel de ejercicio físico. El nivel recomendado de ejercicio para adultos sedentarios durante la fase inicial de la pérdida de peso debe ser diferenciado con respecto a la cantidad de ejercicio que puede ser alcanzado durante etapas más avanzadas del proceso de pérdida de peso. Más aún, la cantidad de ejercicio necesario para mejorar el fitness podría ser diferente al monto de ejercicio necesario para lograr pérdidas de peso exitosas en el largo plazo.

    Se recomienda que los individuos con exceso de peso progresivamente incrementen a un mínimo de 150 minutos de actividad física semanal, de moderada intensidad, ya que este nivel de actividad podría tener un impacto positivo sobre la salud de los sujetos con exceso de peso. Sin embargo, para pérdida de peso a largo plazo, los adultos con exceso de peso deberían eventualmente progresar hacia un nivel de ejercicio superior (200-300 minutos/semana o su equivalente a 2.000 kcal/semana frente a actividades físicas de tiempo libre).

    Se recomienda que el entrenamiento con sobrecarga suplemente el programa de ejercicios de endurancia cardiovascular en adultos con exceso de peso. El entrenamiento con sobrecarga debería enfocarse hacia el incremento de la fuerza y endurancia muscular en este grupo de sujetos.

    Si bien cambios moderados en la ingesta energética y en los niveles de ejercicio físico son típicamente seguros para la mayoría de los individuos, se recomienda que los individuos consulten con su médico u otro profesional de la salud antes de involucrarse en cualquier programa de pérdida de peso.

Referencias

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