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Enfoques

   
Periodista. Jefe de la Unidad de Comunicación Social
Centro Universitario de Ciencias de la Salud
Universidad de Guadalajara, Jalisco
 
 
Lic. Raúl Yáñez de la Cruz
raul@cucs.udg.mx
(Argentina)
 

 

 

http://www.efdeportes.com/ Revista Digital - Buenos Aires - Año 13 - Nº 127 - Diciembre de 2008

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    Mis amigos del barrio, el "Roñas", el "Tomy" y el "Balacera" me dicen el "Chipilín, según eso porque nunca voy a crecer. Hoy es 25 de diciembre de 1967. Les platico. Me encuentro tirado a media calle, quienes me ven dicen que tengo sangre en los oídos, que no respiro y que mis ojos se dirigen hacia el cielo. Seguro, estoy muerto y me siento en la gloria porque dos Ángeles me acaban de tomar de las manos y me llevan con rumbo desconocido. Es una sensación desconocida que no puedo describir.

    Siempre había anhelado un balón. Era mi sueño y por más veces que se lo había pedido en la Navidad al Niño Dios nunca me lo trajo. Eso si porque para nosotros no existe el Santo Claus. Mi mamá me decía que el Niñito se olvidaba de los jodidos y que por eso jamás iba a tener mi pelota. Yo quería ser como Javier "Cabo" Valdivia, como Nacho Calderón, también soñaba con ser balonero del Estadio Jalisco. Nunca me dieron chance siempre escogían a los mismos, los hijos de los directivos. Crecí en el Barrio del Retiro allá por el norte de la ciudad cercas del Estadio Jalisco. Viví en la casa de cartón que construyó mi jefa, Doña Mary, en el baldío de los Lomelí. Nos daban permiso porque mi madrecita les hacía el quehacer por las mañanas ya que por las tardes lavaba y planchaba para los riquillos de la Colonia Independencia. A cinco pesos la docena que apenas alcanzaba para los frijoles, el pan, la leche y las tortillas.

    Yo ni tiempo de ir a la escuela como mis cuates, apenas aprendí a leer y escribir, desde chiquillo me iba al mercado Alcalde para cargar las canastas. Siempre me apuraba porque en la tardes se armaban los partidos de cuadra contra cuadra. Nunca dejé de jugar porque el "Balacera" decía que yo era bueno para los goles... y para los madrazos, él siempre repetía que no había chaparro que no fuera maldito. Yo era uno de esos. Y por más que le chingaba en el Alcalde nunca pude juntar para mi Balón. Quería ser el dueño de la Pelota. El que escogía al equipo. Recuerdo que todos escribíamos nuestras cartitas con la ilusión de que el Niño Dios nos trajera los juguetes soñados.


El amigo está a mi lado, de los que estamos parados es el cuarto de izquierda a derecha. El quinto soy yo

    Hoy me había levantado con la esperanza del balón pero mi zapato estaba como siempre, un bolo de dulces. Desde hace dos años se los regalo a los borrachitos de la esquina. Cuando fui a llevárselos, uno de ellos, "El Chilaquil", de sus viejas ropas sacó una pelota nuevecita, me dijo: "permíteme, hoy el regalo es de nosotros". La besó, me la dio en las manos, "sueña Chipilín que estas en el estadio", la tomé y me fui a patear a dominarla con cualquier parte de mi cuerpo. En eso estaba cuando al cruzar por las calles de Alejandrina y Torres Quintero de pronto ya no supe de mí ni tiempo tuve para sentir el madrazo. Tirado en la polvorienta calle, supe que un "Fiebre Amarilla", camión urbano de la línea Analco Moderna, me había matado cuando dominaba el balón soñado.

    En memoria de Martín "Chipilín" Hermosillo, un amigo de infancia, un cuate del barrio.


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revista digital · Año 13 · N° 127 | Buenos Aires, Diciembre de 2008  
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