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El esquema metodológico de la intervención en 

motricidad desde una perspectiva cognitivista

 

Universidad de Alcalá

(España)

José Luis Pastor Pradillo

tote.pastor@uah.es

 

 

 

Resumen

          La metodología necesaria para el desarrollo de la intervención desde la motricidad ha de estar sujeta a distintas circunstancias que inevitablemente han de ser matizadas y definidas desde el compromiso previo que implica la elección de una fundamentación teórica concreta. Esta significación, a su vez, impondrá la descripción otros aspectos fundamentales del esquema metodológico como son la descripción de las orientaciones metodológicas, la identificación de los ámbitos de intervención, los dominios intervinientes o en los que se pretende repercutir los efectos de la intervención o los recursos técnicos necesarios para lograr los objetivos propuestos en cada caso.

          Palabras clave: Motricidad. Intervención. Metodología. Educación Física.

Abstract

          Theoretical basis are essential in order to design interventions on motricity that may be adapted to different circumstances. This includes the description of essential methodological aspects such as methodological orientations, identification of implementation areas, intervention domains or receiving domains of intervention, and technical resources in order to achieve the goals settled in each situation.

          Keywords: Motricity. Intervention. Methodology. Physical Education.

 
http://www.efdeportes.com/ Revista Digital - Buenos Aires - Año 13 - N° 126 - Noviembre de 2008

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1.     Introducción

    A lo que Antonio Damasio denominó el “error de Descartes” 1 otros tratadistas, como el filósofo de la Motricidad también portugués Manuel Sergio, lo califican de “corte epistemológico” 2. Lo que en ambos casos lo que se pretende resaltar es la evidencia de que la naturaleza humana ya no puede describirse desde un modelo dicotómico que la considere integrada por elementos independientes y de distinta naturaleza: el cuerpo y la psique. Los nuevos hallazgos científicos imponen su sustitución por otro modelo de carácter unitario y holístico que considere la naturaleza humana de manera global.

    La nueva fundamentación paradigmática exigirá una revisión conceptual y el diseño de metodologías inéditas en cuantas áreas tienen por objeto principal al hombre incluidas las “actividades físicas” o la conducta motriz.

    Si aceptamos el concepto de Motricidad como el resultado de la superación del paradigma cartesiano, como una nueva comprensión de la conducta humana entendida ahora desde el paradigma unitario y globalista, parece inevitable que, a continuación, también definamos qué debe identificar los nuevos procesos de intervención, a que campos puede ser aplicado, que objetivos han de perseguirse en cada caso y cuales pueden ser las técnicas más apropiadas y eficaces para conseguirlos.

    Para lograrlo es necesario que, previamente, admitamos la diversa significación conceptual y epistemológica de la que la noción de Motricidad es susceptible según cual sea el sistema psicológico o el modelo de motricidad elegido y como este condiciona el diseño final que de la intervención se realice, la identificación de los factores constitutivos de la metodología, sus campos de actuación o sus objetivos.

    La nueva concepción de la naturaleza humana muy pronto se verá reflejada en cuantas ciencias fundamentan su objeto de interés en la naturaleza humana exigiendo de ellas una revisión crítica de su doctrina y, en su caso, una adaptación de sus objetivos y de sus recursos metodológicos.

    Entre ellas, la Educación Física también debió realizar esta tarea si bien es verdad que, por diversas razones que ahora no vienen al caso, esta labor, aún hoy, no parece que haya sido completada de manera satisfactoria. Uno de estos intentos lo constituyó lo que de manera genérica se convino en distinguir con el término de Psicomotricidad lo cual, paradójicamente, reflejaba la dificultad para romper la inercia tradicional y asumir plenamente el nuevo paradigma pues esta denominación, en sí misma, describe un contenido entendido de manera dualista: psico-motricidad.

    Por otra parte, cuando estos planteamientos psicomotricistas se instalan en el ámbito de la Educación Física, su comprensión se realiza de manera genérica y, a menudo, fundamentalista y homogeneizante que los identificarán como un bloque conceptual monolítico donde el matiz o la interpretación serán escasamente cultivados. Lejos de describir diversas “psicomotricidades” como consecuencia del compromiso conceptual que exigiría una elección entre la diversidad de contenidos e interpretaciones de las nociones “psi” y “motricidad”, se asumirá una versión difusa, ambigua y genérica para cuya adscripción sería más necesario el acto de fe que la reflexión crítica. El desarrollo metodológico de la intervención, que con demasiada frecuencia se realizaría desde esta fundamentación conceptual, se desarrollaría mediante un activismo carente de una intencionalidad específica.

    Para superar esta situación, en nuestra opinión, deberíamos formular unas mínimas consideraciones iniciales:

  • La necesidad de asumir un compromiso conceptual previo desde el cual da sentido y significación específica a la noción de “psico-motricidad”.

  • Identificar los fines que el modelo unitario exige a la contribución de la Educación Física y adaptar a ellos el diseño metodológico y el uso de las técnicas mas adecuadas para la consecución de unos nuevos objetivos que, en algunos casos, resultarán inéditos.

  • Descartado el modelo dualista, carece de sentido mantener el uso del término diferenciador y definitorio de “Psicomotricidad”. En nuestro criterio, cualquier aproximación al estudio o a la intervención en la naturaleza humana debe realizarse desde una perspectiva unitaria y holística y, aunque a nosotros nos parezca una cuestión menor el problema taxonómico, creemos que resultaría conveniente elegir un nuevo término más general que abarque la totalidad de contenidos y posibilidades que integran la relación que se establece entre cuerpo y movimiento. A falta de una mejor alternativa proponemos el de Motricidad.

2.     Aproximación al concepto de Motricidad

    Si hemos elegido las nociones de “cuerpo” y “movimiento” como ejes y basamentos fundamentales de nuestro concepto de Motricidad parece obligada una exposición previa de cual es la significación que nosotros atribuimos a cada una. Para nosotros, ambas nociones y las distintas significaciones que les han sido atribuidas a lo largo de la historia pueden resumir y explicar las causas de la evolución de la Educación Física. Creemos que en este proceso, finalmente y por ahora, hemos devenido en la identificación del cuerpo con el Yo y del movimiento con la conducta. En consecuencia, desde este planteamiento fundamental proponemos nuestra alternativa de Motricidad, lo cual requiere que previamente al diseño de la intervención se concrete la interpretación de ambos conceptos: el de personalidad y el de conducta.

    En nuestra opinión, cualquiera que sea la elección teórica que se decida para elaborar el cuerpo doctrinal en que se sustente una definición coherente del concepto de Motricidad, exigirá la aceptación de una creencia previa, de un paradigma inicial que, como afirma J.A. Cecchini, evidencie la imposibilidad de una “actividad motora desligada de elementos psicológicos”.3

    A nivel epistemológico, este nuevo enfoque trasladaría el interés de lo motor a lo corporal y del cuerpo a un Yo descrito como un cuerpo en movimiento. La motricidad será el resultado de una identificación sustancial entre lo somático y lo psíquico que no se concreta en una interpretación unívoca sino que, por el contrario, ubicándonos en los distintos sistemas psicológicos o en las diferentes interpretaciones de que es susceptible la descripción de la conducta, podremos encontrar numerosos modelos y las más variadas versiones. Posiblemente, cada una de estas posibilidades servirá de referencia para distintas propuestas epistemológicas y, como consecuencia, para proponer diversas alternativas metodológicas.

    Por tanto, podríamos afirmar que el objetivo fundamental de la Motricidad ha de referirse a la potenciación de cuantas estructuras, organizaciones funcionales o sistemas psicomotrices permiten al individuo resolver su problema adaptativo, la emisión de comportamientos y el desarrollo de su personalidad.4

    Si todos los objetivos de la Motricidad se orientan hacia la comprensión de la conducta y, en consecuencia, la intervención se realiza mediante el empleo de las posibilidades que proporciona el comportamiento motor, la alternativa metodológica debería dar respuesta tanto a objetivos vivenciales como funcionales que, de acuerdo con Boscaini, se integrarían en la noción del “Yo” encargado de la ejecución de la conducta5 y en quien radica el principio de realidad.6

3.     La Motricidad desde la perspectiva cognitivista

    En el ámbito de la Psicología podemos encontrar diversas interpretaciones y distintas formas de entender la conducta. Si para el Psicoanálisis, por ejemplo, es el resultado de un proceso dinámico donde se produce un conflicto dialéctico entre os distintos elementos de la personalidad, para el Behaviorismo la conducta siempre es el resultado de un proceso de aprendizaje.

    El Cognitivismo, por su parte, elabora un modelo en el que la conducta es la consecuencia del tratamiento que se otorgue a la información sensorial, cualesquiera que sean sus vías de aferencia, sus contenidos o el origen del estímulo.

    Para iniciar esta sinopsis partiremos del referente fundamental que representa la necesidad adaptativa como circunstancia que activa y orienta la conducta humana. La permanente tendencia hacia la solución de esta coyuntura mediante la conquista o mantenimiento de un equilibrio, de una relación homeostática entre el sujeto y el medio donde se ubica, propicia el establecimiento de una situación interactiva entre los tres elementos que podemos representar como (O-M): el organismo (O) y el medio (M).

    Por tanto, será determinante y fundamental otorgar un valor, un significado concreto, a cada uno de los elementos de una ecuación (O-M) ya que su solución solo es posible lograrla mediante la emisión de una conducta (R) capaz de equilibrar a los dos miembros: el organismo y el medio.

    Esta conducta, como ocurre en álgebra, no solo será resultado de los valores con los que se sustituyan las dos incógnitas sino, también, del carácter o significado que, en este caso, ostentaría el guión (-). Como ocurre en las operaciones algebraicas, cualquiera que sea el valor de las dos incógnitas (O y M), el resultado, la respuesta o conducta, variará dependiendo del signo que la relacione o, en este caso, del carácter que se atribuya al guión.

    La naturaleza concreta que en cada caso caracterice la relación no solo estará determinada por la orientación intencional del proceso adaptativo sino que, también, exigirá, para resolverlo, la ejecución de un formato de conducta concreto. A menudo, el proceso de intervención se propondrá como objetivo el mantenimiento, la modificación o la sustitución del carácter de estos nexos relacionales.8

Esquema de intervención

    Cuando nos referimos al concepto de “relación”, de manera inmediata, podemos destacar dos significaciones básicas: por una parte, aquella que se refiere a la identificación de los nexos que el sujeto ha de establecer con el mundo, e incluso consigo mismo como consecuencia de su interacción, y por otra, aquella que indica su naturaleza (de carácter cognitivo, emocional, afectivo, simbólico, etc.) y define los contenidos de esta relación.

4.     El proceso de intervención

    Si por intervención entendemos cualquier procedimiento con el que se pretenda incidir en la alteración, potenciación, favorecimiento, desarrollo o modificación de determinados procesos, mecanismos o sistemas, en este caso se referiría a aquellas capacidades, estructuras o conductas, identificadas o descritas desde una previa y concreta fundamentación epistemológica, que previamente hayan sido elegidas como objeto de la Motricidad.

    Pero con independencia de cual sea el resultado de este compromiso, siempre deberán distinguirse dos aspectos fundamentales de cuya definición dependerá tanto el diseño como el desarrollo de la intervención: la intención con la que se aborda el proceso de intervención y la acción en que se concreta su desarrollo.

    Discriminar ambos aspectos, respetando el inevitable compromiso conceptual previo, en nuestro criterio y de manera esquemática, requerirá que la estrategia utilizada tenga en cuenta los siguientes postulados9:

  • Considerar el desarrollo psicológico como consecuencia de la intervención activa del individuo en el mundo mediante el conocimiento y control de su propio cuerpo y la acción consciente.

  • El desarrollo implica una identidad, como un proceso único, de las funciones neuromotrices y psíquicas.

  • Las capacidades mentales complejas (análisis, síntesis, abstracción, simbolización, etc.) se fundamentan en el grado de elaboración del esquema corporal.

  • Lo corporal es la dimensión básica, el medio indispensable para establecer la relación con el mundo.

  • El movimiento es el recurso relacional necesario del comportamiento.

    Por otra parte, en Motricidad, el diseño de una estrategia de intervención requiere, cuando menos, considerar y prever la participación de tres elementos:

  • los niveles de la intervención a los que se pretende acceder

  • los ámbitos de actuación

  • los medios y recursos, personales o materiales, que es más conveniente utilizar según cuales sean los objetivos o los campos de actuación donde se realice.

    A este respecto, teniendo en cuenta el carácter globalista que reivindicamos, todo diseño de intervención deberían contemplar su repercusión, al menos, en los siguientes dominios o dimensiones: tónico-motor, cognitivo, emocional-afectivo, el simbólico y, para algunos autores, también el social.10

4.1.     Elementos del proceso

    El desarrollo de una intervención, exigen que, previamente, el diseño clarifique convenientemente determinados aspectos o elementos como son:

  • El campo de aplicación o de actuación donde se pretende actuar. Cada uno de los posibles campos de aplicación del procedimiento de intervención plantea unos fines y unos objetivos concretos y diferenciados que, finalmente, condicionarán o limitarán las técnicas con que se lleve a efecto la praxis metodológica: el ámbito educativo, la recreación, la rehabilitación, la tercera edad, la reeducación, la terapia o la clínica plantearán unas condiciones ineludibles en la programación.

  • El ámbito de intervención para el que se diseña el procedimiento. Es necesario distinguir claramente cuando los fines que se proponen están vinculados al proceso de elaboración y actualización de la autopercepción o a la construcción de un repertorio conductual y considerar, previamente, el tipo de relación que se pretende utilizar o en la que se desea actuar.

  • Las dimensiones o dominios psicomotrices intervinientes en la construcción, modularización o ejecución de la conducta que ha de constituir la experiencia cuyos efectos se trata de aprovechar como recurso metodológico del proceso de intervención: tónica-motriz, cognitiva, psicofuncional, afectivo-emocional, simbólica, etc.

  • Los niveles de conciencia en que se pretende intervenir, en los que ha de situarse la acción o en los que ha de repercutir la experiencia conductual. Dependerá de cual sea la concreción que de estos niveles se realice para determinar la conveniencia o la posibilidad de discriminar determinados objetivos o para decidir la elección de las técnicas más adecuadas.

  • Los aparatos, mecanismos, capacidades o aptitudes que condicionan la calidad del comportamiento según cual sea su eficacia o sus resultados. Estos elementos pueden constituirse, por sí mismos, en objetivos específicos del proceso de intervención.

  • Los fines y objetivos de la intervención. La eficiencia del proceso no puede confiarse a la consecución de unos fines o de unos objetivos excesivamente genéricos, voluntaristas o determinados con escasa concreción. La complejidad de la estructura en que se pretende intervenir, la multiplicidad de elementos que contiene o los mecanismos que condicionan su funcionalidad, para diseñar una estrategia eficaz, exigen decidir una intencionalidad suficientemente premeditada, evaluar las posibilidades que ofrecen los recursos y elegir eficientemente las técnicas a emplear.11

4.2.     Los contenidos del proceso de intervención

    La estructura psicomotriz constituye la base funcional donde se asienta el Yo. Podríamos definirla como un constructo en el que se pretende integrar cuantos elementos intervienen en la organización del Yo y que, por tanto, condicionan su identidad, su actuación y la percepción del mundo con el que ha de relacionarse.

    Todos los contenidos de la intervención han de ser ubicados en esta estructura puesto que cualquier efecto que de la praxis de la intervención pudiera derivarse, necesariamente, ha de repercutir en ella o en alguno de sus elementos. A la vista de esta estructura psicomotriz ha de decidirse la estrategia y la actuación concreta que persiga la metodología de la intervención de tal manera que se convierte en el referente permanente, en el mapa conceptual, desde el que se decida tanto la intención como el ámbito de actuación o los objetivos específicos que se pretendan en cada caso.

    No obstante, cualquiera que sea la concepción de una estructura compleja integrada por varias dimensiones (motriz, cognitiva y emocional o afectiva) su significación quedará condicionada por los planteamientos que, con respecto a cada una de ellas, mantengan los distintos autores para definirlas o para integrarlas en un modelo de intervención.12

4.3.     Los medios de intervención

    No es solo el objeto de estudio lo que identifica una ciencia, a menudo, también contribuyen a su definición los medios que utiliza para alcanzar sus objetivos o para aplicar sus postulados. Si analizamos los medios que habitualmente se atribuye la Motricidad, la mayoría de los autores coincidirían en destacar dos: el cuerpo y el movimiento. Toda metodología de intervención desarrollada desde la Motricidad descansa en las posibilidades que ofrecen estos dos conceptos. El cuerpo y el movimiento, no solo concretan los objetos de estudio más característicos de la Motricidad sino que, al mismo tiempo, proporcionan recursos metodológicos suficientes para acceder a la consecución de los objetivos.

4.4.     Los ámbitos de intervención

    Definir cuales son los ámbitos de intervención o los aspectos en los que la metodología pretende influir de manera premeditada y sistemática para obtener unos efectos concretos o interferir en determinados procesos nos parece una tarea fundamental para decidir la propuesta de diseño metodológico. A nuestro parecer, la elaboración de una propuesta de procedimiento ha de ser coherente, en primer lugar, con el paradigma unitario y, después, con el esquema que, para describir la conducta, hemos desarrollado anteriormente. Como ya hemos formulado con anterioridad, este esquema de intervención permite, desde la motricidad, incidir en tres aspectos concretos:

  • en la autopercepción que otorga al sujeto un conocimiento de su propia realidad y, como consecuencia, de su disponibilidad comportamental

  • en la respuesta conductual mediante el desarrollo de una organización dinámica o conductual que permita una respuesta adaptada al resto de las circunstancias que componen su contexto existencial.

  • en el tipo de relación que se establezca determinará cual ha de ser la conducta más adecuada para resolver la ecuación existencial que planteábamos o, analizado desde otra perspectiva, del comportamiento ejecutado dependerá el carácter que defina la relación que se establezca entre el individuo y el medio.

5.     El esquema de intervención

    El diseño de una estrategia de intervención estará condicionado, en primer lugar, por el campo de actuación en que deba desarrollarse. En ningún caso puede concretarse en un procedimiento, por genérico que sea, sin realizar previamente una adaptación específica al campo donde ha de llevarse a cabo. Por otra parte tampoco debe abordarse el diseño de intervención sin considerar previamente los recursos técnicos de que se dispone e cada caso. La Educación Física no solo prepone unos objetivos determinados sino que, además, imponiendo los medios de actuación, también limita de alguna manera la utilización de recursos técnicos.

    En consecuencia, los dos referentes fundamentales de cualquier estrategia de intervención, la intención y la acción educativa, se decidirán desee los condicionantes que impone el campo de actuación y las posibilidades que permiten las técnicas que conoce o que están a disposición del docente o del técnico.

    Cuando diseñamos un ejercicio, una actividad o una vivencia para realizar la acción educativa (ahora no importa demasiado matizar entre este tipo de actividades), desde nuestro punto de vista, es imprescindible concebirlo como una “situación-problema” de carácter adaptativo, de tal modo que la respuesta del alumno no debe ser cosa que el efecto que permita recuperar el carácter homeostático a la ecuación O-M mediante aquel proceso que en cada más convenga: la acomodación o la asimilación.

    Esta ecuación, de la que surge la información que propone tratar el cognitivismo, como ya hemos dicho con anterioridad, requiere para su resolución asignar un determinado valor a sus miembros (O-M). La valoración de estos tres elementos siempre se realiza en función de un proceso de análisis, de filtro y de organización de la información que les define ya sea de carácter endógeno o exógeno.

    Los filtros que determinan la selección y análisis de determinadas informaciones serán: el grado de autopercepción (cualquiera que sea la noción que se emplee) que el sujeto posee sobre sí mismo, su nivel de estructuración psicomotriz, ciertas capacidades psicomotrices y su grado de desarrollo, aptitudes como la atención u otros factores de distinta procedencia y que a menudo clasificamos bajo la denominación genérica de “motivación”.

    Como quiera que sea, de estos filtros se deducirá, finalmente, una determinada información parcial o estímulo (S). Al contrario de lo que se sostiene en el Conductismo, en cuyo esquema conductual el estimulo se relaciona con las respuesta directamente, como una relación causa-efecto, en nuestro modelo la información sensorial requiere de un proceso de organización que, en sí mismo, es una operación cognitiva que concluye un engrama o formato sensorial concreto que, una vez codificado de manera específica, se archiva en la memoria. Es a este engrama sensorial a lo que generalmente, cuando la conducta no se trata de un reflejo, el estímulo al que el sujeto responderá con su comportamiento.

Estrategia de la intervención

    Por otra parte, la experiencia de la acción y el desarrollo de las capacidades físicas y psicomotrices permitirán elaborar y almacenar un repertorio dinámico compuesto de formatos de conducta o engramas motores que, en gran parte, constituirán la base de lo que Jean Le Boulch denomina “disponibilidad” conductual.

    El establecimiento de una determinada relación entre los dos repertorios de engramas, el sensorial y el motor, decidirá el tipo de respuesta que el sujeto pretenda ejecutar. Sin embargo, la ejecución de un formato motor pocas veces posee por sí misma un valor adaptativo eficaz puesto que el engrama es genérico y su estructura escasamente referida a las circunstancias concretas que definen la situación-problema. Un formato motor, andar por ejemplo, se compone de una serie de elementos invariables que simplificándoles mucho podríamos identificar mediante un análisis biomecánico. Sin embargo, este formato nunca le ejecutamos exactamente igual, nunca andamos de la misma manera. Cuando pretendemos ser eficaces lo adaptamos a las circunstancias específicas (O-M) en que cada vez ha de ejecutarse completando el engrama con otros elementos variables.

    Estos factores o elementos variables pueden ser de diversa naturaleza (psicomotriz, estética, transitiva, expresiva, etc.) pero, en todo caso, siempre completarán el formato motor dos variables sin las cuales el movimiento carecería de sentido: el tiempo de duración de la conducta y el espacio de desplazamiento del cuerpo o de los segmentos encargados de ejecutarla.

    Completado así el formato aún su ejecución se verá condicionada por otros factores. La eficacia adaptativa a menudo no reside únicamente en la elección o construcción del formato motor sino también en las cualidades que requiere su misma ejecución tanto si se refieren a las cualidades físicas básicas del actor (fuerza, resistencia, flexibilidad, etc.) como a las capacidades psicomotrices (desarrollo de la lateralidad, coordinación, percepción del espacio, percepción del tiempo, etc.)

    La ejecución del formato motor o respuesta (R) produce unos efectos sobre el medio y también genera una nueva información o experiencia de la acción que, mediante un mecanismo de feed-back retorna a la información original para aumentarla, completarla o matizarla. De esta manera, la nueva masa crítica de información impondrá un reajuste en todas las operaciones cognitivas, en el tratamiento de la información, que generará la extinción de la conducta en caso de haber sido exitosa o una variación del formato motor y, como consecuencia, una modificación en la reiteración de la respuesta.

    Los efectos de la respuesta (R) son los elementos que han de ser evaluados para comprobar su grado de coincidencia con los objetivos que inicialmente orientaron y motivaros la intervención.

    Estos objetivos pueden ser de distinta índole, como ya hemos visto con anterioridad, pero entre ellos, a nosotros, nos parecen fundamentales cuantos se refieren al perfeccionamiento, desarrollo, reestructuración o potenciación de todos los elementos con los que hemos construido el esquema de intervención que proponemos.

    Este esquema, cualquiera que sea el campo de actuación en que nos situemos, a la vez será referente y condición de la eficacia de la acción, de la riqueza de la experiencia de la acción y, como consecuencia, de la trascendencia de sus efectos. Por tanto, cualesquiera que sean los fines específicos de un campo de actuación, siempre serán susceptibles de constituir los objetivos de la intervención.

    En ellos también han de buscarse las causas o las posibilidades de acción y, sobre ellas, deberá incidirse a través del proceso de intervención para conseguir su modificación.

Notas

  1. Damasio, Antonio R.: El error de Descartes, Barcelona, Crítica, 2004.

  2. Sergio, Manuel: Um corte epistemológico. da educaçao física à motricidade humana, Lisboa, Instituto Piaget, 2003.

  3. Cecchini Estrada, José Antonio: Antropología y Epistemología de la Educación Física, Oviedo, Ferrería, 1993, p. 128.

  4. Algunos tratadistas esquematizan su descripción resaltando aquellos elementos o aspectos que permiten al sujeto integrar “las interacciones cognitivas, emocionales, simbólicas y sensoriomotrices en la capacidad de ser y de expresarse en un contexto social” (Cfr. Berruezo, Pedro Pablo: “Hacia un marco conceptual de la Psicomotricidad a partir del desarrollo de su práctica en Europa y en España”, Revista Interuniversitaria de Formación del Profesorado, nº 37, (abril, 2000), p. 29).

  5. Boscaini, F.: “La educación psicomotriz en la relación pedagógica”, Psicomotricidad. Revista de estudios y experiencias, nº 47, (2), (1994), pp. 7-21.

  6. Boscaini, F.: “Hacia una especificidad de la Psicomotricidad”, Psicomotricidad. Revista de estudios y experiencias, nº 40, (1992), pp. 5-49.

  7. Aunque su bibliografía es muy extensa y esta cuestión, fundamental en su propuesta, la incluyen de manera sistemática y permanente, también pueden consultarse otras obras como: El niño frente al mundo, Barcelona, Editorial Científico-Médica, 1977; El equilibrio corporal. Aproximación dinámica a los problemas de actitudes y comportamiento, Barcelona, Ed. Científico-Médica, 1982.

  8. Lapierre, André: Psicoanálisis y Análisis Corporal de la Relación, Bilbao, Ed. Desclée De Brouwer, 1997.

  9. Fundación ICSE (Instituto de Ciencias Sanitarias y de la Educación): Especialista en técnicas de Expresión y Psicomotricidad, Madrid, 1993-94.

  10. Justo Martínez propone los siguientes: tónico-emocional, sensorio-motor, perceptivo-motor y perceptivo simbólico y conceptual. (Cfr., Justo Martínez, Eduardo: Desarrollo psicomotor en educación infantil. Bases para la intervención en psicomotricidad, Almería, Universidad de Almería. Servicio de Publicaciones, 2000, p. 121).

  11. Para un análisis más detallado de los planteamientos en que fundamentamos nuestra propuesta de intervención puede consultarse: Pastor Pradillo, José Luis: Fundamentación conceptual para una intervención psicomotriz en Educación Física, Barcelona, INDE, 2002.

  12. Ibid, pp. 130 y ss.

Bibliografía

  • BERRUEZO, PEDRO PABLO: “Hacia un marco conceptual de la Psicomotricidad a partir del desarrollo de su práctica en Europa y en España”, Revista Interuniversitaria de Formación del Profesorado, nº 37, (abril, 2000).

  • BOSCAINI, F.: “Hacia una especificidad de la Psicomotricidad”, Psicomotricidad. Revista de estudios y experiencias, nº 40, (1992), pp. 5-49.

  • BOSCAINI, F.: “La educación psicomotriz en la relación pedagógica”, Psicomotricidad. Revista de estudios y experiencias, nº 47, (2), (1994), pp. 7-21.

  • CECCHINI ESTRADA, JOSÉ ANTONIO: Antropología y Epistemología de la Educación Física, Oviedo, Ferrería, 1993.

  • DAMASIO, ANTONIO R.: El error de Descartes, Barcelona, Crítica, 2004.

  • FUNDACIÓN ICSE (Instituto de Ciencias Sanitarias y de la Educación): Especialista en técnicas de Expresión y Psicomotricidad, Madrid, 1993-94.

  • JUSTO MARTÍNEZ, EDUARDO: Desarrollo psicomotor en educación infantil. Bases para la intervención en psicomotricidad, Almería, Universidad de Almería. Servicio de Publicaciones, 2000.

  • LAPIERRE, ANDRÉ: Psicoanálisis y Análisis Corporal de la Relación, Bilbao, Ed. Desclée De Brouwer, 1997.

  • PASTOR PRADILLO, JOSÉ LUIS: Fundamentación conceptual para una intervención psicomotriz en Educación Física, Barcelona, INDE, 2002.

  • PASTOR PRADILLO, JOSÉ LUIS: Motricidad, ámbitos y técnicas de intervención, Madrid, Universidad de Alcalá, 2007.

  • PASTOR PRADILLO, JOSÉ LUIS: Motricidad. Perspectiva psicomotricista de la intervención, Sevilla, Ed. Wanceulen, 2007.

  • SERGIO, MANUEL: Um corte epistemológico. da educaçao física à motricidade humana, Lisboa, Instituto Piaget, 2003.

  • VAYER, PIERRE: El equilibrio corporal. Aproximación dinámica a los problemas de actitudes y comportamiento, Barcelona, Ed. Científico-Médica, 1982.

  • VAYER, PIERRE: El niño frente al mundo, Barcelona, Editorial Científico-Médica, 1977

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