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Notas para un juego-deporte insubordinado o del deporte

desde la mirada de la modernidad/colonialidad

 

*Licenciado en Educación Física en la Universidad de Antioquia

Especialista en Cooperación internacional en la Universidad del País Vasco

Candidato a Doctor en Ocio y Potencial Humano en la Universidad de Deusto en Bilbao, España.

Director del programa de profesional en Actividad Física y Deportes de la Fundación Universitaria Luís Amigó de Medellín.

Miembro de la Corporación CIVITAS, Estudios de Ocio, Cultura y Sociedad.

**Licenciado en Educación Física de la Universidad de Antioquia

Especialista en Cultura Política de la UNAULA. Magíster en Salud Colectiva de la Universidad de Antioquia

Candidato a Doctor en Currículo, Transversalidad y Desarrollo Sostenible en la Universidad de Valladolid, España.

Docente de la Universidad de Antioquia. Miembro de la Corporación CIVITAS, Estudios de Ocio, Cultura y Sociedad.

José Fernando Tabares Fernández*

jfernando37@hotmail.com

Víctor Alonso Molina Bedoya**

vmolina@catios.udea.edu.co

(Colombia)

 

 

 

Resumen

          Con el escrito se quiere invitar a una lectura del fenómeno deporte desde un paradigma otro, que no es precisamente otro paradigma. Se pretende así, evidenciar como la historia del deporte en nuestra región ha puesto su atención en los inicios y posterior instauración de las diferentes prácticas deportivas en los países del llamado Tercer Mundo, haciendo visibles los momentos en los cuales las diferentes expresiones deportivas ingresan a nuestros países.

          Para este análisis, se opta por la perspectiva del Sistema Mundo Moderno/Colonial (Mignolo, 2003). Esta perspectiva reivindica la historia de las sociedades periféricas, no ya sólo desde la versión contada desde las sociedades centrales, que de la mano de las ciencias sociales, como dispositivos de conocimiento, ofrecen un amplio paquete para entender y comprender lo que hoy somos y lo que hemos llegado a ser.

          Desde el escrito se suscitan otras rutas, no para desdeñar de lo hasta hoy generado por el moderno sistema–mundo (Wallerstein, 1999), sino para reivindicar la pertinencia y necesidad de un marco adecuado para hacer visibles las experiencias y versiones de aquellos que la modernidad hizo invisibles y acalló; un marco que permita interpretar nuestra historia desde nosotros y no sólo desde la versión de la modernidad, reconociendo las particularidades propias de tal forma de organizar el mundo.

          Palabras clave: Modernidad. Colonialidad. Deporte. Juego. Des-portivización.

 

          Este documento fue presentado en el Forum de Historia del Deporte realizado en la ciudad de Río de Janeiro en el mes de junio de 2008.

 
http://www.efdeportes.com/ Revista Digital - Buenos Aires - Año 13 - N° 125 - Octubre de 2008

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    El deporte representa en la actualidad un fenómeno de la mayor complejidad, que de la mano de los medios de comunicación de masas, aparece casi omnipresente, configurando espacios y prácticas que van mucho más allá de una actividad separada, para convertirse en referente de la cotidianidad, con su correspondiente influencia en ámbitos de lo político, lo social, lo cultural y lo económico. Con Elias (1995:160), podría afirmarse que nada de lo que se había nombrado como deporte hasta ahora, corresponde a la enunciación o “punto cero” (Castro-Gómez, 2005) que en la actualidad configura este tipo de prácticas. Hoy el deporte asume diferentes formas, que van desde lo puramente comercial, hasta aquellas perspectivas que lo ubican como una importante estrategia para la promoción de la paz, el desarrollo y en general como elemento protagónico para la consecución de los Objetivos de Desarrollo del Milenio (Naciones Unidas, 2003), marco hoy para la lectura del llamado proceso de desarrollo. Considerando el actual estadio de la sociedad, el interés de este escrito apunta hacia la presentación de algunas regularidades, desde las cuales los estudios en torno a este fenómeno, van más allá de la tradicional mirada, preocupada fundamentalmente por indagar los procesos en torno a los sucesos de instauración de la modernidad en el mundo, y particularmente en los territorios de la periferia.

    Desde la anterior mirada, entonces, es posible comprender como la historia del deporte en nuestra región ha puesto su atención en los inicios y posterior instauración de las diferentes prácticas deportivas en los países del llamado Tercer Mundo, haciendo visibles los momentos en los cuales las diferentes expresiones deportivas ingresan a nuestros países. Para el caso particular de Colombia, es posible encontrar versiones sobre la llegada del fútbol, del baloncesto o del polo, referidos a su organización, su formalización e institucionalización; igualmente, las fechas de creación de los primeros clubes y federaciones, las fechas de los primeros partidos de fútbol o baloncesto, las figuras más representativas en cada modalidad deportiva, entre otros temas.

    En el escrito se pretende asumir una postura desde la cual, además de lo anterior, se puedan hacer visibles otros aspectos también constitutivos de lo que sería una historia del deporte, ampliando la mirada, al dar cuenta de su papel como componente importante en el proceso civilizador al que han sido expuestas las sociedades de la periferia desde el siglo XVI hasta nuestros días. Por ejemplo, la pregunta sobre lo que ha sucedido con un deporte como el Tejo, autóctono de Colombia, practicado desde hace más de 500 años por los habitantes de la altiplanicie cundiboyacense en los departamentos de Cundinamarca y Boyacá. Cómo funciona en medio de aquel proceso civilizador para sostenerse en el tiempo y contar en la actualidad con un buen número de practicantes en todo el país. Quiénes lo practican y cuáles son sus características en comparación con el dispositivo deporte. Por qué es declarado Deporte Nacional por el Congreso de la República de Colombia en el año de 2000.

    Para la realización de este análisis, se opta por el Sistema Mundo Moderno/Colonial (Mignolo, 2003), como punto de apoyo. Esta perspectiva reivindica la historia de las sociedades periféricas, no ya sólo desde la versión contada desde las sociedades centrales, que de la mano de las ciencias sociales, como dispositivos de conocimiento, ofrecen un amplio paquete para entender y comprender lo que hoy somos y lo que hemos llegado a ser. Dispositivo que asumido desde una perspectiva de naturalidad, objetividad y rigor – propias y constitutivas de la modernidad (Lander, 2000: 22) – da cuenta desde la historia, de la forma como la humanidad entera ha recorrido un camino desde el salvajismo, la barbarie y el atraso, hacia estados de civilización, cultura y desarrollo.

    La modernidad/colonialidad, ofrece un marco que hace visible a la colonialidad como la otra cara de los metarrelatos que enmarcan el saber en las historias que se localizan de Grecia a Francia, pasando por el norte del Mediterráneo, quedando por fuera de ella aquellos conocimientos que fueron subalternizados en nombre del cristianismo, del liberalismo y del marxismo (Walsh, 2002: 2)

    En palabras de Wallerstein:

    Había una vez una Europa feudal que vivía en la “edad del oscurantismo”, donde casi todos eran campesinos y los campesinos estaban gobernados por señores feudales que poseían grandes extensiones de tierra. Por algún proceso (cómo y cuándo todavía están sujetos a controversias) emergió el estrato medio, compuesto principalmente por burgueses urbanos. Surgieron y resurgieron nuevas ideas (un renacimiento), se incrementó la producción económica, la ciencia y la tecnología florecieron; al final todo esto trajo consigo la “revolución industrial”. Junto con este gran cambio económico hubo uno político. De alguna manera la burguesía derrotó a la aristocracia y, durante el proceso, expandió la esfera de la libertad. Todos estos cambios se dieron juntos, pero no se efectuaron al mismo tiempo en todas partes. Algunos países progresaron antes que otros. Durante mucho tiempo la Gran Bretaña ha sido el candidato favorito para precursor, como es natural dentro del contexto de un mito que evolucionó bajo los auspicios de la hegemonía británica en la economía – mundo. Otros países estaban más “atrasados” o menos desarrollados. No obstante, dado el optimismo primordial de este cuento, no era necesario desesperarse pues las personas atrasadas podían (y debían) imitar a los adelantados o progresistas y con eso probar también los mismos frutos del progreso. (2004:58-59).

    Muchos de los intelectuales latinoamericanos, han trazado el mismo camino que las llamadas sociedades centrales de la economía–mundo han transitado, y han creído en ese camino, como algo inexorable. Como ya lo anunciaran, de un lado, el filósofo de cabecera del neoliberalismo Francis Fukuyama, “sólo nos queda conquistar el estado de la democracia liberal lograda por los EE UU”, y del otro, Giddens, quien de acuerdo con Escobar (2007: 11) ha expresado de una manera muy elocuente, el hecho de que la globalización representa la profundización y universalización de la modernidad, ya no restricta a occidente sino instalada ineluctablemente en todos los rincones del planeta.

    Desde la perspectiva de la modernidad/colonialidad, si bien es cierto que uno de los fenómenos de la modernidad es la forma del deporte actual, como dispositivo civilizador, también existe la mirada de la colonialidad –es decir, la mirada, el pensamiento y la vida de quienes han sido objeto de la modernidad (en las sociedades periféricas) (Mignolo, 2003)– que da cuenta de amalgamas y resistencias, como en el caso del tejo (deporte nacional de Colombia), que en contra de principios de disciplinamiento del cuerpo, de sacrificio, de vigor, de ascetismo, de salud, de autocontrol, etc., permite a sus practicantes, el consumo de licor (antes chicha1 y ahora cerveza).

    La propuesta de este escrito, apunta a la presentación de otras rutas, no para desdeñar lo hasta hoy generado por el moderno sistema–mundo (Wallerstein, 1999), sino para reivindicar la pertinencia y necesidad de un marco adecuado para hacer visibles las experiencias y versiones de aquellos que la modernidad hizo invisibles y sin voz, un marco que permita interpretar nuestra historia desde nosotros y no sólo desde la versión de la modernidad, reconociendo las particularidades propias de tal forma de organizar el mundo.

    Entre las múltiples miradas del deporte, existen las críticas, como la de Bourdieu, que desde el proyecto de la modernidad/colonialidad, representa una crítica intramoderna. Por ello, la invitación es a reconocer y provocar una relación con lo que Mignolo (2003) ha denominado paradigma otro, una epistemología fronteriza, otra forma de pensar y entender nuestra historia y nuestra vida, en las más de la veces, administradas por formas de conocer excluyentes. Es decir, desde la perspectiva de la colonialidad del poder (Quijano, 2000: 201–246), del saber (Lander, 2000: 11–40) y del ser (Maldonado – Torres, 2007: 127–167), se trata de abrir horizontes de sentido desde el reconocimiento de la diferencia colonial, que ha determinado una forma de ver y comprender el mundo y la vida.

    La propuesta es entonces, ubicar el deporte como dispositivo de la modernidad/colonialidad y hoy como dispositivo de la posmodernidad/poscolonialidad, o sociedad de la colonialidad global, donde ya no son tanto los estados nacionales los agentes de la diferencia colonial, sino las grandes multinacionales, con la idea de territorio como centro, para ejercer la colonialidad del poder, del saber y del ser, transformándose, difuminándose, para tener cada vez más capacidad para la dominación/subordinación.

    Si entendemos al sistema mundo moderno/colonial, como un proceso que encuentra sus orígenes en el Siglo XVI con la llegada de los Ibéricos a América, y que a partir de una serie de dispositivos de clasificación humana, distribución global del trabajo, disposición de materias primas, y en últimas, de la instauración de un tipo de modelo civilizatorio fundamentado en el capital como principio, podremos con mayor facilidad ubicar en la llamada segunda modernidad siglos XVII y XVIII, un estadio en donde ya no sólo la centralidad de dicho sistema mundo se ha trasladado a Inglaterra, Francia y Alemania, sino que ha iniciado un proceso sin igual, que marcará en gran medida, su futuro: la revolución industrial. Elias en su ensayo, la génesis del deporte como problema sociológico (Elias y Dunning, 1995: 161) propone como pregunta para el análisis del deporte como un fenómeno que surge bajo su forma actual, en la Inglaterra en los siglos XIX y XX la siguiente: “¿es posible descubrir en el reciente desarrollo de la estructura y organización de esas actividades recreativas denominadas deportes tendencias que sean tan únicas como las de la estructura y organización del trabajo a las que nos referimos cuando hablamos de un proceso de industrialización?”

    Desde el otro lado, el oscuro de la modernidad, la colonialidad, la pregunta se orienta a ¿Cómo abordar el fenómeno deporte, lúdica, juego o divertimento desde una perspectiva no moderna? ¿Es posible reconocer otras lógicas de funcionamiento de lo lúdico desde una mirada no colonial, o mejor aún, desde la decolonialidad del campo de saber? Desde el paradigma otro, se procura reconocer la historia y la conformación de prácticas sociales caracterizadas por la no obligatoriedad, por la libertad en su escogencia y productoras de placer; una especie de actos recreativos como pueblo y como cultura. Como lo plantea el mismo Elias (Elias y Dunning, 1995) – aunque sólo se remite a Grecia y Europa –, desde la perspectiva de la modernidad/colonialidad es necesario que asumamos que en América, también hubo antes de la revolución industrial juegos y deportes. Tal vez, eso sí, con una connotación diferente, que correspondía a sus formas de organización social, política y económica, donde la lúdica representaba por ejemplo recreación y encuentro, para la preservación de sus valores y su cosmovisión. En el juego – deporte, se presenta una tensión entre la prevalencia de prácticas autóctonas propias y la imposición de las prácticas más occidentales del deporte, como sistema instituido y sobre todo, como rasgo distintivo del proceso civilizatorio que llevaba a las sociedades atrasadas de la barbarie a la civilización occidental.

    Desde la perspectiva de la modernidad/colonialidad, se reconoce que no hay saberes universales, sino prácticas y discursos locales (generados en las sociedades centrales del sistema mundo moderno/colonial) que se convierten en diseños globales, que al modo de abstracciones para otras culturas, ocupan sus historias locales. Se considera pues, que el deporte como fenómeno, cumple con las características de diseño global y su historia en aquellas historias locales donde ha sido implantado, ha sido el resultado de la imposición como modelo de actuación universal.

Des-portivizar el deporte, o de-colonizar la práctica deportiva

    El deporte se presenta en la actualidad como un valor en sí mismo, reproductor y expansor de la lógica de dominación y vigilancia-control, que no es en sí autónomo en su funcionamiento, sino que se articula, y a su vez, es promovido- difundido como estratagema por el poder, en los diversos lugares sin distingo de ideología, porque de suyo es ser portador de ideología (dimensión constitutiva) de dominación. Es una moral aristocrática que promueve la iniciativa privada y la mentalidad empresarial “que «integra» los presupuestos esenciales de la moral burguesa de la empresa privada, de la iniciativa privada, bautizada – el inglés sirve a menudo como eufemismo - self help” (Bourdieu, 2000:179).

    Para el desarrollo del deporte como escenario de relacionamiento diverso, la categoría de campo2, propuesta por Bourdieu, puede ayudar. Lo que se procura desde esta categoría, es una valoración del campo como posibilidad de múltiples relaciones, sobre todo, de luchas diferentes según la posición y el lugar que los sujetos ocupan y de las condiciones particulares que brinda el campo en un momento histórico social determinado. Esto es claro al comprender que la dinámica del campo es modificada también por la participación y/o interferencia que ocasionan actores e instituciones externos que tienen intereses en determinadas fracciones y actores del campo.

    Estas luchas caracterizadas por el lugar y la posición al interior del campo, se presentan entre las escuelas y las tradiciones deportivas, y entre las diferentes categorías de los agentes. Pero el campo, también es afectado por las disputas de intereses de disciplinas que asignan valores diferentes a las prácticas según sus criterios de conocimiento. Así, se puede señalar la disputa de actores disciplinares como la medicina (mirada higienista, autoridad científica), la educación (mirada mejoradora, autoridad pedagógica), la política (mirada dominadora, autoridad subyugadora), y la economía (mirada rentable, autoridad publicitaria) (Bourdieu, 2000: 181).

    En este marco, el deporte expresa y es portador (y por lo mismo impone el pensamiento) de la colonialidad. Desde él se imponen las luchas que se presentan a su interior como campo; expresión a otro nivel, de las luchas de la sociedad (distinción de clases y de intereses de clase en confrontación). “…el deporte como toda práctica, es un objeto [enjeu] de luchas entre las fracciones de la clase dominante, así como entre las clases sociales” (Bourdieu, 2000: 181).

    Se concibe el deporte como una escuela de bravura y virilidad, capaz de formar «el carácter» y de inculcar la voluntad de vencer […] que es la marca de los verdaderos jefes, siempre que sea una voluntad de vencer siguiendo las reglas – es el fair play, disposición caballeresca opuesta a la persecución vulgar de la victoria a cualquier precio- (Bourdieu, 2000: 179).

    Este estratégico dispositivo opera bajo dos mecanismos de dominación muy efectivos a los ojos del poder económico-político: la lógica de control y vigilancia para los diferentes sujetos participantes y para los sujetos espectáculo.

    Para los sujetos participantes, el control se da desde el interior mismo del campo desde donde se ejerce la disposición acorde con los intereses de los detentadores del dominio y del interés, esto es, que sobre el sujeto se decide el tipo de comportamiento y acción que se espera obtener. Como forma de participación, de entrada, entraña el control de la agresividad y las energías destructoras de las personas, de allí su función como medio para formar el carácter en las antiguas escuelas: “un medio de ocupar al menor coste a los adolescentes que tenían a su cargo a tiempo completo; como señala un historiador, cuando los alumnos están en el terreno de juego son fáciles de vigilar, se dedican a una actividad «sana» y descargan su violencia en sus camaradas, en lugar de descargarla en los edificios o de hostigar a sus maestros” (Bourdieu, 2000: 186).

    Para los sujetos espectáculo, el dominio se funda en la hipnosis misma que genera el espectáculo. En el estado de ensimismamiento y extrañamiento de la realidad; más poderoso que su uso atribuido otrora como medio para canalizar las energías destructoras de los jóvenes tanto los escolarizados, en su periodo de no escolaridad, como de los vagos; es su utilidad como dispositivo de consumo y de uso del tiempo (en tanto dimensión constitutiva de lo humano social). “En suma, el deporte, que nació a partir de juegos realmente populares, es decir, producidos por el pueblo, regresa al pueblo, a la manera de la folk-music, en forma de espectáculos producidos para el pueblo”. (Bourdieu, 2000: 183).

    Estos dos mecanismos le han conferido el importante papel de instrumento político e ideológico de conquista de las masas, de allí que no podamos soslayar la relevancia y el apoyo brindado por instituciones como la escuela, la iglesia, la empresa y el Estado.

    Ahora, si bien los aportes de Bourdieu son importantes para una comprensión de la historia del deporte desde un valoración crítica, que indaga y profundiza las condiciones de posibilidad como fenómeno y penetra en los rasgos configurativos de su lógica interna, lo realmente relevante de su planteamiento es asumir el reto y la invitación de indagar por las condiciones sociales de posibilidad de la apropiación de los productos deportivos. Sin embargo, para las sociedades de la periferia, es necesario avanzar en propuestas que estudien lo deportivo desde nuestra particularidad histórica y social; desde un afuera, que debe leerse al modo de una comprensión que indague por las razones mismas de su imposición cultural en nuestro continente, que ha producido una colonización de nuestras prácticas autóctonas, ligadas a nuestro devenir histórico como pueblo y cultura.

    Para el momento actual, caracterizado como de globalización y que para Mignolo, representa la última etapa; etapa del “mercado total” de los diseños globales, o lo que es lo mismo, la globalización/colonialidad global; por su intermedio, lo que se da es una expansión del poder económico, político y del poder del conocimiento. En este marco, encontramos en el deporte una forma de expansión de la colonialidad del poder, un fenómeno avasallante y de un desarrollo que no conoce límite alguno, que incluso se ubica como un poder supranacional acorde a la nueva fase de eliminación de los Estados Nacionales. Podríamos decir que el discurso deporte se presenta como un valor universal bueno en sí mismo, un poco siguiendo la trampa impuesta por el discurso de la modernidad, que presenta el objeto deporte como un elemento inocuo, des-incorporado y des-localizado, de allí que como habitantes de una parte del planeta ubicada en América Latina, debemos procurar llegar a esa epistemología de la modernidad. (Walsh, 2002: 2).

    Y he aquí uno de los primeros elementos a relacionar con los planteamientos de la escuela critica latinoamericana, si el deporte en su versión contemporánea nació con la modernidad, ya de hecho hay aquí un problema, pues el pensamiento de la modernidad no nos ha pertenecido, más aún, América Latina se ha fabricado como algo desplazado de la modernidad. Como forma de pensar, la modernidad fue asumida por muchos intelectuales latinoamericanos como un punto de llegada y no como la justificación de la colonialidad del poder (Walsh, 2002: 2).

    Para argumentar la anterior afirmación, nos apoyamos en Mignolo quién señala que el conocimiento no es algo abstracto y deslocalizado, para el caso del deporte siempre tenemos que la historia nos ha venido desde los griegos, los ingleses y luego los estadounidenses. Esto es, que para el deporte también en términos de conocimiento, existen unos centros de poder que imponen su dominio sobre regiones subalternas. Somos consumidores de una amplísima literatura que adquiere autoridad científica según el país de origen. Estados Unidos lo que tiene que ver con el Fitness y el deporte de rendimiento; España, teoría de la educación física escolar; Alemania, teoría del entrenamiento; Canadá y Estados Unidos, recreación y parques. El conocimiento producido en el deporte, no es universal sino que está marcado por la diferencia colonial. De allí que una mirada desde la interculturalidad nos puede ayudar a comprender las prácticas deportivas o no, que han sido subordinadas por la colonialidad del poder y los conocimientos occidentales.

    El deporte como una estrategia económica importante opera como la economía misma, esto es, que no tiene un lugar de funcionamiento como territorio, sino que funciona como un juego de redes desde donde se opera la colonialidad del poder. En el deporte como en la economía existen organismos transnacionales que controlan los flujos financieros y la reglamentación deportiva al modo de los organismos multilaterales financieros (Altuve, 2002).

    La tarea del pensamiento crítico es la descolonización intelectual que debe conducir a la descolonización política, ética y económica (Walsh: 17). En esta dirección existen una serie de autores latinoamericanos preocupados por el pensamiento crítico, que vienen generando una escuela que reivindica la autonomía como continente, pero desde una comprensión que reconoce los aportes de pensadores de otras latitudes, mas sin embargo, rescata un pensamiento propio gestado en las entrañas mismas de nuestra particularidad, la condición de continente colonia antes, y hoy bajo una nueva estrategia de dominación.

    Lo que se quiere señalar es que nuestra realidad debe leerse desde nuestros ojos y no bajo la lente de otros, aun cuando su mirada sea crítica. Está claro que precisamos revertir la mirada occidentalista de por ejemplo, clasificar a las comunidades indígenas y afrocolombianas como minorías, descriptor que en si mismo encierra la exclusión y la marginación, consecuencia de un pensamiento etnocéntrico (y racista), que denigra de lo fronterizo, de lo periférico, como son las comunidades que no encajan en su estructura geopolítica.

    Grupos poblacionales originarios que han sido invisibilizados por la fuerza del poder colonial, en sus formas de pensar, sentir, explicar y vivir, pues su pensamiento no se ajusta a los cánones de un pensamiento avalado y permitido desde la colonialidad del conocimiento.

    Estamos hablando de una mirada al deporte que pase por el filtro de la interculturalidad, que no es sólo el reconocimiento y la inclusión social desde lo diverso que somos en las maneras de pensar y actuar, sino que comporta el reconocimiento introducido por la diferencia colonial en lo económico, lo político, lo ético y lo epistémico, esto es por una distribución real del poder. Esto implica abordar el fenómeno deporte o su equivalente desde los conocimientos indígenas y afrodescendientes, que aunque con el derecho de existir en igualdad de condiciones con el deporte institucionalizado, son subordinados por la colonialidad del conocimiento, como expresión de la colonialidad del poder.

    ¿Acaso no será el deporte el nuevo diseño global, con el cual se busca desde su difusión como valor ético, ocultar la potencialidad económica y militar que le subyace? ¿Cómo fundar un pensamiento crítico desde el deporte como una critica sin garantías, como lo sugiere Mignolo? (Wash, 2002: 21).

    La perspectiva crítica latinoamericanista propicia una mirada al conocimiento desde la doble relación sujeto de conocimiento–sujeto a conocer o comprender (Mignolo, 2002: 206). Se reivindica así una epistemología que elimina la diferencia, denunciando la diferencia colonial. Podemos entender como con el discurso del deporte se han subalternizado otras prácticas o manifestaciones más ligadas a nuestro trasegar histórico como pueblo.

    Queda por indagar y seguir profundizando sobre los rasgos de la dominación y la subalternidad que se producen o reproducen desde el deporte como manifestación de la modernidad/colonialidad o, para estos momentos, de pos-modernidad/pos-colonialidad. Esta es la gran tarea.

Notas

  1. Bebida a base de maíz, consumida por los muiscas.

  2. “… un campo puede ser definido como una red o una configuración de relaciones objetivas entre posiciones. Estas posiciones están objetivamente definidas, en su existencia y en las determinaciones que imponen sobre sus ocupantes, agentes o instituciones, por su situación presente o potencial (situs) en la estructura de distribución de especies del poder (o capital) cuya posesión ordena el acceso a ventajes específicas que están en juego en el campo, así como su relación objetiva con otras posiciones (dominación, subordinación, homología, etcétera)” (2005: 150).

Bibliografía

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revista digital · Año 13 · N° 125 | Buenos Aires, Octubre de 2008  
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