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Educar al alumnado en el respeto hacia sus compañeros a través del deporte: un deber moral y legal del docente de Educación Física

 

Doctorando en Ciencias de la Actividad Física y del Deporte

Licenciado en Ciencias de la Actividad Física y del Deporte

Diplomado en Maestro: Educación Física

Universidad Autónoma de Madrid

Andrés Montero Gómez

andresmontego@hotmail.com

(España)

 

 

 

Resumen

          Un docente debe tener muy claro un concepto para poder enseñarlo con claridad meridiana a su alumnado. Del mismo modo ocurre cuando quiere enseñar un procedimiento. Esta es una realidad docente en la actualidad. Para ello hay carreras universitarias que se encargan de formar a los futuros maestros y profesores en las diferentes materias.

          Sin embargo, tras la observación de la acción docente de maestros y profesores de Educación Física, ésta impulsa a pensar que el docente evita “enseñar” valores (quizá porque ignore cómo hacerlo) al alumnado, lo que incita a plantearse una serie de preguntas; ¿el docente tiene claros los valores en los que debe educar a sus alumnos dentro del contexto escolar? Y si así fuera, ¿puede el docente educar en esos valores si él no los ha adquirido previamente?

          En este artículo profundizaremos en la necesidad de educar al alumnado en el respeto hacia los demás a través de las sesiones deportivas de la materia de Educación Física para paliar, entre otras cosas, situaciones vejatorias que se producen actualmente en los centros educativos. La necesidad de educar en este valor en la escuela se sustenta sobre dos pilares fundamentales: el primero alude a un argumento moral tan sólido como el del respeto a la dignidad humana y el segundo a la obligatoriedad del docente de cumplir unas leyes educativas y sociales establecidas a nivel nacional (en España) e internacional.

          Palabras clave: Deporte. Educación deportiva. Educación en valores. Respeto hacia los demás.

 
http://www.efdeportes.com/ Revista Digital - Buenos Aires - Año 13 - N° 125 - Octubre de 2008

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Las cosas que debemos aprender antes de hacerlas,

las aprendemos mejor haciéndolas;

nos volvemos justos ejecutando actos justos,

moderados ejecutando actos moderados,

valientes ejecutando actos valientes […]

Aristóteles

Introducción

    En algún momento de nuestra vida hemos presenciado cómo otras personas hacían trampas, engañaban a otros o intentaban aprovecharse de alguien más débil. Estos hechos se dan cotidianamente en la sociedad. Pero estos hechos son verdaderamente preocupantes cuando se observan en futuros docentes durante la formación universitaria.

    Es entonces cuando nos debemos preguntar cómo estas personas, que serán futuros docentes, podrán educar a sus alumnos/as. Debemos plantearnos si éstos/as son realmente conscientes de lo que significa educar y de las repercusiones que esta tarea acarrea, tanto positivas como negativas, en el desarrollo de cada una de las “personitas” que llegarán a ser “educadas” por estos/as docentes.

    El currículo educativo español prescribe que se deben desarrollar los valores en el alumnado a través de las materias escolares. Sin embargo, dejando la teoría a un lado y profundizando en la práctica docente, entendemos que esto no es tan sencillo como enseñar un contenido conceptual o procedimental. ¿A qué se debe esta complejidad?

    Es evidente que para enseñar un concepto, primero se ha de conocer ese concepto, o para enseñar un procedimiento es importante conocer ese procedimiento. De la misma manera, y continuando con este razonamiento lógico, para que un docente desarrolle un valor en su alumnado, debe conocer ese valor, profundizando en el mismo para que su desarrollo sea positivo, tanto para el individuo como para la sociedad en la que se desenvuelve.

    Pero, ¿hasta qué punto los docentes son conscientes de esta afirmación? ¿El problema radica en esta falta de conocimiento de los docentes acerca de cómo desarrollar una serie de valores en su alumnado? Si es así, ¿qué provoca ese desconocimiento? Estas preguntas nos surgen de, tras la observación de la práctica de varios docentes de Educación Física, la comprobación de que éstos/as (los que observamos) eludían el desarrollo de valores en sus discentes y que incluso alguno de ellos (de los docentes) se pronunciaban con una terminología irrespetuosa y peyorativa hacia algunos/as de sus alumnos/as.

    A lo largo de nuestra vida aprendemos cómo debemos actuar en cada uno de los contextos en los que nos desenvolvemos. Así vamos aprendiendo unos “esquemas de acción” que pondremos en práctica en los diferentes ámbitos en los que nos encontremos. Estas concepciones de cómo actuar las aprendemos de aquellas personas que en algún momento de nuestra vida han sido un referente para nosotros. Así, nuestros padres, nuestros mejores amigos, algunos de nuestros profesores, nuestros ídolos, etc., marcarán nuestra forma de pensar, de actuar o incluso de vestirnos.

    Si los docentes, desde la escuela, actúan como meros trasmisores de contendidos conceptuales y procedimentales, sin dar importancia al desarrollo moral de sus alumnos/as, se les debe hacer reflexionar sobre la necesidad de llevar a cabo una verdadera educación con ellos/as para que se adapten a la sociedad multicultural y globalizada en la que les ha tocado vivir, lo que repercutirá positivamente en su desarrollo personal y social.

Deporte y respeto: conceptualizaciones

    Creemos necesario definir los términos sobre los que gira el artículo para concretar cada uno de ellos debido a las distintas concepciones que se tienen de éstos: el deporte y el respeto. En primer lugar, el término “deporte” tiene muchas acepciones debido a la dificultad que implica definir este concepto cambiante (Cagigal, 1981, en Hernández Mendo, 1999). Sin embargo, nosotros vamos a concretar y situar el deporte al que nos vamos a referir en este artículo. Este deporte es el que se debe ofrecer en los centros escolares, es decir, el que se debe utilizar como un medio (y no como un fin en sí mismo) para educar al alumnado.

    Nuestro artículo se centrará en la enseñanza del deporte que ofrecen los docentes de Educación Física a su alumnado dentro del ámbito escolar. Con éste, el docente debe realizar una educación deportiva, concepto que ya ha sido definido por Velázquez Buendía (2004:72) cuando expone que “cabe decir que la educación deportiva ha de tener por objeto intencional la formación de los alumnos y las alumnas como miembros de una ciudadanía capaz tanto de vivir con autonomía y responsabilidad en el ámbito de la cultura deportiva y de participar plenamente de ella, como de comprometerse de forma activa y crítica en la construcción y desarrollo de dicha cultura, dentro del marco de la sociedad democrática y del de los valores que ella comporta”.

    Como hemos precisado anteriormente, esta educación deportiva es la que debe realizar el docente de Educación Física en sus sesiones deportivas. No obstante, para conseguir tal propósito, se necesitan docentes cualificados para tal fin, que sean capaces de asumir esta función social que requiere su profesión para la que, como expone Gutiérrez Sanmartín (2003), muchos de ellos no están preparados.

    En segundo lugar, queremos concretar el valor “respeto”, otro de los conceptos sobre el que se basa este estudio. Éste es uno de los valores a desarrollar dentro del ámbito escolar según establece el currículo educativo español (artículo 1.c. del Título preliminar de la LOE). Pero el respeto puede desarrollarse como un valor personal (la imagen social de uno mismo que es respetada) o como un valor social (en el que prevalece el respeto a los demás - Gutiérrez Sanmartín, 1995). Este segundo caso es el que consideraremos en nuestro estudio.

    La educación en valores, dentro del ámbito escolar, y por ende la educación en el respeto hacia los demás, está amparada actualmente por diversas leyes nacionales e internacionales (LOE, 2006; Constitución Española, 1978; Declaración Universal de los Derechos Humanos, 1948). Ésta fue incluida en el sistema educativo español por medio de la Ley Orgánica de Ordenación General del Sistema Educativo (LOGSE), en 1990 (Quintana, 1997). Su inclusión en el currículo (la de la educación en valores) fue una propuesta ambiciosa que pretendía que se formase al alumnado integralmente desde la escuela, de manera que esto favoreciese su desarrollo personal y social. La Constitución Española (1978), en su artículo 27.2 recoge que “la educación tendrá por objeto el pleno desarrollo de la personalidad humana en el respeto a los principios democráticos de convivencia y a los derechos y libertades fundamentales”. Desde entonces, las leyes educativas en España recogen este principio constitucional.

    La reforma educativa de 1990 provocó un cambio conceptual respecto a los planteamientos conductistas de la Ley General de Educación de 1970” (Pérez Pueyo, 2008). Desde entonces, y hasta la actualidad, se ha considerado al alumno como una potencialidad que el docente debe explotar en todos sus ámbitos en función de las capacidades del primero (Pérez Pueyo, 2008).

    Actualmente, la Ley Orgánica 2/2006, de 3 de mayo, de Educación (LOE), en su preámbulo, expone que la educación es “el medio más adecuado para construir la personalidad del alumno, desarrollando al máximo sus capacidades, conformando su propia identidad personal y configurando su comprensión de la realidad, integrando la dimensión cognoscitiva, la afectiva y la axiológica”. Esta educación, como bien se refleja en la LOE, debe incluir la de los valores.

    En este sentido, llevando esta idea al ámbito de la Educación Física, hay autores que defienden que los docentes de esta materia deben llevar a cabo una educación en valores con su alumnado para, no sólo desarrollar el ámbito motor del mismo (Pérez Pueyo, 2008), sino la totalidad de la persona, incluyendo el ámbito moral (Barba Martín y Muriarte Solana, 2003). Esta materia es ideal, por sus características (interacción entre alumnos/as, situaciones reales de la vida, etc.), para educar en el respeto al alumnado, apoyándose en una de las corrientes más de moda en la sociedad actual y que está incluida dentro de dicha asignatura: el deporte.

El respeto, pilar educativo de la práctica deportiva

    A lo largo de la historia, el deporte ha sido considerado en función del papel que se le otorgaba socialmente en cada sociedad y época histórica. El deporte, como un elemento cultural, ha influido a su vez en la propia cultura. Partiendo de dos realidades actuales, por un lado, la del deporte como un aspecto profundamente integrado (Velázquez Buendía, 2001) e influyente (Velázquez Buendía, 2000) dentro de nuestra sociedad y, por otro lado, la de educar a la persona de manera integral en todos los ámbitos, incluido el moral, es necesario que dentro de la escuela se exprima al máximo la función educativa del deporte (Velázquez Buendía, 2000) para, aprovechando la certeza de la primera realidad social, conseguir la segunda a través del ámbito escolar.

    En este sentido, el docente puede intervenir desde la dirección de la práctica deportiva para conseguir una reproducción ideológica de los valores sociales predominantes o para establecer nuevas expectativas que lleven hacia una transformación social (Devís Devís, 1996). Por lo tanto, partiendo del deporte como un medio con una función educativa, podemos seguir dos caminos: utilizarlo como agente de reproducción social o transformador social.

    El deporte en las primeras edades, dentro y fuera del ámbito escolar, no debe tener un fin en sí mismo sino ser un medio para educar (Gutiérrez Sanmartín, 1998), teniendo en cuenta su alta función educativa. Pero tampoco debemos olvidar que quien favorece que se consigan, o no, los objetivos propuestos es la persona que dirige esa práctica deportiva (Arnold, 1991; Seirul.lo, 1992; Velázquez Buendía, 2000). Es decir, podremos utilizar el deporte como un buen o mal medio educativo, teniendo consecuencias muy diferentes en uno y otro caso.

    Siguiendo con esta idea, Arnold (1991) citando a Huxley (1969), afirma que como cualquier otro instrumento inventado por el hombre, el deporte puede utilizarse con buenos y malos propósitos: bien aplicado puede estimular un sentimiento de juego limpio y el respeto por las reglas y el rival, un esfuerzo coordinado y la subordinación de los intereses personales a los del grupo. Sin embargo, mal utilizado puede estimular la vanidad personal y la del grupo, el deseo de victoria y el odio a los rivales e incluso intolerancia.

    Por ello, consideramos necesario desarrollar una serie de valores a través del deporte que cambien los valores negativos que se están implantando en la sociedad actual como la competitividad insana, el culto al cuerpo que en casos extremos ocasionan patologías psicológicas (anorexia, vigorexia, etc.), triunfar por encima de todo, etc., y reproducir o reconducir los valores positivos que, por supuesto, también están presentes como la actitud crítica, el esfuerzo, etc.

    La función educativa del deporte debe aprovecharse para educar en una serie de valores positivos que ayuden a la formación del alumnado. Estos valores no sólo se deben desarrollar en el alumnado en la práctica deportiva, como jugadores, sino también a través de la reflexión, el debate, etc., educándoles como consumidores de productos, servicios y espectáculos deportivos. Por ello, el docente de Educación Física, además de actuar como orientador en los conflictos cuando éstos surgen en las sesiones de clase, debe planificar una serie de actividades y estrategias que favorezcan el desarrollo de los valores en su alumnado.

    Entendemos, pues, que el papel del docente de Educación Física debe orientarse hacia la educación de las personas en todos sus ámbitos, incluyendo el de los valores. Así lo refleja el currículo educativo español en el preámbulo de la Ley Orgánica 2/2006, de 3 de mayo, de Educación (LOE) cuando expone que se debe “proporcionar a los jóvenes una educación completa, que abarque los conocimientos y las competencias básicas que resultan necesarias en la sociedad actual, que les permita desarrollar los valores que sustentan la práctica de la ciudadanía democrática, la vida en común y la cohesión social, que estimule en ellos y ellas el deseo de seguir aprendiendo y la capacidad de aprender por sí mismos” (BOE, nº 106, 2006, p. 17160). Acogiéndonos al dictamen de la LOE, la acción docente, por lo tanto, implica no sólo la enseñanza de los contenidos propios de la materia, sino también la programación de estrategias, actividades, etc., para desarrollar valores en su alumnado.

    En este sentido, entre otras materias, se asigna a la Educación Física, como parte integrante de dicho currículo, y, por ende, al/a docente que la imparte, la obligación de alcanzar dicho objetivo. Desde esta perspectiva, la materia de EF se convierte en un medio a través del cual los docentes pueden (y deben) transmitir y promover una serie de valores, entre ellos, el respeto, que fomenten una activa participación del alumnado en la mejora diaria y paulatina de la sociedad. Sin embargo, podemos plantearnos cuestiones como, ¿los docentes de Educación Física tienen la formación suficiente como para educar en valores en general, y el respeto en particular? ¿Tienen estrategias como para ser competentes en la educación en el respeto? ¿Orientará a los alumnos/as cuando surja un conflicto por faltarse al respeto los propios alumnos/as, o utilizará el castigo para resolverlo?

    Los valores en los que se debe educar al alumnado desde la escuela, y por ende, desde la materia de Educación Física como elemento constituyente de la misma, ya vienen recogidos por el currículo educativo español (artículo 1.c. del Título preliminar de la LOE), entre los que se incluye el respeto. De esta manera, la práctica deportiva en la materia de Educación Física debe servir a los docentes para, además de enseñar deportes, desarrollar una serie de valores en el alumnado que le haga partícipe en la mejora diaria y paulatina de la sociedad, llevándose a cabo, por consiguiente una verdadera educación deportiva (Velázquez Buendía, 2004). Por eso, a través del deporte, debemos intentar transmitir, además de los conocimientos teórico-prácticos del deporte (táctica, técnica y reglamento) como establecen los objetivos propios del área, las bases propias para una educación moral y cívica que nos hagan cumplir los objetivos de tipo moral expuestos en el marco general de la LOE.

    Consideramos pues, que a través del deporte, el docente de Educación Física debe educar en la adquisición de una serie de valores en el alumnado como: el desarrollo de actitudes de cooperación y autonomía, responsabilidad y respeto a las normas y a los demás, tolerancia, esfuerzo para la autosuperación y actitud crítica y reflexiva ante situaciones cotidianas personales y colectivas.

El docente de EF, piedra angular de la educación deportiva

    Los docentes tienen una responsabilidad social con la que han de comprometerse. Deben analizar sus acciones docentes para llevar a cabo una educación de calidad. Esta calidad en la educación se reflejará de forma directa en el desarrollo integral de los alumnos/as, necesario (este desarrollo) en una época de constantes cambios debidos a la pluralidad cultural, religiosa, etc., en todos los ámbitos sociales, entre los que incluimos el escolar y, dentro de éste, por supuesto, el de la materia de Educación Física. Los docentes de Educación Física deben contribuir en la consecución del aumento de la calidad de la educación que se imparte en la escuela, pero para ello deben conocer qué hacer, cómo hacer, para qué y por qué hacerlo.

    Desde la materia de Educación Física, el docente no sólo debe desarrollar el ámbito motriz (Pérez Pueyo, 2008), sino la totalidad de la persona, incluyendo también los ámbitos cognitivo, afectivo, moral, político y espiritual. En este sentido, en la materia de Educación Física los alumnos/as interaccionan con compañeros/as que son de diferentes culturas y religiones, que tienen distintas capacidades, etc. Por ello, consideramos esta asignatura un medio excelente para que el docente eduque a los discentes en el respeto a los propios compañeros/as, a sus diferencias (Carranza y Mora, 2003). El respeto al pluralismo es uno de los principios en los que se basa la Declaración Universal de los Derechos Humanos (1948). Por lo tanto, el respeto a los demás es considerado como un valor universal. En éste (y en otros) debe educarse a los ciudadanos (de cualquier país) dentro de los ámbitos en los que se desenvuelven, entre ellos, la escuela.

    De esta manera, con la ayuda del docente en el papel de orientador de las reflexiones individuales y grupales sobre el respeto hacia las diferencias interpersonales de los alumnos/as de clase, estos últimos podrán ser capaces de realizar un análisis constructivo de los demás, de sus creencias y opiniones, de manera que se les ofrezca un modelo más rico en posibilidades, experiencias y conocimientos en el que desarrollar este valor. Como apunta Escámez (1996, en Gutiérrez Sanmartín, 2003), “las instituciones educativas, principalmente la escuela, deben plantearse, en una época de confusión valorar, ayudar a los jóvenes a identificar y clarificar sus propios valores para que tomen decisiones auténticamente suyas”. Para ello, el docente debe tener muy claro en qué valores va a educar a su alumnado, cómo lo hará, por qué y para qué, para poder desarrollarlos en su alumnado. Sin embargo, debemos plantearnos una pregunta al respecto, ¿están los docentes suficientemente formados para educar en valores (entre ellos el respeto) a su alumnado? En este sentido, Gutiérrez Sanmartín (2003: 29) expone que los valores no se desarrollan en la escuela porque “el problema radica en que muchos de los educadores desconocen cómo desarrollar los valores (entre ellos, el respeto hacia los demás) y la forma de potenciarlos”.

    Todos los valores en general y, el respeto en particular, se desarrollan en la persona a través de la práctica en todos los ámbitos en los que se interactúa con otras personas (familia, colegio, deporte, etc.). Por lo tanto, entendemos que lo relevante en el desarrollo del respeto es que exista riqueza en las relaciones de convivencia y comunicación que se producen entre las personas. De esta manera, el docente de Educación Física debe ofrecer situaciones de este tipo en sus sesiones de clase si pretende desarrollar este valor en su alumnado (recordemos la cita de Aristóteles al inicio de este artículo).

    En un estudio realizado por Marín (1987, en Gutiérrez Sanmartín, 2003), el valor del respeto hacia los demás es considerado como uno de los valores sociales cuya importancia se destaca en un gran número de países. En otro estudio realizado por Frost y Sims (1974, en Gutiérrez Sanmartín, 2003), se recogieron los valores que según los profesionales del ámbito, debían desarrollarse a través de la Educación Física y deportiva, entre los que se encuentran el respeto por las diferencias culturales, el respeto por los puntos de vista diferentes a los propios, el respeto a los adversarios y el respeto a las decisiones de los árbitros, es decir, el respeto hacia los demás (Gutiérrez Sanmartín, 1995).

    Entendemos, y por eso planteamos la necesidad de desarrollar el respeto en el deporte dentro de la materia de Educación Física, que este valor es la base de una convivencia social cívica en la que, si todas las personas se respetasen no se atentaría contra la dignidad humana, realidad que está presente en muchas zonas geográficas y ámbitos de la vida en general (esclavitud, discriminación por razones de sexo, religión, etc., menosprecio, asesinatos, vejaciones, etc.). En este sentido, a través del deporte en la materia de Educación Física y con el profesor como orientador en el desarrollo de este valor en los alumnos/as, éstos/as pueden aprender a respetar las normas del juego (extrapolable a las leyes en la sociedad) y a las personas que juegan con y contra él en ese deporte (aplicable a las personas que le apoyarán y “lucharán contra él” en la realidad social).

    Más allá de cómo concibe cada profesor el valor del respeto, éste puede valorar unos mínimos que se manifiestan en la relación entre los alumnos/as como son la forma de hablar y de actuar del alumnado (sin humillar, sin insultar ni menospreciar) ante las capacidades y limitaciones de los demás, etc., lo que las convierte en conductas necesarias para establecer una respetuosa y constructiva convivencia en el ámbito escolar en particular, y en el ámbito social en general. En este sentido, entendemos que un buen trabajo del docente sobre el valor del respeto del alumnado puede ayudar a neutralizar ciertas situaciones vejatorias o discriminatorias que se producen actualmente en el ámbito escolar (abuso de poder, bullying, etc.), las cuáles también se reflejan en el ámbito social.

Conclusiones

    Nunca se producirá una educación integral del individuo a través del deporte en las sesiones de Educación Física mientras los docentes sólo enseñen contenidos conceptuales y procedimentales y eviten una educación en valores del alumnado. Los docentes en general y los de Educación Física en particular tienen el deber no sólo moral, sino también legal, de llevar a cabo dicha educación en valores en su alumnado para que éste alcance una autonomía moral que le permita resolver los problemas que se le puedan presentar a lo largo de su vida apoyándose en unos principios éticos que le permitan evolucionar positivamente tanto en el ámbito personal como en el social.

    Debemos entender que el deporte no tiene unos valores educativos inherentes, sino que es la persona que dirige esa práctica deportiva la que otorga una serie de valores (o contravalores) al mismo. Es por esto, por lo que los docentes de Educación Física, como profesionales de la educación, deben reflexionar acerca del deporte que proponen en sus sesiones de clase y orientarlo hacia una función con perspectiva educativa, en la que los valores sean importantes como un fin tanto como los elementos estructurales lo sean como un medio.

    El docente no debe utilizar el deporte como un fin en sí mismo, es decir, como una mera enseñanza de los elementos estructurales del mismo (táctica, técnica y reglamento), sino como un medio para educar a su alumnado, pues el fin que se persigue en la escuela es el de educar personas y no el de formar deportistas. La continua interacción que se produce entre los deportistas en su práctica deportiva produce disputas, enfrentamientos, problemas, etc. (algo que vemos en el día a día, no sólo en el deporte profesional). Lejos de huir o evitar estas situaciones en las sesiones deportivas de Educación Física, el docente debe utilizarlas como un instrumento más con el que educar a su alumnado en el respeto hacia los demás.

    El docente de Educación Física debe plantear situaciones y desarrollar estrategias en las sesiones deportivas con las que el alumnado perciba como necesario el respeto hacia las opiniones, costumbres, ideas, etc. de los demás compañeros/as. Por ello, el docente debe asumir su rol de orientador, guiando las opiniones y argumentos que se esgrimen en el grupo de clase y que éste (el grupo de clase) entienda que debe respetar al resto de compañeros/as sin imposiciones de una persona con autoridad, representada en este caso, por el docente.

Bibliografía

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revista digital · Año 13 · N° 125 | Buenos Aires, Octubre de 2008  
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