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Coeducar, un reto familiar y escolar

 

*Maestra de Educación Infantil, Habilitación PT

Licenciada en Psicopedagogía

**Maestra de Educación Física y Licenciada en Psicopedagogía

Facultad de formación del Profesorado

Las Palmas de Gran Canaria.

Colegio Concertado Mª Auxiliadora. Las Palmas de Gran Canaria.

Vanessa Cidoncha Falcón*

vanessacidoncha@hotmail.com

Erika Díaz Rivero**

erikasport@hotmail.com

(España)

 

 

 

Resumen

          La coeducación sigue siendo problemática tanto para por el profesorado como para las familias. Una de las vías que podría solventar dicho problema es el papel de la educación en una sociedad sexista con el objetivo de corregir dichos patrones. No obstante, los medios de comunicación, la cultura y las costumbres propias del lugar, también contribuyen a favorecer la coeducación.

          Palabras clave: Familia. Escuela. Cooperación. Integración. Estereotipos sexuales. Igualdad de género.

 
http://www.efdeportes.com/ Revista Digital - Buenos Aires - Año 13 - N° 124 - Setiembre de 2008

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    ¿Utilizamos con frecuencia expresiones como,”esto es cosa de niñas”, “los hombres no lloran”, “eres una princesa, “eres un machote”? ¿Nos preocupa ver jugar a nuestro hijo con una muñeca o a las casitas, o tememos que nuestra hija pierda o deteriore si sensibilidad y su ternura si juega al fútbol? ¿Pensamos en un balón o en un mecano si hemos de hacer un regalo a un niño y en un juego de cocina, platitos y tacitas si retrata de una niña? ¿Qué podemos hacer desde la familia y el colegio para evitar una situación de desigualdad entre la niña y niño?

    Debemos reconocer que tanto en el ámbito familiar como en el escolar estamos transmitiendo una cultura, unos valores y unos modelos en base a la diferencia entre el hombre y la mujer, pero tenemos que luchar para que esta transmisión basada en la diferencia entre sexos no llegue a transformarse en desigualdad. Sin embargo, hemos de preguntarnos si estamos preparados los padres y madres, los profesores y profesoras, en definitiva los educadores y educadoras de hoy, para llevar a cabo nuestra labor de formadores sin caer en tópicos o modelos que de alguna manera potencien esa desigualdad. Sin duda esto supone un gran reto, pero ahora más que nunca podemos contar con las condiciones necesarias para que se produzca un cambio de mentalidad y actitud que repercuta en acciones positivas que favorezcan la igualdad entre sexos.

    Nuestra sociedad responde al modelo del sistema patriarcal por el que se otorga al hombre el privilegio y el papel dominador como miembro del centro hegemónico. El hombre se constituye en el centro de todas las cosas (androcentrismo) mientras que la mujer, en base a su supuesta inferioridad, es relegada a un lugar periférico. El hombre lucha por mantenerse en los espacios sociales desde los que se ejerce el poder intentando perpetuarse en él. Este sistema de dominación masculina implica un sistema ideológico y de prácticas capaces de actuar como legitimador de la supremacía masculina. Así este sistema justificará la situación de la mujer, el porqué no goza de la misma situación que el hombre, e intentará consolidar la situación de marginación y desigualdad de aquella. Una consecuencia de este androcentrismo en el plano educativo sería la escasa o nula presentación de modelos de referencia con los cuales puedan identificarse las chicas o el prejuicio de que determinados aspectos o actividades tienen un marcado carácter masculino ya que los chicos son más capaces, más aptos, y han sido siempre sus promotores y protagonistas; mientras que a las chicas se les presentan como algo ajeno, alejado de los valores que tradicionalmente por razón de su sexo se le han atribuido.

Los hechos biológicos no coinciden con los hechos sociales

    Si tomamos como punto de partida un dato evidente, este sería que los hechos biológicos no coinciden con los hechos sociales. Así las diferencias entre hombre y mujer desde un punto de vista biológico son claramente indiscutibles, sin embargo ello no implica capacidades, aptitudes o actitudes diferentes entre los individuos. El sexo es una categoría biológica, así en base a las diferencias fisiológicas y morfológicas de agrupa a los seres humanos en hombre y mujeres o en machos y hembras como sucede en general con todos los seres vivos. Como vemos el término “sexo” se reserva para la descripción de la diferencia biológica pero no determina necesariamente los comportamientos. Lo que confiere comportamientos o personalidades distintas es el género, y el género es una construcción sociocultural, es decir un conjunto de normas diferencias `para cada sexo. Estas normas son las que rigen los comportamientos personales desde los primeros momentos de nuestra existencia (acaso no pensamos en un vestidito rosa o en uno azul para el bebé que va a nacer según sea niño o niña). Según el género cada sociedad otorga a las mujeres y hombres diferentes roles, características intelectuales y emocionales. Por tanto el término “género” designa lo que en cada sociedad se atribuye a cada uno de los sexos.

    Los códigos de género no son ni mucho menos estables, están sujetos a variaciones o variables como la época, la pertenencia aun país o a otro, la religión, la raza, la clase social, los cambios demográficos, la moral sexual, la división del trabajo, la incorporación de la mujer al mundo laboral… así por ejemplo mientras que en el mundo occidental la construcción de viviendas y obras públicas es tarea de hombres en algunos países de Asia, como sucede en la India, la mujer desempeña un papel más importante; o mientras que en Europa es generalmente la mujer la encargada de la cesta de la compra, en algunos pueblos musulmanes son los hombres los que realizan esta labor al tener las mujeres restringido el acceso a los espacios públicos ; o si bien durante miles de años la mujer ha tenido un importante papel en las labores agrícolas hoy en día es difícil ver a una de ellas conduciendo un tractor. Por tanto los modelos de género son inestables y tendrán que ser redefinidos según las diferentes variables. El único límite para estos modelos es el de la función reproductora.

Roles y estereotipos

    A partir del género se establecen los roles y estereotipos sociales a hombres y mujeres. El rol o papel social, son los atributos y comportamientos esperados de las personas en razón de su sexo; el estereotipo es la imagen o idea aceptada comúnmente por un grupo, es el conjunto de creencias elaboradas a partir de los supuestos atributos considerados como propios de la mujer y el hombre. El rol marca las acciones del individuo mientras que el estereotipo establece las opciones.

    El término “sexismo” se utiliza para designar que introducen desigualdad y jerarquización en el trato que reciben las personas en razón de su sexo. Hoy por hoy, se mantienen muchas formas de discriminación, que se ven y aceptan como normales, apoyándose en la transmisión de roles y estereotipos… así, los roles tradicionalmente femeninos son los derivados de las funciones propias de la maternidad, cuidado de los niños, mantenimiento del mundo doméstico (tareas del hogar, limpieza, planchar, comprar…) o como complemento del hombre. Los roles masculinos se desprenden del sostenimiento económico de la familia y del orden social (trabajo, profesión, política, actividades extrafamiliares…). Como vemos, según los roles aplicados a mujeres y hombres, aquéllas quedan relegadas al mundo doméstico, privado, mientras que a éstos se les reserva el mundo público. Este reparto de funciones además de ser discriminatorio lleva implícito la minusvaloración del trabajo femenino frente al masculino. Sin embargo, cuando se menciona alguna actividad entendida como propia de la mujer o perteneciente a su ámbito cada vez menos se hace con carácter despectivo, quizás la norma sea ahora el silencio más que el menosprecio explícito, ya mal considerado.

    En cuanto a los estereotipos vemos que se les atribuyen rasgos y valores bien diferentes según se apliquen a hombres o mujeres. Los rasgos y valores considerados tradicionalmente masculinos son la fuerza, inteligencia, razón, agresividad, espíritu emprendedor, autoridad, dominio, tenacidad, apetencia sexual…; mientras que los femeninos son ternura, espontaneidad, intuición, debilidad, sensibilidad, sumisión, pasividad, abnegación, menor apetencia sexual…

    El rol o papel social y el estereotipo suponen ya un punto de partida distinto para el hombre y la mujer, para el niño y la niña ya que se les considera desde el primer momento poseedores de unos rasgos, valores, cualidades, actitudes y aptitudes estimados o desvalorados socialmente. Sobre ellos se ejerce un proceso de socialización diferencial por el que las personas desarrollan aquellas actitudes y comportamientos considerados adecuados a los roles de sexo y género.

Coeducar, tarea familiar y escolar

    La familia y el colegio deben evitar reproducir los estereotipos y roles sociales. Debemos ofrecer una educación que partiendo de la realidad concreta de dos sexos diferentes no potencia la desigualdad entre ellos. Evitemos colocar desde el primer momento la etiqueta “Chica”, que a éstas se les den más calor, afecto y protección a que a aquellos; que a los chicos se les permita y fomente que sean más ambiciones para ellos que para ellas; que a los chicos s eles anime y estimule a conquistar más espacios mientras que a las chicas les ponemos más barreras en la toma de posesión de esos mismos espacios o no potenciemos sus iniciativas. Recordemos que la temprana adscripción a uno u otro género supone la asociación de identidad del niño o la niña a una serie de creencias y comportamientos estereotipados independientemente de las aptitudes, actitudes y cualidades personales de cada uno.

    Los primeros años de desarrollo personal, afectivo, madurativo, formativo… están marcados por una gran receptividad en los que se forman, aprenden y adquieren gran número de hábitos, conductas, aptitudes y actitudes que no se modificarán posteriormente sin dificultad. De ahí la importancia de que en estos primeros años y primeras etapas educativas (infantil, primaria) la formación recibida no esté condicionada por estereotipos sexistas. Así debemos organizar nuestra tarea educativa, tanto en el ámbito familiar como escolar, de tal forma que al mismo tiempo que amplíe los campos de experiencias de niños y niñas, lo que les proporcionará seguridad y les ayudará en la resolución de problemas, fomente una verdadera igualdad y otorgue las mismas posibilidades a ambos sexos.

    La práctica educativa así entendida es lo que llamamos coeducación, es decir, ayudar al niño y la niña, al chico y chica, a los jóvenes a que desarrollen todas las capacidades y aptitudes personales independientemente del sexo al que pertenecen; educar a unos y otros considerándolos con igualdad de derechos y oportunidades, sin diferenciar los mensajes en función del sexo.

Colegio y coeducación

    La implantación de la escuela mixta en España a partir de 1970 supuso un gran paso hacia delante en la educación de la mujer, pero no ha sido suficiente para superar los roles y estereotipos de nuestra sociedad que sigue adjudicando comportamientos, tareas, profesiones, expectativas; diferentes a hombres y mujeres. Cada vez son más las mujeres que llegan a puestos de responsabilidad, pero las posibilidades de que una mujer los alcance son menores a las de los hombres. Hoy podemos ver cómo se establecen porcentajes sobre el número de mujeres que encabezan listas electorales o deben ocupar cargos que implican importantes tomas de decisiones, esto supone un gran avance en relación a épocas pasadas pero aún está lejos de alcanzar una verdadera igualdad, en la que no son necesarios los tantos por ciento, donde la diferencia vendrá sólo marcada por la valía, preparación, capacidad… de cada uno, independientemente de sí se es hombre o mujer.

    Aunque la escuela mixta está generalizada, la coeducación es una asignatura pendiente. El hecho de que niños y niñas se eduquen bajo un mismo techo, sea familiar o escolar, no conduce necesariamente a la coeducación. El que los y las jóvenes acudan a los mismos colegios, estén en las mismas aulas, aprendan los mismos contenidos…, no implica que estén recibiendo una educación, partiendo de la realidad de dos sexos diferentes, en igualdad de derechos y oportunidades, y con un trato no discriminatorio. Cabría preguntarse si lo que de verdad ha logrado la educación mixta no habrá sido la implantación de un modelo, acorde con la sociedad, que valora determinadas capacidades y actitudes consideradas como masculinas en detrimento de aquellas otras clasificadas como femeninas.

    Los colegios están, inmersos en una sociedad donde se dan comportamientos sexistas (infravaloración de lo doméstico, más dificultades de trabajo para la mujer, utilización de la mujer en publicidad) por lo que sería difícil defender que la educación, en mayor o menor medida, no está influenciada por estos comportamientos o que en el sistema educativo no exista una supremacía de los valores masculinos. Los alumnos y alumnas cuando asisten por vez primera a un centro ya vienen con una primera sociabilización en consonancia con los estereotipos.

    “Coeducar es educar a unas y otros considerándolos con igualdad de derechos  y oportunidades sin diferenciar los mensajes en función del sexo

    Uno de los objetivos prioritarios de todo centro ha de ser el desarrollar una pedagogía de la igualdad donde alumnas y alumnos desarrollen sus potencialidades sin discriminación alguna; una pedagogía que sea favorecedora de acciones positivas, entendidas estas como acciones preferenciales encaminadas a compensar los efectos de la discriminación, que proporcionen un adecuado desarrollo personal y social. La LOGSE, al amparo de nuestra Constitución, que prohíbe cualquier discriminación por razón de sexo, completa la filosofía de la igualdad de oportunidades y coeducación, hace referencia a la no discriminación, a la identidad personal, superación de estereotipos, utilización de un lenguaje no sexista. Todo centro habrá de revisar su funcionamiento, tanto a nivel del curriculum explícito, es decir el nivel pedagógico de lo visible, de lo denotado; como del curriculum oculto, o sea, de aquellos mensajes que sin ser manifiestos van asociados de manera valorativa a la dinámica del aula, a las expectativas del profesorado respecto del alumnado, a lo que se enseña, se actúa, se ejemplifica, se lee…, y que en muchas ocasiones aplicamos de forma inconsciente. Los alumnos y alumnas pueden captar los mensajes emitidos según estos dos niveles.

    La coeducación no es una nueva asignatura que se añade al currículum. Tampoco es incluir o añadir a cada área diferentes contenidos, sino dar otro planteamiento a cada una de ellas para que a través de conocimientos y conceptos lleven un cambio de actitudes en la vida de cada alumna y alumno y trascendencia a su vida social y afectiva. Además, el y tratamiento del tema de la igualdad de oportunidades de ambos sexo no tiene por qué limitarse a las áreas, siendo más apropiado un planteamiento más global o de carácter interdisciplinar. Se trata de un eje transversal que debe recorrer todas las áreas.

    Como educadores en general, tanto desde nuestra dimensión de padre-madre o profesor-profesora, nos debemos preguntar, desde nuestra realidad y contexto en el que vivimos, cuál es nuestro proyecto educativo, para qué educamos. La respuesta a esta pregunta marcará los criterios que guíen el qué, cuándo, cómo y dónde enseñar. Todo sistema educativo debe permitir la formación plena de los alumnos y alumnas de tal forma que les permita conformar su propia identidad y construir una concepción de la realidad desde su conocimiento y su valoración moral o ética; así podrán ir levantando sus proyectos de vida, despertando al verdadero sentido de está; podrán analizar, repensar y criticar la sociedad de manera creativa; podrán ser protagonistas de su propio futuro y del futuro colectivo desde la valoración positiva que supone inmundo plural y complejo, y desde el convencimiento de que los “otros” o las ”otras” por el hecho de ser diferentes no son inferiores.

Bibliografía

  • CREMADES, Mª (1991). Materiales para coeducar. MARE NOSTRUM. Madrid.

  • URRUZOLA, María José (1995). Introducción a la filosofía coeducadora. MAITE CANAL. Bilbao.

  • URRUZOLA, María José (1991). ¿Es posible coeducar en la actual escuela mixta? Una programación curricular de aula sobre las relaciones afectivas y sexuales. MAITE CANAL. Bilbao.

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