El valor pedagógico de los deportes alternativos | |||
Profesor de Deportes Alternativos. Departamento de Educación Física. Universidad de Las Palmas de Gran Canaria. Profesor de Educación Física. I.E.S. José Frugoni Pérez. |
Dr. José Mario Hernández Pérez jmhernandez@def.ulpgc.es (España) |
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http://www.efdeportes.com/ Revista Digital - Buenos Aires - Año 12 - N° 114 - Noviembre de 2007 |
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Introducción
Cuando contemplamos un partido de ultimate o de balonkorf hay algo en el desarrollo de su situación motriz que nos llama poderosamente la atención, si bien explicitar las razones de esa atracción no resulta fácil. Teniendo en cuenta que tras 300.000 años de existencia como especie no nos hemos puesto de acuerdo de manera unánime sobre lo que definimos como deporte, es evidente que las dificultades se acrecientan cuando intentamos concretar lo que denominamos como deportes alternativos. Por esta razón, entendemos que para que podamos bordar un tapiz aceptable de lo que representan estas modalidades deportivas en la escuela, hemos de dar unas primeras puntadas precisas en la determinación de lo que debemos entender por deporte alternativo para, a partir de ahí, ahondar en sus vertientes pedagógicas y didácticas.
El análisis retrospectivo de cualquier realidad, por ejemplo el Big Bang, tiene por objetivo determinar por qué causas y en qué momento se produjo el salto cualitativo que lo provocó. Sin embargo, y al contrario de lo que pasa con la materia, los fenómenos humanos son consecuencia de largos y complejos procesos de evolución que en pocos casos pueden establecerse de manera irrefutable, aunque sí nos es posible conocer el contexto en el que emergen y determinar algunos de los hitos principales que los identifican.
Todo esto hace que una culebra tan escurridiza como ésta a la que intentamos atrapar, requiera de un método paciente y concienzudo que reduzca la necesidad de saltos en el camino y que, por tanto, no nos obligue a dejar huecos o sombras sobre la imagen de deportes alternativos que queremos trazar.
El Método de JericóLa trayectoria que vamos a trazar para intentar aportar algo de luz sobre este concepto será similar a la de una línea curva que paulatinamente va a ir cerrando su radio en torno a esa idea y que, en consecuencia, va a ir trazando una espiral. Esta propuesta metodológica, tomada de Ortega y Gasset (1983) en su obra ¿Qué es Filosofía?, refleja de manera especialmente clara su concepción del perspectivismo, es decir, el estudio de una realidad concreta partiendo de una perspectiva determinada. En nuestro caso, la perspectiva seleccionada es la del profesorado de Educación Física, que en los últimos treinta años ha ayudado a brotar esta perspectiva deportiva, si bien es cierto que con plena vitalidad y vigencia pedagógica, no lo es menos, que con un apoyo teorético limitado.
En definitiva, al igual que los hebreos lograron la conquista de Jericó girando en su asedio en torno a la ciudad, nuestro planteamiento metodológico plantea la contemplación de la realidad a estudiar desde diferentes puntos de vista y reflexiones que van de los más generales a los más concretos. Así pues, en el tema que nos ocupa y apoyados en la propuesta orteguiana, pretendemos lograr una aproximación rigurosa a las causas que propiciaron el surgimiento de esta opción deportiva, su concepto, las situaciones motrices que genera y sus principales aportaciones pedagógicas.
Reflexión primera: evolución sociológica del deporte contemporáneoEl primer paso en el acercamiento a nuestro tema tiene que referirse al proceso que el fenómeno deportivo ha seguido en el seno de la sociedad en la que ha brotado. Por ello, nos parece prioritario aproximarnos a las aportaciones que la ciencia sociológica ha generado al respecto. El fenómeno social que entendemos desde la Revolución Industrial bajo la expresión deporte se ha caracterizado en su desarrollo, según ELIAS y DUNNING (1992), por la concreción de una triple orientación: la búsqueda de sensaciones miméticas, la catarsis y la des-rutinización.
La necesidad de experimentar sensaciones miméticas, sensaciones que emulan las situaciones dramáticas de la vida, como la guerra o las caídas al abismo, pero sin el riesgo verdadero que aquéllas acarrean, están entre las razones por las que practicamos deporte. El riesgo de la escalada, la lucha cuerpo a cuerpo o la agonía en la carrera son situadas por el entorno académico de la sociología eliasiana como uno de los elementos que en mayor medida han contribuido a que el deporte sea hoy lo que es. Todos los que hemos pasado un mal rato en una montaña rusa sabemos a lo que se refiere esta idea, porque casi todos volvemos a subir. No obstante, no creemos que esta sea una razón principal en el nacimiento del deporte alternativo, puesto que, cualquiera que sea la modalidad deportiva que escojamos, tanto convencional como alternativa, su capacidad para hacer vivenciar estas sensaciones miméticas es idéntica a la de hace tres siglos. Conseguir una canasta en baloncesto o balonkorf, enfrentarnos a un judoka o a un equipo de sokatira o superar un listón de pértiga o un obstáculo con un pasavallas de parkour tienen, potencialmente, la misma capacidad para generar esa emoción que el deporte, como pocos, es capaz de provocar.
El segundo hito sobre el que nos hacen poner la atención los sociólogos de Leicester es la catarsis, es decir, la necesidad de lograr un ámbito social de expresión en el que podamos dar rienda suelta a nuestra agresividad y emociones. Destacan ELIAS y DUNNING (op. Cit.) que el control sobre las emociones y el uso de la violencia han sido dos puntos cruciales en el desarrollo de nuestra civilización que, si bien han favorecido un refinamiento generalizado de las costumbres, han acarreado un incremento de la tensión íntima de cada persona. Esto ha favorecido que el deporte haya crecido como una de las principales válvulas de escape para toda esa tensión acumulada que las buenas formas de la vida en sociedad nos imponen. La posibilidad de convertirnos en energúmenos aficionados, de gritar descontroladamente por lograr un tanto o golpear una pelota hacia el campo contrario con todas nuestras fuerzas y agresividad permiten, por unos momentos, romper con el "protocolo" y librar del necesario y conveniente amaneramiento social al que estamos sujetos por nuestra vida en grupo. También en esta dimensión del deporte es compartida y sigue teniendo plena vigencia, tanto en el ámbito alternativo como en el convencional, por lo que no nos permite justificar la emergencia de la corriente alternativa.
Sin embargo, al completar este primer giro en torno al deporte contemporáneo descubrimos que algunos aspectos de su engranaje comienzan a chirriar.
El desarrollo de la sociedad industrial tuvo -y sigue teniendo-, como una de sus más destacadas y evidentes consecuencias la mecanización y la repetición de la vida laboral de todos los sectores, aspecto este contra el que el deporte introdujo no pocas aportaciones. No obstante, el transcurso del Siglo XX, con la sistematización del entrenamiento y la orientación mercantilista han favorecido la unificación del espectro deportivo alrededor de una orientación casi hegemónica: el deporte de rendimiento. Lejos de la búsqueda de novedades, de nuevas experiencias, la idea de rendimiento ha querido imperar sobre cualquiera otra y, durante mucho tiempo, ha pisoteado las demás orientaciones del fenómeno deportivo. La tan repetida pirámide del deporte que demandaba una gran base para lograr un amplio número de deportistas de élite puede considerarse el icono de esta concepción deportiva.
Creemos que la insatisfacción con este modo de entender el deporte está en la raíz del nacimiento de los deportes alternativos. En esta línea ahondan muchos datos que emanan de estudios que han analizado las causas de abandono de la práctica deportiva entre los jóvenes. En primer lugar nos encontramos el trabajo realizado por RODRÍGUEZ ALLEN (2000). Este autor, en su trabajo sobre los hábitos deportivos de los jóvenes de la ciudad de Gijón, constató dos grandes causas para el abandono de la práctica deportiva. De un lado la falta de tiempo (41%) y del otro el interés por otras actividades (32%). Del resto de variables destaca la opción "no me gusta" (11%), no llegando las demás al 4% cada una.
Por otra parte, los estudios llevados a cabo por GARCÍA FERRANDO (1998:54) entre 1985 y 1995 constatan que alrededor del 65% de los practicantes de deporte lo hacen por su cuenta, mientras que el dato más alto que consiguen los practicantes como miembros de un club o asociación llega tan sólo a un 22%. En esta misma publicación a la que hacemos referencia (GARCÍA FERRANDO, 1995:62) muestra que los datos obtenidos por sus estudios reflejan que el 63% lo hacen sin que la competición suponga una preocupación significativa, orientándose claramente hacia un deporte de clara tendencia recreativa, mientras la participación en ligas nacionales o locales sólo suma entre ambas un 20%.
Mientras que el ámbito político-mercantil del deporte ha optado de manera casi unívoca por el deporte de rendimiento, el ámbito pedagógico-recreativo ha pretendido una ruptura con la rutina, potenciando el nacimiento de nuevas actividades, fomentando la práctica de manera autónoma, libre del encorsetamiento federativo y reglamentario y, resaltando la primacía de la recreación frente a la competición.
La lucha contra la innecesaria especialización deportiva, los beneficios de la complementación entre las diferentes prácticas, la necesidad de ampliar nuestras perspectivas motrices, en definitiva, la des-rutinización también en el deporte, nos demandan una orientación deportiva que siga cumpliendo con las tres premisas de ELIAS y DUNNING. En definitiva, y este es el mensaje clave de la reflexión primera: contra la rutina, los deportes alternativos.
Reflexión segunda: análisis praxiológicoEl primer giro alrededor del ámbito deportivo alternativo nos ha dejado ver algunos aspectos del contexto social que ha propiciado su génesis, y que van a seguir influyendo en su desarrollo a través de lo que PARLEBAS (2000:307) denomina lógica externa. Seguir aproximándonos al núcleo de esta vertiente del fenómeno deportivo nos exige que profundicemos en la verdadera esencia de estas actividades, es decir, en la puesta práctica de su acción motriz.
Para conocer cómo es el funcionamiento interno de cualquier modalidad deportiva, la praxiología nos brinda el marco teórico fundamental. En nuestro caso, vamos a resaltar cuáles son los rasgos pertinentes de la acción en los deportes alternativos y qué consecuencias tienen en el desarrollo de la acción motriz, lo que PARLEBAS (2000:302) denomina lógica interna. Para ello, hemos optado por las propuestas de HERNÁNDEZ MORENO y RODRÍGUEZ RIBAS (2004:48) dada su adecuación y concreción. En la propuesta de estos autores se concreta que los rasgos pertinentes a los que se refiere la lógica interna son los objetivos motores y las condiciones del entorno.
Nos parece especialmente conveniente empezar el análisis palpando la realidad. Para ello, un ejercicio que puede ayudarnos a resaltar las aristas de lo que es el deporte alternativo, es ponerlo en contraste con el convencional. Tomemos pues un par de modalidades deportivas de similar lógica interna y que, sin embargo, hayan sido calificadas como convencional y alternativa respectivamente. Comenzaremos por el tenis y el badminton. Esta última que, al menos en España, fue considerada como el ejemplo de deporte alternativo más característico en la bibliografía específica desde finales de los 80, ha pasado, de manera concentrada, por la evolución que otros deportes han experimentado en alrededor de 200 años. Aunque su inclusión inicial entre los calificados como alternativos fue, y sigue siendo una constante, el análisis de su lógica interna nos deja ver algunos datos llamativos. El primer aspecto a destacar se refiere a que la novedad del bádminton no está marcada por sus objetivos motores, que son idénticos en ambas modalidades, sino por la modificación de las condiciones del entorno. En este aspecto, frente a la práctica del tenis, sus aportaciones pueden concretarse en la reducción del espacio, el tipo de raqueta requerida y la utilización del volante. Además, y como consecuencia de ellas, se consigue que por un lado se pueda adaptar la práctica a espacios reducidos y, por otro, que las acciones se ralenticen por la utilización del volante.
Esta breve comparación nos deja ver un primer elemento a destacar en lo que podemos llamar deportes alternativos. Nos referimos a la utilización de unos materiales y unos espacios diferentes y a la búsqueda de una dinámica de juego que favorezca la continuidad y participación.
Otro ejemplo que reúne cierto consenso entre el profesorado del área es el del korfball o balonkorf. Nuevamente, su comparación con el baloncesto como deporte convencional nos ayudará a enfatizar sus peculiaridades. En primer lugar constatamos nuevamente adaptaciones para facilitar la acción (balón menos pesado). En segundo lugar variaciones para favorecer la participación: obligatoriedad de equipos mixtos (su más destacada característica), la necesidad de pasar para poder avanzar con el balón, el cambio de posiciones entre zagueros y delanteros cada número par de tantos y la imposibilidad de tirar a canasta cuando estamos marcados, obligando de esta manera a pasar más.
En definitiva, se nos evidencian de nuevo dos dimensiones novedosas en la práctica de este tipo de deportes: la incorporación de materiales e instalaciones para facilitar o modificar la acción, y el fomento de valores sociales como la participación y la coeducación.
Esta breve aproximación praxiológica nos deja ver la indisoluble complementariedad entre lógica interna y lógica externa. De un lado la presión de los condicionantes sociales y personales propician la aparición de esta corriente deportiva. Así, vemos como frente a la estandarización del deporte federado surgen nuevas prácticas que fomentan actividades con una acción motriz más flexible y creadora. En conclusión, mientras la medalla olímpica puede tomarse como emblema del deporte espectáculo de CAGIGAL, en el que la presión política, mediática y comercial ha presionado en la dirección de un deporte de victorias, métodos y control, los deportes alternativos podrían representar la imagen de un deporte acción, en el que la participación, la recreación y la creatividad priman en el desarrollo de su acción.
Reflexión tercera: el concepto de los Deportes AlternativosEl resultado de la segunda reflexión ya empieza a hacernos vislumbrar la esencia de eso a lo que llamamos deportes alternativos. No obstante, teniendo en cuenta el controvertido debate que la definición del deporte ha suscitado en los últimos cien años, desde Coubertin hasta Parlebas, pretender en único escrito delimitar definitivamente lo que son los deportes alternativos nos parece un propósito excesivamente pretensioso. Por otra parte, pese a que esa definición nos parezca tan lejana, hay un hecho incontestable que nos obliga a poner todo nuestro empeño en lograrlo: nos referimos a la explosión de documentación, tanto bibliográfica como digital sobre el tema. El incremento de información y trascendencia social ha sido tal, que en pocos años ha llegado incluso a aparecer en los currículos y programas oficiales vinculados a nuestra área, desde la enseñanza obligatoria hasta la universitaria. Así pues, pretendemos en esta tercera reflexión acotar, en la medida de lo posible, una idea que pueda recoger de manera general y con rigor, lo que el profesorado de Educación física debe entender por deportes alternativos.
Como marcan los cánones, el primer paso en la delimitación de un concepto tiene que ser la referencia que de él da el Diccionario de la Real Academia. Aquí, de las acepciones del vocablo alternativo, se nos destacan dos ideas inicialmente muy sugerentes. Dice:
"2. adj. Capaz de alternar con función igual o semejante. Energías alternativas.
3. adj. En actividades de cualquier género, especialmente culturales, que se contrapone a los modelos oficiales comúnmente aceptados. Cine alternativo. Medicinas alternativas".Las dos ideas principales a resaltar de las definiciones anteriores y que entendemos, deben estar en la de deportes alternativos son, por un lado, la de lograr una función igual que el deporte convencional -circunstancia ésta que sin duda cumple- y, por otro, la de contraponerse con los modelos oficiales. En esta línea, si seguimos rascando la superficie de estas modalidades deportivas descubrimos más elementos que nos hacen incidir en esta misma línea. Seguramente, NAISMITH y MORGAN, cuando diseñaron sus más reconocidas aportaciones al área de Educación Física, -baloncesto y voleibol respectivamente- estarían de acuerdo en calificarlas como alternativas frente a las imperantes de su época, puesto que cumplían la misma función y se separaban de los modelos oficiales. Sin embargo, hoy en día nadie las englobaría en este conjunto. Este aspecto nos descubre un dato que es inherente a este tipo de práctica que analizamos. Me refiero a su carácter novedoso y que vuelve a incidir directamente sobre el concepto eliasiano de des-rutinización, o sea, alejarse de lo habitual.
El siguiente aspecto al que tiene que referirse esa posible definición a la que aspiramos es el del material utilizado. Probablemente, el único elemento que puede considerarse exclusivo o, al menos, específico de este tipo de deportes. Su novedad (shuttleball, floorball), sus llamativos colores (frisbee, indiacas), la originalidad de sus formas (catchball, intercrosse) son elementos capaces por sí solos de atraer la atención del observador y que caracterizan de manera patente a este tipo de deportes.
El último y más significativo de todos los elementos a considerar en nuestra definición, y que está en la raíz de los otros dos anteriores, se refiere a los valores sociales. Es en esta dimensión donde quedan más claramente delimitadas la separación entre los deportes alternativos y el deporte convencional. Mientras que este último se caracteriza por la uniformidad para garantizar la igualdad de oportunidades de todos, el deporte alternativo flexibiliza todos sus elementos a favor de una idea principal: la participación. En torno a ésta, que debería ser un valor fundamental del deporte, se realizan todas las modificaciones a la dinámica del juego que favorezcan una acción asequible a todos. Ya sea la utilización de la indiaca que evita contusiones y lentifica su vuelo para facilitar el golpeo, ya el uso de un disco volador en ultímate o el balón de fútbol en balonkorf, todos los aspectos están orientados al lema fundamental del espíritu deportivo: lo importante es participar.
En definitiva, la conjunción de los elementos considerados nos permite concretar la siguiente propuesta de definición:
Es aquel conjunto de deportes que, en contraposición con los modelos convencionales comúnmente aceptados, pretenden lograr un mayor carácter participativo y/o un explícito desarrollo de valores sociales, a través de modificaciones reglamentarias y/o la utilización de material novedoso.
Reflexión cuarta: el valor pedagógico de los Deportes AlternativosNuestra aproximación a este tema no va a recurrir a la relación de las aportaciones que las diferentes modalidades de deportes alternativos pueden realizar a los distintos ámbitos de capacidades, como podemos constatar en los trabajos de RUÍZ ALONSO (1991), BARBERO (2000) o RDGUEZ y otros (2004), porque nos parece que no destaca plenamente todas sus originalidades. Es cierto que pueden aportar los mismos beneficios que los deportes convencionales y, precisamente por ello, no vamos abundar en esta línea.
Cuando anteriormente nos hemos referido a las peculiaridades de los deportes alternativos constatamos algunas tendencias que pueden ayudarnos a identificarlos pero, en ningún caso, descubrimos elemento alguno cuya simple presencia pueda diferenciar una modalidad deportiva alternativa de otra que no lo es. En esta misma idea incide NAVARRO (2002) para quien este tipo de deporte podría representar más una opción metodológica que una categoría de prácticas con naturaleza original. En nuestro caso vamos a profundizar en cuáles pueden ser las potencialidades que este tipo de prácticas van a favorecer y por las que, por tanto, pueden brindarnos mayores posibilidades educativas.
La educación del ocio se ha erigido en los últimos 50 años en una de las principales novedades a las que el sistema educativo ha tenido que dar respuesta. En este punto, volvemos a encontrarnos con otros tres elementos resaltados por ELIAS (1992:150) y que dotan a una práctica deportiva bien entendida de innumerables posibilidades educativas. Estos tres elementos destacados son la sociabilidad, la motilidad y la imaginación. Si bien pocas actividades como el deporte los conjugan en un nivel tan alto, cuanto mayor es su inclinación hacia el rendimiento, mayor es la pérdida de su peso específico en el deporte practicado. Así vemos que centrándonos en la victoria, sólo conseguimos una adecuada sociabilidad si contribuimos a la mejora del rendimiento del equipo. La motricidad se vuelve rutinaria y repetitiva y la imaginación va esfumándose con los sueños de victoria.
Un análisis más pormenorizado de esta tendencia del deporte convencional lo encontramos en DEVÍS (1996:20). Su estudio nos ayudará a descubrir algunas de las razones por las que ha ido cobrando mayor peso la vertiente alternativa del fenómeno deportivo.
El ejemplo más claro, el primer elemento que queremos resaltar, es la indiscutible presión que la práctica del deporte de competición realiza sobre el panorama educativo de la Educación Física. Así, la demanda por parte del alumnado de la práctica del fútbol y la repetición de sus patrones de conducta se erige como una de las principales dificultades con las que nos encontramos en clase. Vemos con mucha frecuencia, de un lado, un considerable número de jugadores, mayoritariamente chicos, que muestran un alto nivel de habilidad; otro, un grupo menos hábil y que no se siente especialmente atraído por esta práctica y, finalmente, un tercer grupo que muestra un marcado rechazo hacia la actividad. Las diferentes experiencias previas frente a una misma práctica actúan como lastre o impulso para cada persona. Constatamos, en definitiva, que por el arraigo social que acarrea, una misma práctica es capaz de suscitar actitudes diametralmente opuestas.
Sin embargo, en las últimas décadas, parte del profesorado de Educación Física ha ido incorporando actividades alternativas que han sido capaces de romper esa tendencia a imperar de una única orientación deportiva, favoreciendo nuevas perspectivas de desarrollo. Véase la colección de artículos sobre el tema publicados por RODRIGUEZ y otros (2004, 2005, 2006, 2007) en esta misma revista.
La mayoría de las aportaciones de los alternativos, no se dirigen unidireccionalmente al rendimiento y la victoria, sino que pretenden crear una situación motriz en la que la participación sea una realidad. Y es a partir de aquí, donde toma impulso todo su valor pedagógico. Al contrario que en el deporte convencional, el alumnado se descubre a sí mismo siendo capaz de participar, analizando, decidiendo y ejecutando sus originales respuestas en un contexto lúdico plenamente significativo y, desde ahí, el enriquecimiento personal puede llegar a las más altas cotas. Trescientos años más tarde, volvemos a los principios que generaron el deporte moderno.
Entre los elementos que caracterizan a los deportes alternativos dijimos más arriba que descubrimos la utilización de un material e instalaciones innovadores, una lógica interna que enfatiza la participación y la búsqueda explícita de valores sociales. Así, la conjunción de estos elementos, además de propiciar aisladamente desarrollos específicos, contribuyen principalmente a un enriquecimiento de la situación motriz, es decir, del "Conjunto de elementos objetivos y subjetivos que caracterizan la acción motriz de una o más personas que, en un medio físico determinado, realizan una tarea motriz" (PARLEBAS, 2001:423), y esto nos deja ver que quizás lo que consigamos es volver a los comienzos del fenómeno deportivo. Pensemos por un momento en el hurling que ELIAS (1992:224) describe. Una práctica que consistía en llevar una pelota a la meta contraria y en el que podían enfrentarse con un altísimo nivel de violencia los feligreses de varias parroquias. Esta noción del deporte del Siglo XVII, si bien sustenta algunos valores difícilmente defendibles hoy en día, sí que ostenta otros a los que el deporte contemporáneo no llega. Nos referimos, por supuesto, al nivel de participación. El hurling en campo abierto planteaba una situación con un nivel de exigencia técnica tan bajo, que todos los vecinos podían jugar y, desde esta perspectiva, creemos que los deportes alternativos han vuelto a los orígenes del deporte, puesto que procuran incluir a todos.
Emerge aquí el concepto de desdeportificación (PARLEBAS, 2001), entendido como "proceso por el que un deporte pierde su estatus oficial, debido a que ya no se practica o a que se hace siguiendo reglas no reconocidas por las instancias oficiales". En la línea opuesta a la uniformidad institucionalizadora impuesta por las federaciones, ha surgido una corriente opuesta que pretende diversificar el abanico de actividades para poder satisfacer a más gente. Mientras el olimpismo nos empuja en la dirección unificadora, la nueva corriente deportiva pretende, desde la perspectiva del participante, lograr lo mismo pero a través de otro camino. Un nuevo giro en torno al tema nos aportará algo más de luz. El aspecto más evidente es el análisis de los equipamientos e instalaciones. Tomemos el ejemplo de la indiaca. Además de su atractivo visual, este pequeño gran artilugio, compuesto básicamente por una cabeza plástica que amortigua y protege de los golpes y una cola, casi siempre de plumas, que equilibran y, sobre todo, lentifican su vuelo, aglutina grandes posibilidades. Comparando la práctica de un juego con indicacas o pelotas de tenis, constatamos su mayor comodidad para el golpeo, su mayor facilidad de uso por la acción ralentizadora de las plumas o el menor riesgo de sufrir un impacto doloroso de las primeras. Semejante situación nos encontramos cuando comparamos el tenis con el padel o, siendo más radicales, con los manodos o gobas. Frente a la complejidad técnica, la potencia y los grandes espacios, los segundos nos facilitan los golpeos y limitan el terreno para mejorar la continuidad de la acción. Es decir, los elementos materiales presentes en el juego están enfocados hacia la integración de la mayoría.
No obstante, esta propuesta deportiva no se contenta con ello, sino que desde su lógica interna nos demanda explícitamente un desarrollo axiológico. En este aspecto, como ningún otro, el balonkorf destaca sobre todos los demás. Si como profesores aspiramos a una práctica capaz de ofrecer un grado de motivación e implicación idéntico al de cualquier modalidad deportiva, que favorezca la coeducación, que fomente la capacidad de enfrentarnos a situaciones cambiantes, éste es nuestro deporte. En esta modalidad observamos cómo se minimizan las exigencias técnicas (tan solo se exige el pase, la recepción y el tiro), se fomenta la cooperación puesto que únicamente podemos avanzar pasando el balón, se exige desde su propia reglamentación la no especialización (obligatoriedad de alternar entre la posición de zagueros y delanteros) y se adoptan reglas que propician una práctica conjunta de ambos sexos, ya que cada equipo lo forman el mismo número de chicos y chicas y sólo se puede marcar a una persona del propio sexo.
En los deportes alternativos conseguimos que el alumnado se perciba a sí mismo practicando una determinada modalidad deportiva y logramos que sus aprendizajes sean realmente significativos. Es decir, al reconocerse a sí mismo comprendiendo y practicando en la situación lúdica concreta, no va esforzándose en adquirir tal o cual habilidad motriz o mejorando un recurso coordinativo. Se ve a sí mismo jugando y es esa situación divertida la que le incita a integrarse cada vez en mayor medida.
Al contrario que en el deporte convencional, no es el niño quien se aproxima a una determinada modalidad, sino que ésta se crea para que el niño sea el agente fundamental de la acción. No queremos decir que la práctica no tenga unas directrices comunes a todos los practicantes (sin ellas no habría deporte) sino que se flexibilizan de forma consensuada para que el pequeño sea la razón principal.
En este contexto, en el que el alumnado ejecuta comprendiendo el significado de cada acción, es donde verdaderamente el enriquecimiento motriz va a experimentar su mayor eclosión, aspecto éste, que como señalan DEVÍS y PEIRÓ (1992), el deporte convencional no tiene suficientemente en cuenta. En definitiva, podemos lograr el aprendizaje de las mismas conductas motrices pero dentro de un contexto práxico más motivante, significativo y educador para el alumnado.
A modo de conclusiónEl deporte convencional tiene como uno de sus principios unificadores el del equilibrio entre las posibilidades de los contendientes, a partir de la unificación internacional de los reglamentos. Esta misma circunstancia, por imposibilidad de acceso a recursos tecnológicos, económicos y materiales se vuelve en contra del propio deporte y suele actuar como un instrumento para marcar diferencias. En el polo opuesto, los deportes alternativos, por su propia naturaleza, pretenden objetivos más ricos y complejos. No sólo no tratan a todos por igual, sino que han surgido procurando dar cabida a todos. Su práctica favorece que un amplio número de personas sea capaz de incorporarse a la práctica deportiva, participar con plenitud y sin olvidar las diferencias personales. Los deportes alternativos se erigen así como uno de los máximos valedores de una de las facetas educativas sobre las que el deporte federado se ha mostrado más incapaz. Nos referimos al desarrollo del pensamiento moral. En esta línea, su carácter flexible nos permite jugar con su principal argumento educativo: hacer que su lógica interna demande explícitamente determinados valores.
En resumen, podemos conseguir unas altas cotas de participación significativa en unas situaciones potencialmente muy pedagógicas. Quizás no consigamos que todos ganen, pero sin duda, conseguimos que todos jueguen. La perspectiva alternativa se erige así como la orientación más educadora del fenómeno deportivo. La herramienta está creada, ahora está en nuestras manos el saber utilizarla.
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· N° 114 | Buenos Aires,
Noviembre 2007 |