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Una ‘muerte’ anunciada en el fútbol argentino

   
Sociólogo (UBA)
(Argentina)
 
 
Roberto Di Giano
robaied@hotmail.com
 

 

 

 


 Sin dudas, un Nº 10 emblemático, en una época en que el poder pretende que muchos argentinos nos acostumbremos a lo efímero y a la mediocridad, es Juan Román Riquelme, quien mantuvo siempre en alto ese nivel de autenticidad que rige la lógica de lo popular y se constituyó en un referente importante para quienes reniegan de los esfuerzos estériles. No es casual que sea estigmatizado por los agentes modernizadores de nuestro fútbol como un deportista lento, inconstante y de procederes muchas veces inexplicables, ya que los mismos pretenden aferrarse a lo previsible y aplastar cualquier brote de magia y de fantasía que pueda irrumpir en determinados momentos del partido.
 

 
http://www.efdeportes.com/ Revista Digital - Buenos Aires - Año 12 - N° 112 - Septiembre de 2007

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    Ante la variada gama de ofensivas mediáticas donde participan activamente periodistas que alardean de modernos, dirigentes con una viva mentalidad comercial y directores técnicos decididamente avaros, un prematuro sentimiento de duelo embarga a amplias franjas de los aficionados locales. Es que para aquél núcleo de agoreros, el "progreso", que nada tiene de lerdo, tarde o temprano, vendrá con su guadaña a podar las particularidades de nuestra cultura futbolística. Estamos hablando de sus aspectos más ricos, los que la hacen única e irrepetible y que pese a los múltiples rasgos que la industria cultural le impone desde afuera, se resisten tozudamente a la masificación.

    Si triunfa este proceso modernizador que pretende fijar a toda costa el rumbo de las transformaciones, al grueso de los aficionados se le cerraría una de las pocas vías que todavía le queda para disfrutar de la belleza. Así, al quedar definitivamente privado de ese horizonte estético se desvanecería la grata posibilidad de identificarse con sus propios estilos de cultura, para tener que vivir de allí en adelante una impostura.

    Uno de los principales objetivos de tan distinguido grupo de "civilizadores" que viven conectados con la modernidad de los países "serios", consiste en anular las características de los Nº 10 que siempre fueron una fuente de orgullo y cohesión para los aficionados locales. Y aprovechando que impera el vale todo en este planeta minado de barbarie por la acción de las grandes potencias, apuntan decididamente a eliminar al sujeto mismo, hacerlo desaparecer de la mirada colectiva y llenar ese vacío con la cada vez más avasallante centralidad de los medios de comunicación.

    Sin dudas, un Nº 10 emblemático, en una época en que el poder pretende que muchos argentinos nos acostumbremos a lo efímero y a la mediocridad, es Juan Román Riquelme, quien mantuvo siempre en alto ese nivel de autenticidad que rige la lógica de lo popular y se constituyó en un referente importante para quienes reniegan de los esfuerzos estériles. No es casual que sea estigmatizado por los agentes modernizadores de nuestro fútbol como un deportista lento, inconstante y de procederes muchas veces inexplicables, ya que los mismos pretenden aferrarse a lo previsible y aplastar cualquier brote de magia y de fantasía que pueda irrumpir en determinados momentos del partido.

    Pero quienes disfrutan de las emociones y conocen los misterios del juego no lo ven a Riquelme como un futbolista anacrónico sino como un valor excepcional. Así, Tostao, figura sobresaliente de ese equipo fantástico que fue el Brasil del 70, rescató de una manera tan poética las virtudes del gran estratega argentino que sus palabras fueron reproducidas en varios medios de Sudamérica: "trata la bola con tanto cariño, que ella, apasionada y agradecida, con la humildad de un perro busca al 'crack' por toda la cancha para besar sus pies". Mientras que Maradona, el genial futbolista, apeló a una metáfora que emplean habitualmente los hinchas de fútbol al expresar que la Copa Libertadores de América obtenida por Boca Juniors cuando Riquelme retornó al club de sus amores: "la ganó él solo".

    Vale expresar que si dejamos de luchar para que en el ámbito futbolístico se mantengan (y refuercen) las tradiciones simbólicas populares y no nos sumamos a las múltiples demandas que se promueven a lo largo y ancho del país por un mayor respeto a la peculiaridad, nuestro debilitamiento cultural se acentuará y las grandes empresas que han venido acrecentado su poder en la actividad deportiva nos brindarán la visión propia que nos falta.

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