Goligarquías latinoamericanas. Fútbol profesional, poder público y el gran negocio mediático |
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Licenciado en Sociología y estudiante de la Maestría en Estudios Latinoamericanos de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la Universidad Nacional Autónoma de México. |
Sergio Varela Hernández varelaaloleo@gmail.com (México) |
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http://www.efdeportes.com/ Revista Digital - Buenos Aires - Año 12 - N° 111 - Agosto de 2007 |
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Introducción
1. Presentación
En un anterior trabajo, tracé líneas generales de una historia social del fútbol sudamericano. En él desarrollé ideas y reflexiones que colocan al fútbol como un fenómeno social ambivalente y ambiguo. Por un lado, manifestación popular de la cultura masculina. Por el otro, elemento de poder político y económico indiscutible que las élites nacionales latinoamericanas han aprovechado para su beneficio.
En este trabajo reflexionaré políticamente sobre la historia de los vínculos y apoyos mutuos entre medios de comunicación masiva, poder público y fútbol en México.
La gran cantidad de información que diariamente se escribe en torno a los medios y su creciente influencia en las decisiones del poder público, más que facilitar la tarea, la dificulta. Sobre deportes y, en especial sobre el fútbol, probablemente se escriba más. Y es precisamente por esto que es necesaria una reflexión de más largo alcance histórico. La acumulación (y simultáneamente dispersión) informativa genera enormes vacíos teóricos que el pensamiento crítico tarda (en el mejor de los casos) en "llenar".
El trabajo supone que la elite del poder mediático mexicano, en especial el consorcio Televisa, ha estado vinculada vitalmente a las camarillas del poder presidencial (desde la presidencia de Miguel Alemán) y de la Federación Mexicana de Fútbol. Este triángulo de poder oligopólico, a través de una guerra simbólico-económico-política en contra de las expresiones futbolísticas populares, ha generado un gigante negocio capitalista, el cual se basa sobre la explotación de la pasión popular por este deporte. El fútbol tiene múltiples vertientes y negocios conexos: la televisiva, propiamente; los artículos deportivos; las bebidas; las transacciones propias de los clubes (jugadores, entradas, souvenirs), etc.
De esta forma, el fútbol profesional mexicano ha sido codificado, expresado y determinado por las grandes corporaciones mediáticas nacionales, que a su vez siguen muchos de los patrones impuestos por los grandes consorcios televisivos transnacionales, en especial los estadounidenses.
Asimismo, el fútbol profesional mexicano, en su formato televisivo, ha estado en abierta contraposición a las expresiones populares del mismo. La competencia exacerbada, la mercantilización aguda y valores ligados al comportamiento social de las élites (entre las cuales se encuentran las "estrellas" del circuito profesional y los dueños de los clubes) se presentan con una enorme carga coercitiva en contra de valores y comportamientos populares. El formato televisivo del fútbol está desplegado, por tanto, como un proceso de explotación no sólo comercial sino cultural.
El fútbol profesional, el poder público y los medios, en sus múltiples procesos dialécticos, han producido una exacerbada acumulación de capital y poder político, así como un grave deterioro de la rica y heterogénea cultura popular.
La acumulación del capital dinerario no es la única vertiente a analizar en este sentido. Concomitantemente, la acumulación del capital cultural (cf. Pierre Bourdieu) refuerza el proceso. Partiré pues, de la idea que, a través del control del negocio y la burocracia del fútbol, la clase política y la oligarquía mediática configuran nodos de poder económico y cultural inscritos en una guerra abierta contra la clase trabajadora y las manifestaciones de la cultura popular que de ella emanan. En otras palabras, la explotación, el despojo económico y el aniquilamiento cultural son facetas simbióticas del negocio mediático futbolístico.
No obstante, el fútbol, como expresión popular, se escabulle entre la retícula del poder capitalista y, simultáneamente, se encuentra amenazado por él. Esto no quiere decir, en ningún sentido, que la expresión popular del fútbol esté libre de contradicciones y de prácticas socialmente deleznables como las del machismo, misoginia y homofobia. Sin embargo, el fútbol entendido en un sentido amplio también abarca gestos y acciones entrecruzadas por la solidaridad y el apoyo muto entre los integrantes de las clases populares y ha ayudado a reproducir formas muy variadas de resistencia política y cultural, seriamente subestimadas por la intelectualidad "progresista" y crítica.
La historia política de la oligarquía mediática mexicana y su explícito contubernio (en algunos momentos de identificación plena) con los poderes político y burocrático del fútbol nacional es un capítulo de la historia mexicana que, como he señalado, a pesar de la gran cantidad de información, no ha pasado por el tamiz de la teoría crítica en ningún estudio de largo alcance histórico.
Las élites del poder económico y político nacionales son esos minúsculos grupos de gran influencia en el conjunto de la sociedad. Una elite puede considerarse como aquellas personas cuyos miembros pertenecen a "un estrado social cimero, como una serie de grupos cuyos individuos se conocen entre sí, se relacionan entre sí en la vida social y en la vida de los negocios, y así, al tomar decisiones, se tienen en cuenta unos a otros"1.
Para C. Wright Mills, en los Estados Unidos de mediados del siglo XX "las dos ramas [gobierno y corporaciones] no pueden distinguirse claramente como dos mundos. En las agencias ejecutivas del estado, esta aproximación ha sido más clara. El crecimiento del gobierno y las oficinas supervisoras del aparato económico, no ha significado, llanamente, el 'crecimiento del gobierno', entendido éste como una burocracia autónoma: en realidad ha significado la llegada de los agentes corporativos como personajes políticos"2.
Sin embargo, vamos a abordar, con mayor precisión, una de las camarillas más influyentes de la elite del poder: los dueños de los medios de comunicación. Está elite tiene como su referente a la estadounidense, los denominados massmedia. Noam Chomsky señala acertadamente que "en pocas palabras, los grandes medios -particularmente la elite mediática que fija la agenda a seguir- son corporaciones que 'venden' audiencias privilegiadas a otros empresarios […] La propiedad de los medios está muy concentrada y la concentración de los mismos sigue aumentando"3.
Chomsky, en otro espacio, señal que "los medios de élite establecen un marco dentro del cual opera el resto. […] Si te sales de la línea, si empiezas a sacar historias que no le gustan a los grandes, te lo harán saber muy pronto […] Así que hay muchas formas en que los juegos de poder te pueden devolver a tu sitio si te pasas. Si intentas romper el molde, no durarás mucho. Ese marco funciona bastante bien, y es comprensible que sea tan sólo una reflexión de las estructuras obvias de poder." Continúa el autor que "los medios de masas de verdad intentan básicamente distraer a la gente. Que hagan cualquier otra cosa, pero que no nos molesten (a nosotros, la gente que manda). Que les interesen los deportes profesionales, por ejemplo. Dejemos que se vuelvan locos con ellos, o con escándalos sexuales, o con las personalidades y sus problemas o algo así. Cualquier cosa, siempre que no sea seria. Por supuesto, lo serio es para los peces gordos. "Nosotros" nos ocupamos de eso"4.
Sin embargo, parafraseando a Bourdieu, todas esas cosas fútiles que llenan la pantalla televisiva son precisamente cosas de lo más importante para el análisis sociológico y la disputa política5.
Uno se tendría que preguntar ¿Por qué el fútbol, cosa "no seria", puede ser en realidad tan seria en la historia contemporánea? No parece haber una sola respuesta. Sin embargo, una de ellas podría ser que el fútbol, en su expresión profesional y televisiva, es importante porque "oculta" fenómenos y temáticas socialmente importantes. Esta idea se ampliará más adelante6.
En todo caso, la elite o camarilla que controla los medios de comunicación es el sujeto más importante en este breve estudio, especialmente el consorcio Televisa. Ésta se vincula a otros dominios de las élites del poder mexicana y mundial. En el ámbito nacional, la camarilla del poder mediático ha estado estrecha y orgánicamente relacionada a la camarilla del poder presidencial, tanto priísta como panista. Estas dos a su vez se ligan con la camarilla burocrática que controla, a través de la Federación Mexicana de Fútbol, el negocio que se genera alrededor de este deporte.
Dividiré estas élites en un triángulo de poder oligopólico. Por un lado, la historia y economía políticas de la televisión mexicana nos muestra claramente el proceso monopólico de capital que ha ejercido sobre de ella una empresa: Televisa. Por otro, podemos decir que el monopolio televisivo se desarrolló de manera simultánea al "monopolio" político que el priísmo detentó a lo largo de tres cuartas partes del siglo XX y que ha sido heredado, en buena medida, por el presidencialismo panista. Por último, la Federación Mexicana de Fútbol, como todas las federaciones nacionales e internacionales deportivas, ha sido de facto una entidad monopolista de los llamados "derechos" comerciales sobre el balompié nacional y sobre otras materias que regulan y organizan al deporte. Entonces, tenemos un triángulo monopólico que ha ejercido diferentes poderes en distintos ámbitos sobre el fútbol, una expresión eminentemente popular.
En un segundo momento, para dar una perspectiva latinoamericana, daré algunos elementos de análisis con el caso argentino, de tal manera que puedan contrapuntearse con el mexicano.
2. Primer vértice: el monopolio televisivoLa televisión mexicana ejerce, bajo el modelo ideológico y empresarial estadounidense, en los hechos, una actividad monopolista y, en el mejor de los casos, oligopólica. Comencemos nuestra reflexión a través de una opinión expresada sobre un hecho reciente: la controvertida (y perversa socialmente) Ley Televisa. Dice Corral que "el control de las redes y la monopolización de la producción y distribución de contenidos es el eje de la nueva dominación social del modelo neoliberal capitalista." Continúa el autor que "en México, los dos grupos económicos que detentan redes y contenidos está a punto de concretar su alianza estratégica para asegurarse larga y poderosa vida, perpetuando sus condiciones monopólicas en el mercado de las telecomunicaciones y la televisión, a partir del acuerdo de convergencia tecnológica que plantea la posibilidad de que Telmex ofrezca también el servicio de TV"7.
Esta ley, no es sino la culminación parcial y coyuntural de los poderes mediáticos en abierta influencia sobre la vida pública mexicana. De ninguna manera se pueden soslayar las dimensiones y características ideológicas de dicha ley. El gran negocio se centra, actualmente en "facultar a los concesionarios que ya tenían licencias de radio y televisión para que además de difundir señales de radiodifusión en esos espacios pudieran transmitir servicios de telefonía e Internet, entre otras opciones que ahora son posibles gracias a la digitalización de las telecomunicaciones, dichas reformas propiciaron un formidable negocio adicional para las principales empresas de ese ramo"8.
Sin embargo, la Ley Televisa no es una demostración aislada del poder mediático nacional. Las fuertes relaciones de los capitales trasnacionales en telecomunicaciones han ejercitado sus capacidades de acción desde los mismos centros del poder hegemónico. La Ley de Comunicaciones de 1934, la cual regulaba a la industria de marras en los EE. UU. A. fue modificada en 1996, de tal suerte que "el acuerdo [dicha ley] es un golpe de los poderosos proveedores de servicios en telecomunicaciones. Este es esencialmente un acuerdo para abrir los mercados, el cual beneficia claramente a los grandes jugadores que pueden participar en el juego; […] En América Latina, se desarrolla un proceso crucial muy parecido, con el objetivo de establecer criterios comerciales de transmisión que aseguren que el modelo europeo de estaciones públicas fuertes no sea la regla. Desde los primeros años, fabricantes de equipo, anunciantes, transmisores y publicistas estadounidenses empujaron a los gobiernos de la región hacia los sistemas comerciales, de tal forma que las transmisiones públicas fueran marginales o nunca existieran"9.
Definitivamente, este estudio no pretende encontrar ni describir los "orígenes" de la televisión mexicana y su enorme poder económico. Como dice Bloch, "el ídolo de los orígenes" pone en peligro la actividad misma de la historia ya que "en el vocabulario corriente los orígenes son un comienzo que explica", y aún peor, "que basta para explicar"10.
En todo caso, se podría apelar a la idea de Foucault, acerca de la genealogía11. De tal suerte, para realizar el mapa de desplazamientos del poder mediático burgués mexicano en contra de las clases populares, será necesario acoplar los conocimientos eruditos, científicos e histórico-académicos, por un lado, a los saberes particulares y locales de las clases populares, por el otro. No obstante, las dimensiones de tal tarea sobrepasan este esfuerzo, por lo pronto.
Regresando al asunto mediático, es importante señalar que el capital foráneo ha sido un factor determinante en la creación del sistema de radiodifusión mexicano, incluyendo, por supuesto, el televisivo. La televisión juega un papel determinante en las formas, contenidos y percepciones cotidianas del pueblo mexicano. Hay que señalar, sin embargo, que el formato televisivo, su mensaje, es primordialmente comercial. Sus productos culturales son, podríamos reducirlos a esa categoría, mercancías con valores de cambio bien delimitadas y estructuradas. Los productos televisivos no sólo son mercancías restringidas a un espacio de intercambio privado, si es que cualquier mercancía puede restringirse a ese ámbito. Son mercancías de intercambio "amplio", que repercuten en espacios y tiempos sociales extremadamente extendidos, por lo que su influencia es determinante en el conjunto social. Los diferentes "programas" (incluidos, por supuesto, los anuncios comerciales) están diseñados por, para y desde la dinámica del poder del capital.
La televisión "deportiva" es un ejemplo muy acabado y sofisticado. En la medida que oculta temáticas políticas, sociales y culturales, el deporte televisivo juega un rol fundamental. No estoy en contra del deporte en la televisión, sino del formato televisivo comercial que configura el deporte en beneficio del capital. El formato (o formatos) televisivos en los que se presenta al deporte sirven como escenario ampliado del proceso capitalista, anunciando mercancías, promoviendo valores empresariales-competitivos, afianzando la perspectiva masculina-masculinizante de la sociedad, exacerbando valores chovinistas-regionalistas-localistas, etc. Ninguna de estas características intrínsecamente deportivas.
En síntesis, el deporte, como expresión popular, heterogéneo, variado e incluso "contracultural" por momentos y en algunos espacios sociales, se elitiza, homogeniza, uniforma y entra al mainstream cultural gracias a su formato televisivo. La guerra del capital en contra de las clases populares-trabajadoras también se da en el fútbol. Los saldos son favorables, muy favorables a la elite capitalista.
3. La institución presidencial: negocios mediáticos. El segundo cruceDice Miguel Ángel Granados Chapa que "Televisa nos seguirá ganando porque nació desde el poder. El presidente Miguel Alemán otorgó las primeras concesiones de televisión hacia 1950 y se concedió una a sí mismo, el canal 4, a través de un prestanombres, Rómulo O'Farril. Entonces así como el PRI nació del PNR, desde el poder, la televisión comercial nació desde el poder. De modo que ha sido un instrumento del poder; más o menos fue posible destruir el poder del PRI y del Presidente, pero Televisa adquirió una dinámica que en vez de hacerle perder y ver que declina, su poder se ha acrecentado"12.
La televisión mexicana, su crecimiento y desarrollo monopólico no puede ser entendido sin la dialéctica reciprocidad del presidencialismo mexicano. Y esto funciona, también, en el sentido contrario. A decir de Antonio E. Zarur Osorio, "los medios de comunicación masiva, se encuentran en el centro del juego del poder y la dominación en México. A través de ellos se expresa la ideología y la concepción que del mundo y la formación social tiene la fracción que detenta el poder político y económico en nuestro país"13.
El interés político sobre la televisión ha sido una constante no sólo nacional. Sin embargo, las características del sistema político mexicano permitieron un "acercamiento" muy redituable (económica y políticamente) entre los dueños de la televisión privada mexicana y los detentadores del poder público nacional, especialmente los presidentes de la república. Villamil apunta que "[…] en México la industria televisiva inició con el auspicio del gobierno de Miguel Alemán frente a un poderoso grupo empresarial que ya había demostrado su éxito en la radio (la XEW) y estaba encabezado por Emilio Azcárraga Vidaurreta"14.
Esta relación, no ha sido especialmente favorable para la sociedad en su conjunto. Por el contrario, todas las evidencias sustentan la tesis de que una camarilla estrechamente vinculada al poder presidencial y a la elite económica nacional han sido las grandes beneficiarias del desarrollo de la televisión. En este sentido Fátima Fernández asevera que "la idea de que el Estado Mexicano ejerce un poder ilimitado sobre las industrias de radio y televisión es insostenible, si se tiene presente que el crecimiento de dichas industrias en ningún momento se ha visto frenado por medidas estatales. Todo lo contrario, el Estado no ha hecho sino contribuir a su acelerado desarrollo"15. Y es evidente que el estado ha favorecido el crecimiento de la industria de las comunicaciones electrónicas no sólo porque ésta le ha sido favorable políticamente, sino porque en el propio negocio se encuentran personeros y prestanombres de los jerarcas políticos.
4. Política, deporte y medios: el tercer ángulo"En el momento en que Televisa diga: 'Te vas', se va, declara un dirigente de la Primera División [de la Federación Mexicana de Fútbol] que prefiere el anonimato"16. Esta frase sintetiza toda la fuerza que el monopolio televisivo ejecuta dentro de la organización burocrática del fútbol nacional.
El fútbol es un gran negocio. Se tiene que tomar en cuenta, no obstante, que el negocio del fútbol puede ser entendido sólo por la enorme popularidad y popularización que éste tiene en todo el mundo. En México, la historia del deporte ha sido contada parcialmente. Es decir, ni se ha realizado un estudio crítico sobre la historia social del fútbol mexicano y las historias que se han realizado son más bien panegíricos pagados por las élites que lo controlan burocrática y mercantilmente. De esta forma, existe bastante literatura apologista y muy poca crítica, como lo demuestra el hecho de que personajes como León Krauze sean los "cronistas oficiales" del balompié mexicano17.
La pasión (exultante, frenética y agobiante) que genera el fútbol entre una parte de la población mexicana es uno de los elementos más importantes para explicar el importantísimo negocio futbolístico. Frydenberg apunta que "personajes como Havelange o Avila han percibido muy bien el cruce entre ambas caras del fenómeno: la pasión -como fundamento motivante del espectáculo del fútbol- activando el enorme negocio mundial. Esta pasión fundante tiene como sustento dos ejes yuxtapuestos: por un lado, el deseo del éxito, por el otro el estilo, o sea el modo en el que se participa de la competencia y, eventualmente, se obtiene el triunfo"18.
Los jerarcas del fútbol mundial, y en especial los mexicanos han logrado explotar efectivamente la pasión que genera el deporte del fútbol. No obstante, su actuación ha ido de la mano del estado y de las diversas instancias que éste tiene a su alcance para establecer los mecanismos suficientes y necesarios para la consolidación del negocio. Podemos afirmar, por un lado, que la mejor de las instancias que el estado mexicano ha tendido para afianzar el negocio futbolístico, cuya principal beneficiaria ha sido la elite oligárgica televisiva, es la de la inacción en ese campo. A menor influencia gubernamental, mejores dividendos comerciales.
Los políticos profesionales que han detentado el poder del estado mexicano, simplemente se han dejado consentir con las múltiples prebendas que los negociantes del fútbol les han entregado a cambio de previas concesiones en el terreno mediático y organizativo de balompié nacional.
La elite detentadora de la televisión mexicana maneja a discreción los destinos de la Federación Mexicana de Fútbol, de los clubes y de los jugadores. Por ejemplo, la poca o nula intervención del estado, somete a los jugadores a un sui generis estatus laboral y contractual. Los dueños de los clubes hacen y deshacen a su gusto contratos comerciales, publicitarios y laborales.
El negocio mismo parece justificar tan "extraña" relación. El diario La Jornada apuntó que el fútbol, a pesar de ser el "deporte más popular del país y de que las dos compañías de televisión han hecho del fútbol una inagotable fuente de ingresos, el monto de los recursos que cada año se mueven por la comercialización de este deporte está protegido por una muralla más indescifrable que los criterios de un árbitro para marcar un penal." Continúa el periódico asegurando que "los clubes de la primera división profesional y la propia Federación Mexicana de Fútbol, la asociación que establece las reglas y rige el desarrollo de este deporte en el país" se han rehusado a dar informes sobre las ganancias que recaudan los cuadros profesionales de fútbol. Sin embargo, según fuentes secretas, "estiman que cada año periodo en el que son disputados dos torneos de la primera división profesional el mercado de publicidad durante la transmisión por televisión de los juegos genera una facturación de 500 millones de dólares, que convierten a la actividad en uno de los principales canales de promoción de marcas comerciales en el país"19.
En este vértice, se han entrecruzado los otros dos lados y han dado vida a fenómenos que merecen cierto análisis a profundidad: 1) los dos mundiales de fútbol jugados en nuestro país; 2) el desarrollo institucional de la Federación Mexicana de Fútbol y sus relaciones con la FIFA, el COI y otras entidades corporativas internacionales; 3) la conformación de la liga de primera división mexicana, 4) la consolidación de los grandes clubes profesionales como empresas y sus lazos con otras empresas y 5) la naturaleza sui generis del estatus laboral del fútbol profesional en México.
Así pues, considero que el fenómeno del fútbol profesional está acotado por las relaciones mundiales que el capital ha impuesto a todos los fenómenos sociales y culturales de la modernidad. La televisión (sus alcances comerciales y burgueses) está igualmente inscrita en el proceso universal de dominación capitalista. El presidencialismo mexicano en su fase post-cardenista ha fungido como un afianzador del capital. Las cámaras y organismos "privados" como las federaciones deportivas siempre han respondido favorablemente a los llamados del empresariado nacional e internacional.
De esta forma, considero que una elite social, la cual denomino oligarquía del fútbol mediático o "goligarquía", detenta y despliega socialmente capital dinerario y simbólico (bajo la lógica del plusvalor) en el campo del deporte futbolístico profesional, desdoblándose en ámbitos sociales, económicos y culturales de las clases populares, vulnerando la diversidad cultural.
Económicamente pienso que el fenómeno de la ganancia se afianza a través de los medios de comunicación y, simultáneamente, cómo estos son formidables vehículos de información simbólica que sustenta la hegemonía del capital.
5. El caso de la ArgentinaUn caso latinoamericano que puede ilustrar lo que ocurre en México, nos lo ofrece el proceso argentino. La organización asociativa del fútbol argentino se ve cooptada, desde sus inicios, por individuos de las familias más poderosas. Desde el origen de la Argentine Association Football League, fundada en 1893 por Alejandro Watson Hutton, pasando por la Argentine Football Association (1903) dividida en 1912 en la Federación Argentina de Football y la Asociación Argentina de Football, sus dirigentes "pertenecían a familias acaudaladas, eran políticos y periodistas prestigiosos, miembros de los gobiernos nacionales, y formaban parte de la elite social de la época" en la medida en que este deporte "había devenido ya materia gobernable para quienes conducían al país"20.
Desde su fundación en 1934, la Asociación del Fútbol Argentino (AFA) pude considerarse "una organización de élites, cuyo control de la institución se asegura a través de mecanismos diversos"21. La AFA surge como la instancia de control organizativo del fútbol profesionalizado. Es en este punto, siguiendo el ejemplo argentino, donde podemos señalar otra de las ópticas en las que podemos analizar el fenómeno del profesionalismo: la simbiosis que sugiere entre mercado y política. Con la ampliación del número de clubes, la consolidación del profesionalismo y el creciente número de seguidores a los espectáculos futbolísticos el fútbol se convirtió en un negocio de gran importancia.
Podemos tomar el ejemplo, nuevamente, de la AFA en materia de consolidación de la infraestructura deportiva. A mediados de los años treinta el fútbol representaba "uno de los entretenimientos centrales de la sociedad argentina", pero frente a la creciente demanda "los primeros escenarios del fútbol, las pequeñas canchas del período anterior, resultaban insuficientes; la satisfacción de las necesidades de esparcimiento de miles de seres reclamaba ámbitos más grandes"22. La estrategia a seguir parece obvia: utilizar los vínculos estrechos (y en algunos casos plena identificación) que la AFA tenía con los organismos del Estado nacional para obtener los recursos y resultados necesarios para la consolidación del negocio.
De esta forma, en 1936 el poder ejecutivo publicó un decreto que "autorizó préstamos especiales para la construcción de los ansiados estadios"23. En 1947, durante el peronismo, el Racing fue amplia y notoriamente favorecido con los apoyos del entonces ministro Ramón Cereijo, seguidor y socio del club. Dicen Scher y Palomino que "este funcionario gravitó para que la institución obtuviera los fondos que necesitaba para su estadio en condiciones sumamente generosas. Un decreto especial estableció un crédito oficial con ese fin por un monto de tres millones de pesos, que fueron posteriormente elevados a once millones en la medida en que el proyecto lo fue requiriendo"24.
El peronismo argentino también vio su oportunidad en este sentido. De hecho, afirman Scher y Palomino: "En pocas ocasiones como con el peronismo llegó a expresarse con semejante nitidez la relación del fútbol con el Estado y el compromiso ideológico de la AFA con un gobierno determinado"25. Las presidencias de la AFA estaban completamente plegadas a las políticas establecidas por el general Juan Domingo Perón. "Queremos y lograremos que el fútbol -tal como lo ha expresado el general Perón- sea el deporte del pueblo y para el pueblo. Para conseguirlo no escatimaremos esfuerzos,"26 expresó Domingo Peluffo, dirigente del San Lorenzo y presidente de la AFA en 1953.
Los gobiernos militares aparecen en la literatura sudamericana como momentos en los cuales el poder político busca ensanchar y profundizar sus relaciones de dominación a través del fútbol. Nuevamente, el caso argentino es paradigmático. Después del golpe de estado del 24 de marzo de 1976, la junta militar se encontró ante la disyuntiva de organizar la Copa del Mundo de 1978, la cual había sido asignada a Argentina en 1966.
Según Méndez "una de las primeras medidas de la Junta Militar fue intervenir la Asociación del Fútbol Argentino"27. A través de múltiples maniobras políticas, el Almirante Carlos Alberto Lacoste logró dominar los espacios institucionales del fútbol argentino y con ello, técnicamente, adjudicarse la organización y beneficios del mundial de fútbol de 1978.
Las disputas al interior de las fuerzas armadas, se vieron claramente durante el proceso de organización de dicho mundial. El ejército y la armada tenían distintas versiones y prioridades respecto a la organización del campeonato. Por un lado, el general Rafael Videla ("neófito en el tema"28 del fútbol) no parecía muy convencido de continuar con la organización del torneo, a tan sólo veinticuatro meses de su inauguración. Por otro lado, el almirante Emilio Eduardo Massera y su personero, el almirante Lacoste, estaban convencidos de que la organización del mundial debía proseguir. Dada la rispidez del debate, Videla "consideró que la decisión sobre la realización del campeonato tendría que salir de una reunión entre los integrantes de la Junta Militar"29.
Un aparente acuerdo designó al general Omar Carlos Actis, apoyado por Videla y el ejército. Sin embargo, a decir del propio Méndez, "el proyecto de Actis para el mundial de 1978 era diametralmente opuesto al pergeñado por Lacoste. No incluía la construcción de estadios ni tampoco la instalación de una planta televisora -luego se vería que era una exigencia de la FIFA para su negocio televisivo- inclinándose solamente por la remodelación, ya que debía cumplir fielmente con lo solicitado por Videla: evitar el despilfarro"30. Estas diferencias se resolvieron con el asesinato del Gral. Actis, unos pocos días después de su designación como presidente del llamado Ente Autárquico Mundial 78 (EAM'78), encargado de la organización del evento. A pesar de la importancia del asesinato, éste sólo ocupó "pequeños espacios en las páginas interiores" de los diarios y "el silencio fue la norma cómplice"31.
Con el control absoluto del EAM'78, la armada pudo realizar sus planes de organización mundialista. Evidentemente, la FIFA, sus patrocinadores y un puñado de marinos argentinos recibieron grandes beneficios económicos. Carlos Alberto Lacoste controló todos los frentes del gran negocio. Por un lado, la construcción y remodelación de estadios tuvieron incrementos gigantescos en sus presupuestos. Se habían calculado 2,200 millones de pesos para las remodelaciones de los estadios Monumental y de Vélez; la cifra alcanzó los 101,000 millones32. En cuanto a las construcciones se presupuestaron, inicialmente, 17,500 millones de pesos; la cifra alcanzó los 288,000 millones, "veinte veces más que el costo inicial"33.
El mundial de fútbol fue un evento socio-político poco estudiado en sus múltiples variables. Defraudación económica y captación política. Muy mal negocio para la mayoría de los argentinos, quienes tuvieron que desembolsar 520 millones de dólares. Señala Méndez:
"Si los argentinos eran felices con la copa obtenida, mucho más lo eran los integrantes de la FIFA, ya que el amigo, el futuro contralmirante Carlos Lacoste, con el manejo discrecional del EAM'78 les permitió ganar 3.750.000 dólares, una cifra fabulosa si se le compara con la obtenida en el Mundial de 1974, en donde apenas se llevaron 265 mil dólares"34.
La recompensa para el almirante Lacoste fue su designación, por parte de su entrañable amigo, Joao Havelange, presidente de la FIFA, como vicepresidente del organismo, cargo que ocupó a partir de 1980.
El Proceso de Reorganización Nacional, eufemismo que la junta militar argentina utilizó para denominar al gobierno de facto, a la represión y a la guerra sucia, tuvo en la organización del mundial un elemento de consenso muy importante. Sin embargo, el mundial y la fiesta popular generada por el triunfo argentino no respondieron, por lo menos no necesariamente, a los presupuestos de la dictadura. Reducir la alegría y la algarabía nacionales, en una época tan difícil, marcada por la represión y la violencia de estado, a sentimientos alienados y consensuales con el régimen de facto puede ser una explicación parcial del fenómeno. Sin diluir los dramáticos matices políticos con los que la junta militar tiñó al mundial de 1978, matices de la unidad nacional inexistente, tampoco sería preciso interpretar como una muestra de indiferencia de las masas su gran júbilo durante y poco después del certamen futbolístico.
La Junta, acompañada de los medios de comunicación, organizó acciones que pretendieron generar un ambiente político de supuesta hostilidad internacional hacia la Argentina. Con ello, se buscaba crear un consenso hacia el "enemigo externo", el cual atentaba contra la nación. Sin embargo, si bien es cierto que ni en los estadios ni en la calle se realizaron manifestaciones de repudio al régimen, tampoco significa esto que la mayoría (silenciosa) lo apoyara. Miedo, hostigamiento y persecución fueron elementos muy importantes del silencio generalizado. Dicen Novaro y Palermo:
"El manto espeso con que la represión había sido cubierta y que facilitó […] que muchas interpretaciones algo más confortables para sí mismos sobre lo que estaba ocurriendo, o que sin más ni más optaron por 'no saber', permitió que el efecto catalítico de la 'campaña antiargentina' fuera sumamente efectivo en la química nacional y futbolística. Muchos no creyeron en semejantes pamplinas y, más sencillamente, se dejaron llevar por su necesidad hacia una suerte de transacción: en ocasión del primer episodio de repercusión masiva que tuvo lugar en la Argentina del terror, quisieron tener su fiesta popular y no les importó lo que el gobierno podía hacer con su propia alegría ('sentí la emoción otra vez de ser parte de una multitud', resume un testimonio representativo de mucho otros)"35.
La prensa, por supuesto, jugó un papel fundamental en la consolidación del tenue, pero eficaz consenso. Era como sí dicho consenso fuese similar a la tensión superficial del agua, capaz de soportar el peso de un mosquito o un sapo sobre una hoja, pero incapaz para mantener a flote un bulto de cemento. La prensa "tensaba" la superficie, pero parecía que al final todo lo que se mantenía a flote se hundiría. El fútbol "ayudó" a cohesionar un poco más esa superficie, pero sus efectos analgésicos no resolverían el problema en su conjunto.
Un diario como el Clarín, sujeto a prácticas muy estrechas con el poder político ejemplifican no sólo el papel que jugaron muchos medios de comunicación en la Argentina del Proceso y del Mundial 1978, sino que servirá como problema "bisagra" de nuestro siguiente punto, relativo al fútbol y sus vínculos empresariales.
El diario el Clarín representa la simbiosis régimen-medio de comunicación-empresa. Beneficiario activo de las políticas impulsadas por los gobiernos anteriores, simultáneos y posteriores al régimen militar de los setenta y ochenta, el consorcio periodístico, integrado alrededor del diario, optó abiertamente por la apología del certamen mundial de fútbol. Al respecto, Tutino y Oliva refieren que "el diario Clarín, elaboró y difundió una política editorial que sustentaba, avalaba y legitimaba el discurso pergeñado por el gobierno militar durante el desarrollo del Mundial de Fútbol Argentina 1978", de tal suerte que "avaló la supuesta 'campaña anti-argentina', 'batallando' junto al gobierno para echar por tierra las denuncias en su contra y, de esta manera, formar una corriente de opinión en la sociedad en el sentido de que el éxito deportivo, de alcanzarse, podría significar un escalón más hacia la construcción de una nueva Argentina, patriótica y nacionalista."36.
Las redes de complicidad con el régimen, explícitas no sólo durante el mundial de fútbol, fraguaron en un poderoso corporativo mediático en la Argentina de los noventa, el cual es, en gran medida, propietario parcial de muchos de los actuales derechos de transmisión del fútbol argentino a través de su filial TyC Sports.
Notas
Mills, C. Wright, La élite del poder, Fondo de Cultura Económica, México, 2005, p. 18.
Mills, C. Wright, The Elite Power. Tomado de http://www2.pfeiffer.edu/~lridener/courses/ MILLSR1.HTML (Traducción libre).
Chomsky, Noam, Necessary Illusions. (Traducción libre).
Chomsky, Noam, ¿Qué hace que los medios convencionales sean convencionales?, tomado de http://www.zmag.org/Spanish/0006chom.htm
Cf., Bourdieu, Pierre, Sobre la televisión, Anagrama, Barcelona, 2005.
Cf., ib., pp. 15-53.
Corral, Javier, "Televisa-Telmex", El Universal, 26 de septiembre de 2006, tomado de http://www.eluniversal.com.mx/editoriales/35537.html
Trejo Delarbre, Raúl, "Un año de la Ley Televisa", La Crónica de Hoy, 29 de marzo de 2007, tomado de http://www.cronica.com.mx/nota.php?id_nota=293058
Peterson, David, "An interview with Edward S. Herman & Robert W. McChesney", Global Media-ZMagazine, junio de 1997, tomado de http://www.zmag.org/zmag/articles/petersonoct97.htm (Traducción libre)
Bloch, Marc, Introducción a la historia, Fondo de Cultura Económica, México, 2000, p. 34.
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revista
digital · Año 12
· N° 111 | Buenos Aires,
Agosto 2007 |