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Análisis de la carga interna en el fútbol

   
Licenciado y profesor de Educación Física.
(España)
 
 
Raúl Gonzalo Prieto
inforaulgonzalo@yahoo.es
 

 

 

 

 
Resumen
     El presente artículo, pretende ser un compendio de diferentes estudios orientados al análisis de los diversos factores que conforman lo que conocemos como carga interna en el fútbol: sustratos, frecuencia cardiaca, lactacidemia, etc.
    Palabras clave: Fútbol. Carga. Sustrato. Frecuencia cardiaca. Lactacidemia.
 

 
http://www.efdeportes.com/ Revista Digital - Buenos Aires - Año 11 - N° 102 - Noviembre de 2006

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Introducción

    Existe un gran número de autores que han analizado la carga interna (aspectos fisiológicos) en el fútbol. La mayoría de ellos estudiaron la evolución de la frecuencia cardiaca, del VO2 max. y del nivel de lactato en sangre durante el transcurso de un partido.

    Este artículo pretende aproximarnos al conocimiento de un perfil fisiológico definido que caracterice al jugador de fútbol, a pesar de las dificultades metodológicas que presenta su estudio, su naturaleza compleja, la diversidad de tests empleados y la falta de información comparable.


Utilización de los sustratos

    El elevado nivel de producción de energía aeróbica en el fútbol y la acusada movilización de energía anaeróbica durante ciertos períodos del partido favorecen el consumo de grandes cantidades de sustratos. Durante el transcurso de un partido suele aparecer una ligera hiperglucemia en sangre, y sólo en muy raras ocasiones aparecen casos de hipoglucemia, por lo que podemos concluir que el hígado libera la suficiente cantidad de glucosa como para mantener sus niveles elevados durante todo el partido.

    SALTIN (1973) observó que la cantidad de glucógeno muscular era de 96 mmoles/kg antes del partido, de 32 mmoles/kg en el descanso y de 9 mmoles/kg al finalizar el encuentro. Si se realizaba el día antes del partido un esfuerzo intenso que disminuyera los niveles de glucógeno, se podía observar que al terminar la primera parte, estos niveles estaban prácticamente bajo mínimos.

    BANGSBO (1994) encontró que la concentración de ácidos grasos en sangre aumenta durante un partido de competición y más durante el segundo tiempo. En ese mismo estudio comentó que el papel de las proteínas en el metabolismo del fútbol no está muy claro, pues la oxidación de las proteínas (en estudios de ejercicios continuos cuya media de intensidad y duración son similares al fútbol) puede llegar a contribuir tan poco como el 10 % de la producción total de energía.


Gasto energético y valoración metabólica

    En relación con la actividad metabólica, DAL MONTE (1975) considera que el requerimiento de la fuerza y actividad muscular es de tipo medio. Además comenta que por sus características técnicas de fases irregulares en la carrera, cambios de velocidad y ritmo le confiere un consumo metabólico alternante.

    PIRNAY (1993) consideró que el jugador de fútbol realiza gran cantidad de desplazamientos en resistencia donde la energía es suministrada por el sistema aeróbico. Añadiéndose numerosos esfuerzos cortos e intensos con participación del metabolismo anaeróbico aláctico mientras que la solicitación de la glucólisis anaeróbica es rara. Además, piensa que el 90% del tiempo es empleado en actividades inferiores al umbral anaeróbico. Los ejercicios de resistencia de baja intensidad y prolongados durante un largo período de tiempo consumen oxígeno en el metabolismo aeróbico y las contracciones más potentes, rápidas y breves de los sprints y los saltos requieren del metabolismo anaeróbico aláctico. Los esfuerzos intermedios (de un minuto de duración aproximadamente) activan la glucólisis anaeróbica láctica. La utilización de las tres vías en el transcurso de un partido no queda clara aunque será fundamental conocer su incidencia para poder programar el entrenamiento y mejorar la condición física de los jugadores.

    JIMÉNEZ (1993) también consideró (en juveniles) que el fútbol es un deporte de marcado predominio aeróbico situando la F.C. media en valores próximos al umbral anaeróbico y que el tiempo, considerando al portero, es en condiciones aeróbicas de 79,75% y en anaeróbicas de 20,25% y de 78% y 22% sin tener en cuenta al guardameta. Aún así, considera que en los puestos de carrilero y lateral, la participación anaeróbica láctica es importante lo que debe tenerse en cuenta de cara a los entrenamientos. El puesto de medio centro también tiene una clara significación anaeróbica, aunque en este caso no parece prioritario el trabajo de la potencia aeróbica. El puesto de medio centro defensivo parece el más específicamente aeróbico. En los puestos de media punta, punta y portero existe una participación acusada del metabolismo anaeróbico aláctico, por lo que interesa trabajar la fuerza explosiva y la velocidad de reacción. En general se aprecian disminuciones del ritmo en el segundo tiempo (la F.C. media desciende un 5% y la participación anaeróbica láctica un 20%) lo que puede significar carencias en el entrenamiento.

    Otros autores consideran que el metabolismo predominante en el fútbol es fundamentalmente anaeróbico láctico, empleándose, como consecuencia de ello, la resistencia anaeróbica, ya que los esfuerzos realizados son en su mayoría de intensidad submáxima o máxima. Por otro lado, también aparecen otros esfuerzos de menor intensidad o de reposo, de muy poca duración y que no suelen permitir una recuperación total, intercalados entre los anteriores. FOX (1988) piensa que en el fútbol existe un 70% de requerimientos no oxidativos y un 30% oxidativos.

    Para GONZÁLEZ CABRERO (1996) la potencia aeróbica se sitúa en una zona media con relación a otras modalidades deportivas, alcanzando intensidades de trabajo próximas al umbral anaeróbico (F.C. entre 158 y 170 pulsaciones por minuto), especialmente observable en centrocampistas y defensas.


Consumo de oxígeno

    Han sido muy numerosos los intentos de conocer la aportación del metabolismo aeróbico a la producción total de energía en el fútbol mediante el análisis del consumo de oxígeno (VO2) aunque hoy por hoy (y a pesar de que se dispone de la telemetría) sus conclusiones no son aún del todo fiables.

    RODRÍGUEZ, F. A. (1996) estudió el VO2 max. en futbolistas profesionales obteniendo un rango de 54 a 70 ml/kg./min. (59,73 ml/kg./min. de media) similar al encontrado por REILLY (1990) y BANGSBO (1994) (55-70 ml/kg./min.).

    ASTRAND y RODAHL (1986) registraron una media de 58,6 ml/kg./min. EKBLOM (1986) obtuvo valores superiores (61 ml/kg./min.) coincidentes con los encontrados por WHITERS (1977) (62 ml/kg./min.), NOWACKI (1988) (62 ml/kg./min. la selección nacional alemana y 58,3 ml/kg./min. la selección nacional austriaca).

    Algunos estudios (SMAROS (1980), VAN GOOL (1988) y BANGSBO (1992)) han encontrado correlación entre el VO2 max. y la distancia recorrida durante un encuentro.

    Además, mediante la determinación de la F. C. podremos conocer indirectamente el VO2 y por lo tanto la producción de energía aeróbica. Aún así, debemos procurar evitarlo pues la F. C. suele encontrarse a menudo sobrestimada (estrés emocional, etc.). Además en las acciones breves y muy intensas (explosivas) que caracterizan el fútbol no existe linealidad entre la F.C. y el VO2. Se puede apreciar a lo largo de una temporada, cuando un jugador cae lesionado durante varias semanas, un descenso significativo en pruebas de resistencia, pero no en el VO2 max. Esto posiblemente muestre que el VO2 max. no es determinante en el fútbol, aunque sea muy interesante conocer a que tanto por ciento de ese VO2 max. el futbolista tiene su umbral anaeróbico y cuanto tiempo emplea en alcanzarlo y/o en mantenerlo.

    RODRÍGUEZ, F. A. (1996) encontró (mediante la utilización de un método directo: el analizador de gases portátil K2) valores próximos al 64 % del VO2 máx. durante el transcurso de un partido.

    KARPMAN elaboró una tabla en la que se reflejan los niveles necesarios de VO2 para los futbolistas profesionales en relación con su peso (GRÁFICO 19).


Temperatura rectal

    BANGSBO (1994) encontró valores medios de 39,5º C y nunca inferiores a 39º C (ANDERSSON (1983)). Estas temperaturas equivalen a un 70-80 % del VO2 max., teniendo en cuenta que los fluidos perdidos durante el partido elevan la temperatura corporal sin producirse un incremento en el consumo energético.


Frecuencia cardiaca

  1. Frecuencia cardiaca Media

        DEROANNE (1971) observó valores cercanos a 170 p.p.m. Estos resultados fueron confirmados por AGNEVIK (1970), EKBLOM (1986), VANKERSSCHAVER (1989) VANGOOL (1989), sin embargo BRUYN-PREVOST y THILLENS (1982) obtuvieron 162 p.p.m.

        PIRNAY (1993) consideró que la F.C. media durante un partido alcanza valores próximos a 167 ± 3,9 p.p.m. Disminuye en el segundo tiempo 2,3 p.p.m. de media. Además el 90% del tiempo, la F.C. es inferior a 170 p.p.m.

        JIMÉNEZ (1993) consideró (en juveniles) que durante un partido, incluyendo al portero, era de 160 p.p.m. (81%) y de 161 (82,25%) si excluimos al guardameta.

        GARCÍA OCAÑA (1993) encontró que la F.C. en los porteros oscilaba alrededor de las 130 p.p.m. (en la 1ª parte 131 p.p.m. y en la 2ª parte 121 p.p.m.). Además observó la diferencia entre acciones técnicas ofensivas y defensivas.


        Podemos concluir que las acciones técnicas provocan un incremento de la F.C., siendo menor en las acciones técnicas ofensivas que en las defensivas. Además es observable la homogeneidad a lo largo de un partido oscilando generalmente entre 120 y 140 p.p.m. También queda de manifiesto que las acciones explosivas de los gestos técnicos elevan la F.C. a 150 p.p.m.

  2. Frecuencia cardiaca Máxima y Mínima

        GONZÁLEZ CABRERO (1996) determinó que la F.C. máx. es 184,94 ± 8,16 de media. CASTELLANO (1997) obtuvo valores cercanos a 190, 13 ± 4,22, muy similares a los encontrados por CAZORLA (1991).

        NOGUÉS MARTÍNEZ (1996) encontró que la F.C. máx. era de 202 p.p.m.

        PIRNAY (1993) observó que durante el transcurso de un partido la F.C. evolucionaba de la siguiente forma:




  3. Metodología para la obtención de la Frecuencia cardiaca

        Podremos conocer la intensidad de esfuerzo del futbolista mediante:

    La F.C. basal: Medimos las pulsaciones al levantarnos durante varios días y hacemos la media.
    La F.C. máxima: Mediante un test máximo (Conconi, Bruce, etc.).
    La F.C. en cualquier momento: Mediante la utilización de pulsómetros.
    La F.C. en el umbral anaeróbico: Mediante el test de Conconi.

        Una vez conocidos los valores de la F.C., hallaremos la intensidad de la siguiente forma:



Lactacidemia

    Antes de comenzar el análisis en este apartado, me gustaría comentar que, habitualmente, los niveles de lactato que se obtienen durante un partido de fútbol, no se aproximan a los valores reales.

    Si nos fijamos un poco, la mayoría de los estudios toman las muestras al final del partido o al descanso. Puede suceder que el futbolista haya permanecido inmóvil los últimos minutos (o realizando una actividad intensísima), por lo que al realizar la toma de lactato del lóbulo, no obtendremos valores muy fiables. Sería conveniente tomar muestras después de cada acción interesante, teniendo en cuenta las acciones realizadas anteriormente a estas.

    PIRNAY (1993) consideró que el lactato alcanza valores medios de 4,01 ± 0,67 mmoles de lactato en jugadores profesionales y 4,43 ± 1,57 mmoles de lactato en jugadores amateurs y que la lactacidemia es siempre menos elevada al final del segundo tiempo (3,02 mmoles) situándose siempre cerca del umbral anaeróbico y rebasándolo excepcionalmente. El 90% del tiempo la tasa de lactato es de 2 mmoles.

    BRUYN-PREVOST y THILLENS (1982) obtuvieron una lactacidemia próxima a los 4 mmoles (valor considerado de transición entre los metabolismos aeróbicos y anaeróbicos).

    Parece claro que los futbolistas de alto nivel poseen mejor capacidad lactácida, de tamponamiento de cargas ácidas, y por lo tanto presentan concentraciones menores de lactato respecto a jugadores de nivel inferior.

    Resulta curioso observar que en muchos casos se produce una disminución de la concentración de lactato en la segunda parte respecto de la primera. Esto puede ser debido a una disminución de la capacidad glucolítica y una disminución del glucógeno muscular. Aún así, existen otros muchos jugadores con niveles de lactato más elevados en el segundo tiempo, por lo que no podemos concluir nada al respecto.

    Lo que sí queda claro es que en la segunda parte descienden la capacidad de tamponamiento de las cargas ácidas y la utilización de la vía energética anaeróbica láctica.

    JIMÉNEZ (1993) estudió los niveles de lactato según los puestos ocupados, obteniendo los valores reflejados en el GRÁFICO 27.

    Por lo visto en el gráfico, los jugadores situados en banda son los que en mayor medida utilizarán el metabolismo anaeróbico láctico, mientras que los porteros y centrales serán los que menos requieran de esta fuente energética.


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