La importancia de la hidratación para
la competición en deportes de equipo |
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*Licenciado en CC.A.F.D. y Título de Estudios Avanzados en Nutrición Humana. **Doctora en CC.A.F.D. y profesora de la Facultad de Ciencias de la Salud de la Universidad Católica San Antonio de Murcia. (España) |
Francisco Alarcón López* Nuria Ureña Ortín** paquilloal@hotmail.com |
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http://www.efdeportes.com/ Revista Digital - Buenos Aires - Año 11 - N° 100 - Septiembre de 2006 |
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Introducción
El objetivo de cualquier entrenador es que sus atletas o jugadores consigan el mayor rendimiento deportivo. Para ello es fundamental controlar aquellos factores externos al propio entrenamiento que produzcan una disminución del rendimiento del individuo. Uno de estos factores es el control fisiológico del organismo durante el ejercicio físico, como por ejemplo controlar la depleción de glucógeno muscular y hepático para evitar la utilización de energía por vías rápidas, o la prevención de la deshidratación. En la actualidad son todavía los deportes individuales los que centran la atención sobre las investigaciones en esta área, puesto que en deportes colectivos existen muchos más factores que afectan al rendimiento, siendo más difícil llegar a conclusiones que demuestren avances en este sentido, además de ponerse en duda ante que punto estos factores son determinantes en el rendimiento del jugador. Aún así es necesario que los entrenadores y jugadores conozcan cuáles son las últimas recomendaciones de los investigadores, ya que ello les va a ayudar a conseguir una mayor calidad de sus jugadores durante los entrenamientos, por lo tanto un mejor rendimiento deportivo.
Durante la actividad muscular el 25% de la energía producida se transforma en trabajo mecánico, mientras que el 75% restante se disipa en forma de calor. Esta temperatura interna aumentaría un grado centígrado cada 5-8 min. si no existiesen los mecanismos para disipar el calor, entre los cuales se encuentran la evaporación, es decir, cuando la temperatura ambiental iguala o supera la temperatura cutánea. Esto va a producir unas grandes demandas sobre el líquido corporal. El problema es que cuando aparece en nuestro cuerpo la sensación de sed ya existe casi un 2% de deshidratación a causa de la reducción del líquido extracelular, producida por el incremento de la osmolaridad plasmática con el objetivo de no variar el volumen plasmático (González & Villa J., 2001). Un deportista entrenado puede tener una tasa de sudoración de aproximadamente de 2 a 3 l/h. La perdida de líquido corporal esta muy relacionada con la perdida de peso del deportista durante la competición. Esta perdida de peso, según Bacharach, Von-Duvillard y Rundell (1994), citado por (Merchant García, 1999), nos indica el grado de deshidratación. Algunos jugadores de fútbol americano llegan a perder entre 5 y 6 kg en un sólo día de entrenamiento intenso (Santángelo Magrini & Cohen Grinvald., 1999).
Esta deshidratación que se produce durante el ejercicio, si se mantiene en el tiempo se irá reduciendo el volumen plasmático, y con él la sudoración, con lo que la termorregulación se vuelve más difícil (McArdle W.D. et al., 1990). Esto lo corroboran estudios como el de Coyle et al., en 1992 donde analizó la influencia de la deshidratación sobre la hipertemia y la desviación cardiovascular durante el ejercicio. En él comprobó que la magnitud del incremento en la temperatura corporal, y de la FC y la reducción en el volumen latido son graduales en proporción a la cantidad de deshidratación acumulada durante el ejercicio. En ambientes calurosos y húmedos con son los que se producen en aquellos deportes de equipo que se juegan a la interferir, esta termorregulación es más complicada, puesto que la eficacia del refrescamiento por evaporación es impedido por la alta presión de vapor del aire ambiental. Esto provoca un aumento de sudor, el cual no se puede evaporar con lo que aumentan la deshidratación y el recalentamiento (McArdle W.D. et al., 1990).
En algunos deportes de equipo, donde la acumulación de lactato puede convertirse en un factor limitante temporalmente, cuando la temperatura ambiente es alta, esto puede llevar a una mayor dependencia del metabolismo anaeróbico que en las condiciones más frescas. (Claremont, A.D., 1975 citado por (McArdle W.D. et al., 1990) y la substracción de las reservas de glucógeno durante el ejercicio (Fink, 1975). Esto puede ser una de las causas de la fatiga precoz que ocurre durante la práctica deportiva en ambientes calurosos.
Necesidades hídricas de los deportistasEn condiciones normales en lo que se refiere a temperatura ambiente y a los niveles de actividad, un adulto normal necesita 1 litro de agua por cada 1000 Cal ingerida, lo cual significa aproximadamente una ingesta de 2000 ml de agua en una mujer adulta y 2800 ml para un hombre adulto (Williams M.H., 2002).
La ingesta de líquidos en forma de bebidas constituye el modo más importante de reponer el agua perdida. Los alimentos sólidos aportan agua, y lo hacen de dos maneras. En primer lugar los alimentos contienen agua en cantidades variables; y en segundo lugar el metabolismo de los alimentos para transformar en energía es un proceso que también produce agua (González Gallego & Villa Vicente J., 2001).
Es importante que durante el día el individuo sea capaz de conseguir el equilibrio hídrico, es decir que sus perdidas no superen a sus ingestas. El volumen consumido debe ser mayor que el volumen de liquido perdido (Maughan, R., Leiper, J. y Shirreffs, S., 1997 citado por (Merchant García, 1999). Esto debe cumplirse, según Gisolfi, C. y Duchman (1992) para tareas de menos de 1 h. En eventos de 1 a 3 h la toma debe ser de 800 a 1600 ml/h, y de 500 a 1000 ml/h para eventos de más de 3 h. (Williams M.H., 2002).
Necesidades de electrolitosEl sudor contiene mayor cantidad de sodio y de cloro que otros minerales y sin embargo su contenido electrolítico es sustancialmente más bajo que el de la sangre (Plasma:138-142 mmol/L; Sudor: 25-75 mmol/L.) .Para un adulto las necesidades diarias mínimas de sodio, cloruro y potasio son de 500, 750 y 2000 mg, respectivamente. Una ingesta equilibrada diaria de alimentos aporta una cantidad mucho más alta en electrolitos que la que se excreta (González Gallego & Villa Vicente J., 2001).
En tal sentido existen diversas opiniones encontradas, destacando quienes consideran adecuados la ingesta de los electrolitos que se pierden, sodio, potasio, cloro, magnesio y calcio. (López, L., Witting de Penna, E., Bunger, U.). También, entre estos, Bergeron (1996), considera unos de los problemas que surgen por una perdida excesiva de sodio son los calambres musculares(Merchant García, 1999).
Si se toma como ejemplo a atletas que se entrenan más de dos horas diarias, éstos pierden considerables cantidades de cloruro de sodio. Al igual les ocurre a jugadores de fútbol americano que entrenan dos veces al día en su preparación de verano y que puede perder un total de 5 litros de sudor. Si cada litro de sudor contiene 50 mmol de sodio, el total de sodio perdido pudiese ser 5750 mg. equivalentes a más de 14 g de NaCL (Murray, 2001). Gisolfi y Duchman, en 1992 (citados por Merchant García, 1999) proponen la ingesta de 10 a 20 mEq de Sodio en eventos de 1 a 3 h y un aumento de 20 a 30 mEq Sodio, con eventos de más de 3 h, debido según ellos, principalmente porque durante este ejercicio las perdidas por sudor son mayores a la ingesta realizada.
Otro grupo de autores considera fundamental para una rehidratación mantenida incluso hasta después de la prueba las bebidas deben tener niveles ligeramente altos de sodio (50 a 60 mmol/l) y un poco de potasio para reemplazar las perdidas de sudor (Maughan, R. y Noakes, T., 1991 y Maughan, R., Leiper, J. y Shirreffs, S., 1997 citados por (Merchant García, 1999).
Por otro lado están los autores que no creen necesario un aporte extra de estos electrolitos como Hawley, Dennos y Noakes (1994) que en actividades físicas donde las perdidas de peso corporal de los deportistas no sean mayores del 4%, no encuentran evidencias suficientes para recomendar la toma de electrolitos. Mientras que otros como Burke, L. y Leer, R. (1993), declaran que la necesidad de la concentración de electrolitos aun es desconocida, actualmente el nivel es bajo (10 a 25 mmol/l), intentando promover la absorción intestinal de fluido(Merchant García, 1999).
Necesidades en deportes de equipoBurke, L. (1997), expone aspectos interesantes, dentro de las condiciones ambientales, a la hora de considerar la posible deshidratación en deportes como el baloncesto. Nos indica que este tipo de actividades se realizan en ambientes calurosos, con temperaturas superiores a los 25 °C., en ocasiones, y humedad del 60%. Esto va a producir como se comentó en el punto de la termorregulación, un aumento de la sudoración y por lo tanto una mayor deshidratación.
Broad, et al. (1996), midieron las perdidas de peso en el baloncesto de élite, así como controlaron la ingesta de líquidos durante la prueba. Las perdidas no fueron tan altas como se podía esperar en pruebas en recintos cerrados, como era el caso. Las causas que determinaron fueron el uso individual de botellas de líquido, los cambios que se realizan en este deporte entre jugadores, permitiendo el descanso, la duración y numero de paradas durante el juego y las propias características de los individuos.
Prevención de la deshidratación durante la competiciónLa mejor manera de combatir la deshidratación que se produce durante la competición es ingerir líquidos antes, durante y después de la misma. Para decidir qué tipo, cantidad y frecuencia de estos líquidos es la más idónea habrá que tener en cuenta la intensidad y duración de la tarea, la temperatura ambiente y humedad y las características fisiológicas y bioquímicas del atleta. Las características deben adaptarse a cada sujeto, determinado por ensayo-error (Maughan, R. y Noakes, T. ,1991 citado por (Coyle, 2000). Esta ultima idea es compartida por autores como Leiper, J. (1994), quienes proponen que en los entrenamientos cada sujeto debe experimentar para conocer el tipo, cantidad y frecuencia de toma más interesante para él.
La temperatura adecuada a la que se deben ingerir estas soluciones está entre 5 a 10 °C según Gisolfi y Duchman (1992) citado por (Merchant García, 1999), puesto que según sus investigaciones los mejores vaciados gástricos se producen para líquidos con estas temperaturas. El Colegio Americano de Medicina del Deporte recomienda que los fluidos ingeridos estén más fríos que la temperatura ambiente (entre 15° y 22°) y que tengan buen gusto para mejorar su sabor promoviendo el reemplazo de fluidos (Murray, 2001).
López, et al. (1994) citado por (Merchant García, 1999), consideran el sabor como un factor limitante. Estos autores aconsejan elaborar las bebidas teniendo en cuenta el pH, acidez, total sólidos y osmolaridad, y densidad, siendo muy importante que sean isotónicas.
Ingesta hídrica antes de la competiciónEs importante que el sujeto que va a realizar ejercicio se encuentre en estado de euhidratación, es decir que el cuerpo posea unas reservas normales de agua, ya que existen estudios que han demostrado que atletas que empiezan el ejercicio con un volumen de agua corporal menor al normal, experimenten efectos adversos sobre la función cardiovascular, la regulación de la temperatura y el rendimiento deportivo. (Sawka, 1992, Armstrong et al, 1985 citados por (Murray, 2001; Greenleaf & Castle, 1971; Nadel et al., 1980 citados por Lamb & Shehata, 2000 y Coyle, 1992). Además, la práctica de ejercicio en el calor exacerba los efectos deletéreos que determina la deshidratación en el rendimiento físico (Swaka et al., 1984 citado por (Murray, 2001). Para evitar esto, el Colegio Americano de Medicina del Deporte recomienda que los individuos consuman una dieta nutricionalmente balanceada y que ingieran una cantidad adecuada de fluidos en las 24 horas previas a algún evento, especialmente en el período que incluye la comida previa al ejercicio, para proveer una adecuada hidratación antes del ejercicio o competición. Además también recomiendan que los atletas beban alrededor de 500 ml (2 vasos) de fluidos 2 horas antes del ejercicio para promover una hidratación adecuada y dar tiempo para excretar el excedente de agua ingerida (Murray, 2001).
Una de las estrategias que utilizan los deportistas para prevenir la deshidratación que se produce durante la práctica deportiva es la hiperhidratación, es decir aumentar los líquidos corporales por ingesta voluntaria de agua y otras bebidas, sin estar deshidratado (Williams M.H., 2002). El riesgo que se corre es que puede producir malestar gastrointestinal, incluyendo vómitos, además puede provocar que un deportista disminuya o pare para orinar durante la competición (Lamb & Shehata, 2000). Aún así las ventajas son mucho mayores a los inconvenientes de esta práctica dietética. Para empezar, la reposición de fluidos durante un ejercicio prolongado es más crítica que la hiperhidratación antes del ejercicio, aunque si el deportista fuese capaz de reponer todo el líquido perdido durante la competición, esta práctica no tendría ningún sentido; si bien es cierto que es rara la reposición total de la pérdida por sudoración durante el ejercicio entre los deportistas, quienes normalmente reponen menos del 50 % de su sudoración durante el mismo (Sawka y Pandolf, 1990 citado por (Shirreffs, .Taylor, Leiper, & Maughan R., 1996)
Para ver realmente los beneficios de la hiperhidratación los investigadores han realizado estudios con diferentes grados de deshidratación durante el ejercicio, permitiendo la ingesta paulatina de líquidos. Cuando se permitió poco o nada de bebida durante el ejercicio, la hiperhidratación antes del ejercicio mejoró, al menos, una medición de la función cardiovascular o regulación de la temperatura (Gisolfi y Copping. 1974. Gruesa et al, 1987; Lyons et al, 1990 citados por (Shirreffs et al., 1996). Cuando se alcanzó una rehidratación parcial a una tasa de 900 ml/hora durante un bloque de ejercicio, un estudio (Moroff y Bas, 1965) mostró una clara ventaja fisiológica con hiperhidratación pre-ejercicio con agua, mientras que otro no (Gisolfi y Copping, 1974). Ambos estudios fueron realizados en condiciones de calor, pero el primero de ellos empleó sujetos relativamente desentrenados que caminaron en una cinta ergométrica, mientras que Gisolfi y Copping estudiaron sujetos entrenados que corrieron en la cinta al 75 % del VO2 max. (Shirreffs et al., 1996). En el estudio en el cual se repuso totalmente la pérdida por sudoración durante el ejercicio, Latzka y cols. (1997) no pudieron detectar ningún efecto beneficioso de la hiperhidratación con 1.8 l de agua (Shirreffs et al., 1996).
Greenleaf et al (1998) y Dearborn et al (1999) citados por Lamb & Shehata, (2000) llegaron a conclusiones similares sobre las ventajas fisiológicas de la rehidratación antes del ejercicio, pero con un mayor énfasis en las propiedades osmóticas de la bebida. Otros estudios intentan ver los beneficios en ambientes calurosos, así Latzka et al en 1998 (citado por (Shirreffs et al., 1996) después de realizar su estudio, concluyeron que bajo condiciones de "stress" severo por calor, la hiperhidratación con agua, o con una solución con glicerol, no brinda una ventaja sobre la euhidratación, excepto que la hiperhidratación retrasa el comienzo de la deshidratación durante el ejercicio. Estos mismos resultados fueron encontrados por Rico-Sanz et al (citado por(Murray, 2001)con jugadores de fútbol en ambientes calurosos. Este autor encontró que con métodos de hiperhidratación los jugadores mantenían los parámetros logrados mediante estrategias habituales de reposición de líquidos.
Para poder ser retenido temporalmente el exceso de agua en el organismo, muchos estudios ha intentado suplementar estos líquidos con glicerol por su efecto osmótico. La supuesta ventaja de las soluciones con glicerol es que éste reduce la tasa de eliminación de agua en la orina, de modo tal que el agua corporal extra es retenida más tiempo que si se utiliza agua común como agente rehidratante (Freund et al, 1995; Riedesel et al,1987 citados por Lamb & Shehata, 2000). Estos beneficios también fueron encontrados por Lyons, Riedsel , Meuli, & Chick (1990), que en comparación con el agua común, observaron que la ingesta de glicerol reducía la producción de orina, aumentaba las reservas de agua corporal el comienzo del ejercicio en casi 700 ml, incrementaba la producción de sudoración, y reducía la temperatura interna, sin afectar la frecuencia cardiaca. Posteriormente han existido otros estudios que no han podido verificar estos resultados. Así Greenleaf et al (1998) ni Latzka et al (1998) citados por (Murray, 2001) no encontraron ninguna ventaja con la inclusión de glicerol en una bebida pre-deportiva en comparación con el agua común.
(Murray, 2001) después de su revisión sobre la hiperhidratación concluye que no existe suficiente cantidad de datos para respaldar un beneficio sobre el rendimiento deportivo. Aún así el Colegio Americano de Medicina del Deporte (C.A.M.D.) recomienda el uso de la hiperhidratación cuando se practique ejercicio en ambientas calurosos. Éste recomienda alrededor de medio litro de agua fría de 15 a 30 minutos antes del ejercicio (Williams M.H., 2002)
Ingesta hídrica durante la competiciónYa se ha comentado la dificultad que tiene un deportista para poder rehidratarse por completo durante la competición, por lo que es muy importante, según el colegio Americano de Medicina del Deporte, que durante el ejercicio, los atletas empiecen a hidratarse lo antes posible y a intervalos regulares, intentando consumir fluidos a una velocidad suficiente para reemplazar todo el agua que se pierde a través del sudor o consumir la cantidad máxima tolerable de fluidos.
El valor de mantenerse bien hidratado se ilustra claramente en los estudios de Montain y Coyle (1992) y Walsh et al. (1994) citado por Murray, (2001). Estos investigadores demostraron que las respuestas cardiovasculares, termorreguladoras y de rendimiento físico se optimizaban por el reemplazo de al menos del 80% del sudor perdido durante el ejercicio. Montain y Coye llevaron a cabo un estudio para comprobar la incidencia de distintas ingestas de líquidos durante dos horas de ejercicio en cicloergómetro al 65-70% del VO2 max. en un ambiente caluroso. Los ciclistas no recibieron ningún líquido, o al azar recibieron pequeñas (300 ml/h), moderada (700 ml/h), o elevada (1200 ml/h) volúmenes de una bebida deportiva conteniendo 6% de carbohidratos y baja concentración de electrolito. Estos volúmenes reemplazaron aproximadamente un 20%, 50% y 80% respectivamente, de los líquidos perdidos por la transpiración durante el ejercicio. El incremento de temperatura corporal y frecuencia cardiaca, y la reducción en el volumen minuto cardíaco durante el ejercicio fueron progresivamente disminuidas cuando más y más líquido fue consumido. Estos autores concluyeron que estos valores estaban inversamente relacionados al ritmo de ingesta de líquido y directamente relacionado con el nivel de deshidratación experimentada.
En ejercicio intermitente y en condiciones de calor con es el caso de los deportes de equipo, Wilk , Kriemler, Keller, & Bar-Or en 1998, encontraron con bebidas con un 6% de carbohidratos y cloruro sodio prevenían la deshidratación a niños de entre 10 y 15 años. Una de las estrategias que se puede utilizar es facilitar la disponibilidad de las bebidas durante todo el tiempo de competición, intentando ser servidos en envases que permitan ingerir volúmenes adecuados, que se puedan beber fácilmente y con la más mínima interrupción del ejercicio físico. Esto se debería compaginar con una estimulación continua al jugador para que siga un programa organizado de reemplazo de fluidos. Además el pesaje previo y posterior a una actividad física permite aumentar la efectividad de la ingesta de fluidos (Broad, 1996 citado por Murray (2001).
La posición del C.A.M.D. también indica que el cloruro de sodio ingerido en una bebida consumida durante el ejercicio puede ayudar a asegurar una ingesta adecuada de fluidos (Wilk & Bar-Or, 1996). Esta respuesta resalta el papel importante que juega el sodio en el mantenimiento del impulso osmótico para hidratarse ayudando a mantener el volumen plasmático durante el ejercicio y sirve como estímulo osmótico para retener fluido en el espacio extracelular (Williams M.H., 2002) (Maugham et al., 1996; Nose et al., 1988 citados por Murray, 2001). Se recomienda además que esta inclusión de sodio sea de 0,5-0,7 gramos por litro de agua en las soluciones de rehidratación ingeridas durante ejercicios de más de una hora de duración ya que además de las ventajas anteriores también puede mejorar el sabor (Williams M.H., 2002).
Además el contenido de sodio de las bebidas de reemplazo de fluidos no afecta directamente la velocidad de absorción, como se ha demostrado en estudios recientes (Gisolfi et al., 1995 citado por (Murray, 2001). Esto es debido a que la cantidad de sodio que puede aportar al intestino una bebida es minúscula en comparación con la cantidad de sodio que puede ser aportada por el torrente sanguíneo. El sodio plasmático se difunde libremente hacia el intestino siguiendo la ingesta de fluidos ya que el gradiente de concentración del sodio entre el plasma y su contenido intestinal favorece el influjo del sodio. Esto indica que el cloruro de sodio reduce la contribución de sodio plasmático requerido en el intestino previo a la absorción.
Ingesta hídrica después de la competiciónLa ingesta después de la competición se puede convertir en un factor de elevada importancia para la rehidratación en aquellas modalidades deportivas donde se compita más de una vez en el mismo día, o en días consecutivos.
Para recuperar todo el volumen de agua perdido existen estudios que hablan de ingerir más cantidad de líquidos de lo que se pensaba hasta ahora. Maughan et al. (1996) citado por Murray (2001) han enfatizado sobre la importancia de ingerir una mayor cantidad de fluidos que el déficit del peso corporal para poder reemplazar las pérdidas urinarias. Shirreffs et al., (1996) indican que se pueda necesitar una ingesta de 150% o más del peso perdido para obtener una buena hidratación en las seis horas siguientes al ejercicio.
Según Maughan et al. (1996) la mejor manera de rehidratarse no es simplemente con agua. Estos autores concluyen en su estudio que la ingestión de agua es inefectiva para producir una hidratación normal, ya que la absorción del agua disminuye la osmolaridad plasmática, suprimiendo la sed e incrementando la producción de orina. Cuando se aporta sodio ya sea por bebidas rehidratantes o por los alimentos, se mantiene el estímulo osmótico de la sed (González-Alonso et al., 1992; Nose et al., 1988 citados por Murray, 2001) y se reduce la producción de la orina. En esta misma línea González, Heaps, & Coyle, (1993) investigan la efectividad de dos bebidas habituales, usadas en rehidratación (una bebida de cola con cafeína (DC) y una solución con 6% de carbohidratos y electrolitos (CE), comparadas con el agua (W), en cuanto a su efectividad para un proceso de rehidratación corporal post-esfuerzo. Los resultados fueron una mayor rehidratación lograda con CE en comparación con DC y W debida a una menor formación de orina y mayor restauración del volumen sanguíneo, probablemente como resultado de su contenido en electrolitos y carbohidratos, los cuales elevan la osmolalidad sérica.
En algunos deportes es muy habitual ingerir alcohol después de jugar el partido. Según Delgado et al. (1999) este tipo de bebidas deben ser especialmente evitadas en el proceso de rehidratación, ya que el alcohol además de sus efectos sobre el sistema nervioso y su hepatoxicidad, estimula la diuresis.
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digital · Año 11 · N° 100 | Buenos Aires, Septiembre 2006 |