FUTBOL, MASS MEDIA Y NACION EN COSTA RICA
Sergio Villena Fiengo (Costa Rica)

Trabajo presentado en el encuentro de CLACSO. Buenos Aires, noviembre de 1997.


Perdemos, pero somos los mejores.
Un afinicionado tico

La particularidad de la constitución histórica de cada comunidad, escribe Benedict Anderson, responde al estilo con el que la misma es imaginada. Por eso, un acercamiento cognitivo a la especificidad del carácter comunitario de una sociedad, exige saber cómo ésta (re)produce y expresa sus concepciones de sí misma y de su relación con el mundo.

Los discursos en que las sociedades exteriorizan, a menudo con dramatismo, su representación de sí mismas se plasman en diversos ámbitos de la cultura, como riñas de gallos (Bali), corsos de carnaval (Bolivia y Brasil), recitaciones de poesía (entre los musulmanes), etc. En este ensayo me interesa estudiar la forma que esa expresión presenta en Costa Rica.

Mi hipótesis es que, en este tropical país, el fútbol es uno de los más destacados y múltiples fragmentos que componen el "espejo trizado" donde la nación refleja sus ansias, pasiones y temores ontológicos. El juego y los discursos del balompié son una rica alegoría de lo social en tanto constituyen, parafraseando a Geertz, un modo de construir -emocional, moral e intelectualmente- la experiencia humana, un comentario sobre la vida.

Al vivir y hablar sobre el fútbol, los costarricenses plantean, cruda y apasionadamente, las preguntas y respuestas fundamentales acerca del ser costarricense o el carácter nacional. Es entonces que los ticos se constituyen en sujetos integrados a una comunidad y donde buscan, como nación, el reconocimiento internacional.

Pero la invención de la nación costarricense en el fútbol implica procesos específicos de producción, circulación y recepción de los discursos y los imaginarios, que no serían posibles sin los mass media. Es gracias a la impresionante cobertura que otorga al fútbol un sistema nacional unificado de comunicaciones, que los avatares del juego son vividos, simultáneamente, aún en los más recónditos espacios del territorio patrio.

¿Cuál es el alcance que tiene en la generación de un sentimiento de "comunidad en anonimato" la interpelación que los medios de comunicación hacen sobre el desempeño futbolístico de la 'oncena tricolor'? Ensayaré una respuesta mediante un análisis del transfondo ideológico del discurso del fútbol, de sus presupuestos y claves interpretativas. Me limito a estudiar lo publicado por el medio escrito que mayor espacio otorga al futbol y que, por ser el más leido y de mayor influencia política, es también el de mayor impacto en la formación de la opinión pública nacional1.

Communitas
A diferencia de lo que ocurre en sociedades corporativas, en Costa Rica la presión y la adhesión/compromiso comunitario, como cemento social, son débiles: su constitución histórica como una sociedad de campesinos propietarios "enmontañados", ha sido reforzada por la democracia, longeva en el contexto latinoamericano, permitiendo la construcción ciudadana con un fuerte componente individual. La nación es resultado de una voluntad "asociativa" o de "pacto", antes que fruto de una herencia milenaria, propia de las visiones románticas que imperan en paises con una fuerte tradición indígena, como México, Perú o Bolivia.

Sin embargo, como lo ha demostrado -entre otros- Turner, toda comunidad, para ser algo más que un agregado humano inorgánico o una simple estructura jerárquica, requiere un espacio, casi siempre ritual, donde generar un sentido de igualdad y pertenencia a la comunidad: las sociedades son estructura más communitas. Pues bien, creo que uno de los principales ámbitos en que el ethos colectivo se expresa y constituye en Costa Rica es, actualmente, el fútbol. Los estadios y su extensión massmediática sustituyen, a mayor escala, a las tradicionales "pulperías" a las que refiere Láscaris en su ensayo sobre "el costarricense".

El fútbol es uno de los acontecimientos fundamentales donde se genera, expresa y reproduce, un fuerte sentido de pertenencia al grupo (el equipo) o a la nación (la selección): ser saprissista o liguista, o de cualquier otro equipo, es toda una declaración de pertenencia, que se comparte con miles de personas con las cuales no se tiene contacto directo, pero que, en ocasión de un encuentro, definen las simpatías o repulsas.

Por ello, como la cruz para los cristianos, la selección nacional es un referente identitario de primera importancia para la comunidad tica: ocupa, como la bandera, el escudo, el himno nacional, la guaria morada y el punto guanacasteco, un lugar de prilegio entre los símbolos patrios. Los ticos no sólo conocen su selección: se reconocen en (identifican con) ella.

Cuando la selección juega, se juega la patria. La asistencia a los "duelos" de la tricolor, sea en vivo y directo en los estadios o en torno al televisor, en reuniones con los amigos y parientes, son momentos de congregación alrededor de los objetos sagrados de la comunidad. Es en esos momentos, cargados de tensión pero, al mismo tiempo, de relajamiento de los controles sociales, donde se produce también la catarsis social. La fusión en el anonimato de la masa, permite la más cruda expresión del carácter social: ahí, de algún modo, se resume el ser tico2.

Los juegos son acontecimientos tan importantes que pueden incluso, como ocurrió con la participación de Costa Rica en el mundial de Italia, motivar a un presidente de la república a decretar asueto nacional3. Por lo mismo, en 1996 su transmisión exclusiva por circuito cerrado de televisión se convirtió en un debatido asunto de interés nacional4.

La identidad nacional se juega los domingos a mediodía, o los miércoles por la noche, en el estadio. La autoestima nacional sube y baja con los resultados que obtiene la selección y/o los equipos locales en campeonatos internacionales, esto es, en el espacio de reconocimiento externo. Cuando la selección gana, se festeja la certeza de que el país está demostrando al mundo cuanto vale; cuando pierde, campea la frustración, la pregunta del porqué nos pasa siempre lo mismo.

Como ocurre en otros paises donde el futbol es cuasi-religión, las explicaciones de las derrotas internacionales son dolorosos cuestionamientos sobre la posibilidad de ser: los momentos que siguen a la pérdida de un encuentro por la selección nacional (sobre todo en alguno de los campeonatos de importancia) son aquellos en los que, como dice un tango, impera el dolor del ya no ser, la pérdida de seguridad ontológica.

Es entonces que vienen las dudas fundamentales, la búsqueda de una respuesta que restablezca la certeza perdida. Es la fase del espejo: de la contemplación del "sí mismo nacional", de la expresión de las ideologías de lo nacional. Este proceso empuja a la superficie concepciones, prejuicios y sentimientos encontrados, que pugnan por imponer sobre la sociedad su propio punto de vista.

Por un lado, está la teoría del país víctima. Con frecuencia, las derrotas de la selección se atribuyen a factores externos o fuera de la nación: nos ganaron porque el árbitro nos jodió, porque hacia frío, porque hacía calor, porque las canchas estaban en pésimas condiciones...5. Estas explicaciones, que en el pasado gozaban de verosimilitud gracias a los amplios márgenes de posibilidad de "invención" de los encuentros propio de las transmisiones radiales, hoy son, gracias al medio caliente de la televisión, menos creíbles.

Son esas explicaciones las que contribuyen, también, a la definición de una matriz, sino xenofóbica, por lo menos de simpatías y antipatías nacionales. Es particularmente notable la relación de amor y odio establecida con México6 , la subestimación de los equipos centroamericanos y caribeños, contra los cuales, empero, se pierde con cierta frecuencia (lo que, en general, se atribuye a la garra del rival, antes que a su técnica). Por contraparte, se expresa una gran admiración por los europeos7 , sobre todo por su organización y profesionalismo, a la vez que una fascinación por la técnica y elegancia del futbol sudamericano, del cual se importan la mayor parte de los técnicos.

La tesis de la conspiración internacional encuentra su contraparte en las explicaciones internas, de mayor interés por sus implicaciones ontológicas: perdimos porque nos falta profesionalismo; eso no habría pasado con un técnico de origen extranjero; los jugadores están enfermos; les falta amor por la patria; etc.

En esos momentos de ansiedad existencial las preguntas acerca del ser costarricense se expresan con mayor intensidad. Empero, con pocas excepciones, se mantiene la hipótesis de que, "aunque perdemos, somos los mejores": "tenemos talento, pero no organización". Nadie (o casi) se atreve a afirmar que el futbol tico no es bueno: eso equivaldría a autonegarse la posibilidad de ser8.

Así, el fútbol es el texto en el que se vierte la reflexión preteórica sobre el carácter, las virtudes y los defectos nacionales. Su carácter de 'juego' permite que ese cuestionamiento se exprese con mayor libertad que en otros ámbitos más comprometedores (después de todo, se trata sólo de un juego). Por contraparte, la carga psicológica del acontecimiento, al tiempo que posibilita la fusión comunitaria, otorga un caracter sobre todo emotivo al cuestionamiento.

Sabia virtud, de conocer el tiempo
El verso cantado por Chavela Vargas que inspira el título de este acápite, nos invita a explorar la relación entre fútbol y tiempo social en tres direcciones: el calendario futbolístico como ordenador de la vida; el fútbol como horizonte que provee un pasado y un futuro compartido (las fechas fundamentales de un tiempo que es vivido discontínuamente son los partidos de fútbol); finalmente, el tiempo del comentario, de la recreación infinita9 .

Los partidos de fútbol compiten con los feriados religiosos y cívicos en la definición del calendario ritual y la agenda personal. El tiempo social está en mucho organizado en consideración del fútbol, pues los ticos ordenan sus actividades en función de la errática programación de las fechas del (los) campeonato(s). Deben realizar intrincadas negociaciones para, junto con los amigos o la familia, poder asistir (directa o massmediáticamente) y comentar todos los encuentros (lo que se complica aún más con la transmisión en circuito cerrado).

Pero, como señalamos, el fútbol no sólo calendariza la vida, también provee un pasado y un futuro común. Una de las fechas fundacionales de la nación tica es, como lo recuerda un comercial de Aero Costa, el año 1990, cuando la selección logró un resultado sin precedentes (clasificó a octavos de final en el mundial) y bordó con letras de oro su nombre entre los grandes -haciendo saber al mundo, de paso, que Costa Rica existe-. Esa fecha, como la revolución del '48, está grabada en la memoria popular y es el punto de referencia de un sin fin de discusiones10.

Fue en 1990 que se alcanzó la mayoría de edad como nación (futbolística), el pleno reconocimiento del "otro" y, por supuesto, el de la fusión comunitaria, del autorreconocimiento. Como todo rito de pasaje, ese momento marcó la vida de los ticos: desde entonces, cualquiera puede iniciar una conversación amistosa con sólo rememorar en voz alta el gran acontecimiento.

Como todo momento constitutivo de la intersubjetividad, la participación en Italia '90 es permanentemente recordada por la prensa (el exmundialista Gabelo, etc.). En el tiempo del comentario, de la recreación y reinvención infinita de los detalles de los encuentros, ese es el punto más alto que sirve de patrón para saber si se mejoró o empeoró: es el parámetro con el que se evalúa el presente y se avizora el futuro. El mayor anhelo nacional es repetir, o mejorar, la hazaña.

Así, el tiempo del comentario es el de la memoria y el del proyecto: en él, y muchas veces gracias a la caleidoscópica reproducción de la jugada en el televisor, que multiplica los ángulos de visión -y, a la vez que comprime, repite, detiene, hace más lenta- de la misma, o a las narraciones de las jugadas por los comentaristas o por sus mismos actores, se reconstruyen, a menudo míticamente (la reconstrucción de un pasado que nunca fue presente), los momentos fundamentales del "duelo". A partir de él, se dimensionan los anhelos y se imagina y trabaja por el futuro.


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Lecturas: Educación Física y Deportes.
Año 3, Nº 10. Buenos Aires. Mayo 1998
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