Roberto Di Giano (Argentina)
Lic. en Sociología, Universidad de Buenos Aires, Universidad de Morón.
Resumen
En tal sentido podemos, hoy, reflexionar sobre el modo en que, ya a inicios de los 60, se trató de construir un nuevos modelo en el ámbito específico del fútbol, realizando un análisis retrospectivo del discurso que circuló entre los años 1962 y 1963 en una revista especializada de amplia difusión en nuestro país: El Gráfico, producida semanalmente por editorial Atlántida.1 Se visualizan en esta publicación de larga trayectoria (su primer número data de 1919) dos etapas diferenciadas dentro del período considerado. En la primera de ellas, que abarca un amplio tramo del año 1962, el discurso de la revista contiene una de las respuestas posibles a las difíciles condiciones que planteaba el proceso de reculturización que se estaba llevando a cabo en el fútbol nativo desde comienzos de la década con la afirmación retrospectiva de los valores futbolísticos tradicionales. Muchos son los enfrentamientos que sostuvo el semanario en este trayecto con diversos agentes del campo deportivo que ya adherían a las nuevas tendencias. La etapa siguiente está marcada por las fuertes modificaciones que se produjeron en el lenguaje del semanario, que se convirtió en uno de los voceros principales de la nueva manera de percibir y evaluar el deporte, manera que si bien indudablemente se va a articular con expectativas preexistentes, no menos indudable será el papel que cumplirá como constructora de un público futbolístico modernizado.
1. La mirada romántica
"... en este Mundial (...) Hemos aprendido que tenemos que volver a aprender lo que los 'modernos' nos dijeron que era necesario desaprender" (13/6/62) El mensaje del semanario tiene una resonancia romántica demasiado evidente; frente a la ofensiva cosmopolita destructora de la especificidad deportiva argentina, la revista ofrece una visión del pasado para que sea ratificado en el presente y que además sirva para indicar el rumbo del futuro. De acuerdo con esta mirada, no existe un estilo único para jugar al fútbol que pueda ser aplicado a todos los países, sino que cada uno de ellos debe afirmar un estilo propio de acuerdo a sus tradiciones. Así, en el escenario deportivo local, debe volver a primar la improvisación de los jugadores talentosos y no las planificaciones rigurosas y las ataduras inútiles impuestas a los deportistas, que consecuentes con el proceso de racionalización -extendido en el sistema deportivo europeo y en génesis en la Argentina- tienden a garantizar un carácter más previsible del desarrollo de los encuentros:
"Hemos aprendido a convencernos que el fútbol es, primero JUGADORES, jugadores que sepan..." (13/6/62) La revista extiende el tránsito del fútbol tradicional al fútbol moderno como un camino hacia la deshumanización, centrando la crítica, entre otras cosas, en el rol protagónico que asumen los directores técnicos y sus sistemas de organización:
"El 'fútbol moderno' no admite hombres. Exige piezas. Muñecos. Robots. Títeres para ese maquinista de la mecánica (...) Es él, el D.T., el dueño de las piezas mecánicas" (15/8/62) Una de las características del semanario en esta etapa, consiste en realizar comentarios con tinte irónico respecto de las transformaciones que se estaban produciendo en el ámbito futbolístico en nombre de la modernidad. Es el caso del periodista Osvaldo Ardizzone -que posteriormente se convirtió en una figura reveladora del cambio producido en la revista- cuando describe la imagen que brinda el entrenador de la selección nacional para el Campeonato Mundial de Chile, Juan Carlos Lorenzo:
"Un buzo azul. Dos siglas blancas en el pecho. Una toalla en el cuello. Gafas oscuras. Peinado cuidadoso (...) Un diploma de D.T. procedente de las Europas" (31/1/62)
2. La modernización del discurso deportivo
"No es, ni sé si llegará a ser un buen dominador de la pelota, pero no cabe duda que puede convertirse en un jugador importante para cualquier equipo que integre" (7/11/62, Juvenal)
"Torpeza en vez de habilidad (...) Los mismos técnicos que 'sienten' el otro fútbol los admiten como un 'mal necesario' en esta supuesta evolución conceptual" (7/11/62, Ardizzone) Como consecuencia de esta tensión entre dos posturas antagónicas, entre lo que implica el fútbol moderno y el fútbol tradicional, la oferta periodística se diversifica. De esta manera, la revista estaba en condiciones de captar franjas importantes de un nuevo público -los iniciados en las nuevas formas deportivas, que podían identificarse con un discurso que los ponía a tono con otras modernizaciones que marcaban la época- al tiempo que no se desvinculaba a sus seguidores habituales. Había para todos los gustos. Los mensajes del periodista modernizante, Juvenal, motivan al público a que favorezca las posturas de cambio en los análisis de diferentes aspectos de nuestra historia futbolística. Apuntando a lograr coincidencias en las formas de imaginar el deporte, se presenta al modo de jugar argentino como demasiado específico, una especia de rémora que nos impide tener acceso al paraíso moderno:
"Es hora de que comprendamos que este fútbol ceremonioso, aburrido, lento (...) no está en condiciones de confrontarse con el fútbol dinámico, consistente, veloz, de gran ritmo de acción, que se practica en otras partes de la tierra" (17/7/63) Esta lucha simbólica, entablada por el productor intelectual de la revista mediante calificaciones adversas (por ejemplo: lento/veloz) apunta a consolidar en el público un esquema de percepción y evaluación que sea más armónico con la visión deportiva que se había expandido en los países europeos. Es como ha señalado Bourdieu: "El campo de las prácticas deportivas es sede de luchas, donde está en juego, entre otras cosas, el monopolio para imponer la definición legítima de la actividad deportiva.2 Así, al mismo tiempo que el semanario se encarga de invalidar, a través de la desconfianza y el desprecio, las características del fútbol local, trata de despertar afecto y admiración por un modelo que se ha consolidado fuera de nuestras fronteras. El periodista que representaba en la publicación el otro polo "ideológico", Osvaldo Ardizzone, con el correr de los meses se fue solidarizando con la nueva línea de la revista. De esta manera la revista ofrece a sus lectores un discurso más homogéneo, pudiendo llevar a cabo, con un nivel de coherencia superior, una disputa con las visiones tradicionales. Uno de los argumentos que utiliza Ardizzone para persuadir a los actores del fútbol de los beneficios de la mutación deportiva, es que las ideas deben evolucionar. La ruta del progreso, que elige e invita a recorrer, no está marcada por dinámicas endógenas sino por la fascinación ante un modelo externo que -luego de su metamorfosis intelectual- considera exitoso. Con su nuevo discurso intentará movilizar el rico juego de las culpabilidades, poniendo el acento en el tipo de mentalidad del jugador nativo:
"El jugador argentino necesita una cura mental, una higienización de principios, una revolución de ideas" (27/11/63) Así, el lenguaje de un semanario de tanto prestigio en el ámbito deportivo nacional, porta un modelo futbolístico fuertemente homogeneizante, que se le presenta al jugador como una actividad externa, y el efecto sobre él no puede sino ser coercitivo. El deportista considera significativas las calificaciones de El Gráfico, que tanto le restringen como le facilitan la imagen que tiene de sí mismo, constituye el tejido más débil de este entramado, encontrándose generalmente desprovisto de recursos lingüísticos y culturales para hallar respuestas satisfactorias que apunten a defender su individualidad. De esta manera, el intento de desestructuración de la identidad del jugador argentino, promovido por la revista, se convierte en uno de los elementos centrales para expandir, paralelamente, ciertas ideas y patrones de conducta mediante los cuales el futbolista nativo podrá pertenecer al mundo deportivo civilizado.
3. El camino difícil Pero la complicada tarea de proponer un "nosotros" en un ambiente teñido por una fuerte crisis, afronta muchos inconvenientes. La revista El Gráfico, al percibir alguno de los efectos negativos que acarrea el proceso de modernización acelerado y excluyente que está ayudando a tejer en el fútbol nativo, da un paso atrás y se define, en un momento, en contra del papel privilegiado que la organización asume en esta esfera. Es así que trata de rescatar para ese presente deportivo ciertas características que había confiado en el pasado:
"... ante el peligro de que nuestros delanteros pierdan su personalidad absorbidos por una ciega sumisión al trabajo colectivo no vacilamos en admitir y hasta exigir una razonable cuota de aquello que hasta no más ayer censuramos" (9/10/63) Es que "el modelo universalista que se intentó imponer en el campo futbolístico para reemplazar la forma deportiva local, encuentra serias dificultades para desarrollarse tal cual la panacea imaginada por los teóricos modernizantes". De modo, entonces, que recorrerá un camino que será mucho más incierto y conflictivo que el pensado por ellos y que, entre otras cosas, trae aparejado que algunos elementos tradicionales tengan que ser rearticulados, ahora de manera incómoda, en una cultura futbolística que transgredía fuertemente la memoria colectiva de los argentinos. Notas 1. Este estudio está focalizado en las notas del semanario que tematizan el fútbol, no teniéndose la pretensión de extenderlo a otras actividades deportivas que también cubre la revista. 2. Pierre Bourdieu: Sociología y Cultura, Grijalbo, México, 1990, pág. 200.
Año 3, Nº 10. Buenos Aires. Mayo 1998 http://www.efdeportes.com |