La poesía, de chanfle al segundo palo
Juan Sasturain (Argentina)

Publicado en el libro El día del arquero, Ediciones de la Flor, Buenos Aires, 1986.


para Tomás Sanz

Roberto Fontanarrosa RECUERDO QUE mi viejo tiraba la bronca contra Aróstegui, porque "transmitía todos los partidos igual". Eran los años cincuenta -antes del memorable desastre del Mundial de Suecia del '58- y todavía no habíamos llegado a la fiebre analítica y descriptiva que nos invadiría poco después. Por entonces, don Alfredo Aróstegui, "el relator olímpico", intercalaba algunos nombres propios entre un sinfín de frases hechas en las cuales recuerdo con especial afecto la que decía, antes de un saque lateral, "será encargado de ponerla otra vez en movimiento el jugadorr..." y ahí nombraba al "jas" correspondiente, ya que eran casi invariablemente ellos, cuando todavía no aspiraban a marcadores de punta, los encargados de esos menesteres.

Por entonces -"Quién es El Esférico, papá?", pregunté luego de oír por enésima vez que tal individuo "salía del campo de juego"- los relatores más notorios eran cuatro: Fioravanti; Veiga; el consabido Relator Olímpico, sistemáticamente deformado en "Aróstigue" por los analfas que proliferaban líricamente en los campos de juego; y le pintoresco uruguayo Lalo Pelicciari, autor de "tranquilo muchachos", "alto fuera" y el finalísimo "esto se acaba, señores". Pero los orientales -Solé, Heber Pinto y tantos otros que no recuerdo- merecen un laburo descriptivo aparte porque son excepcionalmente gráficos, deslenguados, espontáneos, arrebatados hasta para crear una metáfora más desaforada sobre la marcha para manifestar un sentimiento que los supera. Recuerdo, de pasada, cuando describiendo una jornada gloriosa de "la celeste", sobre los últimos minutos tomó la pelota en medio campo el "verdugo" Pedro Virgilio Rocha y el relator dijo poco más o menos que esto: "Avanza Uruguay, la lleva Rocha; la pelota al pie, la vista al frente, melena al viento... ¡Parece Artigas!..." Y seguramente habrá infinitas anécdotas superiores o ejemplos de una hipérbole aún mayor.

Ese nunca fue el rasgo propio de nuestros relatores. El caso Muñoz va por otros carriles, expansivos, sí, pero de otra índole y en diferente dirección. En aquellos años, el maestro Fioravanti -así reconocido por todos, al menos formalmente- hilvanaba con elegancia los términos de una descripción del juego en que, mientras inauguraba ciertas muletillas que con el tiempo se han vuelto inaceptables: "saltan varios hombres", "entrega la pelota a un compañero", "hay una serie de rebotes" y otras serie de vaguedades no atribuibles a la lentitud expresiva sino a otro criterio, menos pormenorizado pero ortodoxa y literariamente narrativo, que hacía lugar a la expresión florida y la metáfora sutil. Y para este lado queremos rumbear.

Góngora en los relatos
Las vertientes de Fioravanti fueron varias. Voy a dar dos ejemplos por los que puedo ser desmentido, pues no soy un erudito en la materia, pero cuya representatividad es innegable: el hallazgo de "el cancerbero" y la mágica invención de la "nube de fotógrafos". Dos líneas poéticas en el arsenal metafórico del maestro. El clasicismo renacentista que con Dante introduce la mitología en el "Inferno" y, dentro de ella, al Can Cerbero, perro descomunal de tres cabezas, custodio feroz de las puertas insalvables al extraño, por una insólita traslación se introdujo en el repertorio expresivo de un vate rioplatense y futbolero que buscó en el momento la idea que expresase el fervor defensivo de Pancho Lombardo, el vasco Echegaray o cualquier otro implacable marcador. Lo de la metáfora o figura que asoció el numeroso grupo de fotógrafos al fenómeno trivial y meteorológico es de más fácil explicación: desde lo alto, en la cabina de transmisión, las huestes de reporteros gráficos -eufemismo josemariano- suelen evocar, frente a las clásicas formaciones de hincados y de pie, globosas figuras de nimbus, cirrus y cúmulus. El innegable hallazgo expresivo, sin embargo cristalizó rápidamente en un tropo retórico y socorrido a la manera de nieve/piel, perla/dientes gongorinos y se ha convertido en un pecado de lesa comunicación para los profesionales del relato. Juntó a los "miles de pañuelos blancos que emergen de las tribunas -o de los cuatro costados del campo- saludando la victoria del equipo tal", caer en su mención es sólo equiparable en bostezo mental a los "siniestros de proporciones" y a los funcionarios que "hacen uso de la palabra" y demás torpeza rotuladas por la agencias. Sin embargo, la riqueza de las imágenes de la jerga futbolera linda con el despilfarro. Y fue, sin duda, el período de mayor desorientación táctico-técnica-dirigente, que sucedió al descripto, el que entregó los mejores momentos en cuanto a hallazgos gráficos y analogías curiosas. Y no es difícil decir por qué: en la crítica y el comentario de fútbol había irrumpido la ironía.

Quevedo en los comentarios
Hubo un época feroz de "El Gráfico" -coincidente con el lanzamiento del "Fútbol Espectáculo" de Armando y Liberti- en que Panzeri, Lazzati, Pepe Peña, el Osvaldo Ardizzone de sus comienzos y otros de quienes no puedo acordarme, comenzaron a desmenuzar partidos, jugadores, circunstancias y tácticas con un fervor analítico hasta entonces desconocido. Con una pasión renegadora que mezclaba los táctico y lo ético, la inteligencia y la arbitrariedad -es memorable el ejemplo de aquel marcador lateral de Estudiantes, Castillo, "no podía jugar" porque "era muy feo" -se inventaron imágenes y figuras que de a poco se hicieron cotidianas: Nardiello, aquel wing de Boca que jugaba "con un balde invertido en la cabeza", por su ceguera para resolver; Orlando, el brasileño que en la primera línea de cuatro que se formó en Argentina, cuando vino Feola a Boca, era un seis que no salía del fondo, se quedaba "en la cueva"; los delanteros que jugaban asilados adelante, esperando un error, "a la pesca", y de ahí la expresión "Sanfilippo con la caña", etcétera. Así se acuñaron bellezas tales como "cintura de madera", "tiene un dado en la cabeza" -cuando cabecea para cualquier lado-, defensores que "rifan" la pelota al entregarla sin destino, delanteros talentosos pero "laguneros" -tipo Ermindo Onega- en tanto discontinuos, con lagunas mentales; los centros "a la olla", evocando la parábola de las legumbres al voleo hacia un destino de puchero... En fin, una maravilla de creatividad.

Pero aquí ya estábamos lejos de la retórica lírica de la "verde gramilla" de Pedrito Valdez o la definición de los jugadores por imágenes ennoblecedoras como "La Maravilla elástica" o "Don Pedro del Area". Fue de la mano de la práctica y a partir del desencanto por los fracasos y los espectáculos horribles que el lenguaje se hizo más filoso, imaginativo, irónico. Y precisamente a partir de los medios escritos, no de los radiales, ya que éstos, sobre todo a partir de la consolidación de Muñoz como el Gran Palabrero y master en conexiones, se han desarrollado en el sentido de la cantidad de información y en el olvido de la opinión crítica. Una costumbre que le ha dado buenos dividendos.

La metonimia que le dicen
Sin puntualizar la propiedad de los hallazgos ni tratar de historizar los últimos quince años, el imaginero ha crecido en forma incesante al mismo ritmo que el volumen -páginas en los diarios, horas en la radio, en la TV- se come trivialidades como la política nacional, la cultura en general y otras tonterías. Hay algunos rasgos: ha decaído el ritmo de la creación de esas verdaderas alegorías que constituyeron en su momento la idea de la "quintita" y su cuidador, para el marcador que no salía de su zona, o del "wing ventilador" para aquel que bajaba al medio campo para permitir una salida por el costado -Corbata, Gonzalito, fueron los clásicos-. Ya no es frecuente este tipo de invenciones. Se han cristalizado, en cambio, algunas metonimias -figura que consiste en aludir el toda a través de la parte: veinte mil "cabezas" por otras tantas reses; necesito "una mano" por alguien que me ayuda, etc.- que hacen verdaderamente críptico el lenguaje para los no iniciados.

Cuando Passarella "agarra la lanza" el cronista hace referencia a que River, necesitado de atacar por esta en desventaja, adelanta los hombres de la defensa en un ataque impetuoso que evoca la carga del malón; si Pancho Sa es descripto "con la escoba" uno puede suponer que, como en el caso de "la bruja" Verón, se hace referencia a un apodo; no señores: está "con la escoba" porque "barre" el fondo de la defensa, es decir que como juega de líbero o último hombre, carece de marca fija y cubre las eventuales fallas de sus compañeros... En fin, es largo pero exacto. Las "luces encendidas y/o apagadas" no son aplicables a cualquier jugador sino a unos pocos -cada vez menos: Bochini, Houseman...- que, como los personajes de historietas antiguas, asocian repentinas ideas y realizaciones brillantes al encendido de una lamparita. En este mismo sentido suele leerse que "Diego frotó la lámpara", haciendo referencia a la doble condición mágica y genial de Maradona, la metonimia loca, viejo.

Lo que ha crecido en forma espectacular es la creatividad verbal. Si los argentinos hemos inventado el verbo "indexar" -perdonando la palabra- a partir de INDEC, es trivial "volantear", es obvio "centrear, es infantil "achicar"; pero hay cosas mucho más ricas: hoy se "pellizca" la pelota en el medio, se "desborda" por los laterales, hay "arrugues" en la derrota, se "muerde" en el medio, los marcadores suelen "absorber" a los delanteros y los laterales se "desenganchan", aunque los volantes pueden "sorprender desde atrás", picando al vacío... Todo es posible ya.

La vida 2 - Yo 0
Este crecimiento desmesurado del lenguaje que describe el correr de la pelota y los encargados de impulsarlo tiene otras implicaciones si se tiene en cuenta la funcionalidad demostrada por el vocabulario y la imaginería del tablón y la crónica para describir cualquier tipo de situaciones, más allá del "coqueto estadio" o "el reducto cervecero". La poesía tanguera -muy afecta a las metáforas turfísticas en general- ha recurrido sólo por excepción al dialecto dominguero: Manzi, en "Ché Bandoneón", describió "el trago de licor/que ayuda a recordar/que el alma está en orsay/ché bandoneón; pelota que le devolvió Cátulo en el homenaje de "A Homero": "Eran años de cercos y glicinas,/de la vida en orsay, del tiempo loco", con lo que redondearon una hermosa imagen existencial. Las antiquísimas expresiones "gol de media cancha" y "marcar a presión" para referirse a grandes pegadas o a mujeres celosas custodias de las andanzas maritales tienen el insoportable olor de la naftalina... Hay, sin embargo, un campo menos explorado: "Si esa mina no es de Rosario le pego en el palo" es bueno y da la idea de aproximación; "Después de tomarme la bolilla ocho me pelotearon entre los tres" es impecable y descriptivo, y sostener que tal político "está podrido de hacer banco" es, además, cierto.

Yendo más lejos, nadie se lleva a equívocos en cuanto al sentido si uno dice que tipos que viven y morirán como marcadores de punta o que nacieron para eso; que el Tano Ruggiero toca el bandoneón como un diez pisador que tanto mete un cambio de frente como amaga y se va en pared, frena, saca el remate..., que Juan Alemann es fácilmente asociable a Zubeldía; que mientras los sectores ruralistas muerden en el medio campo, los trabajadores esperan abroquelados en el fondo para salir en contraataque por ahora poco orgánico; que la literatura de Gudiño Kieffer hace "fulbito"; que con esa cara es como empezar perdiendo uno a cero; que Harguindeguy tiene problemas de perfil; que Borges se tiró en el área pero nadie le creyó, en fin.

Uno de los últimos hallazgos ha sido, a mi entender, el verbo "paisajear", mezcla de quietud, inmovilidad y falta de reacción ante circunstancias de riesgo: "La defensa de Racing paisajeó y Outes cabeceó ante las narices de Cejas". Algo así, equivalente sería: "El equipo económico paisajea, Martínez de Hoz sale a cortar, Juan Alemann habilita, Videla hace seguir... Gol de Ellos. Gooooool de Ellos".

No sé si me explico, como decía José D'Amico.

Homenaje
A los creadores. Infinitos creadores: el del tablón ("Este tres no agarra una vaca en un baño"), el lírico-romántico de antaño ("Yácono realizó con limpieza el abanico"), el cientificista ("Con parte externa del miembro inferior izquierdo, a la base del segundo palo"), el épico ("En la ciudadela, el Custodio de Los Tres Palos será...") y uno más, el mayor de todos: el surrealista creador del "banderín solferino". Por mucho menos que eso, Daría, Neruda y Oliverio Girondo entraron en las antologías.


Dibujo: Roberto Fontanarrosa.
En: Juan Sasturain, El día del arquero, Ediciones de la Flor, Buenos Aires, 1986.


Mayo 1998
Lecturas: Educación Física y Deportes
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