Dr. Francisco Belgeri (Argentina)
Este artículo fue publicado bajo el título El fútbol como problema social por la revista El Gráfico, Buenos Aires, 26 de agosto de 1938.
River Plate, en la dársena sur; Boca, en la barriada de ese nombre; Racing e Independiente, en Avellaneda; Estudiantil Porteño, en el colegio Nacional Oeste; Porteño, en San José, etc., todos con vida intensa entonces, algunos la mantuvieron y otros la acrecentaron, menos los clubs de estudiantes que al finalizar su evolución en las facultades fueron perdiendo solidez, excepción hecha de Estudiantes de La Plata, porque fue una fuerza representativa de la afición de esa ciudad. Los que estamos en la madurez de la vida, sabemos cuán difícil era hace 35 ó 40 años apartarse un poco del centro de la ciudad, pues la integridad física estaba siempre en peligro en las canchas del arrabal. El fútbol llegó a apasionar y por todas las calles y baldíos se jugaba con pelotas de trapo o goma, y la incidencias se dirimían a "castaña limpia" o a pedradas. Cuando esos muchachos crecieron vieron la conveniencia de disciplinarse y eligieron capitán, para que los dirigiera y representara, y comprendieron la necesidad de aceptar al referee. Vinieron las ligas independientes con todos sus chanchullos, pero que significaban un progreso. Esos cuadros alquilaban o pedían prestado un terreno, hacían un cancha y una pequeña casilla y se afiliaban a la "Football League"; y los ingleses, como nosotros los llamábamos, los recibían como afiliados con bastante desconfianza. Para disputar el campeonato debíamos trasladarnos a todos los barrios, y así conocimos bien la ciudad. Yo pertenecía a un club que jugaba en la Tierra del Fuego, barrio del bajo de Recoleta, en el cual el Nacional Oeste (hoy Mariano Moreno) tenía su campo de deportes; allí jugamos hasta 1909, donde últimamente lo hizo River. ¡Avenida Alvear y Tagle!. ¡Cuántos recuerdos gratos para tantos amantes del fútbol de todas la épocas!. Así, obreros y estudiantes nos pusimos en contacto y aprendimos a respetarnos, no por lo que éramos, sino por nuestra capacidad de jugadores y comportamiento en el field. Así nos fuimos vinculando las distintas barriadas y categorías sociales, animados por el mismo ideal: saber que había guapos y flojos, buenos y malos jugadores, tanto entre los "cajetillas" como entre los "compadritos". Así nació la democracia del fútbol al difundirse, pero también la aristocracia al reconocer y respetar la jerarquía del mejor y más capaz. Así nos formamos en el fútbol de nuestra época, aprendiendo a respetar y hacernos respetar.
Formación de los clubs De esta mezcla original y pintoresca en que cada uno llevaba opiniones y conceptos, empezó a formarse la base de lo que sería más tarde la organización y grandeza del fútbol argentino. Los criollos fuimos suplantando a los ingleses y llegó el momento en que éstos pasaron al recuerdo. Hace 30 años, todos nos conocimos -dirigentes, jugadores y público,- todos sabíamos que los dirigentes o los árbitros hacían un verdadero sacrificio, gustosos, de tiempo y hasta de dinero. No había dirigentes improvisados; se llegaba en todos los casos, cuando se había sido jugador o referee, cuando no se hacían todas las cosas a la vez y hasta trabajar (poner los arcos, pintar la cancha, etc.). No es de extrañar que los jugadores de la época hayan llegado a ser hombres útiles. Han aprendido a administrarse, a saber, que la verdad no es única y no patrimonio de nadie. Cuántas veces en nuestra precipitación de jóvenes estudiantes hemos sido corregidos por modestos obreros, en quienes la experiencia y observación los había colocado en un plano superior. No había en nuestra época otra jerarquía que la de la capacidad como dirigente, juez o jugador.
Progreso del fútbol El fútbol debe ser escuela de carácter, las incidencias del juego no deben tener mayor trascendencia. Es un espectáculo para solaz y no desahogo de pasiones.
Hay que elevar la moral del fútbol La incorrección o inconducta es siempre la misma en cualquier parte y es imprescindible que reaccionemos de esos desahogos que significan resabios instintivos, que se castigue con mano dura, no sólo a los atentados de hecho sino de palabra. Todos lo amantes de este juego sabemos cuán difícil es presenciar con tranquilidad un match desde las graderías y emitir una opinión en voz alta a un amigo, sin que el vecino accidental se crea autorizado a intervenir agresivamente, sin no está de acuerdo con ella o mejor, con lo que él cree que conviene a su club favorito. El fútbol debe ser, además de un espectáculo magnífico, una manifestación de orden social. Hay un verdadero problema a encarar, con energía y decisión, si no queremos seguir presenciando espectáculos repudiables. En fin, debe haber premura en evitar la bancarrota moral en que se precipita nuestro deporte predilecto. Foto: el arquero uruguayo Besuzzo que fue transferido al Club Atlético River Plate en el pase más caro de la época.
Año 3, Nº 10. Buenos Aires. Mayo 1998 http://www.efdeportes.com |